lunes, 23 de febrero de 2009

GANADERO

(La mente poseída)

Un ganadero famoso se casó con una profesora y, con ella, tuvieron varios hijos pero, un día murió. Se quedó la viuda con los hijos y con todo el capital, conforme las costumbres del lugar.

A su entierro se dio cita toda la servidumbre; estaban también sus empleados más cercanos y preferidos, entre ellos, los vaqueros que a diario pastaban las vacas; entre otros estuvieron sus amistades y familiares. Todos lloraron su muerte. Sin embargo se notaba también una especie de picardía entre los vaqueros, pues estaban muy atentos a las acciones que tomaba la viuda.

Cabalmente, la viuda, sacó una cajita que tenía escondida y, abriendo el ataúd, lo puso junto al cuerpo fenecido de su esposo. Mientras tanto uno de los vaqueros estuvo muy atentamente observando las acciones de la profesora. Él pensó para sí:

-¡Bien hecho vieja! ¡Ni lo pienses que su marido sacará provecho de esa fortuna!-.

Luego chistó a su amigo:

-¿Te has fijado? Esa vieja ha depositado una cajita donde el bueno suele guardar su fortuna, pues la gente de éste lugar suele enterrar a sus muertos junto con sus pertenencias. ¡Bien por la viuda! Ahora te propongo lo siguiente: esta noche, cuando todos estén dormidos, volvamos y nos haremos con la lana (el dinero). Esta es nuestra oportunidad. ¡Esa caja es nuestro, cumpa! Una vez que obtengamos nos repartiremos cincuenta y cincuenta, ‘mita y mita’, incluso las fracciones para que el alma de nuestro amo no se moleste. ¡Seremos ricos, papá!

Por la noche, cuando todos estaban dormidos y algunos sintiendo aún la partida de su amo, los dos vaqueros, se dirigieron al cementerio. Llevaron consigo una pala y algunas herramientas para poder abrir el ataúd en el menor tiempo posible. Entraron al cementerio y, llegando al lugar exacto, desenterraron la tumba; abrieron el ataúd y viendo el cuerpo de su amo se persignaron. Al lado estaba justamente la cajita depositada por la señora. Viéndola, ambos, se congratularon mucho e inmediatamente la extrajeron con mucho respeto por el cuerpo de su patrón. Después taparon el ataúd y volvieron a enterrarle y lo dejaron tal como estaba para que nadie sospeche de su fechoría.

Posteriormente volvieron a casa parloteando y haciendo algunos planes personales, conscientes de no armar líos entre ellos a fin de no perecer el castigo del alma de su señor. Llegado al campamento abrieron la cajita cortando el seguro con una sierra mecánica. Pero, en cuanto abrieron, cayeron en la cuenta de que no había fortuna alguna más que la ‘placa dental’ de su amo. Y la frustración fue tanto que no pudieron dormir esa noche por pensar cómo han sido engañados.

La mentalidad reinante en la mayoría de la gente es mercantilista. Es una mentalidad poseída por el dinero. El dinero se ha convertido en el fin de todo el accionar humano: se mata por dinero; se contrabandea por dinero; se trabaja por dinero; se estudia por dinero; se juega por dinero, se baila por dinero; se trafica, sin importar el producto, por dinero, etc. La gente de hoy vive por dinero y así se cumple lo que Maquiavelo dijo: ‘el fin justifica los medios’.

El dinero se ha vuelto un titiritero oficial cuyo títere es el ser humano que hace elogio del dicho: ‘con la plata, baila el mono’. ¡El hombre se ha rebajado a la condición de un mono del circo! Pues el dinero es el eje, el motor de la cultura mercantilista. Por ejemplo: con la caída de la economía de los EE. UU. hemos podido observar con más claridad los efectos que trae consigo: el índice de suicidios ha crecido en los últimos meses ya que muchos no tuvieron sino esa salida a la catástrofe económica. Por muchos años EE. UU. Vivió con dinero prestado y ocurrió lo que debió ocurrir. Y eso que se considera el país más democrático del mundo. ¡Imagínense! En fin la gente está dormida y drogada, se ha vuelto capaz de vender su vida por una miserable moneda.

En la india hay una congregación religiosa, que ha fundado la madre Teresa de Calcuta, cuyas sucesoras recogen niños huérfanos, los reúnen en orfanatos y los apadrinan con gente inglesa y, por si fuera poco, un niño indigente y vulnerable es objeto de negocio quién sabe a qué precio. Sólo esas supuestas religiosas saben de sus acciones lesivas porque ellas y sus centros son las directas beneficiarias. Todos esos centros, aldeas y orfanatos no son sino lugares donde se fomenta la orfandad y la indigencia. Deberían desaparecer porque han hecho demasiado daño a la humanidad. Lo único que ha fomentado es, consciente o inconscientemente, huérfanos objetos de caridad y de autopromoción de contados individualidades. Es una acción que se debería condenar por encima de todo.

