jueves, 29 de octubre de 2009

LO ABSOLUTAMENTE ESENCIAL

(Sobre eltrabajo correcto’)

A las parejas que suelen tener numerosos hijos, la gente acostumbra llamarlos ‘conejos’, en Quechua ‘kututus’; algunos suelen decir también que ‘la tal pareja es bastante trabajadora’ o ‘ellos sí, trabajan bastante’. Esa gente ha captado lo esencial que es el trabajo a nivel de relación de pareja para procrear pero, en algunos casos, suele ocurrir que hasta esa relación llega a ser disfrazada por un tabú. Y esto es lo que ocurre:

Un día se encontraron un niño pobre y otro rico. Ambos se pusieron a comparar sus familias.
El niño rico decía:
-Nosotros somos tres y tenemos todo, no nos falta nada. Mamá a dicho que a nosotros nos trajo la cigüeña y por eso somos tan ricos.
Y el niño pobre intervino diciendo:
-Nosotros, en cambio, somos tan pobres, que mi propio padre los hace los niños.

Los padres nunca han sido honestos con sus hijos. Les han inventado toda clase de mentiras para apagar su sed de verdad, con la que vinieron a este mundo. Por ejemplo: cuando los niños preguntan de cómo ha llegado aquí, de dónde ha venido, cómo apareció en esta casa, etc. siempre les han dicho que les trajo la cigüeña, que Dios les mandó como un regalo, que su ángel de la guarda les trajo, que eres un regalo de la virgencita o cosas así. Nunca les han dicho la verdad. Siempre han dicho que ‘eso es cosa de mayores, los niños no deben enterarse de esas cosas’ y que, por eso, sólo se darán cuenta más tarde, quizá tanteando, erróneamente, cuando sea demasiado tarde.

Albert Camús en una de sus cartas pronosticaba: ‘llegaría un momento en que la gente empezaría a pedirles a sus sirvientes que hicieran el amor por ellos’. Pudo haberlo dicho de manera sarcástica, pero encierra una gran verdad en la medida en que, si somos poco sinceros con nuestros niños, puede que, con el tiempo, suceda ello. ¿Qué problema hay con que un patrón le pida a su sirviente que, en vez de él, haga el amor con su esposa? Porque el sexo implica trabajo, esto es, creatividad, habilidad, libertad, amor, entrega, etc. El sexo tiene muchos matices que exige de un trabajo previo, porque es esencial para la vida.

Ya nadie quiere trabajar, porque han encontrado que otros trabajen por ellos. Ahora ya tienes gente que haga todo en tu lugar. Y el amor es lo único que lo estás haciendo tú mismo y, eso también, con el tiempo, puede que se convierta en un acto vergonzoso como cualquier trabajo físico, y los pobres estarán avergonzados por hacer el amor ellos mismos. Vivimos en una extraña sociedad donde hemos designado a otros para que recen por nosotros, para que hagan actos de asistencia caritativa, realice rituales, haga culto, lave tu ropa, limpie tu casa, te peine los cabellos y te lustre los zapatos.

Una mañana, Lincoln se estaba limpiando los zapatos en la acera de su casa. Y uno de sus amigos, que esa mañana fue a visitarle, le dijo:
-¡Lincoln! ¿Qué estás haciendo? ¿Te limpias tus propios zapatos? Ahora eres un personaje importante. Ya no eres el hijo de un simple zapatero. Eres Presidente de esta nación. Por tanto, no te corresponde hacer esas cosas. Eso les corresponde a tus sirvientes.
Lincoln respondió:
-¡Me sorprendes! Yo me limpio mis zapatos ¿Tú les limpias los zapatos a los demás?
El amigo dijo:
-No, no. Por supuesto que no. ¡Yo les digo a los demás que me limpien los zapatos! Además es deber de mis sirvientes.
Lincoln dijo:
-Que los demás te limpien los zapatos es aún peor que limpiarle los zapatos a los demás.
El otro, completamente desconcertado, interrogó:
-¿Qué quieres decir?
Y Lincoln respondió:
-Quiero decir que estamos per­diendo el contacto directo con la vida. El contacto directo con la vida es el que tenemos a través del trabajo, por ejemplo: limpiarse los propios zapatos.

