jueves, 23 de julio de 2009

EL MOMENTO ES LA PUERTA

(¡No vivas sólo en el sexto piso!)

Eran dos hombres que vivían en el mismo edificio. Ambos tenían su familia. El edificio era de siete pisos. Brindaba todas las comodidades. Pagaban ambos una mensualidad de doscientos dólares. El primero, con toda su familia, durante toda su vida, vivió en el sexto piso, hasta que un día murió, fue velado en la funeraria del barrio y sus restos trasladados al cementerio general.

El segundo era más aventurero y arriesgado, él y su familia. Los primeros años de su matrimonio habitaron en el segundo piso, luego se mudaron al quinto llegando a vivir allí dos años. Consecutivamente se cambiaron al séptimo piso que tenía todas las comodidades. Ocuparon también la terraza aunque con ella más aumentaba la mensualidad.

Luego vino una crisis económica en el país y los precios en vez de bajar habían subido. Los doscientos dólares ya no alcanzaron para pagar por alguno de los departamentos y, debido a esa razón, tuvieron que alquilar el sótano. Allí vivieron cinco años.

Posteriormente se trasladaron al primer piso y allí se quedaron tres años, vivieron cómodos, y la crisis poco a poco se fue alejando. Cuando volvieron los años prósperos al país se mudaron al tercer piso y allí moraron más de diez años. Y habiendo muerto el otro inquilino, que había vivido sólo en el sexto piso, toda la familia del segundo también moró allí por buenos años y, finalmente, residieron también en el cuarto piso por muchos años.

Este es mi mandamiento: ¡No vivas solo en el sexto piso! Vive en todos los pisos posibles del edificio del mundo. Solo así te visitará la eternidad en este preciso momento. Aquí y ahora. ¡Tienes que vivir a lo largo y ancho, por todas partes! ¡Ésta es tu casa! ¡No tienes otra! El piso sétimo está bien como lo está el sótano. De la misma manera el piso cuarto está tan confortable como la primera planta, no tienes donde perderte. Todos los pisos del edificio son bellos, incluso el sótano. ¡Vive en todos los sitios posibles del edificio! No postergues para el futuro. ¡Vive este momento tan totalmente como puedas!

Éste es mi segundo mandamiento: ¡No vivas la vida de una bicicleta!

Khishka fue acompañado de su esposa al sastre. Llegaron al puesto. Él dijo:

- Señor: quisiera que me haga un pantalón a mi medida.

El sastre dijo:

- Muy bien señor. Te tomaré las medidas.

El sastre, inmediatamente, tomó todas las medidas necesarias y preguntó, mientras la esposa de Khishka aguardaba a su lado:

- ¿La bragueta quieres con botones o con cierre?

Khishka contestó:

- Con cierre.

El sastre preguntó nuevamente:

- ¿De tres o de diez pulgadas?

Contestó Khishka:

- De diez pulgadas.

Acordaron cuanto será el costo y qué día iba a ir a recoger. Luego se despidieron y Khishka y su esposa se dirigieron hacia su casa. Mientras iban por la calle su esposa suspiró dirigiéndole la vista:

- Tú, ¡tú y tu cierre de diez pulgadas! Me recuerdas al vecino que baja por la mañana, abre su garaje de tres metros y saca su bicicleta.

Por eso yo te digo: ¡No vivas la vida de una bicicleta! La bicicleta siempre está en el garaje toda su existencia. Ha sido creado por el hombre para que siempre esté en el garaje. Lo mismo si tienes un auto, aunque sea de último modelo, siempre lo guardas en el garaje. ¡No vivas la vida de un coche! Tú eres hijo de esta tierra, no eres un objeto. ¡Vive la vida en su multidimencionalidad! Así no crearás utopías inútiles. ¡No postergues nada para el futuro!

Un periodista le preguntó a una viejecita de ochenta y más años.

Preguntó él:

- Señora, si tuviera que vivir de nuevo ¿cómo viviría?

La anciana contestó:

- Si tuviera que vivir de nuevo me atrevería a cometer más errores. Me haría más sensible. Sería un poco más tonta de lo he sido. La vida la tomaría menos en serio, viajaría, escalaría montañas, cruzaría nadando ríos. Aprovecharía todas las oportunidades. Iría a los bailes. Iría a los cines con mis amigos. Conocería más hombres. Iría a la playa cada fin de semana… ¡Uy…! Comería helado y chocolates. Yo misma me los haría más problemas y dejaría todos los imaginarios que hasta ahora las tengo.

Siguió preguntando el periodista:

- ¿Cómo califica su vida hasta ahora?

Ella contestó:

- Ahora soy una persona culta, sensata. Asisto a un club donde van muchas amigas, pero todas somos de la misma edad. Algunas padecemos enfermedades de la vejez, etc. En fin, ahora por ejemplo, cuido mi imagen de prudente, de alta clase social, hora tras hora, día tras día, porque así los acostumbré a todos los que me conocen. Pero eso a veces aburre demasiado. He tenido buenos momentos, pero si viviera de nuevo tendría muchos más buenos momentos. Me esforzaría por tener sólo buenos momentos.

Esa es la realidad: la gente vive de imaginarios, de utopías, de ideales, de sueños. Por eso yo te doy mi tercer mandamiento: ¡No vivas la vida de un filósofo! Esto es: ¡No seas idealista en absoluto! El filósofo, sea espiritualista o materialista, es siempre un idealista, vive de pura porquería.

Tú vive la vida de tal forma que no necesites arrepentirte, nunca. ¡Atrapa éste momento como al toro por los cuernos! ¡Éste momento es la puerta de la eternidad! Éste es el único tiempo, no existe otro. Si no caes en la cuenta de ello vivirás la vida de un filósofo, de una bicicleta y en el mismo piso de siempre, como un perro volviendo su propio vómito. ¡No vivas la vida de un perro!

Te lo digo así, con toda confianza, porque éste trabajo de mostrarte, de hacerte ver la vida, a mí me ha sido encomendado. He venido para eso y sólo estoy haciendo lo necesario. Si me conoces de vista o por oídas y con el nombre que me han impuesto quienes me han abierto camino para mi venida a este mundo, ¡ten al menos un poco de vergüenza, porque puedes estar insultándome! ¡Yo no soy eso en absoluto! Algún día, a su tiempo, te diré qué soy y porqué te digo estas palabras.

Khishka

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