domingo, 28 de febrero de 2010

LA BORRACHERA

(Un filtro de escape)

Una tarde dos borrachos estuvieron discutiendo frente a un avión, un avión de reliquia, puesta en una avenida y muy bien protegida por el alambrado. El dilema de los borrachos era cómo hacer volar el avión que, según su parecer, estaba inútilmente puesto allí.

Uno de ellos se las daba de piloto, decía que ‘era igual que manejar un coche’, casi igual y, como él se decía chofer, entonces no había mucho problema, ‘podría hacer volar’. El otro estaba más interesado en conseguir un motor nuevo para habilitar el avión, sabía algo de mecánica. En eso pasaba Pepito, recién llegado del campo, casi perdido en la urbe. Se detuvo mirando al avión reliquia, y, en eso, pasó volando otro. Entonces se acercó a los borrachos y les preguntó: ‘dónde podía ver más detalladamente esa enorme ave que acababa de pasar por el espacio’.

Ellos contestaron, habiendo tomado en cuenta el interés del muchacho, ‘que fuera al aeropuerto’ explicándole que, eso, no era ningún ave sino un avión. Entonces Pepito tomó un taxi y se dirigió al aeropuerto y cuando llegó allí, los gendarmes lo detuvieron y, al ver al niño de aspecto reluciente, preguntaron:

-¿Y tú por qué estás solito aquí? ¿De dónde has llegado? ¿Y tus padres?
Él contestó:
-Mis padres son campesinos, viven en el campo.
Ellos replicaron:
-¿Y cómo llegaste aquí, a la ciudad, sólo? Eso no les está permitido a los menores de edad.
El niño dijo mirando en dirección del avión:
-Y yo, ¿qué culpa tengo? Yo llegué por equivocación y ahora la estoy aprovechando al mínimo para conocer ese animal que vuela tan alto.
Entonces uno de los gendarmes replicó:
-Eso no es un animal, es una máquina, se llama avión.
Y Pepito preguntó:
-¿Entonces, por qué vuela?
Ellos dijeron –con tono burlesco– porque tiene alas.
Pepito replicó:
-Si tiene alas es un animal. Además leí en mi libro de Segundo ‘Las quejas de los cóndores’ que decían –mirando eso que ustedes llaman avión– ‘que aquellas aves eran demasiado grandes, que ponían huevos en las montañas más altas, donde ellos jamás podían tener acceso’. Y, además, estaban preocupados porque ellos habían dejado de ser el ‘rey de las aves y de las montañas’. Así que ustedes me quieren engañar diciendo que son máquinas y se llaman aviones. Son unos mentirosos.

Los gendarmes, viendo que se trataba de un niño bastante complicado, se fueron disimuladamente pero sin perderlo de vista. Pepito se acercó a los aviones y los observó detalladamente. Vio cómo la gente se subía a ella, como otros subían las maletas y toda clase de cosas. Luego tuvo la suerte de observar cómo echaba a volar. Le parecía increíble la escena.
Luego salió del aeropuerto y se dirigió al mercado donde se encontró con un conocido y éste le preguntó:
-Pepito ¿qué haces aquí?
Él contestó:
-Aprovechando mi equivocación, pues cuando vuelva a casa, mis padres otra vez me van a decir: Pepito esto no, aquello no; no salgas a la calle; haz tus tareas, etc. Eso cansa ¿verdad? –preguntó–.

Mientras tanto, era evidente que sus padres la buscaron por todo el pueblo y Pepito no aparecía. Estuvieron muy preocupados, sobre todo su madre, ya que nunca antes había salido de casa. Pero el día que regresó sano y salvo, muchos le preguntaron dónde ha estado. Y él les contestaba:
-De casualidad, estuve en la ciudad. Fui a ver unos animales que se llaman ‘aviones’.
-¿Aviones? –Murmuró la gente–. Y preguntaron al chavalín:
-¿Qué es eso de aviones?
Él contestó:
-Son unas enormes aves de metal.
Ellos preguntaron:
-Entonces ¿vuelan?
Él les contestó:
-Sí que vuelan.
Siguieron:
-¿Tienen picos?
Él respondió:
-Por su puesto, tienen picos, aunque no tan notables.
Ellos insistieron:
-¿Comen?
Él les dijo:
-Sí, comen.
Uno preguntó:
-¿Qué comen?
Pepito le contestó:
-Comen gente y beben un líquido que se llama gasolina.
Ellos preguntaron:
-¿Tienen barriga?
Pepito contestó:
-Sí que tiene. Una barriga enorme con unos agujeros iguales.

