domingo, 26 de diciembre de 2010

navidad

LA HOSPITALIDAD DE KHISHKA

(Donde hay amor, siempre hay un espacio)

Era alrededor de media noche y llovía torrencialmente. Khishka, junto a su discípulo más cercano, Eliosh, estaban durmiendo en una choza. De repente escucharon que alguien se asomaba a la puerta. Khishka se despertó y dijo al discípulo:

-Eliosh, atiende por favor. Hay alguien en la puerta.

El discípulo, un tanto sonámbulo, fue a la puerta. Luego, miró para atrás y murmuró:

-Está a la puerta un viajero, un amigo desconocido.

Khishka dijo:

-¿Un amigo desconocido? Por favor abre la puerta; que pase.

El discípulo recalcó:

-Maestro, no hay espacio. Ni siquiera para los dos es suficiente. ¿Cómo puede caber una persona más?

Refutó Khishka:

-Estimado Eliosh, éste no es un palacio de magnates. Esta es la choza de un pobre. El palacio de los ricos se hace más pequeño incluso si llega un solo visitante.

Eliosh contestó:

-¿Qué relación tienen los pobres y los magantes con esto? Sencillamente este lugar es pequeño. Apenas cabemos los dos para bien descansar y pasar la noche.

Entonces –el maestro– mirándole fijamente, declaró:

-Si hay un gran espacio en el corazón, sentirás que la choza es un palacio donde caben muchos. Su espacio se vuelve ilimitado. Y, si el corazón es estrecho, no sólo el palacio se vuelve más pequeño, sino que también una choza como ésta se hace más pequeña. Por favor, abre la puerta. ¿Cómo podemos rechazar a un hombre que ha venido a nuestra puerta? Hasta ahora, estábamos tendidos. Puede que los tres no podamos tendernos pero, al menos, podremos caber sentados.

El discípulo abrió la puerta. El amigo entró, completamente mojado. Le cambiaron sus ropas. Se sentaron juntos y comenzaron a charlar.

La puerta estaba cerrada. Al cabo de un rato, dos personas vinieron y golpearon la puerta. El maestro susurró una vez más:

-Parece ser que nuevamente alguien ha venido. Le pidió al nuevo amigo –que estaba más cerca de la puerta– que la abriera.

Éste objetó:

-¿Para qué abrir la puerta? ¿Dónde hay espacio? Estamos muy acuclillados. Uno más no cabe y menos si son dos.

Khishka contestó:

-Hombre extraño. ¿Acaso no te hice un espacio? Se te permitió entrar porque había amor. El amor no se ha agotado con tu llegada. Por favor, abre la puerta. Ahora estamos sentados a cierta distancia unos de otros; tendremos que acurrucarnos más. Y además, en esta noche fría y lluviosa, puede ser grato sentarse juntos.

El hombre tuvo que abrir la puerta. Dos nuevas personas entraron. Todos se sentaron juntos y comenzaron a enriquecer la charla.

Pasó un rato... seguía lloviendo, y la noche transcurría. De repente un burro llegó y empujó la puerta con su cabeza. Estaba completamente mojado: quería abrigo para la noche. Así que el maestro tuvo que pedirle a uno de los últimos huéspedes, que abriera, pues un nuevo amigo había llegado.

El hombre, después de verificar la puerta, indicó:

-Este no es un amigo ni nada. Es un asno. No es necesario abrir la puerta. Los animales están acostumbrados a pernoctar donde sea, incluso son suficientemente fuertes como para resistir el aguacero.

Pero Khishka objetó:

-Quizás no sabes que –a la puerta de los magnates– los hombres también son tratados como animales. Pero esta choza es de un pobre y aquí estamos acostumbrados a tratar –incluso a los animales– como a seres humanos. Por favor abre la puerta.

Los huéspedes –a excepción de Eliosh–, dijeron a una voz:

-Pero, ¿y el sitio?

A lo que el maestro intervino con las siguientes razones:

-Hay suficiente espacio. En vez de estar sentados, todos nos pondremos de pie, y le haremos un espacio al amigo asno. No se inquieten. Si es necesario, yo saldré y dejaré espacio. ¿Acaso el amor no puede hacer esto también? Donde hay amor, siempre hay un espacio.

‘Navidad’ es un día memorable para la humanidad entera, pues hace alusión al nacimiento de uno de los individuos más hermosos que ha visitado esta esfera terráquea. En el Niño Jesús se ha derramado el amor inagotable de la Madre Existencia sobre todo el Cosmos. Afortunados son los corazones que –a pesar de las resistencias– se han abierto como la choza de Khishka.

‘Navidad’ indica que siempre hay un espacio para quien viene de visita a este mundo. Significa que la Existencia es eternamente gratuita y, por ser así, derrocha amor sin más: amor a las plantas, amor a los animales, amor a las aves, amor a las rocas, amor a los océanos, amor a los ríos, amor a los humanos, amor a las montañas, amor a la luna, amor al sol, amor a las estrellas, amor a los planetas…

Sentirse amado por el Cosmos infinito y por la Eterna Existencia, es la mayor experiencia que la Navidad puede otorgar al corazón humano. ¡FELIZ NAVIDAD!


Ohslho

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lunes, 31 de mayo de 2010

EL PAÑUELO DEL MAESTRO

(Ñan, la senda de la Transformación)

En una ocasión había un anciano famoso apodado el Mago, quien tenía las cualidades de hacer muchas cosas con su pañuelo. Todo el pueblo estaba a las expectativas de lo que hacía, pues muchos salían beneficiados con sus genialidades.

En eso Khishka pasaba por aquel pueblo y fue confundido con el genio. La gente que estaba esperando al genio se agolpó tras él, aunque éste se negaba a aceptar que era el genio porque realmente él no lo era. Era cuestión de confusión. Una vez más le dijeron:

-Queremos tu demostración, hace bastante tiempo andamos esperando de tus bendiciones.

Khishka reafirmó:

-Yo no soy el genio al que ustedes han estado esperando. No lo soy. Yo no sé hacer ninguna genialidad.

Pero la gente no dio crédito a sus palabras. Así que la multitud terminó persuadiéndolo para que se presente en el escenario y haga algo en bien de la gente. El mismo Khishka terminó aceptando la propuesta. Él no tenía con él más que un viejo morral, una flauta y, en los bolsillos, un pañuelo de uso propio. Así que se presentó en el escenario.

Comenzó haciendo una poesía a cerca de su pañuelo. Los versos decían:

Pañuelo, pañuelito,
mi compañero fiel;
en mis momento de alegría, estabas tú;
en mis momentos de llanto estabas tú.

Estabas ahí cuando más necesitaba de alguien,
cuando desfallecía, cuando amaba,
cuando el dolor se apoderaba de mí;
cuando estornuda, tú eras el único que no me reclamaba,
el único que aguardaba toda paciencia, Pañuelito amado.

Me has enseñado la paz con tu silencio,
me has guiado por caminos de sanidad,
me has devuelto la inocencia,
pañuelito del alma.
Gracias a tu benevolencia ahora puedo tener descanso,
aunque el tormentoso viaje entre los míos
hayan sido fatídicos, tú siempre estuviste,
como testigo de cuanto he vivido.

Pañuelito, pañuelito, mi compañero fiel.
Tú me enseñaste la higiene,
como una madre enseña a su hijo pequeño.
Pañuelito, pañuelito,
testigo de mis alegrías y mis tristezas,
nunca te sentiste disgustado
por el trabajo de viniste desempeñando,
y aunque yo no fui tan cordial contigo,
tú siempre has estado ahí, en el momento oportuno.
Y aunque yo no fui agradecido contigo,
Tú siempre has estado comprendiendo mis ingratitudes;
Y ahora que estoy contigo,
Recibe como una gratitud
A tu inmenso servicio para conmigo.
Pañuelito, pañuelito…

Y la gente comenzaba pronto a repetir: ¡pañuelito, pañuelito…! Después de un momento de tanto ¡Pañuelito! Se apoderó de la masa un éxtasis y comenzó el deleite, comenzó la fiesta, comenzó el regocijo. Toda la energía humana comenzó a disponerse para la gran celebración. Entre tanto Khishka, tenía entre sus manos el Pañuelo, un pañuelo ordinario, que la multitud comenzó a ver su misterio. Lo ordinario se tornó extraordinario; ya no era sólo un pañuelo, era nada más y nada menos que el pañuelo de los dioses, empapado de las aguas divinas del anciano Khishka.

La gente trascendió lo ordinario, subió a las montañas de la iluminación búdica, escaló las cumbre más altas de la divinidad, y la suprema enseñanza de Khishka se hizo tan cierto como el canto del pájaro, tan cierto como el silbido de los vientos, tan cierto como la hermosura del guijarro en las playas marinas.

Con él la gente alcanzaba éxtasis y comenzaron a arañar la suprema enseñanza del maestro. La enseñanza consistía en ‘Ñan’ que traducido al castellano es simplemente: ‘camino’, un camino individual, absolutamente individual, porque quien ha venido a este mundo tiene la responsabilidad de recorrerlo, hacer su propio camino.

‘Ñan’ era la enseñanza del Maestro, ‘Ñan’ era la luz enterrada por los hoy llamados ‘Quechuas’. ‘Ñan’, simplemente ‘Ñan’, es el Camino Supremo de la Divinidad Total. ‘Ñan’ es sinónimo de Transformación de lo ordinario en extraordinario. El Pañuelo de Khishka, a partir de ese momento se transformó en una verdadera lámina de diamante y comenzó a lucir, comenzó a brillar ante los ojos de la multitud y, luego, vino una ráfaga suave de viento que poco a poco levantó la lámina y ésta se dirigió a la multitud. Todas las manos se alzaron hacia él porque estaba preñada de Divinidad. Se dirigían en dirección del pañuelo que era llevado por la suave ráfaga de viento y, en la parte central de la Plaza, donde yacían los cuerpos de los maestros inmortales, justo en el lugar, se posó el pañuelo y la multitud se abalanzó hacia él. Y en unos momentos de éxtasis toda la gente entró en una profunda armonía natural y cósmica. Y el pañuelo del se desvaneció. Mientras eso ocurría Khishka se abrió camino entre la multitud y desapareció de aquel escenario. Su marcha fue como el desvanecimiento de su pañuelo, pero la marca de ‘Ñan’ quedó sellada en el Ser de los pueblerinos…

Khishka no sólo era un genio, era un verdadero Maestro que vivió en las pampas soleadas y frías de Los Lípez. No era creyente ni ateo, era lo que era, simplemente, un Maestro de la vida. Dónde iba los ojos inocentes veían lo Divino, sentían su presencia; dónde descansaba, inundaba de bendiciones; donde comía, se saciaba la multitud; dónde lloraba, sus lágrimas limpiaban el alma de los suyos; dónde dormía, la gente recobraba el descanso y salud; dónde hablaba, el alma de los suyos se alimentaba. Khishka era el pan bajado de las alturas de la Divinidad y su enseñanza fue ‘Ñan’, el Camino Supremo de la Divinidad.


Khishka

LA FIESTA DE LOS ANIMALES

(El fenómeno perro)

En cierta ocasión todos los animales tuvieron una gran fiesta en un local de eventos zoológicos. Todos se dieron cita, pero había una condición para entrar y ser partícipe: dejar las colas en el armario de la entrada.

Llegó el león, sacó su cola, y la dejó colgada. Luego vino el gato, quien hizo lo mismo. Después llegó a oveja, el caballo, la ardilla, el ñandú, el asno, el zorrino, el perro, la vaca, etc., etc. En fin todos los animales llegaron a la fiesta y entraron dejando sus colas. El armario se volvió una completa confusión, pues estaba repleta colas. ¡Era un verdadero ‘caos cólico’ (de colas)!

Estando ya dentro, se inauguró el espectáculo y todos los animales disfrutaron, bebieron, se divirtieron al máximo, bailaron, hasta quedar completamente satisfechos y bien borrachos. Y como tenían un horario determinado para clausurar la fiesta, o sea a la madrugada, todos salieron del local y algunos lograron dar con su cola respectiva, otros se olvidaron, algunos se confundieron tal el caso del cerdo… Pero, como es debido, todos se marcharon a sus quehaceres cotidianos.

