miércoles, 30 de septiembre de 2009

LA NOTA DE KHISHKA

(Mi camino, es el camino de los vientos del Sur)

El presidente de un país comenzó a buscar un sabio para colmar con sus intereses estatales y los proyectos que iba a realizar en toda la nación. Preguntó a los suyos si en todo el país podía encontrar un sabio digno de confianza. Ellos contestaron afirmativamente. Dijeron:

- Su nombre es Khishka y vive en el Estado del Sur.

El presidente les ordenó:

- ¡Traedlo inmediatamente!

Y todos los de la comitiva se lanzaron en su búsqueda. Cuando llegaron a la aldea donde solía vivir él y sus familiares, preguntaron a uno de sus hermanos:

- Hemos escuchado hablar a cerca de un hombre llamado Khishka y estamos en su búsqueda. ¿Podría decirnos a cerca de su paradero?

Su hermano les contestó:

- Antes que nada, han dado con la persona adecuada. Como han dicho: Khishka es mi hermano. Pero no sé su paradero exacto. Él se mueve como el viento. No sabría decirles con exactitud.

Entonces dijeron los de la comitiva:

- El presidente ha ordenado que requiere de su ayuda en el palacio y, a más tardar, pasado mañana, hasta medio día, tenemos que cumplir con la orden. Así que tienes que ayudarnos.

Él hombre dijo:

- Ya les dije que él se mueve como el viento. Ayer estuvo por aquí. Pero como les digo: de estar aquí, está aquí. Sin embargo, no sabría decirles dónde está exactamente. O arriba en su hacienda, o abajo en el charco, o en su estancia, o en el cerro, o en el río, o en la quebrada del frente, o en algún pueblo cercano… No sabría decirles. Pero, yo mismo les puedo ayudar a buscar. Y comenzaron a buscar.

Buscaron toda la noche y al día siguiente, temprano llegaron a una aldea que se alzaba a la orilla de un río. Preguntaron a la gente y estos dijeron que Khishka, en ese momento, estaba en el río pescando; consigo tenía tan sólo un perro y su sh’uspa (una especie de talega) de coca. Y toda la comitiva, más su hermano, se trasladaron al río y, ciertamente, la encontraron pescando.

El representante se acercó y le dijo:

- ¡Al fin te hallamos! El presidente pregunta por ti y necesita de tu colaboración, ya que tú eres la única persona indicada. ¿Vendrás con nosotros al palacio? Has sido nombrado el miembro máximo del consejo consultivo del presidente. ¿Qué dices? ¿Aceptas la propuesta?

Y Khishka, con su sonrisa que le caracterizaba, respondió:

- ¡Esperen! ¡Déjenme pensarlo! Denme sólo veinticuatro horas y tendrán mi respuesta.

Como la comitiva sabía que su presidente solía ser muy respetuoso con los sabios, fueran de donde fueran, dieron curso a la petición de Khishka y esperaron la respuesta hasta el día siguiente. Se retiraron del lugar para acomodarse y pasar el día y la noche en aquella aldea. En cambio, Khishka, se quedó sólo a la orilla del río.

Al día siguiente, cuando regresaron en busca de la respuesta, no encontraron a Khishka sino una nota que decía:

- Mi camino, es el camino de los vientos del Sur. Mi camino, es el camino de las nubes blancas vagando en el cielo infinito. No tengo hogar, ni dirección, ni nada. ¡Vuestro palacio no me interesa! ¡Quedáoslo con él! Atte: Khishka. Y una glosa al margen, dirigida a los mensajeros, decía: ‘dadle esta nota a vuestro presidente’.

El camino espiritual es el sendero de los vientos y de las nubes del cielo. Nadie sabe de dónde viene y a dónde va. Esa es la cualidad de un Maestro. Y un Maestro es una gota que ha caído en el mar, es el río que ha llegado al océano. Profundidad y superficie, en él, son una misma cosa. No hay separación alguna. Es el camino de la ciencia de la religión; es el sendero de la suprema libertad; es la vía del universo interior. Ese camino eminentemente científico es, absolutamente, imprevisible para los ojos de la lógica, del poder, la ambición, la respetabilidad, los reconocimientos y honores. El camino interior es un viaje de silencio en silencio, de dicha en dicha, de regocijo en regocijo, de eternidad en eternidad.

Khishka

EL PASO DEL MAESTRO

Atravieza! ¡El puente no es una morada, es un medio!)

Era un antiguo puente que se alzaba sobre un gran río; era hermoso, espacioso, famoso, y de un valor incalculable, pues unía dos inmensos desiertos. Vino una muchedumbre compuesto de profesionales, hombres de negocios, turistas, hippies, empresarios, banqueros, ganaderos, políticos, sacerdotes, emperadores, científicos, filósofos, teólogos, psicólogos, sociólogos, abogados, periodistas, médicos, mineros, fabriles, carpinteros, albañiles, pintores, poetas, bailarines… Entre todos formaban una gran multitud, una masa enorme, que estaba dispuesto a pasar al otro desierto para hacerla habitable.