Tantas preguntas y nadie podía tener la menor idea de cómo eran esas aves enormes que, supuestamente, se llamaban ‘aviones’. A todo el mundo les parecía un animal feroz, extraño, jamás visto, y que no cabía en sus esquemas imaginarios.

‘Cuando estás borracho estás borracho’, totalmente inconsciente, como un niño o como un animal. Ya no eres tú, tu ego está por los suelos. ¡Se fue por el escaparate! ¡Ahora se esfumaron todas las limitaciones! ¡Ahora, recién, pareces absolutamente libre! En cambio el niño es niño, es inconsciente, transparente, inocente, su vocabulario y su punto de vista es bastante reducido, pero no lo está a causa del desequilibrio provocado por alguna droga sino por su condición natural. La borrachera es algo provocado, no es natural, pero te devuelve cierta inocencia aunque, con el alcohol, en realidad, caes incluso por debajo de la animalidad. Por eso, el borracho, cambia de personalidad, hace un giro de ciento ochenta grados. Si de sano una persona es así, de borracho será absolutamente distinto, es decir, será la otra cara de la moneda.

A propósito de borrachos: un amigo, escritor y humorista, italiano, me contó – por su puesto antes de interrogarme– que: si se emborrachaba a un holandés, lo primero que haría es abalanzarse sobre la comida y por nada abandonaría la mesa: tomaría un vaso de bebida y se la pasaría comiendo dos o tres horas, mientras dure la borrachera; en cambio un francés, cuando bebe, comenzaría a bailar y a beber sin control; pero un inglés se sentará sólo, en un rincón, ya que, normalmente, los ingleses son callados cuando se emborrachan, se sienten más apagados –concluía–.
Luego me preguntó:
-¿Qué pasa cuando un boliviano bebe demasiado?
Yo le dije que:
-Cuando un boliviano se emborracha, inmediatamente, comienza a sermonear a cualquiera que encuentre cerca, se torna quejumbroso; además, se vuelve poderoso, provocador y comienza a desafiar a todos. Esa es la característica del borracho boliviano.

Sin embargo, aterrizando un poco más, alguien se dio la molestia de clasificar en tres etapas el proceso de la borrachera en Bolivia: la etapa del tigre, la del mono, y la del cerdo. La primera tiene que ver con el comienzo, es decir, comienza hecho un tigre, no habrá nadie mejor que él en el beber. Uno se siente erguido, valiente, gallardo, macho, capaz, etc. como suelen decir. La segunda tiene que ver con las payasadas o cosas sinsentido que uno comienza a hacer, toda vez que han comenzado a subir los grados de alcohol a la cabeza. La tercera tiene que ver con la pérdida total del control. En esta etapa el individuo se revuelca en su propio vómito, sus eses; tumbado, puede dormir expuesto al sol en medio del estiércol.

Aunque al final, la borrachera, parece tener un desenlace desastroso, es sin embargo un punto de escape a la autenticidad. Es decir, si no eres auténtico de sano lo puedes ser de borracho. De borracho uno se muestra tal como es. Por eso los borrachos parecen auténticos, son más honestos, son más vírgenes, inocentes, extáticos, a causa del cambio químico propiciado por el alcohol. Algunos son muy experimentados en el asunto y suelen instruir muy ingenuamente a sus novatos.
Ocurrió una vez que Martincho y su amigo estaban bebiendo en un Pub. Salieron del lugar completamente borrachos. El amigo, que era novato, a comparación de Martincho, un experimentado bebedor, dijo:
-Ahora soy incapaz de ver, incapaz de escuchar, no puedo ni siquiera sostener mis pies, ¿cómo voy a llegar a casa? Por favor dirígeme, ¿cómo llegaré a mi casa?
Martincho contestó:
-Ponte a caminar por esta calle y llegarás a un punto donde ésta se parte en dos, uno va hacia la izquierda y otro a la derecha.
El otro dijo:
-¿Luego?
Martincho concluyó:
-Toma la izquierda, porque el de la derecha no existe. Muchas veces he tomado ese camino, pero jamás logré llegar a mi casa. Te lo digo como hombre muy experimentado. Así que toma la izquierda y llegarás a casa.