También fruto de esa mente poseída es el hecho de que mucha gente inconsciente, en Bolivia, ha depositado su confianza en un banco fantasma como Roquel, quien supuestamente ofrecía intereses altos y rentables. Pero llegado el caso se supo que todo era un fraude y el banco mismo no existía. Pero esa gente inconsciente es capaz de arriesgar su vida, de ir a trabajar a Rusia creyendo palabrerías de empresas fantasmas, todo por volverse rico de la noche a la mañana. ¿Cómo es posible que se siga creyendo en fantasmas que no existen? ¡Falta un mínimo de consciencia y de inteligencia! Es la mente supersticiosa la que ha creado semejante inconsciencia y que la ha hundido a la humanidad en el fango de la desdicha. Las religiones que han enseñado a creer en dioses, fantasmas, ángeles y otras porquerías, han colaborado en mucho a creer en bancos y empresas fantasmas.

Mientras esas instituciones supersticiosas sigan en vigencia la gente será siempre inconsciente, como ganado, muchas veces por debajo de la animalidad, como ovejas detrás del pasto. Siendo físicamente seres humanos no hemos llegado aún a ser seres humanos auténticos. El hecho de que sigamos necesitados de las instituciones supersticiosas quiere decir que seguimos dormidos, resignados al estrepitoso rincón de la inconsciencia. Parecemos infantiles, inmaduros, mediocres, chiquillos de once y trece, aunque éstos demuestran en algunos casos más inteligencia. Nos hemos reducido a la condición de máquinas, robots, títeres y marionetas en manos del dinero, y lo único que hemos hecho es procrear, arrastrarnos y vegetar.

No es posible que sigan así las cosas. Tenemos la potencialidad de elevarnos lo más alto posible a la luz de la consciencia. Hazte más consciente y tu vida se iluminará. Conviértete en un observador de tus propios pensamientos y acciones, pronto recobrarás tu alerta sepultada por tus costumbres. Quita el polvo del espejo que tu mismo has acumulado durante toda tu vida, consciente o inconscientemente. Límpiala siempre, no dejes que se acumule el polvo en el espejo de tu consciencia y tu vida comenzará a reflejar la danza del Cosmos siempre nuevo.
Khishka
Testigo ambulante

CATADOR DE VINOS

(El olvidado sentido del olfato)

En un pueblo vinícola hubo un anciano conocido como el mejor catador de vinos, luego de haber participado en grandes concursos internacionales y mundiales. En los últimos años de su vida acostumbró ganar torneo tras torneo: una primera vez, segunda, tercera, cuarta, quinta… y así sucesivamente. Esta vez también, como todos los años, hubo una convocatoria para todos los catadores del mundo. Él, como de costumbre, se apuntó para participar del certamen junto a otros.

El anfitrión viendo que el anciano famoso, el mejor de los catadores que había ganado el último y los anteriores torneos, figuraba también en la lista de los competidores, decidió hacerle una jugada pesada, pues si él participaba el certamen, de ante mano, el torneo ya tenía un ganador. Por eso ordenó a sus empleados que prepasen los vinos y sus respectivas mesas, muy sigilosamente. Entre ellos estaba también la mesa que correspondía al famoso anciano, destacadamente puesta por ser el último ganador, aunque él figuraba entre los últimos competidores de la lista. En esa mesa reservada para él, entre los vasos servidos de vino, estaba también uno que contenía el orín de la esposa del amigo del anfitrión.

El certamen se dio por inaugurado y los competidores, uno por uno, fueron examinados, por el jurado especialista en la materia, muy sigilosamente. Cada cual debía adivinar, olfateando y catando, a qué marca y nacionalidad correspondía, cuántos años de maceración tenía, si los tiempos de lluvia han sido favorables ese año, etc. Cada especialista se ocupaba de su mesa y el mejor debía ser premiado. Comenzaron uno por uno y, por fin, le tocó el turno al anciano.

El anfitrión estaba tan a la expectativa para ver qué sucedía y cómo reaccionaba el famoso catador de vinos. Y, como es debido, el anciano probó del uno y del otro… y, al fin, llegó al mismísimo vaso de la trampa que contenía orín. El viejo, como hizo con todos los vasos, primero, la tomó en su mano, luego la olfateó detenidamente, una y otra vez, y exclamó:

-¡Oooh…! Y complementó: ¡Es de pantymedia! ¡Cabellos rubios! ¡Ojos angelicales! ¡Pero no es de mi pueblo!