El perro, también salió entre ellos, pero no pudo encontrar su cola. El alcohol le afectó bastante. De modo que la ‘Gran Fiesta de los Animales’ inauguró todos los problemas para el perro.

Esta bella historia termina diciendo que, desde ese entonces, el perro, sigue buscando su cola hasta nuestros días, tanto en los rincones del armario como en los del resto del mundo. Por eso siempre está olfateando, en realidad termina husmeando todo, se pierde en el acto de husmear y, ese acto, hizo de él el animal que más ha desarrollado su sentido del olfato. Ahora su sutil olfato es su guía.

La pregunta que cierra esta historia es: El perro ¿logrará encontrar su cola?

Sea o no verdad esta historia es muy revelador para nuestra condición humana. En realidad existir en este mundo es festejar, venir a este mundo es pura dicha, llegar a este mundo es pura celebración. No por nada, las parejas que esperan un hijo o hija hacen fiesta, toda la familia se regocija. La condición es siempre la misma para todo ser humano: romper con el cordón umbilical que nos une a la madre. Es como dejar la cola para entrar en la fiesta de la vida. Uno no puede vivir eternamente en un útero, en el paraíso. Si fuera el caso la vida se extinguiría. Tanto la madre como el niño terminarían muriendo. Sucedería quizá como en ciertas especies de arañas dónde los críos terminan comiendo a su propia madre.

Cuando se llega a este mundo, sea cual sea la condición, se llega en un estado salvaje, inocente, virgen, puro. Pero con el tiempo, especialmente, cuando el cerebro (como una máquina apta) llega a su madurez –como dicen los psicólogos, más o menos a los siete años– se comienza a crear la mente y, éste, no es otra cosa sino la acumulación de entes fantásticos, tales como el pensamiento, la imaginación, los sueños, la ilusión, las metas, etc. Todo ese mundo imaginario se crea en base al cerebro. El cerebro es como una fuente donde se almacena la información pero, él, no es malo, porque es una simple máquina; lo malo es la información que se carga en esa máquina. En la base de todos los males está la ‘información acumulada’, ese es el perfecto Virus Troyano. Por tanto el único pecado original es el conocimiento, conocimiento como información acumulada, es decir, esa información es la que corrompe, la que embota el disco duro fisiológico que llamamos: cerebro.

Ahora bien, debido a la ‘información acumulada’ en el cerebro humano hemos contraído un extraño fenómeno y, éste fenómeno, ha creado el virus del sufrimiento, el estrés, la ansiedad de…, la competencia, la obsesión por…, etc. que están consumiendo nuestra condición suprema. Esa ‘información acumulada’ hace de la gente un ‘corre caminos’, uno que ya no sabe qué hacer con su vida; provoca ‘fanatismo’, una mente estúpida recluida a un solo recinto. A todo ese jolgorio obsesivo llamo yo: ‘fenómeno perro’.

Todo el mundo tiene metas, objetivos, ideas, utopías que nadie ha alcanzado, pero todo el mundo persigue y, con miras a estos, la vida pasa desapercibidamente sin ser vivido en absoluto. ¡Te sientes perdido en tu propia casa! Luego viene la preocupación, el estrés, el desaliento, el sufrimiento, la frustración, y demás cosas innecesarias. Te pasas la vida yendo y volviendo de aquí para allá, sin saber a dónde y, cuando caes en la cuenta –si es que ello ocurre–, ya estás viejo y cansado. Luego comienzas a añorar tu pasado en la que pudiste haber vivido, ahora surge la envidia por las generaciones jóvenes; comienzas a proyectar tu futuro, pero ¿quien sabe incluso del momento siguiente? ¡Te sientes atrapado por la muerte si miras al futuro! La muerte no despierta ninguna expectativa, se vuelve una enemiga. Cuando ella viene te pesca en paños menores, y te vas sin haber saboreado todas las bendiciones de la vida y haber explorado todos sus rincones. ¿Qué clase de vida es esa?

Husmeas toda la vida sin descanso alguno, como un perro, frecuentas repetidas veces los mismos rincones de la geografía exterior, vas de un lado a otro, como si estarías buscando tu cola, ya no sabes qué hacer contigo mismo, y el tiempo vuela. Sin embargo una sola cosa es necesaria: explorar tu geografía interior, y lo demás vendrá por añadidura. Eso lo dice Jesús: ‘Buscad primero el Reino de Dios, lo demás se os dará por añadidura’. Pero el Reino de Dios no está en la estructura mental de ninguna sociedad ni cultura, no está en ningún imaginario colectivo, sino en tu casa, en tu esencia, en tu templo interior, allí donde estás Tú, y solo Tú. Por eso el requisito fundamental para descansar, relajarse, festejar, y estar dichoso por existir en este mundo, es entrar y explorar tu geografía interior, conocer tu casa, tu condición divina, tu Divinidad. Para ello no necesitas de nada, ni siquiera de Dios, cuanto de tu Coraje Individual… ¡Deja de ser un ‘corre caminos’ y adéntrate en tu propio ser!


Khishka

martes, 18 de mayo de 2010

UNA HISTORIA SUFÍ DE JESÚS

(¡No todo lo que te han contado es verdad!)

Llegó Jesús a un pueblo y vio a un borracho, gritando, revolcándose, diciendo barbaridades. Se acercó, ayudándole a levantarse, se recordó, y preguntó:

-¿Te acuerdas de mi?

El hombre dijo:

Sí, me acuerdo. No tenía piernas y me devolviste. Pero has destrozado mi apacible vida y eso no tiene perdón. Desde entonces he dejado de estar tranquilo y siempre acabo borracho. ¡Tú eres el responsable! Antes de curarme deberías haberme consultado.

Jesús se sintió tan mal y se marchó a otra ciudad. Al salir de aquella urbe vio a un joven siguiendo a una prostituta. Jesús fue a él, y le dijo:

-¿Qué estás haciendo? Los ojos no te han sido dados para eso, sino para ver a Dios. ¿Por qué malgastas ese don?

El joven dijo:

-¡Tú tienes la culpa! Cuando estaba ciego era feliz, no conocía la belleza. Ahora que veo, mi vida cambió radicalmente. ¡No sé qué hacer con estos ojos! Se sienten atraídas por las mujeres bellas.

Jesús se sintió aún peor y se alejó rápidamente. Pensó para sí: ‘Yo creí que le había hecho un gran favor y, sin embargo, ¡está enfadado!’.

Cuando estaba llegando a otra ciudad vio a otro hombre que estaba intentando ahorcarse de un árbol. Jesús se acercó diciendo:

-¡Espera! ¿Qué estás haciendo?

El hombre miró y exclamó:

-¿Otra vez tú? Estaba muerto y me has obligado a vivir de nuevo. Ahora no tengo trabajo, mi mujer me ha dejado porque no cree que los muertos resucitan, mis amigos creen que soy un fantasma, todos se escabullen. ¿Qué quiere que haga? Y ahora me voy a ahorcar y apareces tú. ¿Qué te he hecho? Si me ahorco, me vas a volver a resucitar. ¡Tú estás empeñado en hacer milagros sin preocuparte por los que tenemos que pagar las consecuencias! ¡Déjame en paz!

Jesús no supo qué decir… Se dio la vuelta y retornó a Galilea. Visitó a su madre y luego emprendió un largo viaje hacia el Oriente.

Esta historia sufí debería ser leída por todos los que dicen e insisten creer en Jesús. Se ha vestido a Jesús de un sin fin de milagros, en muchos de los casos absurdos, para hacer de él un tipo extraordinario cuando Jesús era, quizá, la persona más ordinaria, simple, sencilla, inocente que ha conocido el mundo. Ese afán de hacerlo extraordinario a generado un montón de idealismos y, estos idealismos, han emponzoñado todas las vías de transformación individual.

Debido a esa tendencia claramente idealista de los que han escrito a cerca de Jesús, la gente ha adquirido un fenómeno extraño: de perseguir fantasmas mentales que nunca han sido alcanzadas por nadie. Mi observación es que Jesús hizo su propio camino como Buda hizo lo suyo; Sócrates hizo su camino como Khrisna hizo lo suyo… ¿Qué más da?

Es bonito hablar de un Jesús haciendo milagros, ayudando a la gente, repartiendo pan, caminando sobre las aguas, convirtiendo piedras en pan y demás, en otras palabras, es fácil idealizarlo, pero qué difícil es aceptar una historia como la que acabamos de contar, especialmente, para un idealista o moralista…

En la vida cotidiana uno nunca sabe con qué clase de gente trata o se encuentra, puede que queriendo hacer algo bueno –según tú– termines haciendo daño a otros. Por eso digo: Las cosas no siempre son tal como te los han contado… Todas las escrituras tienen oculto en sí una tendencia que sólo el autor lo sabe. Digo más: No creas nada, de buenas a primeras, sino aquello que has vivido y experimentado tú mismo. Es la única garantía. Es la única luz que te hará dispuesto y apuesto para lo que venga y, lo que venga, puede ser malo o bueno, eso no importa, lo que vale es la experiencia por cuenta y riesgo propio. Ese es el único Coraje que te guiará por realidades que quizá nunca han sido explorados.

La Naturaleza y la Existencia son siempre originales. Ellas traen en sí la Eterna Novedad, nunca repiten moldes, de lo contrario, ni siquiera tú estarías aquí. Estás aquí y existes gracias a la Eterna Creatividad de la Naturaleza y de la Existencia. Tu vida misma es el milagro más grande que existe. Así que mientras estás aquí: ¡Explórala!


Khishka

lunes, 10 de mayo de 2010

LA IMITACIÓN

(Un sustituto del entendimiento)

Khishka fue muy famoso entre sus paisanos. La gente acudía a él desde cualquier parte del mundo. Muchos tenían que viajar bastante para encontrarse con él pero sus contarios estaban a la expectativa, siempre buscaban cómo tenderle trampas. Sin embargo no se atrevían a decirle nada directamente, pero en cuanto tenían la oportunidad solían aplicarle algún ardid.

Un día pasaba por allí un misionero italiano y aprovechando su estadía, los acusadores, fueron a él y le pidieron que hable con Khishka ya que, según ellos, no cumplía con las expectativas de las autoridades religiosas y políticas de su pueblo. Le acusaron de todo, aunque todas ellas eran falsas. Convencieron al misionero y éste fue a su encuentro.

Llegado a su taller de tejido, donde Khishka frecuentaba, con mucha perspicacia, preguntó:

- Me he enterado que tu padre fue una persona muy útil a su pueblo. Y lo era –reafirmó el cura–. Tú, siendo de la misma sangre, deberías seguir sus huellas, tales como la de ser muy querido, famoso por su buen humor, su rectitud de consciencia, la administración de la justicia, la observación de las buenas costumbres de su pueblo, su modo de ser pacífico, no violento, etc.

Khishka escuchó con mucha atención las razones del misionero y respondió con una carcajada espléndida y salvaje. Después de la risotada, hizo un silencio profundo. Luego dijo:

- Es verdad lo que dices a cerca de mi padre. Él fue un hombre sencillo, lleno de humor, justo, honesto, sabio, fiel a sí mismo, jamás siguió consejo de nadie sino lo que dictaba su consciencia. No era creyente, tampoco ateo. En todo se las arreglaba sólo. Él era su propia luz.

Entonces el misionero argumentó:

- Por eso mismo tu padre es digno de ser imitado por que fue una persona ejemplar, útil, era como una luz, no solo para ti sino también para el resto de la gente. En cambio de ti me han hablado cosas que no van de acuerdo con las normas de nuestra religiosidad cristiana y las normas civiles. Pero gente como tu padre aparece de vez en cuando, son como lumbreras de la humanidad para ser seguido e imitado.

Sabiendo que el argumento del misionero era correcto, Khishka contesto:

- Comprendo lo que acabas de decir, pero ten en cuenta que: mi padre nunca imito ni siguió a nadie. Esa fue su única enseñanza y la más importante. Así que yo hago lo mismo que mi padre hizo: ‘él no imitó a nadie y yo no imito a nadie’.

Dicho esto, el misionero, se alejó de su presencia.