Tienes que estar bien borracho para comprender semejante consejo dado por un experimentado bebedor como Martincho. Estas lógicas funcionan en un nivel muy bajo, muy debajo de la animalidad, ya que a causa de la química fundamental, es cuando uno está equilibrado o en un nivel humano o subhumano. Y cuando esa química está alterado o desequilibrado puedes estar seguro de que surgirá de por sí una lógica distinta a la que se cultiva en una sociedad reprimida como la nuestra, donde la única manera de ser auténtico parece ser estando borracho.

Una vez fui a visitar a Martincho y le encontré enseñando a su hijo la primera lección del beber. El hijo preguntaba:
-Papá, ¿cuándo se debe dejar de beber?
Y él daba la siguiente respuesta:
-Observa aquella mesa. Hay cuatro personas sentadas. Cuando empieces a ver ocho, ¡déjalo!
El hijo contestó:
-Pero papá, ¡si solamente hay dos personas sentadas!

Así es como ocurre. Cuando estás borracho comienzas a distorsionar todo, cambias completamente. Te olvidas de la respetabilidad y por fin eres libre. De ahí que, tanto el alcohol como la droga, se vuelven atractivos y cotizados para la multitud que vive en una sociedad reprimida. Sin embargo todas las bebidas y todas las drogas son absolutamente inocentes y, como tales, están a tu disposición, no son buenos ni malos, son simplemente producto de la creatividad humana. La bebidas están para degustar, para disfrutar, ya que todas ellas están elaboradas por personas que quisieron traer un poco más de alegría a este mundo condicionado y repremido a nivel físico, psicológico y espiritual. Las personas que las han elaborado inicialmente han sido las gentes más carismáticas, más extáticas, más festivas que, al entrar en contacto con la Naturaleza y la Existencia, han experimentado el orgasmo existencial más grande que se puede dar en la vida. Esa capacidad de entrar en contacto os ha hecho capaces de extraer el espíritu de las cosas.

Todas las cosas que existen en este mundo conllevan en sí, según su naturaleza, su espíritu. Asimismo cada ser vivo lleva en si su espíritu, llámese también divinidad. En la historia de la humanidad hubo mucha gente que supo extraer el espíritu de las cosas y, por eso, han sido reconocidos como grandes genios. Pero son muy pocos los que han logrado transformarse a sí mismos. ¡Son contados como los dedos de nuestras manos! Pero esa genialidad no está reservada a unos cuantos sino que reside en cada ser humano, pero por varias razones ha sido adormecida por la mal llamada civilización, por la mal llamada religión, pues religión no es otra cosa sino entrar en contacto con la totalidad existencial. Aquel individuo que por primera vez fabricó el vino, por decir así, no era sino un hombre muy religioso. El religioso es aquel que crea y su acto de zambullirse en el mundo de la creatividad es su religión. La religión no tiene nada que ver con cosas muertas como los ritos, costumbres, rezos, mantras y demás formalismos repetitivos que se hacen en las iglesias, mezquitas, gurutwaras... Estas no son más que supersticiones.

La estimada civilización actual está asentada sobre unos paradigmas erróneos, donde parecen tan imprescindibles los políticos, los sacerdotes, los abogados, los médicos, los periodistas, en fin toda esa maraña de timadores. Mientras el ser humano esté necesitado de estas entidades no podemos hablar de una civilización auténtica… porque éstos no manifiestan sino nuestra condición de subhumanos. Son ellos los que han creado una sociedad hipócrita, supersticiosa, un tipo de personaje que cuida más su imagen, su prestigio y enseñan a otros toda clase de estupideces o a ser como ellos.

