jueves, 16 de julio de 2009

TICTAC

(La filofía…)

Roly, un niño de dos años y medio que estaba fascinado con el tictac del reloj de su padre. Conforme iba creciendo, se fue volviendo cada vez más obsesivo por descubrir cómo es que ese pequeño aparato podía funcionar al mismo ritmo.

Un día tuvo la oportunidad de quedarse sólo y con la ayuda de una silla y un taburete quiso tomar el reloj más preciado de su padre que estaba encima del armario. Pero como su tamaño no le fue de gran ayuda, estando ya arriba, quiso estirarse para dar con el reloj pero, como se movieron las bases donde estaban asentados sus pies, se vino para abajo y cayó. Y como no había nadie más que él, no lloró, pues no había a quien quejarse.

Sin embargo, siendo más fuerte la curiosidad y la obsesión por el reloj, buscó un pequeño banquillo que podría permitirle hacerse con el objeto. Así, con la ayuda del banquillo, logró dar con la máquina. Lo bajó e hizo de las suyas. Sentado en la cama comenzó a desmontar con el auxilio de un desarmador y otros objetos a su haber, todo con la intención de descubrir qué es lo que le permitía marcar el tictac del reloj.

A medida que iba desarmando y extrayendo las partes del reloj éste se detuvo porque, el vástago, sin darse cuenta, ya había retirado las pilas. Entonces se paró el tictac y las partes del aparato quedaron expuestas encima de la cama. Y el niño, al no encontrar nada, todo él frustrado, se preguntó: ¿dónde está el tictac? Pero el tictac había desaparecido completamente. No había vuelta que dar. Era solo un producto derivado. Nada más.

La vida es un producto derivado, es una combinación de muchas cosas. Varias cosas funcionando juntas creando el tictac. La vida es una verdadera sinfonía, una auténtica armonía, un ritmo, un compás, un baile donde intervienen infinidad de cosas.

Los filósofos, los teólogos, psicólogos y demás camellos, han estado buscando por siglos enteros las razones del tictac y, por el hecho mismo de querer dar con él, se han alejado cada vez más de él. Y esto, naturalmente, provoca frustración, desencanto, obsesión, suicidio y letargo. Lo cual explica el correteo de la gente, de un lado para otro, y no puede estar ni un momento en calma o relajación. No puede bailar; su vida ya no es una sinfonía, ya no es poesía; su vida se ha entristecido. Se ha vuelto completamente sordo al tictac sinfónico de la vida; la liquidez de la vida se vuelto un iceberg.

Por tanto toda filosofía, teología, ideología…, no es más que un obstáculo para atascar la ciencia del ver, del escuchar, del tocar, del gustar, del oler y del sentir. Nos estamos refiriendo al advenimiento de una nueva ciencia, la filosía, la única ciencia natural que expone la vida tal como es: llena, desbordante, danzante, festiva, alegre, regocijante, bendita, extática, orgásmica… Es ciencia en minúscula; es verbo, no sustantivo.
La filosía, a diferencia de las otras ciencias, no está empeñada en hacer análisis, en hacer conjeturas, fabricar hipótesis, creencias, ideales, acertijos, etc. porque no está asentada en la lógica aristotélica. La filosía es, simplemente, la ‘capacidad de ver’, de gustar, de oler, de palpar, de sentir, cómo se exterioriza, cómo se da el Todo en la parte. Es ciencia natural, es ciencia salvaje, es ciencia del grillo, de la rana, del pájaro, es ciencia del bosque. Es experiencia pura del Cosmos, del Universo, de la Existencia, de la Totalidad. Filosía es la ciencia suprema y total jamás mentada en Occidente.
Khishka

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