Es verdad, la enseñanza de Khishka fue esa: ¡Nunca imites a nadie. Sé tu propia luz! Aún sea el modelo a imitar un Dios, un Mesías, un Profeta, un Gurú, un Pandit, un Pope, un Político reconocido, un Misionero, etc. La única norma es: ¡No sigas a nadie. Haz tu propio camino!

La imitación hace de la gente, mediocre, una simple fotocopia, un calco. Asimismo, el seguimiento, hace de la gente no más que una máquina, un títere de una cierta directriz, una marioneta de ciertas cosas muertas y primitivas. La imitación y el seguimiento te convierten en una simple oveja de un rebaño. Tú, en cambio, ¡consérvate vivo! ¡No intentes ser una fotocopia, un calco de alguien! La imitación es el sustituto del entendimiento y, por eso, opaca la luz de la consciencia.

Así que, seguirle a Khishka, significa ‘seguirte a ti mismo’, ‘seguir tu propio consejo’, el consejo que viene de las profundidades de tu ser. Este es el camino del ‘egoísmo absoluto’. Los maestros de la vida, como Khishka, no dan a la gente ninguna disciplina, no dan una moral: ‘haz esto, no hagas aquello’, sino, simplemente, imparten la luz de su consciencia. No te dan Diez mandamientos como Moisés, porque un mandamiento fijo no te hará sino un esclavo. Así que ¡atrévete!


Khishka

viernes, 30 de abril de 2010

EL PELUQUERO DEL REY

(Círculo vicioso del noventa y nueve)

Cierta vez había un peluquero feliz, muy feliz, como sólo puede serlo a veces la gente pobre y sencilla. Era el peluquero, nada menos que, del rey. Su trabajo era seguro, no tenía que preocuparse de otras cosas sino cuidar muy bien los cabellos de su rey. Era realmente feliz, tanto que el rey llegó tener envidia de su felicidad.

Un día le preguntó:

-¿Cuál es el secreto de tu felicidad? Pareces rebozante de alegría, extático y festivo.

El peluquero contestó:

-No lo sé. Simplemente soy feliz. Me gano el pan cotidiano con mi trabajo, y eso es todo.

El rey, al no poder extraerle ninguna respuesta contundente, preguntó a su asistente:

-¿Te has fijado en mi peluquero? Siendo un tipo simple, pobre, sin nada, es muy feliz y yo, siendo un rey, no lo soy. Tú debes saber el secreto de su felicidad.

El asistente dijo:

-Haremos una cosa: esta noche arrojaremos una bolsa con noventa y nueve monedas de oro al interior de su casa y ya verás cómo reacciona. Con ello descubriremos el secreto de su felicidad.

Hicieron lo cometido, es decir, arrojaron en una bolsa las noventa y nueve monedas de oro a su casa. Cuando llegó el peluquero se encontró con la bolsa de monedas de oro e inmediatamente comenzó a contarlos. Pero resultó que las monedas eran ‘noventa y nueve’. Él pensó que cometió algún error en contarlos. Así que comenzó nuevamente y nada, eran ‘noventa y nueve’. Una y otra vez. Pero nada, siempre eran ‘noventa y nueve’. La noche pasó, dormitó un poco, se levantó una y otra vez para volver a contarlos, pero siempre faltaba uno para que sean cien. De modo que, la cuestión, se convirtió en un problema serio. Faltaba solo uno. ¿Dónde conseguirlo? Se preguntaba. Pero no le venía idea alguna, ya que sólo se podía conseguir una moneda así en algunos países. Pensó para sí: ahorraré, no gastaré lo que gano, hasta que tenga lo suficiente como para viajar a otro país y conseguir una moneda igual.

Al día siguiente fue a su trabajo, trasnochado, triste y preocupado, ya no irradiaba felicidad ni éxtasis. Entonces el rey, al verlo así, preguntó:

-¿Qué te pasa? Estabas siempre feliz y ahora te veo preocupado.

Él no contestó nada, pues no quería hablar nada referente a la bolsa. Ni una palabra. Pero, en el trabajo que realizaba diariamente, ya no podía estar concentrado, ya no podía cuidar de los cabellos del rey, como siempre lo hacía. Le temblaban las manos por el ayuno excesivo, parecía sin energía. Hasta que el rey tuvo que preguntarle otra vez:

-¿Qué te pasa? Ya no eres el mismo. Has cambiado. Ahora pareces triste y preocupado. Dímelo. Te puedo ayudar.

Al fin, a tanta insistencia del rey, el peluquero contestó:

-Ahora soy víctima del ‘círculo vicioso del noventa y nueve’.

El pobre peluquero nunca había tenido la experiencia de contar monedas de oro y mucho menos una suma al que le faltara una. El ‘noventa y nueve’ se convirtió en un verdadero problema, porque cuando tienes noventa y nueve quieres que sean cien.

La mente siempre funciona así: quiere completar las cosas de una vez por todas, quieres que sea cien. La mente es perfeccionista y, por ser así, crea la obsesión y la ambición.

La mente perfeccionista crea la dimensión horizontal de la vida, por eso existe la competencia, la obsesión, la ambición, las guerras, etc. Su movimiento es lineal, es decir, estás en el punto A y quieres estar en el punto B; estás en el punto B y quieres estar en el punto C, con la esperanza de que algún día llegues al X, Y y Z.

La mente siempre te muestra objetivos y objetivos. En cuanto pareces alcanzar uno, aparece otro, luego otro, y otro, y sigue el cuento de nunca acabar. Y tú sigues haciendo y haciendo, y cuando te das cuenta de ello –si es que te das– cuando ya no tienes más fuerzas porque estás a un paso de la tumba, cansado, ya es demasiado tarde. Tu vida se convierte en un auténtico infierno, porque la tumba te provoca miedo y comienzas a aferrarte a la vida.

Ahora comienzas a consultar con los naturistas, psicoanalistas, psicólogos, psiquiatras, gurús, sacerdotes, popes, pastores, etc. Recorres todo los mercados de la sociedad buscando algún producto mágico para alargar la vida o encontrar algún consuelo. ¿Por qué haces eso? Porque no has disfrutado de la vida y ahora tienes envidia de las generaciones jóvenes.

Has desperdiciado la vida viviendo la vida de un perro que cambia constantemente de dueño y al final no sabe quién es su amo, se encuentra perdido; has derrochado la vida viviendo la vida de un mono que ha recorrido todos los circos y todos los bosques, y ahora te sientes extraviado, no sabes cuál es tu casa. Ahora no eres más que un mendigo de la sociedad, sentado en las aceras de los mercados religiosos y psiquiátricos.

¡Tienes que retirarte y ser! Dejar de hacer lo que estás haciendo y comenzar a ser. Ser significa que C es suficiente, ahora disfrútalo; que A es suficiente, ahora disfrútalo; que B es suficiente, ahora disfrútalo. ¡Estás en casa! Del resto se ocuparán otros. Tienes el pan cotidiano, ¿qué más quieres? Si tienes a medio llenar la caja fuerte en el Banco, no te obsesiones por llenarlo; si no tienes ni siquiera una cuenta Bancaria, mejor, ya que cuando mueras no te llevarás nada. Te irás desnudo así como has llegado.

Deja de derrochar el tiempo y corta con el círculo vicioso del ‘noventa y nueve’, no te obsesiones por el uno por ciento que falta. ‘Ahora’ es el tiempo de disfrutar y de celebrar; ahora es el tiempo de retirarse y ser; ahora es el tiempo de explorar la geografía interior porque, de la geografía exterior, se está ocupando la ciencia y lo está haciendo muy bien. ¡Aprende del mensaje de la ciencia!

Deja de pensar que cuando tengas la última moneda la obsesión se detendrá. Eso es mentira. Con el cien por ciento no se detendrá nada y el círculo vicioso continuará, porque no conoce el detenerse. La mente no sabe donde parar, seguirá sin detenerse hasta el mismo infierno. Y tú te arrastrarás como un mendigo a las puertas del psiquiatra. ¡Al menos, ten un poco de compasión contigo mismo!


Khishka

MARTINCHO Y EL ESPEJO

(¡Conviértete en un espejo!)

He oído que Martincho viajó a París como Director de Evaluación de las pinturas modernas de Picasso.

Entró en la sala de exposición pero, como era un hombre inculto, estaba completamente desfachatado. No tenía el menor sentido estético; era un hombre completamente vulgar, pero estaba allí como invitado especial. La sala era lujosa y enorme. Junto con otros se encontraba examinando cada uno de los cuadro y, de repente, se detuvo y miró a un cuadro muy detenidamente. Luego suspiró, moviendo la cabeza de izquierda a derecha:

-¡No comprendo. Es feo!

El guía, un crítico de arte, se mostró conmovido, y se limitó a decirle:

-Es Picasso. Ese cuadro es una de las cosas más valiosas de la sala. Ciertamente, necesita comprensión. Yo le digo que usted sólo necesita elevar su sentido estético y comprenderá.

Luego, en la siguiente pintura, también se detuvo mirando muy profundamente. Después dijo:

-Creo que también esto es Picasso.

El guía nuevamente intervino y replicó:

-Lo siento Señor, esto es sólo un espejo. Se está mirando a sí mismo en él.

La cualidad del espejo es siempre la misma, refleja. El espejo simplemente refleja, no discrimina nada. Martincho era realmente feo y Picasso debió de serlo también. Seguramente, eran muy parecidos. Uno podía confundirse fácilmente. Pero aun fueron feos, cada cual fue un genio en su propio camino.

Martincho fue un extravagante, famoso, un tipo con luces y sombras; Picasso fue un pintor, también con luces y sombras. Cada cual, por su modo de ser y hacer, tenía su pro y su contra. Había gente que le apoyaba y gente que le rechazaba. Es algo natural. En las cosas de la vida: Martincho es como un espejo; en cosas de Pintura, Picasso es como un espejo. Ninguno puede ser ignorado. Así es Cristo, Así es Buda, Así es Zaratustra, así es Einstein, como así son Picasso y Martincho.

Otro tanto son las denominadas así: Sagradas Escrituras. La Biblia, el Corán, el Gita, El Talmud, el Libro de los Vedas, etc. Son cumbres altas del patrimonio divino de la humanidad; son como espejos que reflejan tu ser y, por eso, no pueden ser ignorados. Pero se puede estropear su belleza cuando un grupo de gente se vuelve fanático de ellas, cuando ese grupo hace de ellas un mecanismo de justificación política o religiosa, con motivos de expansión, adoctrinamiento, condicionamiento… Entonces pierden toda su belleza e inocencia. Esto es la mayor calamidad que le ha podido suceder a los libros sagrados.

Así que si lees la Biblia o el Gita, u otro, por su puesto, te verás a ti mismo, tu propio rostro. Sé respetuoso con ellos. Ellos son absolutamente inocentes y están completamente vivos. Vale la pena leer con cariño, con sensibilidad, con poesía, con música, con encanto, incluso con lágrimas y con risa. Lo que no está bien es convertirlo en un mecanismo de justificación política o religiosa, es decir, convertirlo en doctrina, dogma, credo… La teología, la filosofía, el credo, el dogma, la doctrina, representan la corrupción o prostitución de las sagradas escrituras. Mira a Krishna, mira a Cristo, mira a Moisés, mira a Buda, mira a Sócrates, mira a Rimí, de quienes hablan la Escrituras, son hermosos para unos y son feos para otros y, sin embargo, representan tu ser, nunca te dan nada nuevo, simplemente te reflejan. He ahí su belleza. Ellos representan la cima más alta de la humanidad, la divinidad, la Suprema Ciencia.


Khishka

EINSTEIN

(Todo es relativo)

Un día Albert Einstein había llegado a la conclusión de que ‘todo es relativo, incluso el tiempo’ y el viejo mundo de la ciencia comenzó a reaccionar contra él.

Entonces todo el equipo de científicos se reunió con la finalidad de retar las afirmaciones de Einstein. El científico más anciano, el más reputado, planteó la siguiente pregunta:

- ¿Por qué y cómo afirmas que ‘todo es relativo, incluso el tiempo’?