Esto ocurrió en un convento. Un grupo de novicios decidió salir de noche a una fiesta de cumpleaños sin el permiso del formador, a escondidas. El formador o el maestro solía ser una persona muy particular. Así que iba al jardín todas las noches a hacer sus prácticas de meditación a cierta hora, pero de estas habilidades no estaban enterados los novicios.

Terminada la fiesta los novatos volvieron a cierta hora de la madrugada, mientras el maestro estaba en el jardín invisiblemente haciendo lo suyo. Los muchachos, muy precavidos, entraron uno por uno al convento por la puerta del jardín y, en cuanto entró el último novicio, quien estaba un poco más embebido que los otros, se olvidó de cerrar la puerta que daba a la calle. Y como el maestro estaba muy cerca, viendo lo que ocurría y que la puerta se quedaba abierta, prenunció: –¡el último cierra la puerta!–.

Todos los novicios, escuchando la voz del maestro, quedaron despavoridos y, se retiraron completamente sorprendidos a sus aposentos.

Ese es el justo método para crear gente hipócrita. La sociedad da su dictamen, te dice: haz esto, has aquellos, has lo otro y demás. No puedes hacer nada fuera de lo que está establecido, fuera de lo que cabe dentro de los límites del prestigio. Ni siquiera puedes pensar diferente. Así es como se te enseña a cuidar tu imagen, tu prestigio, tu respetabilidad, hasta que finalmente te vuelves obsesivo, adiestrado, instruido, programado, entrenado en la hipocresía.

Así me lo han contado. El jefe de Martincho le llamó a su despacho muy enfadado. Le dijo:
-¡Martincho, esto es demasiado! ¡Es intolerable! He oído que ayer por la noche, después de la fiesta que tuvimos en la oficina, con motivo del aniversario de nuestra institución, cogiste una carretilla con alguien montado en ella y lo hiciste pasear por la calle principal del pueblo y por la plaza central. ¿No te das cuenta que haciendo eso dejas el prestigio de nuestra institución por los suelos?
Martincho contestó:
-Pues no le di importancia alguna, porque usted era el que iba en la carretilla. Los dos estábamos borrachos, así que no pensé que fuera cuestión de prestigio. De modo que, como lo has dicho, fuimos a dar una vuelta por la calle principal, estuvimos un buen rato en la plaza y, para que veas, la gente estaba muy feliz de verte así. ¡Se lo pasó en grande!

Cuando estás sano, eres una persona; cuando estás borracho, eres otra. Cuando estás sano vas detrás del prestigio, de la respetabilidad, cuidas tu imagen, tu apariencia, tu profesión, etc. Pero cuando estás borracho te olvidas de todo eso. ¿Qué clase de vida es esa? Pero así es como se entrena a la gente, en la hipocresía. Para entrenar a la gente en toda clase de estupideces se han creado los monasterios, los conventos, las cárceles, los orfanatos, los cuarteles, etc.

Si es así como funcionan las cosas, obviamente, te ves obligado a buscar un filtro de escape. En eso consiste la borrachera. La borrachera es un filtro de escape dentro de una sociedad represiva. Así que en una sociedad que se cree civilizada, de alta cultura, ortodoxa… la borrachera, no es sino algo absurdo y, evidentemente, el borracho dice y hace cosas absurdas, pero no obstante son verdaderas.

Escuché la siguiente anécdota: un borracho llegó de madrugada a su casa y comenzó a golpear la puerta vociferando:
-¡Ramera cabrona! ¡Ramera cabrona! ¡Ramera cabrona!
La mujer que estaba dentro, es decir, su esposa, escuchó los gritos y se asomó por la ventana de arriba e increpó al borracho, diciendo:
-¡Ya te dije que no me llamo ramera cabrona! Me llamo: ¡Ramona Cabrera!