Llegaron al puente y, especialmente, los cabecillas quedaron cautivados por la belleza del puente y, sobre todo, por estar en un lugar estratégico para ubicar una especie de aldea por donde, necesariamente, tendrán que pasar las siguientes generaciones de otras razas del planeta. Entre todos los organismos decidieron instalar sus tiendas sobre el puente: algunos para cobrar peaje, otros para crear problemas y dar soluciones a las mismas; los terceros para curar enfermedades; los cuartos para informar; los otros para realizar ritos religiosos… En fin todos instalaron su propio negocio, negocio que respondía a cada uno de los ámbitos de la especie humana.

Cada cual cobraba su parte para supervivir y la gente que llegaba, por cantidades, se sumaba a la multitud instalada sobre el puente. Se acomodaban como podían.

La aldea crecía más y más, la gente se multiplicaba, y entre la muchedumbre vino también un gran Maestro del Sur del planeta, quien fue testigo de todo el fenómeno acaecido sobre el puente, pero no tuvo necesidad de quedarse sino, como estaba de paso, colmó sus necesidades, adquirió provisiones para el viaje, tomó su cayado y siguió adelante, porque su Destino había sido atravesar el río por medio del puente para llegar al otro desierto. No tenía interés alguno en instalar algún negocio, no estaba apegado a la muchedumbre, pero fue el único testigo de la insensatez, la ceguera, la estupidez, la insolencia de la multitud que había construido su propia aldea a lo largo y ancho de aquel majestuoso puente.

Al pasar por el Puente vio cómo la gente quedaba cautivada por la voz que retumbaba, por toda la enorme aldea: ¡EL PUENTE ES HERMOSO! Voz que conquistaba a caravanas enteras, voz que tenía el poder de convencer a multitudes que decidían quedarse a vivir definitivamente sobre el puente. Pero el Maestro del Sur, el único, fue quien atravesó al próximo desierto utilizando el gran puente que se alzaba sobre el gran río. Llegando al otro lado escribió en las arenas: ‘Éste es el gran camino, el camino al jardín del desierto’.

Todos los métodos son métodos, todos los medios son medios. Así como los andamios son andamios, los puentes son puentes, por tanto, medios. Y si quieres llegar a tu Destino tendrás que deshacerte de todos los medios, de todos los métodos ajenos. Esto es, tú tienes que crear tu propio método según las circunstancias. ¡No puedes seguir tu camino con métodos prestados! Esa es la única forma de entrar en el Más Allá, en lo Supremo, en Dios. El amante tiene que dejar de ser amante para volverse Amor. El amigo tiene que dejar de ser amigo para volverse Amistad. La parte tiene que dejar de ser parte para volverse el Todo.

El Puente es un medio para atravesar el río. No es para construir metrópolis ni aldeas sobre él. ¡No! Construir grandes casas, enormes edificios, aldeas, ciudades, sobre un puente, es suicida. Y eso es exactamente lo que ha venido haciendo la humanidad a lo largo de sus años de vida. ¡Una nueva Atlantida! Nuestras ciudades son como edificios hechos de naipes. Están edificados sobre la base de ficciones. Están cimentados sobre la base de cosas que no son esenciales. Parece hermoso con todos los logros obtenidos hasta ahora, parece muy halagador el progreso científico-tecnológico, pero sólo parece, porque sus fundamentos son sólo fragmentos, no son totales. Por decir: el país más civilizado como EE. UU. es el mayor productor de locos a nivel mundial. De hecho, según las estadísticas, el setenta y cinco por ciento de los estadounidenses necesitan de un psicoanalista y que, por eso, ser psicoanalista allí es una profesión rentable. Lo que quiere decir que unos pocos años más todo ciudadano norteamericano tendrá un psicoanalista. Y ese es el país modelo para muchos pueblos. Ese es su sueño. No están lejos Japón por ser el país más occidental del Oriente y Alemania por ser el país de los eruditos y lógicos que casi siempre están al borde de la locura y el suicidio. Por eso el noventa y nueve por ciento de la humanidad vive en esa ficción, en esa ilusión, en ese sueño.

Sin embargo no todo está perdido, hay mucho por ganar como hay mucho por aprender. La llamada es enorme: primero, una llamada a la relativización de la política mundial y, segundo, una llamada a liberar la ciencia de las manos de los políticos actuales. Respecto al primero: que cada gobierno sólo dure seis meses, que sea un gobierno solamente funcional. Hay que terminar con los charlatanes que ofrecen hacer esto y aquello si llegan a las sillas presidenciales. Nadie tendrá que candidatear para ser presidente de algún país. Sólo así no libraremos de la corrupción.

