lunes, 31 de mayo de 2010

EL PAÑUELO DEL MAESTRO

(Ñan, la senda de la Transformación)

En una ocasión había un anciano famoso apodado el Mago, quien tenía las cualidades de hacer muchas cosas con su pañuelo. Todo el pueblo estaba a las expectativas de lo que hacía, pues muchos salían beneficiados con sus genialidades.

En eso Khishka pasaba por aquel pueblo y fue confundido con el genio. La gente que estaba esperando al genio se agolpó tras él, aunque éste se negaba a aceptar que era el genio porque realmente él no lo era. Era cuestión de confusión. Una vez más le dijeron:

-Queremos tu demostración, hace bastante tiempo andamos esperando de tus bendiciones.

Khishka reafirmó:

-Yo no soy el genio al que ustedes han estado esperando. No lo soy. Yo no sé hacer ninguna genialidad.

Pero la gente no dio crédito a sus palabras. Así que la multitud terminó persuadiéndolo para que se presente en el escenario y haga algo en bien de la gente. El mismo Khishka terminó aceptando la propuesta. Él no tenía con él más que un viejo morral, una flauta y, en los bolsillos, un pañuelo de uso propio. Así que se presentó en el escenario.

Comenzó haciendo una poesía a cerca de su pañuelo. Los versos decían:

Pañuelo, pañuelito,
mi compañero fiel;
en mis momento de alegría, estabas tú;
en mis momentos de llanto estabas tú.

Estabas ahí cuando más necesitaba de alguien,
cuando desfallecía, cuando amaba,
cuando el dolor se apoderaba de mí;
cuando estornuda, tú eras el único que no me reclamaba,
el único que aguardaba toda paciencia, Pañuelito amado.

Me has enseñado la paz con tu silencio,
me has guiado por caminos de sanidad,
me has devuelto la inocencia,
pañuelito del alma.
Gracias a tu benevolencia ahora puedo tener descanso,
aunque el tormentoso viaje entre los míos
hayan sido fatídicos, tú siempre estuviste,
como testigo de cuanto he vivido.

Pañuelito, pañuelito, mi compañero fiel.
Tú me enseñaste la higiene,
como una madre enseña a su hijo pequeño.
Pañuelito, pañuelito,
testigo de mis alegrías y mis tristezas,
nunca te sentiste disgustado
por el trabajo de viniste desempeñando,
y aunque yo no fui tan cordial contigo,
tú siempre has estado ahí, en el momento oportuno.
Y aunque yo no fui agradecido contigo,
Tú siempre has estado comprendiendo mis ingratitudes;
Y ahora que estoy contigo,
Recibe como una gratitud
A tu inmenso servicio para conmigo.
Pañuelito, pañuelito…

Y la gente comenzaba pronto a repetir: ¡pañuelito, pañuelito…! Después de un momento de tanto ¡Pañuelito! Se apoderó de la masa un éxtasis y comenzó el deleite, comenzó la fiesta, comenzó el regocijo. Toda la energía humana comenzó a disponerse para la gran celebración. Entre tanto Khishka, tenía entre sus manos el Pañuelo, un pañuelo ordinario, que la multitud comenzó a ver su misterio. Lo ordinario se tornó extraordinario; ya no era sólo un pañuelo, era nada más y nada menos que el pañuelo de los dioses, empapado de las aguas divinas del anciano Khishka.

La gente trascendió lo ordinario, subió a las montañas de la iluminación búdica, escaló las cumbre más altas de la divinidad, y la suprema enseñanza de Khishka se hizo tan cierto como el canto del pájaro, tan cierto como el silbido de los vientos, tan cierto como la hermosura del guijarro en las playas marinas.

Con él la gente alcanzaba éxtasis y comenzaron a arañar la suprema enseñanza del maestro. La enseñanza consistía en ‘Ñan’ que traducido al castellano es simplemente: ‘camino’, un camino individual, absolutamente individual, porque quien ha venido a este mundo tiene la responsabilidad de recorrerlo, hacer su propio camino.

