jueves, 23 de julio de 2009

MÚSICO

(Nuestro centro vital)

Khishka era un hombre rudo, coraje, un verdadero león que habitó en las pampas de Los Lípez. Él no hablaba, solamente rugía, tenía un aspecto salvaje. No era sofisticado, era duro y crudo. Su figura molestaba y, al mismo tiempo, su presencia solía ser medicinal para muchos. Por eso le apodaron Khishka. Tenía una blandura enorme y era una roca también. Su modo de ser dependía de las circunstancias: su voz era una verdadera tormenta, un fuego que quemaba, un rayo o un trueno en las rocas. Cuando hablaba los cimientos de las casas temblaban. Cuando tenía que golpear golpeaba y cuando tenía que tocar su Arpa se perdía en su melodía. Su vida misma irradiaba coraje y música.

Sólo llevaba consigo algo de coca y unas migajas de pan en un morral y su música encantaba a la gente del lugar. Él caminaba a pie de pueblo en pueblo, revisando las fronteras de cada uno de ellos porque, la titulación de tierras de la región, a él le había sido encomendada.

Fue acusado por hurto de tierras por un abogado del ministerio de tierra y territorio de su país, motivo por la cual fue convocado y enjuiciado en la ciudad capital. Él se presentó allí y, debido a su aspecto salvaje y rústico, fue alojado en un gallinero; atendido como un perro; se refugió en la fuerza de su coca que había llevado consigo. Estuvo en el juicio durante meses y arreglóse como podía. Era analfabeto, apenas sabía hacer su firma. Durante todo el proceso los jueces determinaron que en el hombre no había ninguna irregularidad, era completamente inocente y había obrado según la justicia. Y fallaron contra el acusador y le pidieron el resarcimiento de bienes por haber provocado perjuicios a Khishka. Sin duda era una suma cuantiosa que el acusador debería pagar, pero, esa última noche lo dejaron escapar al abogado y Khishka se quedó sin nada, abandonado a su suerte. El juez que tenía algo de conciencia pagó su pasaje de regreso, a su pueblo.

De regreso a su casa, pasó por un centro minero donde la gente se estaba volviendo loca con la plata, riqueza que generaba esa entidad minera. La desaparición de todos y la destrucción era inminente ya que, según los que aún permanecían conscientes, un monstruo diabólico había tomado posesión de toda la gente que trabajaba en ella. Cada día desaparecía una persona en las profundidades de la mina.

Y como Khishka se caracterizaba por su valía, coraje y que un aura de sagrado y divinidad le rodeaban, con él al frente, todos recobraron coraje para hacer frente al mal que reinaba y que al interior del socavón provocaba encantos en ciertas personas. Fueron a su encuentro, buscando dar con el fiero monstruo y en cuanto estuvieron muy profundamente penetrados, llegó un momento en que Khishka se detuvo y se dio la vuelta, nadie pudo detenerlo. Y sin decir, palabra alguna, salió del fondo. Nadie sabía por qué, todos quedaron consternados y alarmados. Ocurrió algo misterioso. Estando ya afuera todo el mundo quiso preguntar qué es lo que había sucedido y qué es lo que había visto, pero nada, no dio respuesta alguna. Y al fin cayeron en la cuenta de que estaba mudo. El hombre había quedado mudo y todos permanecieron estupefactos.

Le trasladaron a su pueblo, le llevaron toda clase de médicos y curanderos, y nada. Vivió por algunos años más y luego se preparó para bien morir. Los últimos años de su vida fueron años de completa inocencia. Todo hacía como un niño. En el patio de su casa solía bañarse desnudo, completamente desnudo. La gente que pasaba por el lugar no podía comprender lo que hacía. Algunos le tachaban de loco y maniático. Pero tan solo estando cerca de él la gente sencilla solía recobrar alegría. Siempre que la gente iba a visitar se sentía feliz a su lado. Su esposa, una mujer de infinita paciencia, solía cuidar de él cual si fuera su propio niño.

Una mañana se quedó en cama, su mirada irradiaba un aura de divinidad, radiante de alegría y, asistido por su esposa, tomó su desayuno con mucha celebración. Luego trajeron la vieja arpa del pueblo que se encontraba en el templo y él, tomándolo con profusa delicadeza, asomó su rostro sobre ella y comenzó a tocar una bella melodía que nunca antes habían escuchado los pueblerinos.

Como vivía muy cerca de la plaza, toda la gente se agolpó escuchando la algarabía de los suyos. Vieron a Khishka, desnudo y semi-cubierto, tocando su arpa. Su cuerpo fulguraba luminosidad. Toda la gente bailó, jóvenes y viejos, mujeres y niños, todos, durante varías horas bailaron en completo éxtasis y se regocijaron porque, una vez más, el músico había traído tanta celebración a la comarca. Mientras la multitud bailaba, se alegraba, celebraba, se deleitaba con la música, poco a poco se apoderó de ellos un aire de relajación y entraron en una especie de infinito descanso y, Khishka, abrazado de su arpa, había muerto. El jefe del pueblo dedicóle el siguiente epitafio: HOY HA FENECIDO NUESTRO CENTRO VITAL, NUESTRO CORAZÓN Y NUESTRA CABEZA. NOSOTROS SOLOS, ¿QUÉ HAREMOS? Y apoyándose suavemente en el cuerpo del maestro, derramó unas lágrimas de cristal.