Respecto al segundo: es urgente liberar la ciencia de las manos de los políticos ya que, observando con un poco de inteligencia, la ciencia, en las manos de los políticos sólo ha sido un medio para producir muerte y destrucción. La ciencia tiene que ser absolutamente independiente de la institución política y pseudo-religiosa a nivel mundial. Sólo así favorecerá completamente a la vida, sin prejuicios de poder, de interés partidario y de dominio. Sólo así la ciencia estará a favor de la vida, de la existencia y del cosmos.

Con los políticos y las religiones organizadas actualmente, la humanidad entera sólo ha visto de cómo hacer negocio con la vida y la consciencia de la gente. Debido a estas dos mafias hábilmente organizadas, el mundo entero ha sido reducido a la condición de esclavos. ¿Por qué? Porque estos dos entes han instalado su negocio en el puente por donde se pasa a la eternidad, esto es, han invadido casi completamente la vida y la consciencia de la gente. Sólo el uno por ciento, los individuos despiertos, los Maestros vitales, existenciales y cósmicos, han cruzado el puente. ¡Qué contados son los que han trascendido lo fragmentario! ¡Sólo unos cuantos han atravesado el puente!

Khishka

CERCA DEL SABIO

(El único milagro)

En la región de Los Lipez, Khishka se había vuelto muy famoso, debido a su carácter de ser un hombre absolutamente corriente quizá, por eso, espiritualmente incorrecto. A pesar de su fama, de la cual nunca fue consciente, los más allegados percibían en él un aura de sabiduría. Donde iba, tan sólo su presencia, hacía que todo se apacigüe y experimente la paz.

Un día encontró a dos jóvenes peleando en las playas de un río que estaba a orillas de un campamento muy cerca de su pueblo. Cada uno de los actores tenía su propia hinchada como apoyo. En cuanto vio la riña, se acercó y se sumó silenciosamente a los dos bandos y comenzó a observar. Los jóvenes se golpeaban el uno al otro con fuerza, donde sea y como podían. Pero al cabo de quince minutos la intensidad inicial bajó tremendamente tanto que la contienda parecía una completa decepción, no había perdedor ni ganador. Los contrincantes perdieron fuerza y acierto, ya ninguno parecía capaz. Ambos estaban completamente agotados. Justo en ese momento intervino Khishka y les dijo:

- Bien muchacho: en vista de que os habéis divertido bastante con los golpes y que vuestros representantes están agotados, volvamos al campamento. El espectáculo ha terminado, sin un perdedor ni ganador. Ha sido una pelea muy interesante.

Los ánimos caldeados de los hinchas se desvanecieron ante la irrupción de la presencia y energía de Khishka. Nadie objetó ni dijo algo. Solo hubo un momento de silencio y las palabras del sabio parecieron inundar los corazones de los luchadores y sus hinchadas. Los ánimos alterados se calmaron y todos, como si nada hubiese ocurrido, regresaron al campamento sin vencedor ni vencido.

Cerca del maestro, inmediatamente, el clima cambia, los ánimos alterados se calman, la tensión baja, la violencia cesa. Siempre ocurre así. Cerca de un sabio son posibles muchas cosas, a veces hasta cosas imposibles se convierten en posibles pues, un sabio, es el único y el mayor milagro que puede producir el universo. De su sabiduría se beneficia todo el universo.

Eso sucedió con el padre de Khishka: cuando murió su casa se convirtió en un verdadero santuario, un lugar donde la gente podía inhalar el aura de la suprema sabiduría. Su hijo, Khishka, después de que su padre murió, solía recibir infinidad de visitas. La gente que acudía al lugar solía declarar: ‘todo lo que nos atormenta en nuestras casas, aquí se desvanece’. Algunos enfermos se curaban, muchos recobraban la paz, algunos simplemente iban al lugar para relajarse, otros encontraban una luz para solucionar sus problemas, el mismo ambiente inspiraba tranquilidad.

Fue en ese lugar, al entrar en contacto con la gente, donde Khishka, un hombre absolutamente iletrado, analfabeto, casi salvaje, aprendió muchas cosas para la vida y la responsabilidad que su pueblo le confió posteriormente. Uno no podía creer cómo, a través de ese hombre que no conoció la escuela ni la universidad, podía fluir toda la Existencia: lo que hacía tenía su propia belleza; lo que decía era un auténtico mensaje; lo que tocaba, era siempre un milagro obrado por la Trascendencia.