‘Ñan’ era la enseñanza del Maestro, ‘Ñan’ era la luz enterrada por los hoy llamados ‘Quechuas’. ‘Ñan’, simplemente ‘Ñan’, es el Camino Supremo de la Divinidad Total. ‘Ñan’ es sinónimo de Transformación de lo ordinario en extraordinario. El Pañuelo de Khishka, a partir de ese momento se transformó en una verdadera lámina de diamante y comenzó a lucir, comenzó a brillar ante los ojos de la multitud y, luego, vino una ráfaga suave de viento que poco a poco levantó la lámina y ésta se dirigió a la multitud. Todas las manos se alzaron hacia él porque estaba preñada de Divinidad. Se dirigían en dirección del pañuelo que era llevado por la suave ráfaga de viento y, en la parte central de la Plaza, donde yacían los cuerpos de los maestros inmortales, justo en el lugar, se posó el pañuelo y la multitud se abalanzó hacia él. Y en unos momentos de éxtasis toda la gente entró en una profunda armonía natural y cósmica. Y el pañuelo del se desvaneció. Mientras eso ocurría Khishka se abrió camino entre la multitud y desapareció de aquel escenario. Su marcha fue como el desvanecimiento de su pañuelo, pero la marca de ‘Ñan’ quedó sellada en el Ser de los pueblerinos…

Khishka no sólo era un genio, era un verdadero Maestro que vivió en las pampas soleadas y frías de Los Lípez. No era creyente ni ateo, era lo que era, simplemente, un Maestro de la vida. Dónde iba los ojos inocentes veían lo Divino, sentían su presencia; dónde descansaba, inundaba de bendiciones; donde comía, se saciaba la multitud; dónde lloraba, sus lágrimas limpiaban el alma de los suyos; dónde dormía, la gente recobraba el descanso y salud; dónde hablaba, el alma de los suyos se alimentaba. Khishka era el pan bajado de las alturas de la Divinidad y su enseñanza fue ‘Ñan’, el Camino Supremo de la Divinidad.


Khishka

LA FIESTA DE LOS ANIMALES

(El fenómeno perro)

En cierta ocasión todos los animales tuvieron una gran fiesta en un local de eventos zoológicos. Todos se dieron cita, pero había una condición para entrar y ser partícipe: dejar las colas en el armario de la entrada.

Llegó el león, sacó su cola, y la dejó colgada. Luego vino el gato, quien hizo lo mismo. Después llegó a oveja, el caballo, la ardilla, el ñandú, el asno, el zorrino, el perro, la vaca, etc., etc. En fin todos los animales llegaron a la fiesta y entraron dejando sus colas. El armario se volvió una completa confusión, pues estaba repleta colas. ¡Era un verdadero ‘caos cólico’ (de colas)!

Estando ya dentro, se inauguró el espectáculo y todos los animales disfrutaron, bebieron, se divirtieron al máximo, bailaron, hasta quedar completamente satisfechos y bien borrachos. Y como tenían un horario determinado para clausurar la fiesta, o sea a la madrugada, todos salieron del local y algunos lograron dar con su cola respectiva, otros se olvidaron, algunos se confundieron tal el caso del cerdo… Pero, como es debido, todos se marcharon a sus quehaceres cotidianos.

El perro, también salió entre ellos, pero no pudo encontrar su cola. El alcohol le afectó bastante. De modo que la ‘Gran Fiesta de los Animales’ inauguró todos los problemas para el perro.

Esta bella historia termina diciendo que, desde ese entonces, el perro, sigue buscando su cola hasta nuestros días, tanto en los rincones del armario como en los del resto del mundo. Por eso siempre está olfateando, en realidad termina husmeando todo, se pierde en el acto de husmear y, ese acto, hizo de él el animal que más ha desarrollado su sentido del olfato. Ahora su sutil olfato es su guía.

La pregunta que cierra esta historia es: El perro ¿logrará encontrar su cola?

Sea o no verdad esta historia es muy revelador para nuestra condición humana. En realidad existir en este mundo es festejar, venir a este mundo es pura dicha, llegar a este mundo es pura celebración. No por nada, las parejas que esperan un hijo o hija hacen fiesta, toda la familia se regocija. La condición es siempre la misma para todo ser humano: romper con el cordón umbilical que nos une a la madre. Es como dejar la cola para entrar en la fiesta de la vida. Uno no puede vivir eternamente en un útero, en el paraíso. Si fuera el caso la vida se extinguiría. Tanto la madre como el niño terminarían muriendo. Sucedería quizá como en ciertas especies de arañas dónde los críos terminan comiendo a su propia madre.