En otra ocasión me contaron. Estaba un borracho meando en la calle. Se acerca un policía y le dice:
- ¡Oiga usted. Cien pesos de multa por mear en la calle!
El borracho mete su mano al bolsillo, saca un billete, mientras sigue meando. Luego dice al policía:
-¡Ahí tiene, usted!
El policía, en cuanto coge el billete dice:
- ¡Oiga, en vez de cien me has dado doscientos!
Y el borracho le contestó:
- Pues mi sargento, mee también usted.

Hay borrachos que demuestran mucha comprensión, hay borrachos fantásticos, hay borrachos sumamente carismáticos, hay borrachos auténticos, hay borrachos que en torno a sí crean, al parecer, un aura de humanidad profunda, pero también hay borrachos que, además de la borrachera, han adquirido otras patologías. Son violentos, son reaccionarios, son anárquicos, porque en una sociedad represiva e hipócrita, que cuida más su prestigio o su imagen, como la nuestra, de un nivel bajo de comprensión, son incomprendidos y a veces marginados. A menos que nazca un ser humano nuevo con un nivel de comprensión superior, que haya cambiado interiormente, no se podrá obligar al hombre dejar el alcohol mediante prohibiciones. En realidad todas las prohibiciones deben desaparecer de la geografía del inconsciente colectivo, porque cuando se prohíbe una cosa, lo prohibido adquiere un atractivo especial.

Los gobiernos y las religiones desde hace siglos han estado prohibiendo el alcohol y ¿qué es lo que ha conseguido? En realidad, nada. No sirvió de nada establecer prohibiciones pues, en la naturaleza, no existe prohibición alguna. Nada está prohibido en este mundo, nada es maligno, antes bien, todo es beneficioso. Si las prohibiciones funcionarían al cien por cien, de modo que todos los borrachos desaparecieran del mapa, el hombre se enloquecería y los manicomios rebalsarían de locos. Por eso digo que, en un mundo como éste, así como están las cosas, la borrachera es un filtro de escape, por donde entra un poco de aire natural y se ventila la casa. Quizá es la única manera de sobrevivir en una sociedad sumamente mecánica.

El alcohol necesita de parte del hombre un nivel superior de consciencia, esto es, un espíritu elevado ya que, sólo así, será beneficioso para la humanidad. No necesita normas de prohibición alguna. Es decir, el hombre tiene que estar a la altura del espíritu del alcohol, sólo así –el alcohol– será un medio para escalar niveles superiores de consciencia.

Por eso el alcohol puede ser perfectamente medicinal para una sociedad enferma física, psicológica y espiritualmente, porque ataca directamente a ese centro de perversión, de represión, creado por la civilización y que está ubicado en la mente humana, en el cerebro. Por ejemplo: si un marica reprimido bebe, todo saldrá a flote cuando esté embriagado; si un hombre se abstiene del sexo, cuando beba, perseguirá como un toro desesperado a las mujeres; si un hombre se abstiene de comer, cuando beba, se comerá hasta la uñas. De modo que todo lo reprimido saldrá a la luz cuando estés completamente embebido. Por eso es que los mahatmas, los santos, los gurús… tienen miedo del alcohol y la condenan porque la verdad les provoca miedo. Luego enseñan a la gente que el alcohol es malo y, por tanto, está prohibido tomar. Una religión auténtica debería preparar a la gente para disfrutar de las bondades que la madre existencia nos provee.

Una parábola china cuenta que sucedió una vez que de la mesa del rey cayó una botella de Whisky. La botella se rompió y el Whisky se derramó. Por la noche, tres ratones tuvieron acceso al sitio y se lamieron todo el Whisky. El primero dijo de inmediato:
-Sí, ahora voy a ir hasta el rey, al palacio, para ponerle en su sitio.
El segundo, se miró a sí y dijo:
-A mí no me preocupan los reyes. Yo seré ahora el emperador de toda la tierra.
Luego el tercero, quien tenía un poco más de chispa, intervino diciendo:
-¡Haced lo que queráis! Yo voy a ir al piso de arriba a hacerle el amor al gato.