En medio de su gente degustó, Khishka, la sabiduría. Todo lo que decía y hacía comenzó a ser luz para sus conterráneos. Por decir: Elías, el vecino pacífico, aunque un tanto ambicioso respecto a los bienes; Anselmo, el más astuto de entre todos los allegados; Zacarías, el hortelano del frente, cuya mensajera fue Micaela; Félix, el médico; Toribio, el que velaba por la calidad de las herramientas de trabajo que Khishka solía usar en sus haciendas y granjas; Ángela, una mujer envuelto en problemas matrimoniales; Gertrudis, una mujer abnegada pero sensible a las exigencias sensuales de la naturaleza; Patricia, mujer observadora pero, en el fondo, muy femenina; Domingo, el consejero… etc. Mucha gente se acopló y descubrió la sabiduría de este hombre, cuya herencia lo recibió de su padre.

Con el tiempo, Khishka, se convirtió en el centro y el motor de toda la comunidad. Se convirtió en el único milagro, un verdadero sabio, producido por aquel pueblo. A mucha gente le gustaba visitar sólo por estar un momento, calmado, absorbiendo su sabiduría, en silencio, bebiendo de su vino, y es así cómo la gente comenzaba a cambiar y el milagro ocurría. Frente a él se desmoronaban todos los rencores que las gentes guardaban en sus corazones; en su presencia enfermos recobraban salud; ante él se diluía, simplemente, las ganas de matar que tenían los enemigos.

Khishka no era un hombre que sobresalía, quizá era una de las personas más corrientes que pisó las tierras de Los Lípez, simplemente hacía cosas sencillas que en sus manos florecían y extendían su fragancia. Hacía cosas tan pequeñas que fácilmente podían pasar inadvertidas pero, siempre que alguien se acercaba, veían en él la Trascendencia y todo aquel que se acercaba quedaba embriagado de su energía que cambiaba el clima interior y exterior del individuo.

Es el testimonio de su gente que conservó en su tradición oral y lo transmitió de generación en generación. Las recientes generaciones sólo lo mencionan muy de paso, es decir, en algunas fechas memorables del pueblo. Su aldea ha olvidado la raíz primigenia de su sabiduría, sin embargo la llama sigue ardiendo en la sangre que corre por las venas de sus hijos y nietos. Y, una vez más, el milagro será un hecho. Sólo es cuestión de tiempo. Hay fuego entre las cenizas. La llama está viva. Y el fuego arderá.

Khishka

PASTOR MILAGROSO

(La inminente posibilidad de fraude)

Hace varios años atrás una persona relativamente joven tuvo una vejez prematura tornándose, de repente, un verdadero anciano necesitado de ser puesto en una silla de ruedas. Y así fue. Sus huesos estaban tan débiles y desgastados que necesitaba una asistencia constante.

Un día una de sus sirvientas escuchó que un pastor evangélico había llegado al barrio y estaba curando paralíticos, ciegos, sordos y posesos. En una de las tardes de culto, el anciano fue llevado al templo con la idea de ser curado. Cuando llegaron allí toda la gente estaba reunida haciendo alabanzas, oraciones, plegarias e invocaciones. Entraron en el templo muy lentamente y nadie los tomó en cuenta, pues seguían con el ritmo común de los ritos. La mujer, que se encargaba del cuidado del anciano, se acercó al pastor y le dijo en secreto:

- Mi amo está mal, hace varios años que está en silla de ruedas. Él es joven, parece viejo debido a su enfermedad. Nadie ha podido hacer algo por él, ni siquiera los médicos. Por favor reza por él a Dios, imponlo tus manos y quedará sano y, si el demonio lo ha poseído, saldrá de él.

El pastor hizo que apacigüen la música y todos pongan atención al momento. Dijo a sus feligreses:

- ¡Hermanos… Acaba de llegar este anciano que quiere curarse. Hace muchos años el demonio se ha apoderado de él condenándolo a una silla de ruedas! Pero hoy va ha ser curado en el nombre de Jesucristo.

Le hicieron subir al escenario y toda la gente estaba atenta de lo que iba a suceder. Comenzó a decir:

- ¡Mírame tú demonio, que estás dentro de Benjamín! Yo te lo mando sal de este cuerpo ¡ahora! ¡En el nombre de Jesucristo!

Y dirigiéndose enérgicamente a Benjamín gritó:

- Camina tú, hijo desgraciado. Has pecado mucho ante Dios, pero hoy Jesucristo te perdona y te sana. ¡Camina. Camina! ¿Qué esperas? ¡Ponte de pie y camina! La multitud se unió al orden dado por el pastor y comenzó a gritar: ¡Camina, camina…! Y el anciano se vio obligado a hacer un esfuerzo enorme y comenzó a moverse y a dar el primero, segundo, y tercer paso. Luego cayó rostro al suelo, pero logrando reunir fuerzas se puso derecho y comenzó a caminar una vez más. Logró reafirmar sus pies y seguía caminando hacia el pastor. Viendo cómo gritaba la gente ¡Alabado sea el nombre de Jesucristo! ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!