El cuerpo del ser humano ha sido diseñado para hacer una determinada cantidad de trabajo, por eso, Hesiodo, habrá dicho: ‘ningún trabajo es vergonzoso, sólo el ocio es una vergüenza’. Un trabajo físico es vital para la vida y, por eso, un trabajo correcto es esencial para la salud mental, para el despertar y la agudeza de la consciencia del ser humano. ¿Por qué es esencial? Porque a través de él estás en contacto directo con la vida. Es bien notable que, en nuestros tiempos, se ha perdido la mística del trabajo físico pues, se ha empezado a llamar afortunados a los que no hacen ningún trabajo físico y desafortunados a los que hacen trabajo físico. Y todo el mundo apunta hacia ese paradigma, de no hacer ningún trabajo, pareciera que estamos hastiados con él.

Hay gente que no trabaja nada, hay gente que trabaja demasiado. Si los que no trabajan nada, trabajarían algo, no habría tanta gente que tiene que trabajar de sol a sol y sentir el trabajo como una condena. Sin embargo, puesto que son la mayoría los que trabajan más, el trabajo físico se ha vuelto un acto vergonzoso, porque la gente que trabaja demasiado muere antes, es un suicidio lento, es decir, trabajar demasiado es suicida como trabajar demasiado poco o nada, es también suicida. Estamos diseñados para una determinada cantidad de trabajo, esto es, el trabajo correcto.

Para un trabajo correcto se tiene que dejar de lado esos tabúes que desde nuestra tierna infancia nos han inculcado. Por ejemplo: ‘comerás el pan con el sudor de tu frente’, como si el trabajo fuera un castigo o una condena; ‘con dolor parirás a tu hijos’, como si ser mujer fuera una desgracia o una condena para sufrir el dolor; o como el ‘dominen la tierra y sométanla’, como si el ser humano estaría destinado a imponer su capricho a toda la naturaleza. Por eso, los consejos de las sagradas escrituras tienen que ser dejadas de lado, porque no hay necesidad de observarlas. Esos tabúes han propiciado la fragmentación de la consciencia humana y que, debido a ello, estamos divididos en dos bandos estúpidos: entre los que no trabajan nada y los que trabajan demasiado. Por eso es necesario dejarlos en el baúl del pasado.

He escuchado decir a un misionero en los EE. UU. Él decía:
-Todo trabajo es ley de Dios, aunque no todo. Pero dormir es casi perder el tiempo. ¡Imagínate! Yo duermo cinco horas, a veces ni eso. Muchas veces a la una de la mañana bajo a trabajar sólo, mientras los empleados duermen, –concluía–.
Después de un mes, nos encontramos nuevamente. Lo encontré padeciendo un dolor insoportable en la espalda. Él dijo:
-Si se pudiera arrancar mi espalda, lo haría, y a esta hora estaría trabajando como Dios manda.
Esos días llamamos al médico, le hicieron los análisis, y los resultados decían que el hombre tenía cáncer en los riñones.

Eso es lo que ocurre cuando se excede en el trabajo. El ‘exceso de trabajo’ es un suicidio lento como lo es, también, el ‘no hacer ningún trabajo’. El trabajo tiene que ser correcto y, sólo será correcto, si es realizado no a través de las proyecciones de la cabeza ni a través del corazón. La mente y el corazón son extremos y, por eso, tiran cada cual a su favor. Siempre se mueven en los extremos. En cambio para trabajar no son necesarios ni la cabeza ni el corazón. Es absolutamente indispensable dirigirse a nuestro centro vital, esto es, dejando a la mente y el corazón, a nuestro ombligo. ¿Por qué? Porque la energía para trabajar deriva directamente del ombligo, por eso quien no tiene una dieta correcta no puede trabajar correctamente. En el ombligo reside la fuerza de voluntad para trabajar. En el ombligo está la fuerza de voluntad.

Hay mucha gente que está obligadamente obsesionada por el trabajo: se levantan a las cinco de la mañana, pasan todo el día en el trabajo, vuelven a las seis de la tarde y luego retorna al trabajo hasta la media noche, con el único pretexto: ‘hay que gastar la vida en beneficio de los demás’; ‘hay que dar la vida por los otros’ y toda una serie de disparates mentales.