Einstein contestó:

- Hay una cosa muy absurda que sucede: si un hijo tuyo va de viaje al espacio infinito en un vehículo que se mueve más rápido que la luz y regresa después de veinticinco años, seguirá teniendo la misma edad. Es decir, si se va con veinte años, cuando vuelva, seguirá teniendo veinte, pero sus amigos ya habrán alcanzado los cincuenta años aquí en la tierra. Tu envejecimiento depende de la velocidad del tiempo. Esto ¿no te parece absurdo?

El anciano refutó:

- ¿Cuál es la lógica de semejante argumento?

Y Einstein dijo:

- No puedo decir cual es la lógica, pero es así.

Incluso un gran científico como Einstein tiene la humildad para aceptar el misterio de la vida. Es decir, hay cosas que de las cuales no se puede decir nada. Suceden. Frente a ella no hay lógica que valga ni lógica que explique.

En otra ocasión le preguntaron a Einstein, teniendo en cuenta que en muchos de sus discursos y escritos habían constatado que él estaba en contra del matrimonio y todo lo que implica casarse con una mujer; y sin embargo llegó un día en que él se casó.

Ese mismo día, alguien le preguntó:

- ¿Cómo se explica que estando tan en contra del matrimonio ahora termines casándote?

Einstein contestó:

- Eso no requiere de ninguna explicación. Ahí no entra la lógica. ¡Esas cosas suceden!

La vida es irracional, es ilógico, y hay que aceptarla tal como es. No hay que forzar que la vida se encuadre a la lógica o a la razón. Hay que aceptarla. Y para aceptarla, tal como es, hay que crecer en consciencia de que las cosas son así y entonces, solo entonces, surge una profunda aceptación. Es decir, si dos y dos hacen cuatro aquí, bien; si dos y dos hacen tres allá, bien; si dos y dos hacen cinco en otro lado, bien; si una determinada moralidad es buena en Bolivia, la misma puede ser mala en China. ‘Todo es relativo’.

Así que todos los análisis de índole moral, cultural, incluso científico, sólo crean problemas en la vida, porque la vida está aquí y tú estás aquí. No se puede exigir nada, al menos, en el camino religioso. Religión no es otra cosa sino ‘dejarse ir’, fluir, flotar, tanto si las cosas son favorables o adversas.

Un chico, estando en el paseo del jardín, preguntó al profesor D. H. Lawrence:

- Profesor ¿por qué los árboles son verdes?

Lawrence contestó:

- ‘Los árboles son verdes porque son verdes’

La mejor respuesta religiosa frente a las cosas: ‘los árboles son verdes porque son verdes’. No se puede decir nada más. Toda explicación es inútil, vacua y tiempo perdido.


Khishka

CONFUCIO Y EL ANCIANO

(¡Mejor ser manos!)

Cierto día Confucio iba de camino hacia un pueblo y, de pronto, vio a un anciano de noventa años sacando agua de un pozo y regando su campo. El trabajo que hacía el anciano suponía mucho esfuerzo; era duro y el sol ardía.

Confucio pensó que, éste, a lo mejor no se ha enterado que ahora existían métodos menos primitivos como el que usaba el anciano. Por ejemplo podía usar caballos o bueyes para extraer el agua del pozo. Entonces se acercó al anciano y preguntó:

- ¿No has oído que ahora existen otros mecanismos? Puedes extraer agua muy fácilmente del pozo, y el trabajo que haces en doce horas se puede hacer en media hora. Los caballos pueden hacerlo, los bueyes también. ¿Por qué te estás esforzando innecesariamente? Eres ya un ancia¬no.

El hombre contestó:

- Siempre es bueno ‘trabajar con las manos’, porque siempre que se usan métodos astutos surge una mente astuta. De hecho, sólo una mente astuta utiliza mecanismos astutos. Por favor, no intente corrom¬perme. Soy un anciano, déjeme morir tan inocente como he nacido. Es bueno ‘trabajar con las manos’. Uno permanece humilde.

Confucio no añadió palabra alguna y volvió con los suyos. Los discípulos preguntaron.

- ¿De qué hablabas con ese anciano?

Él dijo:

- Ese anciano me dio una lección muy contundente; su argumento fue más que correcto.


‘Es bueno trabajar con las manos’ fue la respuesta del anciano a la pregunta de Confucio. Y es verdad: ‘cuando trabajas con tus propias manos no surge ninguna sombra en tu cabeza, no surge el ego; cuando trabajas con tus manos permaneces humilde, inocente, puro, natural, virgen, incorrupto, tal como has llegado a este mundo. Pero cuando comienzas a usar mecanismos astutos que te dan la sociedad, las instituciones, la cultura, la religión, la política, entra la cabeza.

Fíjate bien: la gente que trabaja con la cabeza es denominada, técnicamente, cabeza, superior, jefe, presidente, etc. Incluso ser un director, un oficinista, un profesor, es ya suficiente infierno. ¡No seas un cabeza! ¡Mejor ser manos! ¡Mejor ser un don nadie! Así no contraerás ningún complejo. Tu mismo ser será una gratitud a la madre Existencia.


Khishka

miércoles, 31 de marzo de 2010

HABLAR DE DIOS

(Corrupción del lenguaje)

Un renombrado político acudió a Khishka –reconocido como el maestro espiritual del pueblo– y estaba sorprendido porque siempre que iba le encontraba hablando del viento, los ríos, la ira, los celos, los pajarillos, de las flores, las rocas, las plantas, las lluvias, las nubes y demás. Hablaba de cosas tan triviales que, según el político, nada tenía que ver con la religión. Y estaba molesto.

Un día le dijo a Khishka:

-Perdóname, pero no logro comprender. Vengo aquí para escuchar algo sobre Dios, su Reino, el Cielo, la Meditación y resulta que siempre te encuentro, siendo el maestro espiritual de este pueblo, hablando de miles de cosas insignificantes, totalmente triviales y mundanas. ¡Necesito una explicación! ¡O voy a empezar a desconfiar de tu religiosidad!

Khishka se rió y dijo:

-No hay nada que explicar. Yo hablo de cosas que no conozco así como tú hablas de cosas que no conoces. La cosa es muy simple. ¿Por qué debería hablar de Dios? Lo conozco. ¿Por qué desearías hablar de tu País? Eres su máxima autoridad. Lo conoces.

Khishka nunca habló de Dios porque se trataba de algo muy íntimo. Tanto que él y Dios eran la misma cosa. Los verdaderos amantes nunca hablan del amor, solamente aman. La gente que habla del amor no tiene una vida amorosa. Los poetas hablan y hablan del amor, crean poemas, imaginan, fantasean, porque no lo conocen o no lo han conocido, en cambio los amantes guardan silencio.

Hablar de Dios para Khishka no era sino una absoluta traición a una historia de amor tan íntima y sagrada, entre él y la Totalidad. Sin embargo quien no conoce a Dios, en absoluto, habla de él a diestra y siniestra: en los mercados, en los púlpitos, en las plazas, en las mezquitas, etc.


Khishka

EL PUERQUITO DE SIRAK'USA

(Sobre la creencia aristotélica)

La vida tiene sus altibajos, no está claramente definida. En cambio el pensamiento es muy lineal, seca, definida, conclusa, por eso muerta. El mundo del pensamiento se parece a un revoltijo de billetes viejos, conservados por los eruditos. Pero la vida no es así, es compleja, paradójica y enloquecedora, porque está viva.

¿Habéis escuchado la historia del ‘Puerquito del Sirak’usa’? Sucedió que una mañana estaba echado fuera de la chanchería. Era solito, no tenía compañeros. En eso apareció un hombre y el puerquito se escapó de susto. A su regreso el hombre ya no estaba, pero justo donde estaba echado había una bandeja. Entonces se asomó a ella y vio que estaba llena de comida. Dio algunas vueltas y comió hasta quedar saciado.

Al otro día se encontraba también echado fuera de la chanchería. Nuevamente, a la misma hora, apareció el hombre. El puerquito tuvo miedo y huyó. Pero cuando regresó estaba una vez más la bandeja que contenía la ración. Así que, sin rodeo alguno, comió hasta quedar satisfecho.

Luego le nació una curiosidad científica. Se preguntó para si: ¿de dónde vino esa bandeja llena de comida? Todo el día se lo pasó filosofando. Al día siguiente apareció nuevamente el hombre y el puerquito tuvo miedo y se escapó nuevamente. Cuando volvió, la bandeja estaba otra vez repleta de comida. Así que, el puerquito, halló cierta relación entre el hombre y la bandeja de comida. Sin embargo no se precipitó en dar conclusiones al respecto. Hizo una larga espera y, con tanta comida, engordó y creció. Se puso más guapo ya que todos los días sucedía lo mismo.

Con el tiempo, conforme iba creciendo, descubrió una ley ya que, ciertamente, había una relación entre el hombre y la comida. Ahora estaba más seguro. Cuando aparecía el hombre, aparecía la bandeja de comida. Así que la teoría era obvia, había una relación de causa y efecto. El hombre era la causa y la comida de la bandeja era el efecto.

Y como el suceso ya había ocurrido y, como sabía también de números, llegó a contar novecientas noventa y nueve veces. La cifra era más que suficiente para estar seguro de aquella ley. La observación y la experiencia corroboraron al asunto. Quedó completamente convencido de que era una ley indiscutible. Se sintió muy complacido y, ahora, esperó al hombre, ya no se escapaba pues la cifra le daba mucha seguridad.

Finalmente el hombre apareció por milésima vez. El puerquito, esta vez, con un gruñido cariñoso, amable y agradecido, se acercó al hombre, y éste la agarró, le puso un bozal y, amarrándole las patas, le metió un cuchillo puntiagudo en el cogote. Una vez muerto, el hombre se llevó el cadáver para ofrecer un buen lechón al horno a toda su familia. Así terminó la historia del ‘Puerquito de Sirak’usa’.

La vida siempre es desconcertante, es una creatividad continua, no es una creación conclusa. Incluso si aparece novecientas noventa y nueve veces, la milésima vez puede ser totalmente contraria a lo que, al parecer, siempre vino sucediendo. No tiene relación de causa y efecto.

Así que no te precipites en sacar conclusiones, la milésima vez puede ser la excepción. ‘La vida es incierta’ como diría Heinsemberg, y la ciencia lo sabe o por lo menos ha caído en la cuenta de ello. Toda seguridad es una simple aproximación, no hay nada absolutamente segura.

La vida no puede ser reducida a una relación científica de causa y efecto. La vida es un Misterio. La vida es un equilibrio constante, no tiene puntos fijos, no tiene puntos apartes, a lo mucho puntos seguidos. Y para vivir su misterio uno tiene que moverse constantemente de izquierda a derecha. Eso significa vivir peligrosamente, siempre en el filo de la navaja. Ese ‘justo medio’ está dentro de cada ser vivo. Ese equilibrio está dentro de cada ser vivo; esa armonía, esa música, está dentro de cada ser vivo.

Así que si estás con la vida no puedes ser un fenómeno concluso y, un caso concluso es, ser miembro de un club, pertenecer a una multitud etiquetada, esto es, ser cristiano, musulmán, hinduista, demócrata, comunista, socialista y todos los ‘istas’ y los ‘ismos’. Todo extremo significa que has llegado a un punto fijo y, llegar a un extremo, es lo mismo que un suicidio o quedarse congelado. Dentro de un ‘ismo’ y siendo un ‘ista’ no estás sino muerto. Tú no existes, quien existe es la masa. Y tu vida no es sino mecánica, fácil de manipular; tu libertad y tu seguridad no son sino una completa ilusión, una fantasía. En ningún punto de la historia, el ser humano, tuvo tanta necesidad como ahora de ser amplio, y tan plural como pueda. ¡Así que abandona todas las etiquetas y únete al baile de la vida!


Khishka

SENTIDO DEL TIEMPO

(‘La Existencia se parece más a la mujer’)

Desde mi balcón observé una anécdota. El marido se encontraba en el auto tocando la bocina. Tocaba y tocaba. Por fin, a la ventana se asomó la mujer exclamando:

-¡Ya voy… Dame sólo un minuto!