El Pastor no podía creer lo que estaba sucediendo pero seguía gritando ¡Camina, Camina, en el nombre de Jesucristo! Y de un ataque al corazón cayó al suelo perdiendo completamente el control, pues nunca antes había visto algo así. Sucedió lo que sucedió porque todas las supuestas curaciones habían sido preparadas de antemano y, por eso, justo cuando el milagro estaba ocurriendo había perdido los controles. Ni él podía creer lo que hizo.

Lamentablemente siempre suele ocurrir así. En cuanto a misterio o a religión se refiere siempre existe la posibilidad de fraude, gente que puede engañar a los demás, que puede timar. El fraude es inminente. Los ladrones, timadores, embusteros, astutos, que hacen daño a sabiendas, y el daño que hacen son productivos, son gente bien preparada en el asunto. Son gente preparada en las mejores universidades del mundo. Por eso no hay mejor negocio en el mundo que la religión. ¿Por qué es exactamente así? Porque el producto es invisible, se puede prometer, y no hace falta entregar a domicilio el producto. Es decir: por un lado, si el producto no se puede entregar a domicilio tienes que ir obligatoriamente al templo y pagar todos los aranceles; por otro, si el producto es invisible es posible vender y seguir prometiendo. Esa es la causa que nadie puede detectar. Sólo un ser humano despierto como Jesús, como Sócrates, Buda, Khrisna, Pitágoras, Zaratustra, Lao Tze…. solo ellos pueden detectar.

La sanidad interior depende absolutamente del individuo. Y el camino a recorrer es un camino absolutamente individual; es un camino interior, subjetivo y eminentemente científico. Por eso el camino auténticamente religioso no puede ser colectivo y, la colectividad, es el suicidio de la religión. Cuando el camino interior es recorrido individualmente no hay posibilidad de fraude. Puede que el camino sea montañoso y árido, puede que tenga bajadas y subidas, pero no será fraudulenta. En la ciencia de la religión tiene que suceder exactamente igual que en la ciencia objetiva, es decir, tiene que ser verificable, pero de forma absolutamente individual.

Khishka

martes, 15 de septiembre de 2009

SOMBREROS DEL MAESTRO

(Sobre el dar la bienvenida)

En una aldea se comenzó la costumbre de regalar sombreros al maestro espiritual. Llegaban gentes de distintas partes del mundo, de diferentes razas y de diversas religiones. Algunos solían quedarse buen tiempo junto al maestro, meses, incluso años. Los devotos, durante su estadía, solían alojarse en las cercanías del Centro Espiritual por el tiempo que querían.

En una de esas ocasiones, una de sus devotas más cercanas, le regaló un hermoso sobrero que estimuló a otros discípulos a hacerle el mismo obsequio, suponiendo que, a su maestro, le gustaban los sombreros. De modo que, todos los que acudían al Centro para visitarle y estar un tiempo con él, siempre solían llevarle el sombrero más cotizado y más precioso de sus pueblos y países. Y el maestro solía recibirlos con mucha gratitud los regalos. Los sombreros se multiplicaron hasta que el maestro tuvo que comenzar a utilizarlos en cada sesión de conferencias, es decir, en cada una de ellas siempre usaba un nuevo sombrero. No le quedó otra alternativa.

Cada mañana y cada tarde el maestro se sentaba en el sillón del Centro Espiritual con su nuevo sombrero y, una de las devotas, recién llegada de otro país, comenzó a fijarse en el pequeño detalle mientras otros, que ya se habían acostumbrado, escuchaban sus discursos y se alimentaban con sus mensajes normalmente. Sin embargo, el que estaba impactado por los sombreros, se atrevió a preguntar al maestro. Le dijo:

- Maestro ¿por qué, últimamente, cambias de sombrero y la llevas tan elegantemente?

El maestro contestó:

- ¡Pregúntaselos a los sombreros, no a mi! Aparecieron de repente; alguien siempre me los trae; se cruzan en mi camino. Así como tú has sido bienvenido ellos también querían ser bienvenidos y respetados, y han encontrado la cabeza adecuada para posarse.

Cuando estás centrado en tu ser, hasta los sombreros serán bienvenidos. No seas ingrato ¡ábrete! Y la Existencia se posará sobre ti. ¡Ábrete como una flor a los rayos del sol!

Khishka solía comprar, para cada fiesta de su pueblo, una damajuana de vino para su amigo, a quien le encantaba la esencia de la vid. El amigo era en realidad un borracho muy conocido por todo el pueblo.

El hombre cada vez que se emborrachaba siempre iba a la casa de Khishka, tocaba la puerta y pedía un traguito, sabiendo que su amigo siempre tenía algo de vino para él. Luego se iba profundamente agradecido. La actitud parecía una especie de sana costumbre.

Una mañana fue donde Khishka con la propuesta de brindar –ambos– por el cumpleaños de su comadre Concha. Pero Khishka no cedió y dijo:

- ¡A mí no me gusta el trago. Es a ti a quien le gusta. Tú puedes brindar aunque sea dos veces!