A propósito de dar la vida:

Cierta vez, un club de boxeadores fueron a visitar al Papa en el Vaticano. El Papa se sorprendió al escuchar, de la boca de su secretario, el recado de que: ‘unos jóvenes boxeadores querían visitarle’. Él aceptó y pidió que pasaran a su despacho.
Luego, los boxeadores, se presentaron en su despacho con toda reverencia.
Uno de ellos dijo:
-Su Santidad. Venimos a pedirle su santa bendición, ya que somos muy católicos y que nuestra profesión está bien fundamentada en la Biblia.
El Papa dijo:
-Decidme hijos míos ¿cuál es el fundamente de vuestra profesión que en la Santa Escritura aparece? Sólo decidme, no tendréis que explicarme. Luego obtendréis mi bendición.
Entonces uno de ellos respondió:
-‘MEJOR ES DAR QUE RECIBIR’.

Mejor es dar que recibir’, es el tabú que ha creado un montón de manías psicológicas. Por eso existen misioneros/as dispersos en todo el mundo sirviendo a los pobres y, éstos, son beneficiados; haciendo hospitales, para beneficiar a los enfermos; haciendo escuelas, para educar a los niños; construyendo aldeas, para beneficiar a niños pobres. En fin, están haciendo toda clase de cosas en bien de los demás. Sin duda, todo ello, parece una gran labor social, y de hecho lo es, pero todas ellas son falsas. ¿Por qué? Primero: porque hace más de dos mil años con ese lema o ideal no se ha conseguido nada, las cosas siguen igual y, de hecho, hoy más que nunca, nadie quiere compartir.

Un rabino muy santo estaba agonizando en su lecho. La autoridad de aquella comunidad judía, viendo las circunstancias, dijo a los suyos:
-Ahora, según nuestras leyes y costumbres, nos queda una cosa por hacer: donar nuestras vidas. Donemos algunos días o años a este gran santo que está agonizando. Y, como casi todos eran judíos, uno dijo:
-Yo, donaré cinco años.
Otro dijo:
-Yo, donaré dos años.
Un tercero dijo:
Yo, donaré dos meses.
Un cuarto dijo:
Yo, donaré dos minutos.
Hasta el más avaro dijo:
Yo, donaré un minuto.
De repente, entre muchos, un extranjero levantó la mano y dijo:
-Yo, donaré veinte años.
Y todos tornaron la vista hacia el extranjero. Uno de ellos le increpó:
-¡Estás loco o qué! ¿Cómo puedes donar veinte años? Que yo sepa, nadie hizo semejante donación.
Y el extranjero contestó:
-Es verdad, nadie donó tanto. Yo mismo no lo haría. Pero estoy dispuesto a donar veinte años de la vida de mi esposa.

A veces, tanto insistir en ideales como ‘mejor es dar que recibir’, se ha terminado aburriendo a la gente y, ahora, nadie quiere compartir. La gente se ha vuelto aún más mezquina. Cada cual jala según su interés y el intento de compartir no consiguió fruto alguno. Ha sido un completo fracaso.

Segundo: porque el ‘trabajo correcto’ no tiene nada que ver con el servicio social, por grande que sea. Al contrario, tiene que ver contigo, es decir, debes trabajar por tu propio bien, no por el bien de otros. Para alguien con un poco de inteligencia es absolutamente absurdo trabajar por el bien de otros. En realidad no tienes por qué beneficiar a los demás. Pero si de ese trabajo que realizas se beneficia alguien puede ocurrir, eso no es importante. Lo más básico es que tú tienes que trabajar, o mover el esqueleto, por tu propio bien. Ese es el trabajo correcto.

Churchill, después de haberse jubilado, se estaba dedicando a arreglar su jardín: a veces cavando pozos, para poner nuevas plantas; otras veces, plantando flores; algunas veces recogiendo semillas, etc.

Un día de esos, fue uno de sus amigos y le preguntó:
- Estimado amigo: tú que has sido un gran político y, a mí, me han ofrecido un gran puesto en el senado, que tal si hablamos un momento de política y, así, me compartes tu experiencia.
Churchill respondió:
-¡Deja ya esas cosas! ¡Eso se acabó! Ahora me puedes preguntar de la Biblia, pues leo todos los días; me puedes preguntar sobre jardinería, porque a menudo estoy en mi jardín; me puedes preguntar sobre herramientas, pozos, flores, semillas. La política ya no me interesa. El tiempo ha pasado. Ahora me estoy dedicando a trabajar y a rezar.
El amigo no pudo entender la clase de hombre que era Churchill, por eso se fue sin decir nada.