Cuando se llega a este mundo, sea cual sea la condición, se llega en un estado salvaje, inocente, virgen, puro. Pero con el tiempo, especialmente, cuando el cerebro (como una máquina apta) llega a su madurez –como dicen los psicólogos, más o menos a los siete años– se comienza a crear la mente y, éste, no es otra cosa sino la acumulación de entes fantásticos, tales como el pensamiento, la imaginación, los sueños, la ilusión, las metas, etc. Todo ese mundo imaginario se crea en base al cerebro. El cerebro es como una fuente donde se almacena la información pero, él, no es malo, porque es una simple máquina; lo malo es la información que se carga en esa máquina. En la base de todos los males está la ‘información acumulada’, ese es el perfecto Virus Troyano. Por tanto el único pecado original es el conocimiento, conocimiento como información acumulada, es decir, esa información es la que corrompe, la que embota el disco duro fisiológico que llamamos: cerebro.

Ahora bien, debido a la ‘información acumulada’ en el cerebro humano hemos contraído un extraño fenómeno y, éste fenómeno, ha creado el virus del sufrimiento, el estrés, la ansiedad de…, la competencia, la obsesión por…, etc. que están consumiendo nuestra condición suprema. Esa ‘información acumulada’ hace de la gente un ‘corre caminos’, uno que ya no sabe qué hacer con su vida; provoca ‘fanatismo’, una mente estúpida recluida a un solo recinto. A todo ese jolgorio obsesivo llamo yo: ‘fenómeno perro’.

Todo el mundo tiene metas, objetivos, ideas, utopías que nadie ha alcanzado, pero todo el mundo persigue y, con miras a estos, la vida pasa desapercibidamente sin ser vivido en absoluto. ¡Te sientes perdido en tu propia casa! Luego viene la preocupación, el estrés, el desaliento, el sufrimiento, la frustración, y demás cosas innecesarias. Te pasas la vida yendo y volviendo de aquí para allá, sin saber a dónde y, cuando caes en la cuenta –si es que ello ocurre–, ya estás viejo y cansado. Luego comienzas a añorar tu pasado en la que pudiste haber vivido, ahora surge la envidia por las generaciones jóvenes; comienzas a proyectar tu futuro, pero ¿quien sabe incluso del momento siguiente? ¡Te sientes atrapado por la muerte si miras al futuro! La muerte no despierta ninguna expectativa, se vuelve una enemiga. Cuando ella viene te pesca en paños menores, y te vas sin haber saboreado todas las bendiciones de la vida y haber explorado todos sus rincones. ¿Qué clase de vida es esa?

Husmeas toda la vida sin descanso alguno, como un perro, frecuentas repetidas veces los mismos rincones de la geografía exterior, vas de un lado a otro, como si estarías buscando tu cola, ya no sabes qué hacer contigo mismo, y el tiempo vuela. Sin embargo una sola cosa es necesaria: explorar tu geografía interior, y lo demás vendrá por añadidura. Eso lo dice Jesús: ‘Buscad primero el Reino de Dios, lo demás se os dará por añadidura’. Pero el Reino de Dios no está en la estructura mental de ninguna sociedad ni cultura, no está en ningún imaginario colectivo, sino en tu casa, en tu esencia, en tu templo interior, allí donde estás Tú, y solo Tú. Por eso el requisito fundamental para descansar, relajarse, festejar, y estar dichoso por existir en este mundo, es entrar y explorar tu geografía interior, conocer tu casa, tu condición divina, tu Divinidad. Para ello no necesitas de nada, ni siquiera de Dios, cuanto de tu Coraje Individual… ¡Deja de ser un ‘corre caminos’ y adéntrate en tu propio ser!


Khishka

martes, 18 de mayo de 2010

UNA HISTORIA SUFÍ DE JESÚS

(¡No todo lo que te han contado es verdad!)

Llegó Jesús a un pueblo y vio a un borracho, gritando, revolcándose, diciendo barbaridades. Se acercó, ayudándole a levantarse, se recordó, y preguntó:

-¿Te acuerdas de mi?