La música escoltó su nacimiento, la música acompañó su vida, la música custodió su descanso, la música extasió a los suyos, él mismo fue una música, la música de la eternidad. Así canta los últimos versos de una poesía declamada, posteriormente, por un niño de aquella aldea.

Occidente ha sublimado la cabeza y esto trajo serias consecuencias para nuestra mal llamada civilización. Si le preguntas a un varón ¿cuál es la parte más importante del cuerpo? Responderá: la cabeza. Quizá algunas mujeres, a la misma pregunta, contestarán: el corazón. Pero ambos no son el centro vital, puede ser el corazón pero no lo es, aún es superficial. Por ejemplo si fuera la cabeza el centro vital, el niño dentro del seno de la madre tendría que estar conectado a través de la cabeza con la energía vital de la madre, pero no ocurre así. De la misma manera, si fuera el corazón tendría que estar conectado a través del corazón, cosa que tampoco sucede. De esta observación se arguye que ni la cabeza, ni el corazón son el centro vital energético del ser humano. ¡Nuestro centro vital ha sido olvidado y siempre se está a vueltas con él!

El ser humano es igual que un árbol: tiene flores, ramas y raíz. Las flores son la parte más superficial del árbol; las ramas son la parte menos superficial del árbol; y la raíz es la parte más fundamental del árbol. En ese sentido la cabeza –esto es la mente– es la parte más superficial del ser humano. Y toda la vida, especialmente a partir de Aristóteles y su lógica, hemos funcionado a través de la cabeza. ¡Por eso estamos patas arriba! Hemos creado escuelas, colegios, universidades, institutos y demás para desarrollar la mente. Ese es el gran error que se ha cometido. Todo su mecanismo ha ido contra el cuerpo. El cuerpo no está vivo gracias a la cabeza.

Las ramas y el tallo representan el mundo sentimental, emocional, lo intuitivo del ser humano, es decir, todo aquello que tiene que ver con el corazón. Pero tampoco es éste medio por el cual estamos unidos con la energía vital. Y nuestro cuerpo no está vivo gracias a nuestro corazón. Evidentemente es importante pero no lo fundamental. Tenemos que ver que hay un lugar de nuestro cuerpo por la cual estamos unidos con la energía vital. ¿Cuál es esa parte fundamental? Es el ombligo. Un feto está conectado con la energía vital de la madre a través del ombligo, no a través de la cabeza ni del corazón. Por tanto ese es el lugar de nuestra raíz, por él cual nuestro cuerpo extrae la sabia, la energía vital del alma. A través de ese centro vital, olvidado e secundado por siglos y siglos, estamos conectados a la existencia, esto es, el ombligo. Y gracias a esto el cuerpo se mantiene vivo.

Ahora bien en función a ese centro vital y fundamental tendremos que empezar a crear escuelas, colegios, institutos, universidades y otros centros, que supondrán abandonar definitivamente la enfermedad capital que padecemos: nuestro aristotelitis. Estamos urgidos en traer un nuevo ser humano con esas cualidades, porque nuestra llamada educación está conduciendo a la locura porque está asentado en una parte equivocada como es la mente. Es consecuencia de ello que el país más culto y civilizado como EE. UU. tiene el mayor porcentaje de locos. Los psicólogos norteamericanos dicen que de aquí a unos cien años quizá no habrá por lo menos una persona sana. Según los análisis de cuatro personas se encuentran en un estado dudoso de sanidad mental. ¡Por eso un estadounidense tendrá que sentirse orgulloso de ser del país de los locos-locos! Esa es también la razón de por qué están aumentando psicoanalistas en EE. UU. Pues, quien sabe, de aquí a muy poco tiempo cada persona necesitará un psicoanalista. Todo eso es a causa de haber cimentado la civilización en base a la cabeza y la mente. Está apunto de colapsar la mente en los EE. UU. Los setenta millones de nervios que están en la cabeza pueden explotar en cualquier momento porque la mente es una máquina muy delicada y está ahora, más que nunca, demasiada tensa.

Hay que emprender el camino de regreso a nuestras raíces, esto es, al alma del ser humano que está conectada al ombligo, no a la mente ni al corazón. El corazón y la cabeza son posteriores a lo fundamental, al ombligo. El ombligo es el centro. De él se desprenden las ramas del corazón y florece el pensamiento. Por ejemplo: cuando comes, lo que comes primero va al ombligo y luego se distribuye por el resto del cuerpo. Cuando tienes un susto enorme, el primer impacto sientes en el estómago. De repente eres acuchillado y sientes un estremecimiento en el ombligo. El mismo niño nace del obligo, no nace de la cabeza ni del corazón de la madre y su vida termina a través de él.

Debemos descender de la mente al corazón, del corazón al ombligo, porque las raíces de la vida están conectadas desde ahí; deberíamos prestar mucha atención; crear centros para desarrollar el ombligo; y dar, quizá, absoluta atención al ombligo. El ombligo es el centro de la vida. Por tanto: ¡cuida tu ombligo, tu único centro vital!
Khishka

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