El tipo miraba su reloj una y otra vez, movía la cabeza de un lado para otro. Estaba perdiendo todo lo que se llama paciencia. Golpeaba el volante y demás. Otra vez con la bocina. Parecía que se estaba haciendo tarde, sudaba de nervios y comenzaba a echar pestes para su esposa. Y la esposa una vez más se asomó a la ventana y dijo nuevamente:

-¡Ya voy. Enseguida bajo!

Y nada. El hombre ya estaba por perder los estribos, golpeaba una y otra vez el volante, luego una patada a las llantas del auto, se paseaba, volvía a sentarse. Pero al fin, la mujer miró otra vez por la ventana y el hombre ya no quiso escuchar el mismo cuento. Se tapó los oídos y golpeó su cabeza en el volante. ¡Pobre volante! Tuvo que resistir todos los golpes. La esposa vociferó esta vez muy enfadada.

-¡Ya te dije mil veces que bajo en un minuto! ¿Que no entiendes?

¡‘Mil veces’! Para ella era más importante el maquillaje, sin él estaba incompleta; era más importante lucir frente al espejo que bajar incompleta; los collares, los aretes, el bolso, verse guapa, arreglada como para llamar la atención del mundo entero, etc. Todo debía estar en el lugar adecuado sino estaría incompleta.

Así es la mujer: ella no tiene sentido del tiempo. Usan relojes, pero son de adorno. No son relojes realmente, son adornos. Ellas no tienen prisa. En cambio el varón es siempre aquel que está apurado y precipitado.

Luego salí a la calle pues el tipo era conocido mío, un vecino. Le saludé y pregunté:

-Pareces muy apurado. ¿A dónde vas?

Él, simuló, se encogió de hombros, y luego dijo:

-Al Cine.

¿Tanto alboroto para ir al Cine? Yo pensé que era una cuestión de vida o muerte, o va a perder algo enormemente grande.

Pero así es como ocurren las cosas. Nuestra gente está totalmente acelerada, no sabe a dónde va tan apurado, siempre correteando, metiéndose en esto y en aquello, a carrera, como si estaría escapando de la muerte. Ya no sabe estar consigo mismo, más calmado, más tranquilo, más pacífico, en casa, porque su mente está completamente alborotada. Pareciera que en éste mundo hay ‘millón y una’ cosas que hacer cuando una sola es fundamental: conocerse a sí, explorar todos los rincones de la geografía interior. El no saber qué hacer consigo mismo es una enfermedad creada por el varón, porque las sociedades, culturas, religiones, psicologías, costumbres, leyes que han florecido en el Occidente, han sido creadas por varones. Y las mujeres que han entrado en ese ritmo ahora han empezado a contraer una enfermedad psicológica y que, por eso, según las estadísticas, hay más mujeres haciendo consultas con los psicoanalistas.

Sin embargo, la Existencia entera se mueve sin ningún sentido del tiempo. Todo está en su hogar, a pesar del calentamiento global que hemos provocado con nuestra mentalidad depredadora. Los árboles no usan relojes, los pajarillos tampoco, ni los ríos ni las montañas, ni las flores ni los vientos. Todo es un movimiento espontáneo y natural. Pero la mente masculina nunca está aquí, en casa, siempre está fuera, siempre ambulando, aunque esto le sea natural, pero está siendo llevado al extremo y ya estamos comenzando a sentir sus efectos. Se necesita un equilibrio. En cambio la mujer cuando tiene un poco de calidez en su entorno, un hogar, alguien con quien reír, alguien a quien amar, alguien que la ame, comida y cobijo, le es suficiente para estar equilibrada y en casa. Sus necesidades parecen pequeñas y lo son. Por eso no hay una mujer que ha creado una religión o una ciencia, porque su mismo ser es ‘religión’.

En cambio el varón ha creado la religión, la ciencia, debido a su naturaleza, pero esto se está poniendo cada vez más serio, se está yendo al extremo mismo. El varón está tenso, tiene que hacer algo, porque siempre está fuera, nunca en casa. Pero la relajación, la tranquilidad, sucederán solo cuando tú no tienes control, sino la naturaleza. En ese sentido, la mujer, va más acode con la naturaleza porque en ella la naturaleza toma el control y su cuerpo comienza a latir de gozo, de un gozo desconocido. Por eso es más extática, es más total, no está preocupado en probarse como el varón –que si esto o aquello– ella se siente perfecta en medio de cosas pequeñas. Se parece más a un niño. En eso tiene mucha razón Lao Tze, quien dice: ‘la existencia se parece más a la mujer’, es más femenina, porque ella –la Existencia– es un equilibrio armónico. Y ésta analogía es hermosa.


Khishka

PICASSO

(La armonía)

Un Norteamericano quiso un retrato pintado por Picasso, sabiendo que éste pedía buen precio y él tenía suficiente plata para pagarlo. Así que un día fue donde Picasso, se lo pidió y el hombre aceptó. Cumplido el tiempo, vino el americano y, como era de prever, Picasso pidió un precio fantástico. El americano no pudo creer que Picasso, por un retrato tan pequeño, cobre tanto, diez mil dólares. Así que dijo a Picasso:

- El precio me parece un poco exagerado. ¿Qué hay en él para que cueste diez mil dólares?

Picasso contestó con otra pregunta:

- ¿Qué ve Ud. en ello?

Contestó el Norteamericano:

- Veo un trozo de lienzo, unos colores, y algún garabato.

Picasso dijo:

- Muy bien. Traiga diez mil dólares o lo que le parezca.

El Norteamericano repuso:

- Traeré cinco mil dólares.

El tipo fue y trajo los cinco mil. Y Picasso recibió los cinco mil dólares y le dio, no el retrato sino un trozo de lienzo y varios tubos de colores. Luego dijo:

- Tómelo. Eso es todo lo que quería. Un retrato es más que un trozo de lienzo, unos colores y algún garabato. Es una verdadera armonía.

El precio de cualquier retrato no depende de qué material está hecho sino depende de la Armonía que lleva en sí. Cuando miras a la Monalissa de Miguel Angel es siempre novedosa, no te cansa, no provoca aburrimiento; no es rancia, es siempre fresca, tan fresca como el rocío de la mañana. Cualquier retrato hecho por un genio permanece vivo, es inmortal. Lleva en sí la armonía, un fenómeno que cambia constantemente a la par contigo, y en el cambio constante y la novedad fresca, reside la belleza de cualquier obra de arte.

Toda obra armónica es un verdadero ‘Arco Iris’, que contiene en si todos los colores y está siempre vivo.


Khishka

domingo, 28 de febrero de 2010

LA BORRACHERA

(Un filtro de escape)

Una tarde dos borrachos estuvieron discutiendo frente a un avión, un avión de reliquia, puesta en una avenida y muy bien protegida por el alambrado. El dilema de los borrachos era cómo hacer volar el avión que, según su parecer, estaba inútilmente puesto allí.

Uno de ellos se las daba de piloto, decía que ‘era igual que manejar un coche’, casi igual y, como él se decía chofer, entonces no había mucho problema, ‘podría hacer volar’. El otro estaba más interesado en conseguir un motor nuevo para habilitar el avión, sabía algo de mecánica. En eso pasaba Pepito, recién llegado del campo, casi perdido en la urbe. Se detuvo mirando al avión reliquia, y, en eso, pasó volando otro. Entonces se acercó a los borrachos y les preguntó: ‘dónde podía ver más detalladamente esa enorme ave que acababa de pasar por el espacio’.

Ellos contestaron, habiendo tomado en cuenta el interés del muchacho, ‘que fuera al aeropuerto’ explicándole que, eso, no era ningún ave sino un avión. Entonces Pepito tomó un taxi y se dirigió al aeropuerto y cuando llegó allí, los gendarmes lo detuvieron y, al ver al niño de aspecto reluciente, preguntaron:

-¿Y tú por qué estás solito aquí? ¿De dónde has llegado? ¿Y tus padres?
Él contestó:
-Mis padres son campesinos, viven en el campo.
Ellos replicaron:
-¿Y cómo llegaste aquí, a la ciudad, sólo? Eso no les está permitido a los menores de edad.
El niño dijo mirando en dirección del avión:
-Y yo, ¿qué culpa tengo? Yo llegué por equivocación y ahora la estoy aprovechando al mínimo para conocer ese animal que vuela tan alto.
Entonces uno de los gendarmes replicó:
-Eso no es un animal, es una máquina, se llama avión.
Y Pepito preguntó:
-¿Entonces, por qué vuela?
Ellos dijeron –con tono burlesco– porque tiene alas.
Pepito replicó:
-Si tiene alas es un animal. Además leí en mi libro de Segundo ‘Las quejas de los cóndores’ que decían –mirando eso que ustedes llaman avión– ‘que aquellas aves eran demasiado grandes, que ponían huevos en las montañas más altas, donde ellos jamás podían tener acceso’. Y, además, estaban preocupados porque ellos habían dejado de ser el ‘rey de las aves y de las montañas’. Así que ustedes me quieren engañar diciendo que son máquinas y se llaman aviones. Son unos mentirosos.

Los gendarmes, viendo que se trataba de un niño bastante complicado, se fueron disimuladamente pero sin perderlo de vista. Pepito se acercó a los aviones y los observó detalladamente. Vio cómo la gente se subía a ella, como otros subían las maletas y toda clase de cosas. Luego tuvo la suerte de observar cómo echaba a volar. Le parecía increíble la escena.
Luego salió del aeropuerto y se dirigió al mercado donde se encontró con un conocido y éste le preguntó:
-Pepito ¿qué haces aquí?
Él contestó:
-Aprovechando mi equivocación, pues cuando vuelva a casa, mis padres otra vez me van a decir: Pepito esto no, aquello no; no salgas a la calle; haz tus tareas, etc. Eso cansa ¿verdad? –preguntó–.

Mientras tanto, era evidente que sus padres la buscaron por todo el pueblo y Pepito no aparecía. Estuvieron muy preocupados, sobre todo su madre, ya que nunca antes había salido de casa. Pero el día que regresó sano y salvo, muchos le preguntaron dónde ha estado. Y él les contestaba:
-De casualidad, estuve en la ciudad. Fui a ver unos animales que se llaman ‘aviones’.
-¿Aviones? –Murmuró la gente–. Y preguntaron al chavalín:
-¿Qué es eso de aviones?
Él contestó:
-Son unas enormes aves de metal.
Ellos preguntaron:
-Entonces ¿vuelan?
Él les contestó:
-Sí que vuelan.
Siguieron:
-¿Tienen picos?
Él respondió:
-Por su puesto, tienen picos, aunque no tan notables.
Ellos insistieron:
-¿Comen?
Él les dijo:
-Sí, comen.
Uno preguntó:
-¿Qué comen?
Pepito le contestó:
-Comen gente y beben un líquido que se llama gasolina.
Ellos preguntaron:
-¿Tienen barriga?
Pepito contestó:
-Sí que tiene. Una barriga enorme con unos agujeros iguales.

Tantas preguntas y nadie podía tener la menor idea de cómo eran esas aves enormes que, supuestamente, se llamaban ‘aviones’. A todo el mundo les parecía un animal feroz, extraño, jamás visto, y que no cabía en sus esquemas imaginarios.

‘Cuando estás borracho estás borracho’, totalmente inconsciente, como un niño o como un animal. Ya no eres tú, tu ego está por los suelos. ¡Se fue por el escaparate! ¡Ahora se esfumaron todas las limitaciones! ¡Ahora, recién, pareces absolutamente libre! En cambio el niño es niño, es inconsciente, transparente, inocente, su vocabulario y su punto de vista es bastante reducido, pero no lo está a causa del desequilibrio provocado por alguna droga sino por su condición natural. La borrachera es algo provocado, no es natural, pero te devuelve cierta inocencia aunque, con el alcohol, en realidad, caes incluso por debajo de la animalidad. Por eso, el borracho, cambia de personalidad, hace un giro de ciento ochenta grados. Si de sano una persona es así, de borracho será absolutamente distinto, es decir, será la otra cara de la moneda.