El hombre dijo:

Sí, me acuerdo. No tenía piernas y me devolviste. Pero has destrozado mi apacible vida y eso no tiene perdón. Desde entonces he dejado de estar tranquilo y siempre acabo borracho. ¡Tú eres el responsable! Antes de curarme deberías haberme consultado.

Jesús se sintió tan mal y se marchó a otra ciudad. Al salir de aquella urbe vio a un joven siguiendo a una prostituta. Jesús fue a él, y le dijo:

-¿Qué estás haciendo? Los ojos no te han sido dados para eso, sino para ver a Dios. ¿Por qué malgastas ese don?

El joven dijo:

-¡Tú tienes la culpa! Cuando estaba ciego era feliz, no conocía la belleza. Ahora que veo, mi vida cambió radicalmente. ¡No sé qué hacer con estos ojos! Se sienten atraídas por las mujeres bellas.

Jesús se sintió aún peor y se alejó rápidamente. Pensó para sí: ‘Yo creí que le había hecho un gran favor y, sin embargo, ¡está enfadado!’.

Cuando estaba llegando a otra ciudad vio a otro hombre que estaba intentando ahorcarse de un árbol. Jesús se acercó diciendo:

-¡Espera! ¿Qué estás haciendo?

El hombre miró y exclamó:

-¿Otra vez tú? Estaba muerto y me has obligado a vivir de nuevo. Ahora no tengo trabajo, mi mujer me ha dejado porque no cree que los muertos resucitan, mis amigos creen que soy un fantasma, todos se escabullen. ¿Qué quiere que haga? Y ahora me voy a ahorcar y apareces tú. ¿Qué te he hecho? Si me ahorco, me vas a volver a resucitar. ¡Tú estás empeñado en hacer milagros sin preocuparte por los que tenemos que pagar las consecuencias! ¡Déjame en paz!

Jesús no supo qué decir… Se dio la vuelta y retornó a Galilea. Visitó a su madre y luego emprendió un largo viaje hacia el Oriente.

Esta historia sufí debería ser leída por todos los que dicen e insisten creer en Jesús. Se ha vestido a Jesús de un sin fin de milagros, en muchos de los casos absurdos, para hacer de él un tipo extraordinario cuando Jesús era, quizá, la persona más ordinaria, simple, sencilla, inocente que ha conocido el mundo. Ese afán de hacerlo extraordinario a generado un montón de idealismos y, estos idealismos, han emponzoñado todas las vías de transformación individual.

Debido a esa tendencia claramente idealista de los que han escrito a cerca de Jesús, la gente ha adquirido un fenómeno extraño: de perseguir fantasmas mentales que nunca han sido alcanzadas por nadie. Mi observación es que Jesús hizo su propio camino como Buda hizo lo suyo; Sócrates hizo su camino como Khrisna hizo lo suyo… ¿Qué más da?

Es bonito hablar de un Jesús haciendo milagros, ayudando a la gente, repartiendo pan, caminando sobre las aguas, convirtiendo piedras en pan y demás, en otras palabras, es fácil idealizarlo, pero qué difícil es aceptar una historia como la que acabamos de contar, especialmente, para un idealista o moralista…

En la vida cotidiana uno nunca sabe con qué clase de gente trata o se encuentra, puede que queriendo hacer algo bueno –según tú– termines haciendo daño a otros. Por eso digo: Las cosas no siempre son tal como te los han contado… Todas las escrituras tienen oculto en sí una tendencia que sólo el autor lo sabe. Digo más: No creas nada, de buenas a primeras, sino aquello que has vivido y experimentado tú mismo. Es la única garantía. Es la única luz que te hará dispuesto y apuesto para lo que venga y, lo que venga, puede ser malo o bueno, eso no importa, lo que vale es la experiencia por cuenta y riesgo propio. Ese es el único Coraje que te guiará por realidades que quizá nunca han sido explorados.

La Naturaleza y la Existencia son siempre originales. Ellas traen en sí la Eterna Novedad, nunca repiten moldes, de lo contrario, ni siquiera tú estarías aquí. Estás aquí y existes gracias a la Eterna Creatividad de la Naturaleza y de la Existencia. Tu vida misma es el milagro más grande que existe. Así que mientras estás aquí: ¡Explórala!