Cuando el alcohol afecta el centro pervertido –o al sector reprimido– del cerebro, automáticamente, comienzas a hacer las cosas que siempre has deseado hacer o que jamás lo has hecho; tus alucinaciones pueden tornarse en realidades; tus fantasías tomarán fuerza para ser concretizadas o, en su defecto, lo que en realidad eres saldrá a la luz del día. En otras palabras se pondrá a flote aquello que, debido a las circunstancias y otros factores acaecidos en la sociedad donde vives, has venido reprimiendo por cuidar tu prestigio, tu respetabilidad o tu imagen.

¡No seas un farsante! ¡Deshazte del prestigio y de la respetabilidad! ¡Comienza a ser más natural frente a la vida y verás que todo lo que hay en ella es beneficioso para ti!


Khishka

DIÁLOGO DE DOS RANAS

(¡No te quedes confinado!)

Por circunstancias de la vida una rana llegó junto a un pozo, se zambulló en ella y se encontró con otra que vivía allí.
La rana del pozo preguntó:
-¿De dónde vienes?
La otra contestó:
-Del océano.
Preguntó la rana del pozo:
-¿Qué es eso?
La del océano contestó:
-Es un espacio más grande que este pozo.
La otra, cargada de sospecha, exclamó:
-¡No mientas!
Luego preguntó:
-¿Cómo puede haber algo más grande que este pozo?
La oceánica se rió y dijo:
-Es difícil decirlo porque no tengo un instrumento para medir lo grande que es.
La del pozo dijo:
-Bien, si es así, te daré la medida.
La ranita del pozo saltó un cuarto y otro, y otro, en el pozo. Luego preguntó:
-¿Es así de grande?
La otra soltó una carcajada y dijo:
-¡No! Definitivamente, no.
Entonces la del pozo saltó la mitad de su hábitat y preguntó:
-¿Es así de grande?
La oceánica contestó, haciendo muecas con la cabeza:
-¡No!
En vista de que era insuficiente, la ranita del pozo, saltó el pozo entero, y argumentó: –ahora no puedes decir que no. ¡Sería el colmo!
La otra contestó:
-Puede que te sientas ofendida, herida, pero lamento decirte que no.
La ranita del pozo, se sintió molesta y dijo:
-¡Lárgate de aquí, mentirosa! ¡No hay nada más grande que este pozo! ¡No me vengas con engaños!

Algunas aseveraciones: la cortedad de vista hace que conozcas sólo una mínima parte de la vida; teniendo a tu disposición la multidimencionalidad de la Existencia, quedas recluido en un solo recinto; teniendo en frente el cielo inmenso, te quedas confinado en una ideología religiosa o política.

¡Ten el coraje de aventurarte y conocer todos los rincones de la vida! Solo así tu vida se volverá oceánica y comprenderás la condición de un Cristo o un Buda. Tú mismo te tornarás testigo de lo inconmensurable, de la eternidad, de la infinitud, de la Totalidad y, cuando te encuentres con una ranita del pozo, derramarás sobre ella tu compasión. A menos que dejes los trucos que te han enseñado para ser partidario o miembro de un club, religioso o político, no podrás alcanzar la Suprema Libertad.


Khishka

LA ENSEÑANZA DEL CAMPESINO

(Tensión a la Unidad Suprema)

Toda la gente de un pueblo agricultor se quejaba de que, ese año, no tendrían buenas cosechas porque, según los pronósticos, no iba a llover y habría sequía.

Decían:

-El año pasado fue el mejor de los años. En cambio este año va a ser un completo fracaso.

Pero entre la multitud había uno que, a pesar del descontento de muchos, se sentía feliz. Entonces un periodista se acercó y le preguntó:

-Este año todo el pueblo se queja porque no tendrá buena cosecha. En cambio tú pareces muy diferente, se te ve muy feliz, despreocupado.
El campesino contestó:

-¿Quién soy yo para exigir a Dios? ¿Por qué tendría que quejarme? ¿Qué saco con quejarme?

