jueves, 16 de julio de 2009

CLEPTÓMANO

(La sabiduría de Khishka)

El padre de familia, sabiendo que su hijo era un cleptómano, se acercó a Khishka diciendo:

- ¡Tienes que hacer algo por mi hijo!

Entonces Khishka preguntó:

- ¿Qué es lo que sucede?

El hombre explicó:

- No sé que le pasa a mi hijo, se ha vuelto cleptómano: roba cosas inútiles. Es su único defecto, por lo demás todo marcha bien. No lo hace por necesidad ya que tiene todo, no le falta nada.

Khishka inmediatamente captó lo que quería decir y por eso indagó:

- ¿Qué cosas roba?

- Roba cosas inservibles –repuso el hombre–. Por ejemplo: un solo guante, un solo zapato, en fin, cualquier cosa que se le ocurre. Luego las guarda en el armario, marcadas con la fecha y el nombre de la persona a quién pertenece. Parece muy estúpido lo que hace. ¿No lo cree?

Como Khishka era de buen carácter comenzó a hacerse amigo del muchacho quien sólo tenía catorce años. Su padre había sido un católico practicante, un hombre muy religioso y culto, y, por esa misma razón, no permitía que su hijo hiciera amistad con una chica y, en repulsa a esa oposición, el solía hacer cosas que parecían extravagantes. Por eso, después de haber observado con calma, dijo al jovenzuelo:

- Oye… Me gustaría ver tu colección…

El muchacho replicó muy sorprendido:

- ¿Verdad? –Y añadió–: todos me dicen cosas: unos me condenan, otros están planeando llevarme al psicólogo…, me dicen ladrón. En cambio tú has dicho la palabra correcta y tienes razón: es una ‘colección’, lo que ellos llaman robo.

Y Khishka, con confianza, siguió:

- De ninguna manera es robo. Es más, tú no necesitas nada; tienes todo en casa; ¿cómo puede ser robo? Es una colección preciosa que demuestra tu inteligencia, tu habilidad, tu originalidad y tu creatividad. ¿De cuántas personas te habrás reído eh?

El muchacho dijo sonriente:

- Sí, de muchos…

Luego, insistentemente, el sabio propuso:

- Enséñame tu colección; has despertado mi inquietud.

¡Genial! –exclamó el jovenzuelo–. Y continuó: es más, nunca permito a nadie ver mi colección. ¡Serás el primero! –Concluyó–.

Luego llegando a su casa, se dirigieron a su cuarto, abrieron el armario, y vieron que estaba lleno de cosas. Entre ellas había una chinela, una montura de bicicleta, una llanta de moto, incluso un calcetín, una bota y, Khishka, viendo solo un zapato nuevo y caro, preguntó:

- ¿Y el otro? ¿Dónde está?

El muchacho repuso:

- Lo dejé para su dueño… Porque yo no necesito zapatos, ni siquiera me hace, no es mi número.

Pero dime –insistió el sabio– ¿por qué has traído sólo un zapato?

- Ese profesor se cree un gran genio –respondió el muchacho–. Sabes, ese profesor de botánica tan arrogante –ese día llevaba unos zapatos nuevos. Tuve que esperar durante horas alrededor de su casa, espiándole, para que cuando saliera..., cogiera uno de ellos, y desde ese día se lo pasó buscando por todo lado… ja, ja, ja… ¡Vieras cómo buscaba el tipo!

Khishka replicó:

- ¡Es una colección histórica y genial…! Y logrando ver, entre otras cosas, algunos botones, un trozo de estilográfica, un sombrero de alguien, una cadena, cada cual con sus etiquetas donde, ciertamente, decía la fecha y quién era el dueño, salió del cuarto y se dirigió donde su padre para platicar a solas. Le dijo:

- Su hijo no es un ladrón, porque dentro de toda su colección no hay nada que sea de valor. Es simplemente un modo original de entretenimiento. Está invirtiendo su energía a su propio estilo porque tú no le permites exteriorizarla.

El padre del jovenzuelo prorrumpió:

- ¡Santo Dios! ¿Qué estás diciendo?

El sabio continuó:

- ¡Déjale que se busque una novia!

- ¡Éste es el colmo! ¡Lo corromperás! –Reclamó enérgicamente el padre–.

Y Khishka afirmó contundentemente:

- ¡No… De ninguna manera! Lo corregiré. Eres tú quien lo corrompiste. Así que dame una oportunidad, lo corregiré. Si ahora no lo hago, por culpa tuya, un día, será un gran ladrón y olvidará con qué propósito ha empezado todo este juego.

Así con el tiempo, el muchacho consiguió una novia y dejó de robar. Es más, su colección quedó en el olvido. Y un día preguntó a Khishka:

- Oye… ¿qué te parece? Lo estuve pensando: quisiera devolver la colección a sus dueños porque es absolutamente inútil tenerlas…

¡Buena idea! –dijo Khishka–. Y añadió: ¡será una verdadera alegría! Sus dueños lo disfrutarán. Sí ¡devuélvelo todo!

El muchacho dijo finalmente:

- Lo tengo todo anotado, incluso la fecha y a quién pertenece cada una de las cosas.

Y es así fue. El problema quedó solucionado.

En la raíz de todos los males está siempre una autoridad, dicha autoridad o es un hombre o un ente ficticio revestido de ideas. De ahí la necesidad de mirar por qué suceden las cosas como suceden. Por qué un hombre es ladrón, otro es homicida, alguien es mendigo, alguno es cleptómano, un cuarto es criminal, un quinto es capitalista, un sexto es racista, un séptimo es pedófilo, etc.

La sabiduría de Khishka está en saber ir a la raíz de los problemas. A él no le importan los prejuicios morales, las ideas como justicia, libertad, democracia, derechos, dignidad, respetabilidad, seguridad, y cosas por el estilo. Su trabajo es simple, es compasivo, es profundamente humano, es comprensivo, es amoroso. Es simplemente un destello de la amistad universal.
Khishka

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