El anfitrión estuvo completamente sorprendido por la respuesta y de cómo había dicho exactamente de quién se trataba, a quién pertenecía el orín del vaso.

Entre tanto, el anciano, continuó con los demás vasos hasta concluir la partida. Así, como no podía ser de otro modo, una vez más, fue condecorado con el máximo premio del certamen.

Los humanos tenemos cinco y un sexto sentido. Deberíamos desarrollarlos todos pero, dada las circunstancias culturales, han sido postergados. Los cinco y un sentidos que tenemos no son lo que deberían ser. Han sido entrenados conforme a otros fines desligados de la naturaleza. Hueles sólo aquello que tu sociedad y tu cultura te ha permitido que huelas. El hombre ha perdido muchos de sus sentidos, con ello su sensibilidad.

El sentido del olfato, por ejemplo, es uno que se ha perdido. ¿Qué le ha pasado a su nariz? Está psicológicamente bloqueada. El olfato ha sido enterrado debido a la represión sexual porque él es la puerta más sexual del cuerpo humano. Fíjense lo que está escrita en la naturaleza vislumbrado por los animales: es a través del olfato como los animales sienten inicialmente si un macho sintoniza o no con una hembra. El olor es una indicación sutil y muy connatural. El hombre es tan sensible como los animales pero el constante entreno y ejercicio en represiones ha mutilado su sensibilidad.

Por suerte hay individuos, como éste catador de vinos, que no se han dejado infectar por su sociedad y su cultura y ahora es capaz de captar los olores de todas las mujeres de su pueblo pues, con solo olfatear su orín, puede descifrar que si ella es de su aldea o no. Personas como éste nos recuerdan que estamos tan ligados a la naturaleza y cuál de nuestros seis sentidos ha sido más reprimido. Hemos desarrollado bastante en lo que se refiere a la ciencia objetiva pero el trabajo subjetivo ha sido bloqueado psicológicamente. Es tiempo de tomar consciencia de ello para explorarlo, desarrollarlo, ser completos y dejar de ser fragmentos.
Khishka
Testigo ambulante

EL HOMBRE DE NEGOCIOS

(Una metáfora del hombre judío)

El judío, a nivel mundial, es conocido como un hombre de negocios y es verdad. Su negocio se ha globalizado: ha creado un ‘Dios’, una ‘creencia’, unos intermediarios organizados jerárquicamente, lugares turísticos en torno a ciertas individualidades paradigmáticas, etc. Esa característica judía ha contagiado a otras culturas y, posiblemente, en algún lugar, tuvieron contacto con los ‘aymaras’ de nuestra Sud América o éstos tienen una raíz judía. ‘Una de dos’. Los ‘aymaras’ (una cultura andina), en Bolivia, son una especie de judíos, porque es muy raro ver a un ‘aymara’ sin algún negocio en particular. El ‘aymara’ es próspero gracias al negocio.

Los judíos han escrito que ‘Dios ha creado al ser humano a su imagen y semejanza’ lo que es evidente que sea así, según la mente judía, pues sólo así el negocio sería próspero. No de otro modo. Pero en realidad sucede exactamente lo contrario, es decir, ‘el hombre judío es quien ha creado a Dios y lo ha creado según su imagen y semejanza’.

Ahora bien si el judío ha creado a Dios, según su imagen y semejanza y que su particularidad es ser un hombre de negocios, su Dios también será un Dios de negocios o un artículo de compra y venta, quizá el producto más cotizado en el mercado mundial. El ‘Dios judío’ es la proyección más alta y eficaz del artificio mercantil del hombre judío. Y, como es evidente, para hacer negocios necesitas al menos dos cualidades: ser ‘celoso’ y ‘clemente’ al mismo tiempo. El ‘celo’ se necesita para ser competente con otros dioses y la ‘clemencia’ para con los de su partido, aunque éstos sean pobres, pues siendo populosos, de antemano, con sus votos, aseguran la perpetuación del negocio a cambio de un miserable consuelo.

Al mismo tiempo, son los pobres los que generan más plata para el rico, debido a sus préstamos, a los intereses que tienen que pagar, etc. porque en todo el mundo son más del setenta por ciento de la humanidad. Ellos son los que se sacan la ‘mugre’ por los grandes. Sin embargo como ‘paga’, los pobres, por la clemencia de su Dios, reciben consuelo y como respuesta le tributan amor; y como su Dios es celoso, tienen que tributarle también su temor. Entonces se entiende que su Dios es ante todo un ‘Dios de amor y justicia’ para su pueblo elegido. Todo ello, visto desde el punto de vista judío, es absolutamente correcto.