Siguiendo la sugerencia el borracho brindó dos veces, por él y por su comadre. Luego se fue muy contento.

Khishka es la calidad de ser humano que sabe dar la bienvenida, sabe tratar cordialmente, sabe comprender la vida, incluso de los borrachos. Para un ser humano de profunda comprensión cualquier cosa será bienvenido: sea buena o mala. Y como en el Unidad se disuelven las polaridades, él, ya no es un fragmento sino una Unidad. Es uno con el Todo, por eso nada le provoca escándalo ni motivo de juicio. Hasta Dios y el diablo serán bienvenidos porque son las dos caras de la misma moneda.
Khishka

JARDINERO

(El baile de la rabia y la compasión)

El jardinero, viendo que el jardín de su casa estaba marchito y pálido, tomó la decisión de darle una nueva vitalidad a su vergel. Fue al mercado y compró los mejores fertilizantes, es decir, los más malolientes para cumplir con el objetivo trazado.

Y volviendo a casa removió la tierra, luego esparció los fertilizantes por los cuatro sectores de su casa, hasta que la parcela quedó completamente hedionda. Su esposa y sus hijas protestaron, cerraron todas las ventanas y las puertas, y solían salir de casa con barbijos o tapándose las narices debido al olor fétido de los elementos químicos. En cambio, al jardinero, no le quedaba otra cosa sino aguantarse porque sabía lo que hacía y, además, era la única manera de fertilizar la tierra y hacer que el jardín florezca.

Inicialmente toda la familia soportó el mal olor de los fertilizantes tanto que casi su vida se volvió inaguantable y el jardinero, conforme fue regando y cuidando, hizo que el fertilizante penetre hasta las raíces de las plantas. Así, poco a poco, el olor fétido se fue desvaneciendo y el jardín comenzó a tomar cuerpo. De las ramas marchitas brotaron hermosas hojas, luego nacieron los capullos y después todas ellas se inundaron de hermosas flores.

El jardín floreció, las platas se vistieron del verdor, otros recuperaron sus colores originales, y toda clase de flores proliferó en el jardín, tanto que los colibríes, las abejas y las mariposas, comenzaron ha hacer una gran fiesta. Y la alegría retornó al seno de toda la familia que se sumó a la celebración de los otros seres. Disfrutaron del verdor, el colorido y, sobre todo, de la fragancia de las flores que invadió toda la casa. Así el fétido olor del fertilizante se transformó en una exuberante fragancia.

Y es así como tiene que suceder: la rabia puede ser transformada en una gran compasión, así como el olor fétido del fertilizante se transforma en una exuberante fragancia. Pero si alguien simple­mente amontona fertilizantes alrededor de su casa, el olor será insoportable, y él se vol­verá loco y si no echa fertilizante, sus flores se quedarán mar­chitas y pálidas. Lo mismo sucederá si alguien se opone a la rabia e intenta destruirla, estará inten­tando destruir el instrumento musical de la vida y, al destruirlo, su desarro­llo será muy débil y frágil; no podrá desarrollarse en él ningu­na de las cualidades del corazón.

Por tanto: observa atentamente tu rabia, tu ira, tu odio, tu enojo y, por primera vez, verás abierta de par en par las puertas de la compasión, del amor, del cariño, del humor, de la amistad universal, que son la fragancia de la vida.

Jesús dijo: ‘no juzgues y no serás juzgado’, es decir, ¡no elijas! ¡No te conviertas en juez! No digas: la compasión es buena y la rabia es mala. Juzgar no te corresponde a ti. Deja que la Totalidad se encargue de ello. La institución que se ha creado en base al mensaje de Jesús no está orientado hacia Jesús sino hacia Aristóteles, quien dice: ¡o esto o lo otro! ¡Elige! ¡Decídete! Por eso siempre está a favor de algo y en contra de algo. Está a favor de Dios y en contra del diablo. Dios y el diablo son palabras estupendas que no están separados. Están exactamente igual que el olor fétido del fertilizante que se transforma en una exuberante fragancia. Dios y diablo son las dos caras de la misma moneda, es la misma energía que se transforma en Dios y en diablo. El diablo es una cara de Dios y, Dios, es la otra cara del diablo. La misma energía: unas veces se presenta como diablo y otras veces como Dios. No existe dualidad alguna.

Nuestra civilización actual adolece de una enfermedad que se llama: aristotelitis. Esto, en ves de colaborar a la unidad, ha propiciado la división al interior de la consciencia del ser humano. Al elegir caes en la trampa, pues siempre que eliges algo te pones en contra de algo. Esa es la raíz de toda división. Y la vida es unidad, una gran orquesta, una unidad sinfónica, es un profundo unísono.