Khishka

lunes, 10 de mayo de 2010

LA IMITACIÓN

(Un sustituto del entendimiento)

Khishka fue muy famoso entre sus paisanos. La gente acudía a él desde cualquier parte del mundo. Muchos tenían que viajar bastante para encontrarse con él pero sus contarios estaban a la expectativa, siempre buscaban cómo tenderle trampas. Sin embargo no se atrevían a decirle nada directamente, pero en cuanto tenían la oportunidad solían aplicarle algún ardid.

Un día pasaba por allí un misionero italiano y aprovechando su estadía, los acusadores, fueron a él y le pidieron que hable con Khishka ya que, según ellos, no cumplía con las expectativas de las autoridades religiosas y políticas de su pueblo. Le acusaron de todo, aunque todas ellas eran falsas. Convencieron al misionero y éste fue a su encuentro.

Llegado a su taller de tejido, donde Khishka frecuentaba, con mucha perspicacia, preguntó:

- Me he enterado que tu padre fue una persona muy útil a su pueblo. Y lo era –reafirmó el cura–. Tú, siendo de la misma sangre, deberías seguir sus huellas, tales como la de ser muy querido, famoso por su buen humor, su rectitud de consciencia, la administración de la justicia, la observación de las buenas costumbres de su pueblo, su modo de ser pacífico, no violento, etc.

Khishka escuchó con mucha atención las razones del misionero y respondió con una carcajada espléndida y salvaje. Después de la risotada, hizo un silencio profundo. Luego dijo:

- Es verdad lo que dices a cerca de mi padre. Él fue un hombre sencillo, lleno de humor, justo, honesto, sabio, fiel a sí mismo, jamás siguió consejo de nadie sino lo que dictaba su consciencia. No era creyente, tampoco ateo. En todo se las arreglaba sólo. Él era su propia luz.

Entonces el misionero argumentó:

- Por eso mismo tu padre es digno de ser imitado por que fue una persona ejemplar, útil, era como una luz, no solo para ti sino también para el resto de la gente. En cambio de ti me han hablado cosas que no van de acuerdo con las normas de nuestra religiosidad cristiana y las normas civiles. Pero gente como tu padre aparece de vez en cuando, son como lumbreras de la humanidad para ser seguido e imitado.

Sabiendo que el argumento del misionero era correcto, Khishka contesto:

- Comprendo lo que acabas de decir, pero ten en cuenta que: mi padre nunca imito ni siguió a nadie. Esa fue su única enseñanza y la más importante. Así que yo hago lo mismo que mi padre hizo: ‘él no imitó a nadie y yo no imito a nadie’.

Dicho esto, el misionero, se alejó de su presencia.

Es verdad, la enseñanza de Khishka fue esa: ¡Nunca imites a nadie. Sé tu propia luz! Aún sea el modelo a imitar un Dios, un Mesías, un Profeta, un Gurú, un Pandit, un Pope, un Político reconocido, un Misionero, etc. La única norma es: ¡No sigas a nadie. Haz tu propio camino!

La imitación hace de la gente, mediocre, una simple fotocopia, un calco. Asimismo, el seguimiento, hace de la gente no más que una máquina, un títere de una cierta directriz, una marioneta de ciertas cosas muertas y primitivas. La imitación y el seguimiento te convierten en una simple oveja de un rebaño. Tú, en cambio, ¡consérvate vivo! ¡No intentes ser una fotocopia, un calco de alguien! La imitación es el sustituto del entendimiento y, por eso, opaca la luz de la consciencia.

Así que, seguirle a Khishka, significa ‘seguirte a ti mismo’, ‘seguir tu propio consejo’, el consejo que viene de las profundidades de tu ser. Este es el camino del ‘egoísmo absoluto’. Los maestros de la vida, como Khishka, no dan a la gente ninguna disciplina, no dan una moral: ‘haz esto, no hagas aquello’, sino, simplemente, imparten la luz de su consciencia. No te dan Diez mandamientos como Moisés, porque un mandamiento fijo no te hará sino un esclavo. Así que ¡atrévete!


Khishka