Algunos hombres, por grandes que hayan sido en la política, han caído en la cuenta de que es esencial dedicarse a uno mismo. Decir ‘ahora me estoy dedicando a trabajar y a rezar’ es un gran paso hacia el trabajo correcto. De hecho el trabajo correcto sólo podrás lograr cuando tu trabajo se convierta en oración. Trabajo y oración son sinónimos, tienen el mismo significado. Un poco de trabajo físico es absolutamente esencial para la salud corporal, para la agudeza de la mente y para el despertar de la consciencia. No es necesario que el trabajo sea productivo, puede ser improductivo, es decir, un mero ejercicio. El trabajo físico tiene una importancia y utilidad para el buscador, para el aventurero, para el maestro de su propia vida.
El trabajo correcto no es para obtener algo, sino que cuando te implicas en algún trabajo, estás más centrado, más ventilado, más ameno, más lleno de vida. Si bien los tradicionales religiosos y las clases respetables han dirigido sus vidas hacia otra dirección, nosotros tenemos la oportunidad de descubrir la cantidad de trabajo físico que tendríamos que hacer para gozar de una buena salud, hacer que cada respiración sea dichosa, que tú mismo seas una explosión de vitalidad y humor. Una persona que no goza de una buena salud, o porque trabaja demasiado o porque no trabaja nada, no puede aceptar ni vivir agradecida por todas las bendiciones que la Existencia nos ofrece. Sólo habrá enfado y resistencia hacia la vida, y, por tanto, rechazo y condena. Por eso es sumamente importante un trabajo correcto como una dieta correcta, para un ser humano lozano y completo. ¡Afortunados son los que tienen el ‘trabajo correcto’!
Khishka

LA ESCUDILLA DEL MENDIGO

(La mente: un cuenco de nunca llenar)

Un gran emperador, estando en el jardín, oyó el cencerro del mendigo que estaba llegando al palacio. El guardia, tras ver asomarse al pordiosero, salió a su encuentro y quiso darle unas monedas para evitar molestias. Pero el mendigo dijo en voz alta:

-¡Un momento! Tengo una condición: ¡yo sólo acepto limosna de los emperadores, no de los sirvientes! ¡Así que detente!

Como la voz retumbó, el emperador la oyó y se asomó a la portería para ver de quien se trataba ya que, normalmente, los mendigos suelen conformarse con unas monedas. Por eso pensó para sí: –este mendigo es muy extraño–. Entonces salió a verle y verificó que sí era un mendigo raro. Su aspecto era radiante, un aura de gloria y gracia le rodeaba. Parecía un emperador. Estaba semidesnudo, lleno de andrajos, pero llevaba consigo una hermosa escudilla.

El emperador, sorprendido por tan esplendorosos detalles, preguntó:

-¿A qué viene esa condición?

Y el mendigo contestó:

-A que los sirvientes también son mendigos y yo no quiero abusar de nadie. Sólo los emperadores pueden dar. ¿Cómo van a dar los sirvientes? Así que da algo, lo aceptaré con mucho gusto. Pero, antes: tengo una segunda condición.

-¿Cuál? –dijo el emperador–.

El mendigo respondió:

-Que mi escudilla debe quedar totalmente llena.

El emperador replicó alardeando:

-¿Qué es para mí llenar una escudilla tan pequeña? –Y continuó–: !guarda tus condiciones!

Luego ordenó a sus ministros traer las piedras más preciosas del imperio, diamantes y oro, para llenar la escudilla del pobretón.

Pero muy pronto se vieron en serias dificultades, pues cuando empezaron a llenar la escudilla: las piedras caían, los diamantes caían, el oro caía, pero sin hacer ruido. Simplemente desaparecían y la escudilla se conservaba vacía. Entonces el emperador estuvo en problemas. Él, como gran emperador, no podía tolerar semejante desafío. Entonces ordenó:

-¡Traedlo todo! ¡Hay que llenar la escudilla!

Sus ministros trajeron todo los tesoros, vaciaron todas las arcas. Ya no quedaba nada, pero la escudilla seguía vacía. Finalmente el mismo emperador se convirtió en un mendigo porque lo perdió todo. Luego se postró a los pies del pordiosero, diciendo: ¡ahora, yo también, soy un mendigo! Sólo te pido una cosa: ¡enséñame el secreto de tu escudilla, parece mágica!

Y el mendigo declaró:

-No hay ningún secreto. Está hecha de mente humana. No hay nada mágico en ella.