Por eso yo te digo: ¡ni esto, ni aquello! Simplemente ¡no elijas! ¡Vive sin elegir! ¡Vive sin hacer distinciones! Porque si eliges o si distingues una cosa de la otra, debido a la lógica de tu San Aristóteles, caerás enfermo, dividido, fragmentado y partido, por tanto, un accidente. Y, obviamente, terminarás en el manicomio.

Una señora me dijo:

- He vivido durante diez años una vida fantástica con mi esposo, sin discusiones y sin enfados. Y de repente pasó algo: ¡él me ha abandonado! No sé por qué.

El aristotélico es así. Piensa que si no hay peleas y disgustos, ni discusiones ni enfados, la vida es fantástica. Y cuando el marido se va comienza a filosofar, lo cual es absolutamente lógica, y dice: ¿qué ha pasado? Diez años juntos, adorándonos el uno al otro ¡de repente me ha dejado! ¿Se ha vuelto loco? No hay lógica que pueda explicar la vida. Si así comprendes la vida tendrás que conformarte con un poco de filosofía.

El amor no es sino la otra cara del odio. De hecho si el amor es grande tiene que haber disputas, peleas, enfados, que lo enriquecerán. A veces odias, a veces amas, a veces quieres matarlo o deshacerte tan pronto como fuera posible de tu amante, a veces puedes separarte por un tiempo. Pero, después de ese lapso, si vuelves de nuevo con él o la misma persona, el amor rejuvenecerá, se renovará. Comenzará a haber ritmo, música, baile, poesía, romance y canto. Ahora ella es una muchacha virgen, ahora él es un muchacho esplendoroso, poético y romántico, lleno de vida. ¡El amor comienza nuevamente! Todo comienza a ser bello porque la vida no está muerta, está viva. La lógica está muerta y la vida no es lógica. La vida es la mayor armonía que existe, la vida es una profunda sinfonía de la Existencia. ¡Viva la vida!
Khishka

MONAGUILLO

(La espontaneidad de un niño)

Estaba un monaguillo cumpliendo su oficio en una misa dominical, de la cual participaban el alcalde y su esposa.

Cuando llegó la hora de dar limosna, el pequeño tomó el cepillo de limosnas y pasó por el primer asiento donde estaban sentadas las personas importantes del pueblo. Se acercó e inmediatamente, la esposa del alcalde tomó su cartera y sacó un billete de veinte pesos. Al lado estaba el alcalde y el monaguillo se paró frente a él, mirándole, como diciendo: ‘tú tienes plata, no te puedes negar’ y el alcalde se puso en apuros. Metió la mano a su bolsillo, sacó su billetera y vio que no tenía sino billetes de doscientos pesos, es decir, no había otro billete menor, así que tuvo que darle uno de los billetes de doscientos.

Y el niño, después de haber recibido los doscientos en el cepillo de las limosnas, pasó normalmente por todos los asientos recogiendo las ofrendas voluntarias que hacían los fieles. Luego volvió a su puesto y acercándose al altar, hizo señas para que el párroco se acerque a él. Éste se inclinó en pleno rito para escuchar atentamente las palabras del niño, pensando que era algo de suma urgencia.

El monaguillo declaró:

- ¡Padre Esteban: acabamos de ganar doscientos pesos para el helado!

Y como el Padre Esteban tenía instalado el micrófono inalámbrico en el pecho, lo proferido por el niño escuchó toda la feligresía y respondió ¡amén! Porque estaban en un momento en que los fieles, a cierta invocación, estaban contestando ¡amén! Solo unos pocos se dieron cuenta de que lo dicho por el niño no era parte del rito sino algo circunstancial y por eso irrumpieron en carcajadas.
En la espontaneidad de un niño brilla la honestidad, la dulzura, la pureza y la inocencia… Las personas mayores han corrompido a los niños haciéndoles promesas y engaños. ¡Nunca prometas algo frente a un niño! ¡Nunca engañes a un niño! ¡Sé honesto con un niño! Si tu cultura, si tu religión, si tu sociedad, te han enseñado a ser un farsante, a ser un pseudo, por lo menos tú –que tienes un niño– sé honesto con él. Pero mientras sigas con rodeos, promesas y engaños, tu hogar seguirá siendo una fábrica de políticos o estúpidos que votan por los chimpancés.
Khishka

MARCELA

(Los extremos)

Marcela era su nombre, gemela de otra que tras haber nacido expiró. De modo que ella vivió y fue creciendo. Una simpática niña, de ojos claros, una sonrisa divinal y una enorme pasión por vivir. Parecía una niña dotada de muchos dones, una memoria incomparable, en cierto modo, envidiable para la multitud.

Cuando cursó la primaria, en su pueblo natal, fue reconocida como la mejor alumna de toda la institución educativa. En la secundaria fue también condecorada con muchos honores, las más altas calificaciones y no conocía las derrotas. Siempre la mejor alumna y los triunfos fueron su costumbre. Obtuvo muchos premios, diplomas, trofeos, y toda clase de reconocimientos por parte de su colegio.