A propósito de borrachos: un amigo, escritor y humorista, italiano, me contó – por su puesto antes de interrogarme– que: si se emborrachaba a un holandés, lo primero que haría es abalanzarse sobre la comida y por nada abandonaría la mesa: tomaría un vaso de bebida y se la pasaría comiendo dos o tres horas, mientras dure la borrachera; en cambio un francés, cuando bebe, comenzaría a bailar y a beber sin control; pero un inglés se sentará sólo, en un rincón, ya que, normalmente, los ingleses son callados cuando se emborrachan, se sienten más apagados –concluía–.
Luego me preguntó:
-¿Qué pasa cuando un boliviano bebe demasiado?
Yo le dije que:
-Cuando un boliviano se emborracha, inmediatamente, comienza a sermonear a cualquiera que encuentre cerca, se torna quejumbroso; además, se vuelve poderoso, provocador y comienza a desafiar a todos. Esa es la característica del borracho boliviano.

Sin embargo, aterrizando un poco más, alguien se dio la molestia de clasificar en tres etapas el proceso de la borrachera en Bolivia: la etapa del tigre, la del mono, y la del cerdo. La primera tiene que ver con el comienzo, es decir, comienza hecho un tigre, no habrá nadie mejor que él en el beber. Uno se siente erguido, valiente, gallardo, macho, capaz, etc. como suelen decir. La segunda tiene que ver con las payasadas o cosas sinsentido que uno comienza a hacer, toda vez que han comenzado a subir los grados de alcohol a la cabeza. La tercera tiene que ver con la pérdida total del control. En esta etapa el individuo se revuelca en su propio vómito, sus eses; tumbado, puede dormir expuesto al sol en medio del estiércol.

Aunque al final, la borrachera, parece tener un desenlace desastroso, es sin embargo un punto de escape a la autenticidad. Es decir, si no eres auténtico de sano lo puedes ser de borracho. De borracho uno se muestra tal como es. Por eso los borrachos parecen auténticos, son más honestos, son más vírgenes, inocentes, extáticos, a causa del cambio químico propiciado por el alcohol. Algunos son muy experimentados en el asunto y suelen instruir muy ingenuamente a sus novatos.
Ocurrió una vez que Martincho y su amigo estaban bebiendo en un Pub. Salieron del lugar completamente borrachos. El amigo, que era novato, a comparación de Martincho, un experimentado bebedor, dijo:
-Ahora soy incapaz de ver, incapaz de escuchar, no puedo ni siquiera sostener mis pies, ¿cómo voy a llegar a casa? Por favor dirígeme, ¿cómo llegaré a mi casa?
Martincho contestó:
-Ponte a caminar por esta calle y llegarás a un punto donde ésta se parte en dos, uno va hacia la izquierda y otro a la derecha.
El otro dijo:
-¿Luego?
Martincho concluyó:
-Toma la izquierda, porque el de la derecha no existe. Muchas veces he tomado ese camino, pero jamás logré llegar a mi casa. Te lo digo como hombre muy experimentado. Así que toma la izquierda y llegarás a casa.

Tienes que estar bien borracho para comprender semejante consejo dado por un experimentado bebedor como Martincho. Estas lógicas funcionan en un nivel muy bajo, muy debajo de la animalidad, ya que a causa de la química fundamental, es cuando uno está equilibrado o en un nivel humano o subhumano. Y cuando esa química está alterado o desequilibrado puedes estar seguro de que surgirá de por sí una lógica distinta a la que se cultiva en una sociedad reprimida como la nuestra, donde la única manera de ser auténtico parece ser estando borracho.

Una vez fui a visitar a Martincho y le encontré enseñando a su hijo la primera lección del beber. El hijo preguntaba:
-Papá, ¿cuándo se debe dejar de beber?
Y él daba la siguiente respuesta:
-Observa aquella mesa. Hay cuatro personas sentadas. Cuando empieces a ver ocho, ¡déjalo!
El hijo contestó:
-Pero papá, ¡si solamente hay dos personas sentadas!

Así es como ocurre. Cuando estás borracho comienzas a distorsionar todo, cambias completamente. Te olvidas de la respetabilidad y por fin eres libre. De ahí que, tanto el alcohol como la droga, se vuelven atractivos y cotizados para la multitud que vive en una sociedad reprimida. Sin embargo todas las bebidas y todas las drogas son absolutamente inocentes y, como tales, están a tu disposición, no son buenos ni malos, son simplemente producto de la creatividad humana. La bebidas están para degustar, para disfrutar, ya que todas ellas están elaboradas por personas que quisieron traer un poco más de alegría a este mundo condicionado y repremido a nivel físico, psicológico y espiritual. Las personas que las han elaborado inicialmente han sido las gentes más carismáticas, más extáticas, más festivas que, al entrar en contacto con la Naturaleza y la Existencia, han experimentado el orgasmo existencial más grande que se puede dar en la vida. Esa capacidad de entrar en contacto os ha hecho capaces de extraer el espíritu de las cosas.

Todas las cosas que existen en este mundo conllevan en sí, según su naturaleza, su espíritu. Asimismo cada ser vivo lleva en si su espíritu, llámese también divinidad. En la historia de la humanidad hubo mucha gente que supo extraer el espíritu de las cosas y, por eso, han sido reconocidos como grandes genios. Pero son muy pocos los que han logrado transformarse a sí mismos. ¡Son contados como los dedos de nuestras manos! Pero esa genialidad no está reservada a unos cuantos sino que reside en cada ser humano, pero por varias razones ha sido adormecida por la mal llamada civilización, por la mal llamada religión, pues religión no es otra cosa sino entrar en contacto con la totalidad existencial. Aquel individuo que por primera vez fabricó el vino, por decir así, no era sino un hombre muy religioso. El religioso es aquel que crea y su acto de zambullirse en el mundo de la creatividad es su religión. La religión no tiene nada que ver con cosas muertas como los ritos, costumbres, rezos, mantras y demás formalismos repetitivos que se hacen en las iglesias, mezquitas, gurutwaras... Estas no son más que supersticiones.

La estimada civilización actual está asentada sobre unos paradigmas erróneos, donde parecen tan imprescindibles los políticos, los sacerdotes, los abogados, los médicos, los periodistas, en fin toda esa maraña de timadores. Mientras el ser humano esté necesitado de estas entidades no podemos hablar de una civilización auténtica… porque éstos no manifiestan sino nuestra condición de subhumanos. Son ellos los que han creado una sociedad hipócrita, supersticiosa, un tipo de personaje que cuida más su imagen, su prestigio y enseñan a otros toda clase de estupideces o a ser como ellos.

Esto ocurrió en un convento. Un grupo de novicios decidió salir de noche a una fiesta de cumpleaños sin el permiso del formador, a escondidas. El formador o el maestro solía ser una persona muy particular. Así que iba al jardín todas las noches a hacer sus prácticas de meditación a cierta hora, pero de estas habilidades no estaban enterados los novicios.

Terminada la fiesta los novatos volvieron a cierta hora de la madrugada, mientras el maestro estaba en el jardín invisiblemente haciendo lo suyo. Los muchachos, muy precavidos, entraron uno por uno al convento por la puerta del jardín y, en cuanto entró el último novicio, quien estaba un poco más embebido que los otros, se olvidó de cerrar la puerta que daba a la calle. Y como el maestro estaba muy cerca, viendo lo que ocurría y que la puerta se quedaba abierta, prenunció: –¡el último cierra la puerta!–.

Todos los novicios, escuchando la voz del maestro, quedaron despavoridos y, se retiraron completamente sorprendidos a sus aposentos.

Ese es el justo método para crear gente hipócrita. La sociedad da su dictamen, te dice: haz esto, has aquellos, has lo otro y demás. No puedes hacer nada fuera de lo que está establecido, fuera de lo que cabe dentro de los límites del prestigio. Ni siquiera puedes pensar diferente. Así es como se te enseña a cuidar tu imagen, tu prestigio, tu respetabilidad, hasta que finalmente te vuelves obsesivo, adiestrado, instruido, programado, entrenado en la hipocresía.

Así me lo han contado. El jefe de Martincho le llamó a su despacho muy enfadado. Le dijo:
-¡Martincho, esto es demasiado! ¡Es intolerable! He oído que ayer por la noche, después de la fiesta que tuvimos en la oficina, con motivo del aniversario de nuestra institución, cogiste una carretilla con alguien montado en ella y lo hiciste pasear por la calle principal del pueblo y por la plaza central. ¿No te das cuenta que haciendo eso dejas el prestigio de nuestra institución por los suelos?
Martincho contestó:
-Pues no le di importancia alguna, porque usted era el que iba en la carretilla. Los dos estábamos borrachos, así que no pensé que fuera cuestión de prestigio. De modo que, como lo has dicho, fuimos a dar una vuelta por la calle principal, estuvimos un buen rato en la plaza y, para que veas, la gente estaba muy feliz de verte así. ¡Se lo pasó en grande!

Cuando estás sano, eres una persona; cuando estás borracho, eres otra. Cuando estás sano vas detrás del prestigio, de la respetabilidad, cuidas tu imagen, tu apariencia, tu profesión, etc. Pero cuando estás borracho te olvidas de todo eso. ¿Qué clase de vida es esa? Pero así es como se entrena a la gente, en la hipocresía. Para entrenar a la gente en toda clase de estupideces se han creado los monasterios, los conventos, las cárceles, los orfanatos, los cuarteles, etc.

Si es así como funcionan las cosas, obviamente, te ves obligado a buscar un filtro de escape. En eso consiste la borrachera. La borrachera es un filtro de escape dentro de una sociedad represiva. Así que en una sociedad que se cree civilizada, de alta cultura, ortodoxa… la borrachera, no es sino algo absurdo y, evidentemente, el borracho dice y hace cosas absurdas, pero no obstante son verdaderas.

Escuché la siguiente anécdota: un borracho llegó de madrugada a su casa y comenzó a golpear la puerta vociferando:
-¡Ramera cabrona! ¡Ramera cabrona! ¡Ramera cabrona!
La mujer que estaba dentro, es decir, su esposa, escuchó los gritos y se asomó por la ventana de arriba e increpó al borracho, diciendo:
-¡Ya te dije que no me llamo ramera cabrona! Me llamo: ¡Ramona Cabrera!

En otra ocasión me contaron. Estaba un borracho meando en la calle. Se acerca un policía y le dice:
- ¡Oiga usted. Cien pesos de multa por mear en la calle!
El borracho mete su mano al bolsillo, saca un billete, mientras sigue meando. Luego dice al policía:
-¡Ahí tiene, usted!
El policía, en cuanto coge el billete dice:
- ¡Oiga, en vez de cien me has dado doscientos!
Y el borracho le contestó:
- Pues mi sargento, mee también usted.

Hay borrachos que demuestran mucha comprensión, hay borrachos fantásticos, hay borrachos sumamente carismáticos, hay borrachos auténticos, hay borrachos que en torno a sí crean, al parecer, un aura de humanidad profunda, pero también hay borrachos que, además de la borrachera, han adquirido otras patologías. Son violentos, son reaccionarios, son anárquicos, porque en una sociedad represiva e hipócrita, que cuida más su prestigio o su imagen, como la nuestra, de un nivel bajo de comprensión, son incomprendidos y a veces marginados. A menos que nazca un ser humano nuevo con un nivel de comprensión superior, que haya cambiado interiormente, no se podrá obligar al hombre dejar el alcohol mediante prohibiciones. En realidad todas las prohibiciones deben desaparecer de la geografía del inconsciente colectivo, porque cuando se prohíbe una cosa, lo prohibido adquiere un atractivo especial.

Los gobiernos y las religiones desde hace siglos han estado prohibiendo el alcohol y ¿qué es lo que ha conseguido? En realidad, nada. No sirvió de nada establecer prohibiciones pues, en la naturaleza, no existe prohibición alguna. Nada está prohibido en este mundo, nada es maligno, antes bien, todo es beneficioso. Si las prohibiciones funcionarían al cien por cien, de modo que todos los borrachos desaparecieran del mapa, el hombre se enloquecería y los manicomios rebalsarían de locos. Por eso digo que, en un mundo como éste, así como están las cosas, la borrachera es un filtro de escape, por donde entra un poco de aire natural y se ventila la casa. Quizá es la única manera de sobrevivir en una sociedad sumamente mecánica.