Así es la mente humana: ES UN CUENCO DE NUNCA LLENAR o es un cuento de nunca acabar. Puedes meter en ella todos los tesoros del mundo, habidos y por haber, pero nunca la colmarás. La mente no es otra cosa que una escudilla. Ella siempre dice más y más, sigue pidiendo, sigue deseando, sigue sufriendo. En Bolivia hay dos bandos políticos: un bando está compuesto por el Movimiento al Socialismo (MAS), y el otro bando está compuesto de Poder Democrático Social (PODEMOS). En torno a estos dos bandos un habiloso comparó con las relaciones íntimas entre un varón y una mujer. La composición decía: en la cama ‘las mujeres son Masistas, dicen ¡MAS, MAS, MAS…! Y los varones son del Podemos, porque siempre dicen ¡PODEMOS, PODEMOS, PODEMOS, PODEMOS…’!

La mente es así: siempre está deseando y por eso siempre está con quejas; siempre pide más y, también, siempre, todo le parece posible. Se siente poderosa, le cuesta aceptar sus derrotas. Es como el juego de la Ruleta: comienzas pagando en monedas por un juego, con las monedas ganas un billete y quieres seguir ganando y, para el colmo, se hace fácil. Ganas una vez y otra vez, y otra vez. Luego comienzas a perder, cada vez más y más. Aunque sigas perdiendo, dices, ‘esta vez sí, ganaré’. Abres tu billetera, sigues perdiendo, sigues y sigues, vacías tu billetera y, cuando ya no tienes nada, te conviertes en un mendigo de la calle, sin nada, y recién te lamentas: ‘¡Qué he hecho!’ Te arrepientes. Todo el sueldo del mes se hizo gas en un abrir y cerrar de ojos. ¿Por qué haces todo eso? Porque tú no eres el maestro de tu mente, de tu cabeza. La mente es tu maestro. Entonces haces como ese necio que quedó en la calle, por creerse el mejor ‘jugador de Cacho’ (dados).

Un día se reunió con sus amigos y les apostó su Mitsubichi. En diez juegos, lo perdió. Entregó las llaves y los papeles de la movilidad al ganador. Al no darse por vencido, apostó su casa. En veinte juegos, quedó sin casa. El tipo siguió. Apostó sus haciendas, y en veinte juegos se quedó sin haciendas. Luego apostó su cuenta bancaria y en cincuenta juegos, también lo perdió. ¡Pero qué manera de insistir! Ya no tenía nada. Sólo le quedaba la esposa. Aunque este fue el colmo, pero terminó apostando su propia esposa. En cien juegos, también lo perdió. Quedó sin nada.

Luego acordaron que, al día siguiente, tenía que ser entregada todos los bienes, incluido la esposa, a su nuevo dueño. El tipo no durmió, pasó despierto la última noche en su casa porque se quedó sin nada, en la calle. Y, como no era para menos, lloró su desventura aunque era demasiado tarde. Por eso, su amigo, sintió compasión y le dijo:

-Amigo, te tengo una propuesta.

-¿Cuál? -Dijo el amigo-.

El otro respondió:

-No es bueno que te quedes absolutamente sólo y sin compañía. Por eso he decidido que: solo, por ésta noche, préstame tu esposa. Para mí es más que suficiente. Quédate con ella, pues al menos necesitarás consuelo.

Así es la mente, es locamente loca. Si ella es tu maestra, puedes competir hasta quedarte en la calle o hasta las últimas consecuencias. La mente es extremista, puede conducirte hasta el mismo suicidio. Por eso mientras seas conducido por la cabeza, esto es, por la mente, seguirás haciendo cosas tan ridículas.

La señora Mary preguntó al doctor de la maternidad:
-¿Le será permitido a mi marido acompañarme durante el parto?
El especialista respondió:
-Sí, claro. Soy partidario de que el padre del niño esté presente durante su nacimiento.
Y ella replicó:
-Yo no creo que esto sea una buena idea. –Y continuó–: él y mi marido no se llevan muy bien.

Así es la mente: apenas estás de ida y ella ya está de retorno. Pero con todo, no quiero decir que la mente es mala, porque no lo es, pues gracias a la mente hemos obtenido muchas bendiciones: como la ciencia, la comunicación, la tecnología… La mente es un mecanismo ambivalente, esto es, no es bueno ni malo. Y está bien que sea así. Sólo tiene que estar en el lugar adecuado.

