(Una metáfora del hombre posmoderno)
En las laderas de una carretera había una granja enorme cuyo espacio contaba con unos pozos de agua dulce y cristalina. Los pozos solían ser celosamente cuidados y protegido por el dueño, pues del cuidado dependía la salud de las aves de la granja. Pero un día, el granjero, decidió celebrar un gran banquete familiar sacrificando al rey de la granja, el gallo. Y así como, al ave, le llegó su hora pues, además, era preciso renovar. Y así fue.
Pasado el banquete, el granjero, fue al mercado para conseguir un nuevo gallo. Encontró uno y compró. Cincuenta monedas fue el costó del nuevo rey del gallinero.
Llevó a la granja, le presentó a las gallinas ponedoras y todas se alborotaron por el nuevo galán del corral. El gallo hizo lo de siempre con ellas y terminó sumamente agotado y sediento. Entonces buscó agua e intuyendo, que había en los pozos del gallinero, se acercó al primero, se asomó vio su propio rostro reflejado en el agua e inmediatamente supuso que (su propio reflejo) no era sino un contrincante. Por eso se resistió a tomarla y decidió posponer su sed.
Luego se dirigió hacia el otro pozo y en cuanto se asomó a él, vio que el mismo enemigo estaba desafiantemente allí y quedó espantado. Después se condujo hacia la otra noria pero también contenía el supuesto enemigo. Le hirvió la sangre, le chasqueó y, el otro, como hacía exactamente lo mismo, terminó huyendo porque estaba desgastado y la sed se hacía aún más inaguantable.
Finalmente dio con el último pozo, no había otra alternativa. Y, como ya era costumbre, de nuevo se encontró con el rival. Pero esta vez no se sustrajo más y reunió fuerzas, estiró las alas, chasqueó el cuello, se llenó de furia y comenzó la pelea con su propio reflejo. Con un brinco se zambulló en el bache y terminó devorado por las aguas de la poza.
El joven gallo es la metáfora perfecta del ‘hombre posmoderno’. Occidente ha agotado su combustible espiritual. Ese combustible, ahora, es un producto de mercado administrado por un grupo de acomplejados, enfermos mentales y posesivos. La espiritualidad se ha vuelto monopolio de algunas instituciones oficialmente reconocidas, cuyos ministros han implantado una indigencia espiritual generando cientos de profetas, Mesías, pastores…
Te lo digo así porque he visto un ave y cientos, enjaulados, y yo solo estoy intentando desatar tus cadenas y abrirte la puerta para que tú, por cuenta y riesgo propio, emprendas tu rumbo natural. No soy maestro ni misionero, solo soy el portero de la inmensidad y de la libertad… Puede que no te hayas dado cuenta de tu estado tan indigente y sigues luchando con tu propia imagen, de repente ya te estás ahogándote, pero aquí tienes un salvavidas y un vote, aún estás a tiempo de deshacerte de las herencias podridas de tu sociedad y tu supuesta religión.
He ahí lo esencial, lo genuino, lo real, es decir, Tu Ser, siempre sagrado. Eso quiero mostrarte en el tejido vasto de la Existencia infinita. ¡Aleluya!
En las laderas de una carretera había una granja enorme cuyo espacio contaba con unos pozos de agua dulce y cristalina. Los pozos solían ser celosamente cuidados y protegido por el dueño, pues del cuidado dependía la salud de las aves de la granja. Pero un día, el granjero, decidió celebrar un gran banquete familiar sacrificando al rey de la granja, el gallo. Y así como, al ave, le llegó su hora pues, además, era preciso renovar. Y así fue.
Pasado el banquete, el granjero, fue al mercado para conseguir un nuevo gallo. Encontró uno y compró. Cincuenta monedas fue el costó del nuevo rey del gallinero.
Llevó a la granja, le presentó a las gallinas ponedoras y todas se alborotaron por el nuevo galán del corral. El gallo hizo lo de siempre con ellas y terminó sumamente agotado y sediento. Entonces buscó agua e intuyendo, que había en los pozos del gallinero, se acercó al primero, se asomó vio su propio rostro reflejado en el agua e inmediatamente supuso que (su propio reflejo) no era sino un contrincante. Por eso se resistió a tomarla y decidió posponer su sed.
Luego se dirigió hacia el otro pozo y en cuanto se asomó a él, vio que el mismo enemigo estaba desafiantemente allí y quedó espantado. Después se condujo hacia la otra noria pero también contenía el supuesto enemigo. Le hirvió la sangre, le chasqueó y, el otro, como hacía exactamente lo mismo, terminó huyendo porque estaba desgastado y la sed se hacía aún más inaguantable.
Finalmente dio con el último pozo, no había otra alternativa. Y, como ya era costumbre, de nuevo se encontró con el rival. Pero esta vez no se sustrajo más y reunió fuerzas, estiró las alas, chasqueó el cuello, se llenó de furia y comenzó la pelea con su propio reflejo. Con un brinco se zambulló en el bache y terminó devorado por las aguas de la poza.
El joven gallo es la metáfora perfecta del ‘hombre posmoderno’. Occidente ha agotado su combustible espiritual. Ese combustible, ahora, es un producto de mercado administrado por un grupo de acomplejados, enfermos mentales y posesivos. La espiritualidad se ha vuelto monopolio de algunas instituciones oficialmente reconocidas, cuyos ministros han implantado una indigencia espiritual generando cientos de profetas, Mesías, pastores…
Te lo digo así porque he visto un ave y cientos, enjaulados, y yo solo estoy intentando desatar tus cadenas y abrirte la puerta para que tú, por cuenta y riesgo propio, emprendas tu rumbo natural. No soy maestro ni misionero, solo soy el portero de la inmensidad y de la libertad… Puede que no te hayas dado cuenta de tu estado tan indigente y sigues luchando con tu propia imagen, de repente ya te estás ahogándote, pero aquí tienes un salvavidas y un vote, aún estás a tiempo de deshacerte de las herencias podridas de tu sociedad y tu supuesta religión.
He ahí lo esencial, lo genuino, lo real, es decir, Tu Ser, siempre sagrado. Eso quiero mostrarte en el tejido vasto de la Existencia infinita. ¡Aleluya!
Khishka