El alcohol necesita de parte del hombre un nivel superior de consciencia, esto es, un espíritu elevado ya que, sólo así, será beneficioso para la humanidad. No necesita normas de prohibición alguna. Es decir, el hombre tiene que estar a la altura del espíritu del alcohol, sólo así –el alcohol– será un medio para escalar niveles superiores de consciencia.

Por eso el alcohol puede ser perfectamente medicinal para una sociedad enferma física, psicológica y espiritualmente, porque ataca directamente a ese centro de perversión, de represión, creado por la civilización y que está ubicado en la mente humana, en el cerebro. Por ejemplo: si un marica reprimido bebe, todo saldrá a flote cuando esté embriagado; si un hombre se abstiene del sexo, cuando beba, perseguirá como un toro desesperado a las mujeres; si un hombre se abstiene de comer, cuando beba, se comerá hasta la uñas. De modo que todo lo reprimido saldrá a la luz cuando estés completamente embebido. Por eso es que los mahatmas, los santos, los gurús… tienen miedo del alcohol y la condenan porque la verdad les provoca miedo. Luego enseñan a la gente que el alcohol es malo y, por tanto, está prohibido tomar. Una religión auténtica debería preparar a la gente para disfrutar de las bondades que la madre existencia nos provee.

Una parábola china cuenta que sucedió una vez que de la mesa del rey cayó una botella de Whisky. La botella se rompió y el Whisky se derramó. Por la noche, tres ratones tuvieron acceso al sitio y se lamieron todo el Whisky. El primero dijo de inmediato:
-Sí, ahora voy a ir hasta el rey, al palacio, para ponerle en su sitio.
El segundo, se miró a sí y dijo:
-A mí no me preocupan los reyes. Yo seré ahora el emperador de toda la tierra.
Luego el tercero, quien tenía un poco más de chispa, intervino diciendo:
-¡Haced lo que queráis! Yo voy a ir al piso de arriba a hacerle el amor al gato.

Cuando el alcohol afecta el centro pervertido –o al sector reprimido– del cerebro, automáticamente, comienzas a hacer las cosas que siempre has deseado hacer o que jamás lo has hecho; tus alucinaciones pueden tornarse en realidades; tus fantasías tomarán fuerza para ser concretizadas o, en su defecto, lo que en realidad eres saldrá a la luz del día. En otras palabras se pondrá a flote aquello que, debido a las circunstancias y otros factores acaecidos en la sociedad donde vives, has venido reprimiendo por cuidar tu prestigio, tu respetabilidad o tu imagen.

¡No seas un farsante! ¡Deshazte del prestigio y de la respetabilidad! ¡Comienza a ser más natural frente a la vida y verás que todo lo que hay en ella es beneficioso para ti!


Khishka

DIÁLOGO DE DOS RANAS

(¡No te quedes confinado!)

Por circunstancias de la vida una rana llegó junto a un pozo, se zambulló en ella y se encontró con otra que vivía allí.
La rana del pozo preguntó:
-¿De dónde vienes?
La otra contestó:
-Del océano.
Preguntó la rana del pozo:
-¿Qué es eso?
La del océano contestó:
-Es un espacio más grande que este pozo.
La otra, cargada de sospecha, exclamó:
-¡No mientas!
Luego preguntó:
-¿Cómo puede haber algo más grande que este pozo?
La oceánica se rió y dijo:
-Es difícil decirlo porque no tengo un instrumento para medir lo grande que es.
La del pozo dijo:
-Bien, si es así, te daré la medida.
La ranita del pozo saltó un cuarto y otro, y otro, en el pozo. Luego preguntó:
-¿Es así de grande?
La otra soltó una carcajada y dijo:
-¡No! Definitivamente, no.
Entonces la del pozo saltó la mitad de su hábitat y preguntó:
-¿Es así de grande?
La oceánica contestó, haciendo muecas con la cabeza:
-¡No!
En vista de que era insuficiente, la ranita del pozo, saltó el pozo entero, y argumentó: –ahora no puedes decir que no. ¡Sería el colmo!
La otra contestó:
-Puede que te sientas ofendida, herida, pero lamento decirte que no.
La ranita del pozo, se sintió molesta y dijo:
-¡Lárgate de aquí, mentirosa! ¡No hay nada más grande que este pozo! ¡No me vengas con engaños!

Algunas aseveraciones: la cortedad de vista hace que conozcas sólo una mínima parte de la vida; teniendo a tu disposición la multidimencionalidad de la Existencia, quedas recluido en un solo recinto; teniendo en frente el cielo inmenso, te quedas confinado en una ideología religiosa o política.

¡Ten el coraje de aventurarte y conocer todos los rincones de la vida! Solo así tu vida se volverá oceánica y comprenderás la condición de un Cristo o un Buda. Tú mismo te tornarás testigo de lo inconmensurable, de la eternidad, de la infinitud, de la Totalidad y, cuando te encuentres con una ranita del pozo, derramarás sobre ella tu compasión. A menos que dejes los trucos que te han enseñado para ser partidario o miembro de un club, religioso o político, no podrás alcanzar la Suprema Libertad.


Khishka

LA ENSEÑANZA DEL CAMPESINO

(Tensión a la Unidad Suprema)

Toda la gente de un pueblo agricultor se quejaba de que, ese año, no tendrían buenas cosechas porque, según los pronósticos, no iba a llover y habría sequía.

Decían:

-El año pasado fue el mejor de los años. En cambio este año va a ser un completo fracaso.

Pero entre la multitud había uno que, a pesar del descontento de muchos, se sentía feliz. Entonces un periodista se acercó y le preguntó:

-Este año todo el pueblo se queja porque no tendrá buena cosecha. En cambio tú pareces muy diferente, se te ve muy feliz, despreocupado.
El campesino contestó:

-¿Quién soy yo para exigir a Dios? ¿Por qué tendría que quejarme? ¿Qué saco con quejarme?

El periodista dijo:

-Es que ¿acaso no te afecta la preocupación de tus paisanos? Todos dicen que el año pasado fue el mejor año. Y éste, en cambio, es el peor.

El campesino replicó:

-Para mi no hay mejor ni peor. Éste es el mejor de los años. Sí, no hay duda, es el mejor. ¿Por qué interferir a Dios en su trabajo?

No pudiendo entender la postura del campesino, el reportero se retiró de su presencia.

‘Dejar a Dios ser Dios’ es un requisito indispensable para estar asentado, enraizado o unido a la Existencia Total. Pero, entiéndase adecuadamente, Dios, aquí, no es una persona – o un nombre para justificar un tipo de negocio–, sino una hermosa palabra para expresar el conjunto de la Existencia Total.

Así que ‘la única manera de fundirse en la Existencia Total es siendo total’ –como ‘la única forma de unirse con la eterna creatividad es creando’–, es decir, cuando ríes totalmente, por un momento, experimentas la unidad; cuando lloras totalmente, por otro momento, experimentas la unidad; cuando amas totalmente, por algún momento, experimentas la unidad. Es así como lo eterno se hace instante en cada momento, y el instante se hacer eterno a cada momento. Por eso, en esa experiencia de unidad, ya no eres tú, te pierdes, sólo el Todo es. Estás empapado del Todo. Así tu vida es una constante tensión a la unidad; por eso te encanta reír; por eso te fascina llorar, por eso te apasiona hacer el amor, porque no eres ajeno al flujo del río existencial. Ríes totalmente, y se abren las puertas de la eterna alegría; lloras totalmente, y se abren las puertas del descanso eterno; amas totalmente, y se abre las puertas del infinito orgasmo existencial y vital.

El único problema, frente a tan hermosa y profunda realidad experimental, es la mente utópica que inventa proyectos, ideas, moralidades, esquematismos, clasificaciones, competencias, prejuicios de carácter ficticio.

En cambio la Unidad esencial, con el Todo, es un hecho experimental. ¡Ten el coraje de ser un testigo sideral y lo verás!


Khishka

sábado, 27 de febrero de 2010

PASCUAL


(La autoridad de una experiencia vital’)

Cierto joven, terminado el colegio, salió de su aldea a hacer estudios superiores en una famosa universidad. Estudió la carrera de agronomía en el lapso de cinco años. Todo un ingeniero titulado, volvió a su pueblo y, a la entrada de su terruño, se encontró con un hombre sentado a la orilla. Era un viejo amigo de su padre, cuya característica era su pobreza. El joven ingeniero –sabiendo que era tal– murmuró:
-Definitivamente, Don Pascual, me he dado cuenta que –en estos años de estudio– nos hace falta mucho conocimiento en materia de producción agrícola. En esta zona tan árida podemos producir incluso aquello que sólo se produce en el trópico.
El pobretón preguntó:
-¿Cómo será posible eso?
El especialista contestó:
-Haciendo unas carpas solares, unos invernaderos. Allí podremos producir tomates, sandías, y toda clase de cosas que no producimos normalmente aquí.
El campesino argumentó:
-Es verdad lo que dices, pero es poco respetuoso con la naturaleza. Dios, al crear al ser humano en cualquier lugar de la tierra, ha puesto también lo necesario para su sobrevivencia. ¿Para que forzar la naturaleza?

Ante tal respuesta quedó sin palabras el joven especialista, ya que la afirmación de Don Pascual no era teórica ni académica sino que nacía de una comunión experimental, profunda con la vida y la existencia. Y frente a la autoridad de la experiencia de Pascual, los cinco años de estudio del joven, se desvanecieron por completo.

Si hay algo ausente en nuestra cultura actual es, precisamente, el contacto consciente con la Vida y la Existencia. El pez en el mar no se preocupa por construir una teoría sobre el océano sino, simplemente, fluye en ella. Ese fluir brota de una profunda aceptación de su unidad esencial con el océano. Así pues, en lo que a espiritualidad se refiere, la aceptación es indispensable para fluir en la naturaleza.
Khishka

sábado, 30 de enero de 2010

EL COMPARTIR


(El secreto modo de hacer una convivencia armónica)

Cada ser humano llega a este mundo cargado de un gran tesoro, mejor, repleto de tesoros. Pero más del noventa y nueve por ciento de la gente los echa afuera por la borda o los oculta en el sótano donde termina pudriéndose. La sociedad en la que vivimos ha construido seres humanos estatuas, tallados con algún instrumento, cubiertos con la misma fachada, barnizados con el mismo barniz, medidos con el mismo barómetro, puestos en los mismo envases, programados para los mismos oficios. Por eso George Gurdjieff concluyó: ‘el hombre, tal como es, es una máquina’.

Ahora bien, si el hombre es máquina, tal como es, seguirá haciendo las mismas cosas que ha venido haciendo. El hombre sólo se convierte en hombre cuando se vuelve consciente y, con la consciencia, es decir, ese constante trabajo de asentarse en uno mismo, le hará no-mecánico, impredecible, libre. Cuando eres impredecible, alguien podrá insultarte y aún así podrás reírte, como nunca antes has reído; alguien podrá darte una cachetada y aún así podrás amarlo, como nunca antes has amado; alguien podrá escupirte y aún así podrás sentir agradecimiento hacia él, como nunca antes has sentido. Así podrás caer en la cuenta de que algo nuevo está surgiendo en ti, estás creando consciencia, te estas volviendo consciente. Todo esto supone un profundo trabajo individual.

Antes de hacer cualquier acción tendrás que profundizar en ti mismo, porque actuar significa ir hacia los demás, hacia fuera, hacia el exterior y alejarte de ti. Por tanto, lo primero es lo primero.

Escuché esta anécdota: Una mañana, la esposa de Jorge le dijo a su esposo:
-A noche, mientras dormías, me insultabas, me decías cosas, me maldecías. ¡Ahora te exijo una explicación!
Y Jorge dijo:
-Pero, ¿quién dice que yo estaba dormido? No estaba dormido. Son las cosas que quisiera decir, pero me las aguanto. No tengo valor para decirlas.