La vida es dramáticamente tan ridícula, tan absurda, porque tú estás en una cosa y ella ya está planeando otra y que, por eso, no hay algo que se asemeje remotamente a un eco de paz en la vida que llevas. Esto es: tú no eres el maestro de tu propia vida.

Por eso para recuperar tu lugar de emperador, de maestro de tu propia vida, la mente tiene que ser disuelta, pues hasta que la mente no sea disuelta y quede vacía del pasado y del futuro, seguirás siendo un mendigo.

En este mundo no hay nada bueno ni malo, categóricamente marcados pues, todas las demarcaciones, son siempre relativas. Las cosas son simplemente ambivalentes. Pero si un mecanismo tan complicado, como la mente, gobierna tu vida, no será más que un instrumento autodestructivo. Pues la prueba está clara: la mente en manos de un Hitler o Mao Tse Tung es destructiva, creará sólo sufrimientos innecesarios; pero la mente en manos de un Cristo u un Buda es una gran bendición para toda la Existencia.

La mente no es mala, es más bien un hermoso mecanismo que tiene estar en el lugar adecuado y ser usado en el lugar debido. De modo que: cuando la necesites, úsala; cuando no, ponla a un lado. Así, ella, no será tu maestra, al contrario, tú serás el maestro de tu propia vida. Si ella es tu maestra, seguirás haciendo cosas ridículas y absurdas, de las cuales te lamentarás, y sufrirás innecesariamente; pero si tú eres el maestro de tu mente, hagas lo que hagas, digas lo que digas, será beneficioso para ti y para toda la Existencia.
Khishka

LOS DOS VECINOS

(Ten el coraje de fiarte de tu propia experiencia)

Un anciano contó la siguiente anécdota al niño. Eran dos vecinos. El primero tenía un balcón decorado con diversas flores fraganciosas, plantadas en la jardinera de la galería de su casa. Él cada mañana, a la misma hora, solía darle agua para tener que disfrutar, todas las mañanas, de su fragancia y belleza sentado en su balcón.

Pero había otro vecino que también tenía su balcón adornado con flores de plástico. Sin duda eran bonitas, no se marchitaban, parecían mantenerse vivas por muchísimo tiempo. Daba la sensación de que eran eternas. Sin embargo, el dueño, para evitar sospechas y hacer creer a todo el público, de que sus flores eran naturales, solía darle agua todos los días.

Un día se encontraron en la calle y el primero le preguntó:

- Don Julio: en tu balcón tienes unas flores muy hermosas, muy duraderas, parece que son eternas. Todos los días tienen la misma belleza; no se marchitan. ¿Cómo te las arreglas para que siempre luzcan tan bellas? ¿Podrías enseñarme el secreto?

Don Julio, dándose cuenta de que su truco había funcionado, se enorgulleció y dijo:

- El secreto es darle agua todos los días, a la misma hora. Asimismo su tierra tiene que estar bien abonada y fertilizada. Y las flores se mantendrán eternas.

El primero replicó:

- Sí, eso es lo que hago yo todos los días. Tienen abono, les doy agua día a día, pero mis flores no se mantienen igual, siempre se marchitan y otros vienen y florecen. Siempre cambian. Ahora lo del fertilizante, eso si que no lo había pensado. Pero lo tuyo es sorprendente, son permanentes. Sin embargo me gustaría añadir ese fertilizante del que hablas. ¿Cuál es la marca del fertilizante?

El otro contestó:

- Yo mismo no sé cómo se llama. Lo compré en esos lugares donde venden semillas, abonos, fertilizantes y demás. Pregunta por ‘FERTILIZANTE DE FLORES ETERNAS’.

El otro, luego de haberse enterado de la noticia, agradeció mucho, se despidieron e inmediatamente se dirigió al mercado para conseguir el fertilizante. Buscó por toda la ciudad, andó por todos los puestos donde venden fertilizantes y cosas por el estilo. Y nada. Cuando preguntaba a la gente, la gente se reía, hacían muecas con la cabeza, y algunos se hacían la burla. Hasta que llegó a un puesto dónde una anciana vendía diversas clases de abonos. Le preguntó:

- ¿Señora: dónde puedo encontrar ‘FERTILIZANTE DE FLORES ETERNAS’?