El periodista dijo:

-Es que ¿acaso no te afecta la preocupación de tus paisanos? Todos dicen que el año pasado fue el mejor año. Y éste, en cambio, es el peor.

El campesino replicó:

-Para mi no hay mejor ni peor. Éste es el mejor de los años. Sí, no hay duda, es el mejor. ¿Por qué interferir a Dios en su trabajo?

No pudiendo entender la postura del campesino, el reportero se retiró de su presencia.

‘Dejar a Dios ser Dios’ es un requisito indispensable para estar asentado, enraizado o unido a la Existencia Total. Pero, entiéndase adecuadamente, Dios, aquí, no es una persona – o un nombre para justificar un tipo de negocio–, sino una hermosa palabra para expresar el conjunto de la Existencia Total.

Así que ‘la única manera de fundirse en la Existencia Total es siendo total’ –como ‘la única forma de unirse con la eterna creatividad es creando’–, es decir, cuando ríes totalmente, por un momento, experimentas la unidad; cuando lloras totalmente, por otro momento, experimentas la unidad; cuando amas totalmente, por algún momento, experimentas la unidad. Es así como lo eterno se hace instante en cada momento, y el instante se hacer eterno a cada momento. Por eso, en esa experiencia de unidad, ya no eres tú, te pierdes, sólo el Todo es. Estás empapado del Todo. Así tu vida es una constante tensión a la unidad; por eso te encanta reír; por eso te fascina llorar, por eso te apasiona hacer el amor, porque no eres ajeno al flujo del río existencial. Ríes totalmente, y se abren las puertas de la eterna alegría; lloras totalmente, y se abren las puertas del descanso eterno; amas totalmente, y se abre las puertas del infinito orgasmo existencial y vital.

El único problema, frente a tan hermosa y profunda realidad experimental, es la mente utópica que inventa proyectos, ideas, moralidades, esquematismos, clasificaciones, competencias, prejuicios de carácter ficticio.

En cambio la Unidad esencial, con el Todo, es un hecho experimental. ¡Ten el coraje de ser un testigo sideral y lo verás!


Khishka

sábado, 27 de febrero de 2010

PASCUAL


(La autoridad de una experiencia vital’)

Cierto joven, terminado el colegio, salió de su aldea a hacer estudios superiores en una famosa universidad. Estudió la carrera de agronomía en el lapso de cinco años. Todo un ingeniero titulado, volvió a su pueblo y, a la entrada de su terruño, se encontró con un hombre sentado a la orilla. Era un viejo amigo de su padre, cuya característica era su pobreza. El joven ingeniero –sabiendo que era tal– murmuró:
-Definitivamente, Don Pascual, me he dado cuenta que –en estos años de estudio– nos hace falta mucho conocimiento en materia de producción agrícola. En esta zona tan árida podemos producir incluso aquello que sólo se produce en el trópico.
El pobretón preguntó:
-¿Cómo será posible eso?
El especialista contestó:
-Haciendo unas carpas solares, unos invernaderos. Allí podremos producir tomates, sandías, y toda clase de cosas que no producimos normalmente aquí.
El campesino argumentó:
-Es verdad lo que dices, pero es poco respetuoso con la naturaleza. Dios, al crear al ser humano en cualquier lugar de la tierra, ha puesto también lo necesario para su sobrevivencia. ¿Para que forzar la naturaleza?

Ante tal respuesta quedó sin palabras el joven especialista, ya que la afirmación de Don Pascual no era teórica ni académica sino que nacía de una comunión experimental, profunda con la vida y la existencia. Y frente a la autoridad de la experiencia de Pascual, los cinco años de estudio del joven, se desvanecieron por completo.

Si hay algo ausente en nuestra cultura actual es, precisamente, el contacto consciente con la Vida y la Existencia. El pez en el mar no se preocupa por construir una teoría sobre el océano sino, simplemente, fluye en ella. Ese fluir brota de una profunda aceptación de su unidad esencial con el océano. Así pues, en lo que a espiritualidad se refiere, la aceptación es indispensable para fluir en la naturaleza.
Khishka