Eso es lo que ocurre cuando aguantas muchas cosas porque sabes, exactamente que, al salir demasiado, al proyectarte con demasía hacia fuera, te has convertido en una máquina y, una máquina, no hace sino lo que el piloto quiere que haga. Y es normal cuando tu cuerpo se relaje salga a la luz todo lo que has reprimido durante el día. Pero mientras encajar en los paradigmas de la masa suponga para ti un enorme sacrificio, sepultarte a ti mismo, aún te acostumbres en el oficio, no te convertirás sino en un títere. Ya no serás tú mismo. Y si ya no eres tú mismo, ¿cómo puede surgir de ti algo nuevo? ¿Cómo puede florecer en ti lo divino? ¡Imposible! La multitud es tu titiritero y tú eres su títere. La multitud jala los hilos y tú saltas, lloras, sufres, haces todo tipo de payasadas. Ahora has perdido tu alma propia; ya no eres libre; eres un esclavo; estás extraviado y lo normal será que termines asfixiado o, en su defecto, te suicides.

Proyectarse hacia fuera, actuar con referencia hacia el exterior, salir siempre de ti, son venenos para el alma. Pero caminar hacia dentro, hacia tu templo, hacia tu santuario, es algo muy sagrado, porque cada vez te asientas más, despiertas más, te iluminas más y más. Ya no eres tú. Eres tú el templo. Eres la Existencia.

Cuando tu eres el templo te haces más amoroso y recibes más amor; te haces más pacífico y recibes más paz; ahora puedes dar más porque tendrás mucho para dar; ahora podrás compartir, porque tendrás mucho que compartir. Simplemente comienza a mirar hacia dentro, escudríñalo, profundízalo, saboréalo, y encontrarás tu propio tesoro, ese gran tesoro con lo que has llegado a este mundo. Sólo cuando encuentres tu propio tesoro podrás compartirla, no antes. Pero si haces lo contrario, tu modo de compartir no será sino un disfraz, un acto político, un acto feo.

Me han contado esta anécdota. Una vez, en una aldea judía, se estaba muriendo un hombre místico muy querido.
Toda la aldea estaba preocupada por su muerte. Los médicos habían hecho todo lo posible para salvarlo, pero nada. Todos los intentos fueron vanos.
De modo que la autoridad religiosa reunió a la gente para el último quehacer: rezar. Pero eso tampoco parecía funcionar.
Finalmente el rabino dijo:
-Hermanos: sólo nos queda una cosa por hacer: donar nuestras vidas. Así que donemos algunos días o algunos años de nuestras vidas a este santo y, a nosotros, Dios no nos ayudará a menos que la hagamos.
Entonces alguien dijo:
-¡Yo, ofrezco cinco años!
Otro dijo a su vez:
-¡Yo, dono un año!
Alguno pronunció:
-¡Yo, dono un mes!
Un anciano dijo:
-A mí no me queda mucho, pero donaré un día.
Incluso hubo un avaro que dijo:
-Para mí la vida es riqueza, pero donaré un minuto. Un minuto no me afectará mucho.
Entonces, Martincho que no era judío, que estaba entre la gente se puso de pie y dijo:
-Yo donaré ¡veinte años!
Y todos tornaron su mirada hacia él. Un judío le jaló de su chompa, y dijo:
-¿Qué has dicho Martincho? ¿Estás loco? ¡Veinte años es demasiado! ¡Ni siquiera eres judío!
Y Martincho replicó:
-Pues ¡donaré de la vida de mi mujer! ¿Cuál es el problema? ¡Además me conviene!

Nadie está dispuesto a compartir porque la raíz intencional del ‘compartir’, conocido hasta ahora y exigida por las religiones, es errónea. No está asentado en las raíces profundas de la vida. Su asidero está fuera de la vida, esto es, en la ‘misericordia’, el ‘altruismo’, la ‘propaganda’, el ‘exhibicionismo’, por tanto, en la periferia de lo natural por responder a un mandato. En cada una de las sectas que exigen ‘compartir’ está escondida una determinada ideología, esto es, no son gente que se ha encontrado consigo mismo y con la vida, son gente que está esperando tributo y expansión de su ideología; son gente que está esperando indirectamente tu voto, tu aprobación, tus aplausos; son gente que indirectamente está hurgando tus bolsillos, porque de ese modo se sentirán fortalecidos para proteger la institución a quien representan. Habiendo todas esas cosas tendenciosas su compartir no es más que una farsa.

El verdadero compartir no es un acto político, no tiene nada que ver con el exhibicionismo, la competencia, la comparación o la autopromoción, porque no exige nada. Simplemente da, porque el árbol ha llegado a su madurez y ahora tiene los frutos maduros. Los da sin condiciones, en completa indiferencia; los da porque le ha llegado la hora a través del curso natural de la vida.


Ahora el encuentro es encuentro, ahora la fiesta es fiesta, ahora la comida es sacramento, ahora el darse la mano es oración, es ofrenda, ahora el hecho del ‘estar simple’ con alguien es una profunda celebración, ahora el abrazo es una fusión eterna; ahora el tesoro ha salido a la luz, se ha revelado, está desnudo; ahora es una flor; ahora se ha unido al Todo y se ha convertido en una convivencia armónica, ahora es el aroma de la vasta Existencia. El COMPARTIR, que surge desde el más absoluto egoísmo, es el secreto modo de hacer una convivencia armónica.


Khishka

LA LIBERTAD CREADORA


(Lo básico para crear un ‘hombre nuevo’)

Nasha era una mujer hermosa, muy valiente y muy peligrosa. Una mujer sabia. Era la abuela de un muchacho que, por circunstancias de la vida, fue criado por ella.

Un día, el chaval, quiso ir a jugar. Dijo a su madre, aunque en realidad era su abuela:

-Mamá, quiero ir a jugar.

Ella contestó:

-¿Cuánto de dinero necesitas?

El muchacho no supo decir cuánto y la abuela tuvo que darle cien pesos para que vaya a jugar, diciéndole:

-Ve a jugar donde quieras, pues todo se aprende con la experiencia.

Posteriormente, cuando apenas tenía tan solo once años, el muchacho presentó otra petición:

-Mamá, quiero beber vino.

Ella respondió:

-Adelante, ahí tienes todo el vino que quieras.

Ella misma fue a la despensa, trajo una botella de vino, la destapó y dijo al muchacho:

-Si te falta, la despensa está abierta.

El muchacho –al ver que su abuela siempre iba por delante y no tenía el menor reparo sobre lo que él pedía–, con toda confianza, tomó un vaso, se sirvió y bebió pero, tras el primer sorbo, sintió un rudo desencanto por el sabor del vino que, con gusto, solía beber su abuelo después de cada comida.

Luego, después de unos días, solicitó otra cosa. Dijo a la anciana:

-Mamá, quiero fumar.

Ella –sin imponer resistencia alguna o como si fuera algo tan natural que un muchacho pida– contestó:

-Está bien, pero fuma aquí en casa. Pues si fumas entre la gente, puede que a otros les disguste. Así que fuma aquí, todo lo que quieras. Yo te proporcionaré los cigarros.

Entonces el chaval comenzó a fumar hasta que un día dijo:

-¡Basta! Ya no necesito fumar.

Y, desde ese momento, dejó de fumar para siempre.

Luego como la madre no tenía ninguna afinidad religiosa, no iba los domingos al templo como la gente común lo hacía. Al parecer, solo estaba interesado por el crecimiento de su nieto. Por eso todo lo que ella hacía –en cuestión de religión– era sentarse en silencio a la sombra de la higuera, sola, absolutamente sola. El muchacho, algunas veces, solía acompañarla en ciertas sesiones. Y, con el tiempo, él, también, aprendió a respetar por sí mismo el silencio de la anciana.

En otra ocasión, el muchacho, adquirió una nueva costumbre, la de frecuentar un templo católico los días domingos. Pero solía visitar con una finalidad muy particular: la de robar las piedras preciosas que la gente acostumbraba dejar junto a los candelabros. Las piedras preciosas no eran otra cosa que ofrendas destinadas a formar parte de los tesoros del templo y del que sólo podía disponer el párroco en caso de grandes necesidades. Un día, el cura de la iglesia, le encontró con las manos en la masa; le llevó a la presencia de su abuela para presentar formalmente la denuncia; acusó al muchacho de ‘ladrón de cosas sagradas’; y le pidió un castigo severo. Pero la abuela replicó:

-¿Castigarle? ¡Eso si que no, señor cura! Puedo castigarme a mí, pero no a mi hijo. ¿A cuanto equivalen sus robos? Se lo pagaré. El cura detalló el precio, y ella devolvió en efectivo su equivalente a los tesoros robados. Una vez arreglado el asunto, el funcionario se fue completamente desconcertado.

Pasado unos días, estando en colegio, el vástago escuchó hablar a sus compañeros a cerca de una prostituta famosa que había llegado al pueblo. Él, muerto de curiosidad, preguntó a su madre:

-Mamá, ¿qué es una prostituta?

Ella respondió:

-Prefiero que tú mismo la veas. ¿Cuánto cuesta la entrada para ir a verla? –Interrogó, porque sabía muy bien de qué se trataba–.

El muchacho contestó:

-Cincuenta pesos.

Ella insistió:

-Ve a verla, y puedes volver a la hora que quieres. La puerta estará abierta, pero cuando vuelvas, por favor, asegúrela.

La abuela le dio los cincuenta pesos y el muchacho fue a ver la demostración de la prostituta. En aquella cultura, las prostitutas, acostumbraban a hacer una especie de preparatoria o preámbulo con cantos y bailes, antes de recibir a sus clientes. Llegado la hora, el muchacho se dio cita al lugar y vio que el canto y el baile ofrecido por la mujer eran de una categoría tan baja, y la mujer era tan fea que le dio náuseas. Y vomitó… Luego, no quedando otra alternativa, volvió pronto a casa. Allí, la abuela preguntó:

-¿Por qué has vuelto tan temprano?

El muchacho contestó:

-¡Porque me resultó una presentación nauseabunda!

El niño pedía y la abuela concedía. Esa era la lógica que reinaba en el hogar. La madre siempre estaba dispuesta a darle todo lo que pedía el muchacho, nunca impuso una prohibición; nunca interfirió en su camino; nunca truncó alguna intención; nunca frustró la potencialidad del muchacho que se manifestaba en forma de gustos, peticiones y deseos… Incluso estaba dispuesta a ir con él donde sea, aunque fuera a la cárcel –si fuera necesario–, pues sabía que sólo la experiencia propia podía colaborar al crecimiento del chico y al desarrollo de su potencialidad. Sin duda, la anciana, la Gran Madre, era una mujer de gran intuición.

En ese ambiente de absoluta libertad, en un ambiente sin prohibiciones de ninguna naturaleza, floreció el hombre más bello del universo. Aquel contexto hizo de él un joven capaz de transformar su libertad en una consciencia pura. Y cuando fue haciéndose mayor logró desarrollar una consciencia aguda tal que nada ni nadie, venido del exterior, podía determinarla. Él se convirtió, simplemente, en un espejo que reflejaba el rostro de cualquiera que se le acerque. Es así como se abrió su propio sendero. Luego comenzó a derramar sabiduría, eternidad, celebración y bendición para los suyos.

Por eso, ésta es mi apuesta: no creas ni lo que dicen ni lo que te cuenten los demás; no creas lo que dicen los libros, por adorables que fueran; no creas en nada y a nadie, sino lo que sabes por experiencia propia. Hay una sola forma de saber, esto es, cuando lo experimentas tú mismo. Pero justo ahí es donde los padres se vuelven nauseabundos porque están dando órdenes constantemente. La autoridad siempre provocará náuseas en los seres de inmensa cordura e inteligencia.


Todo niño es la reencarnación de Dios. Al niño se le debería respetar por encima de todo, se debería dar la oportunidad de crecer y de ser, no de acuerdo a ti sino de acuerdo a su propio potencial. Nadie debería prohibirle; nadie debería enseñar su propia religión, ni costumbre, ni ideología, ni moral, ni nada que sea suyo. Enseñar al niño todas esas cosas son actitudes irrespetuosas y, al mismo tiempo, irreligiosas. Para el niño se debería tener siempre las puertas abiertas, porque sólo así él podrá implementar su propio modo de ser religioso porque con cada niño que llega a este mundo, llega una nueva religión, un nuevo modo de estar en contacto con el Todo Cósmico. Esto es lo básico para crear un hombre nuevo, un hombre cósmico, universal, total, que aporta dicha, felicidad y alegría a la Existencia Global.


Khishka