Sin embargo, un día, no habiendo otra, terminó el colegió y decidió entrar a formar parte de un club de monjas que trabajaba por el lugar. Las monjas tenían su propio ritmo de vida: de oración, meditación, quehaceres de la casa, retiros, reuniones, convivencias con niños y jóvenes, trabajos de asistencia social… Marcela, muy pronto, se familiarizó con la rutina y descubrió un nuevo camino de triunfo. Lo que antes era un triunfo en una institución pública como el colegio, se convirtió ahora en una posibilidad de triunfo en un ámbito religioso, cuyo objetivo era alcanzar la santidad.

La santidad como objetivo despertó en Marcela una especie de obsesión y comenzó tomando nota de la característica de algunas monjas que se empeñaban en el asunto. Vio sus sacrificios inigualables, sus detalles como: madrugar para rezar en la capilla, sus comportamientos intachables, su abstinencia ante las comidas, su vegetarianismo, etc. A Marcela, y a las otras monjas, aquellas religiosas, les parecía perfectamente santas, hijas de Dios, tanto que sus decisiones, puntos de vista, consejos y sus palabras solían ser acatadas como si fueran palabras de Dios para la comunidad. Por esas costumbres solían ser muy elogiadas por todos los miembros del monasterio.

Muy pronto, Marcela, se dejó impactar fuertemente por estas actitudes de las monjas más sacrificadas y austeras, y decidió seguirlas. Todas las sugerencias los tomó muy a pecho, siempre presto, siempre en la capilla, puntual, comenzó a comer poco, a veces ni siquiera eso. No comía nada. Por su esmero sobresalió rápidamente sobre las demás debido a sus propios empeños y sacrificios. Las religiosas mayores, la maestra y sus colaboradoras, comenzaron a elogiarla diciendo que era la mejor del grupo, incluso comenzaron a recomendar que las demás novicias debieran tenerla como modelo de vida religiosa. Poco a poco sus palabras y decisiones comenzaron a tener relevancia al interior del grupo. - ¡Nunca hemos tenido una novicia tan empeñosa! –Murmuraban–.

Con el tiempo fue creyéndose cada vez más santa e irrefutable, llegando a influir incluso en la decisión de las superioras.

Siempre ocurre así: cuando contraes la enfermedad del triunfo, no importa en qué ámbito te encuentres, siempre querrás sobresalir. Sólo si siempre eres abanderada o santa, que son la misma cosa, estarás conforme. Tu vida se volverá poco a poco una verdadera locura porque todo triunfo es siempre un fracaso. Estudias mucho para sobresalir y haces lo que sea para dominar a tus compañeros y, pronto, te volverás adicta al triunfo y al poder. Te irás haciendo político. Vas a otro lugar, asumes todas las reglas de juego, las observas estrictamente, te conviertes en la más santa o santo que todos, por creer que ese es el verdadero camino. Así te volverás un simple títere de los demás. Vivirás del ‘qué dirán’. Te moverás siempre en los extremos y te habrás sepultado tú mismo.

Sin embargo la realidad es siempre otra. Ni lo que tienes por santidad ni lo que tienes por inteligencia, son alimentos para el alma porque son ideas tuyas, de tu cultura, de tu sociedad, pero no realidades. Por tanto erróneas. Sin embargo esas personas son las que han triunfado en este mundo. Ese tipo de títeres y esclavos se fabrican en las escuelas, los colegios, las universidades, en los monasterios, seminarios, casas llamadas equívocamente religiosas, entes construidos en base a la competencia y a la ambición. Luchas y luchas, incluso si tienes que morir estarías dispuesto a dar tu vida, a suicidarte por el honor y por el poder. Si eres religioso o sacerdote estás luchando por ser santo, haciendo una cosa por aquí y por allá, ayudando a la gente, para agradar a tu Dios imaginario por ganar un pedazo de cielo o algún paraíso que no existe más que en tu mente, para que los demás te digan que eres un sabio, un inteligente, un santo y demás tonterías.
Todas estas cosas son simples proyecciones mentales que nada tienen que ver con religión. Son simplemente una forma de hacer política. Por todo lo que haces siempre estás esperando resultados, estás evaluando, esperando recompensas, gratificaciones de distinta índole, etc. Con el tiempo te vas volviendo esclavo de tus propias proyecciones. Un verdadero ‘títere’, cuyo titiritero es la multitud. Por eso en lo que concierne a la religión y a la política, así como han sido ejecutados en Occidente, son una misma cosa. No hay ninguna diferencia. Ambos funcionan en base a una organización y, toda organización, siempre produce locura. Antes el honor y la buena reputación, ahora la santidad y la respetabilidad. ¿Qué diferencia hay? Ninguna. La vida de Marcela se repite.
Khishka