La viejecita no pudo entender la pregunta. Sólo meneó la cabeza y dijo:

- Joven, no hay fertilizante alguno que eternice las flores. ¡Imposible! ¿Me ves a mí? A mí me llamaban, cuando era joven, la flor del pueblo, pero ahora si me ves, estoy marchita como cualquiera de las flores. Todas las flores son pasajeras; la belleza de las flores son fugaces; por eso se llaman flores. Estás buscando lo que no existe, ni existió, ni existirá.

Sólo tras ese encuentro, los ojos del hombre se abrieron, recapacitó y se dijo: -estoy perdiendo el tiempo, buscando lo que no hay-. Volvió a su casa y siguió atendiendo las flores de su balcón con la misma diligencia, dándose cuenta que las flores del vecino no eran naturales; eran artificiales, de plástico; su consejo no era más que un fraude.

Estás perdido buscando lo que no existe porque te lo has creído una enorme mentira. ¡No pierdas el tiempo buscando lo que no hay! ¡Tu experiencia vale más que cualquier tipo de chismorreo! ¡Valora tu propia experiencia! ¡Vuelve a tu experiencia! ¡No hagas caso de las habladurías de la multitud! La multitud es falsa, es mentirosa, es hipócrita, sólo chupa tu energía. Te convierte en una flor de plástico.
La multitud siempre te dirá: haz esto, haz lo otro, esto se hace así, esto se hace asá… No sigas sus instrucciones. ¡TEN EL CORAJE DE FIARTE DE TU PROPIA EXPERIENCIA! Sino toda la vida pasarás buscando lo que no hay, haciendo cosas extrañas y disparatadas. Tu propia experiencia tiene autoridad por sí misma. ¡No la sepultes los datos de tu propia experiencia! Sólo las mentes mediocres buscan lo que no hay. El civilizado es una flor de plástico, el creyente es una flor de plástico, el filósofo es una flor de plástico… Estos bandos están muertos en vida, no tienen energía, no tienen deleite alguno y, por eso, no son más que unos rebaños, dispersos por el mundo, conducidos por un pastor ficticio. Viven en la creencia y todas las creencias no son más que mentiras que no tienen un fundamento en la experiencia.

Khishka

ELEFANTES

(La bebida espirituosa)

Había una aldea muy cerca de un bosque lejano. Aquella aldea tenía un estanque, de donde los pueblerinos solían recoger agua en baldes, cántaros, ollas, o en lo que podían.

Cierto día el alcalde les anunció a todas las familias del pueblo recoger la cantidad necesaria de agua por esos días, ya que el estanque lo utilizaría para almacenar vino abundante con motivo de los festejos de ‘los quince años’ de su hija. Entonces todos, muy empeñosamente, recogieron agua y almacenaron en lo que podían y dejaron vacío el estanque para el vino del alcalde.

Pero había también unos elefantes que solían venir sólo de noche a tomar agua del depósito. Esa noche, cuando el alcalde en acuerdo con los pueblerinos, había descargado todo el vino necesario, los elefantes, como de costumbre, vinieron a tomar agua pero se encontraron con la ‘bebida espirituosa’; la olfatearon, se extasiaron, se deleitaron y bebieron como siempre; terminaron embriagados, completamente bebidos con el vino. Tumbados en el suelo, algunos durmieron, otros cayeron pesadamente, unos comenzaron a hacer cosas extra-normales, otros simplemente, durante el día se dejaron manipular por la gente, en fin, algunos se enloquecieron. Pero cuando recobraron el sentido todos terminaron huyendo al bosque.

Más tarde, es decir, durante la noche, todos volvieron al estanque y no habiendo encontrado vino ni una sola gota comenzaron a reclamar a los pueblerinos y, éstos, sabiendo que estaban sedientos, les trajeron agua pero terminaron rechazando, es decir, ya no querían tomar agua, exigían vino y alborotaron todo el pueblo. La gente y sus autoridades quedaron impactadas por el suceso acaecido, fenómeno que casi terminó cancelando la fiesta de la hija del alcalde.

Así es como la manada aprendió a beber la esencia de la vid, la bebida espirituosa, el vino, que no sólo alegra el corazón del hombre, sino también es capaz de cautivar a otros seres con quienes compartimos este hermoso planeta. ¡Pruébala si quieres! ¡Sólo una experiencia de éxtasis y la vida se hace espléndida! ¡Encantadora!
Khishka