He escuchado la siguiente anécdota: en el principio, a pocos años de haber creado el mundo, Dios, vio que también era bueno crear unas normas que regulen la vida de los hombres. Es así como creó los diez mandamientos. Una vez preparado recorrió por todo el mundo ofreciendo su producto sin poder vender a nadie. Le quedaba, por recorrer, los últimos tres sectores de la humanidad. Entonces se acercó a los mahometanos y les dijo:

-¿Os gustaría tener diez mandamientos?

Ellos preguntaron:

- Podría decirnos ¿cuál es el primero?

Dios respondió:

- El primero es: ‘No cometerás adulterio’

Los mahometanos deliberaron entre ellos y dijeron:

- Dios, tu producto está bueno pero será difícil que adquiramos. Nuestra vida perdería su belleza. Según nuestra costumbre se necesitan al menos cuatro esposas. Tú llamas ‘adulterio’ pero es todo lo que la vida tiene para darnos y es todo lo que un mahometano virtuoso puede recibir. No, no nos conviene, lo sentimos. ¿Quién conoce el otro mundo? Esta vida es todo lo que tenemos, además tú nos has dado para que la gocemos. ¿No es así?

Dios se fue triste y un poco más allá se encontró con los hindúes. Les preguntó:

-¿Os gustaría tener diez mandamientos?

Ellos contestaron con otra pregunta:

-¿Nos podrías dar una muestra de uno de ellos?

-Por su puesto –dijo Dios–: ‘No matarás’:

Los hindúes replicaron, después de haber deliberado unos con otros:

-Lo sentimos Dios. Será muy difícil. Tú sabes que la vida es muy compleja, implica competencia. La competencia implica matar al contrario; todo aquel que nace tiene que morir, es parte del juego de la vida. Por tanto, sin combate y sin competencia, la vida sería aburrida, demasiado rutinario, lineal y plano, perdería su encanto. Así que no la queremos tus diez mandamientos.

Dios se puso aún más triste pero siguió dando vueltas y vueltas. Al fin se encontró con el último grupo pero sintió miedo, pues si éste último le negaba ya no le quedaba nadie. Había recorrido todo el mundo y no había encontrado a nadie, pues en tan poco tiempo todos habían logrado tener su propia normativa. Con esos previos se acercó a los judíos, cuyo representante fue Moisés, y le preguntó:

-¿Os gustaría tener diez mandamientos?

Moisés, como buen judío, sin pedir ninguna muestra, averiguó:

-¿Cuánto cuestan?

Dios respondió:

-Nada.

Y Moisés declaró:

-¡Entonces déme los diez! Si no cuestan nada, no habrá problemas.

Así es como nacieron los ‘Diez mandamientos’.

Un hombre de negocios siempre pregunta por el precio. ¿Cuál es el precio de tu cielo? ¿Cuánto hay que pagar para llegar a ser un Cristo o un Buda? ¿Cómo puedo obtener ese título? ¿A qué universidad tengo que ir? ¿Qué virtudes hay que tener para ganar el Paraíso? ¿Se puede pagar en dólares o en Euros, o alguna otra moneda? Siempre pregunta por el precio. Moisés es un perfecto hombre de negocios, un perfecto judío, por eso pregunta: ¿cuánto cuestan tus diez mandamientos?

Dice el poeta: ‘el mundo es un mercado donde se compra honores, voluntades y consciencias’, y es verdad. El modo del ‘ser judío’ ha inspirado la creación de las transnacionales, los grandes organismos de mercado libre, los bancos, iglesias, santuarios, mezquitas, gurutwaras, etc. Todos ellos son agencias del aparato mercantil judío. Por tanto la peculiaridad del judío está bien metido en los tuétanos de la estructura de nuestra sociedad, especialmente, Occidental. Evidentemente todos los ministros de cada una de estas entidades, sean políticas o erróneamente llamadas religiosas, son hombres de negocios: los economistas son hombres de negocios, los políticos son hombres de negocios, los sacerdotes son hombres de negocios, el Papa es el superhombre de negocios.

Me han contado lo siguiente:

Resulta que en Italia hubo una crisis y el sector de la avicultura estaba arruinándose. Así que un día fue el representante de las granjas de pollos a ver al Papa. Le propuso lo siguiente:

-Mire, Señor Papa, estamos dispuestos a hacer un donativo a la iglesia de un millón de dólares si cambia la Biblia donde dice: ‘el pan nuestro de cada día’ por ‘el pollo nuestro de cada día’.

-No –dijo el Papa–.

-Bueno diez millones –insistió el representante–.

-Tampoco –reiteró el Papa–.

-Cien millones.

Se puso pensativo el Papa y dijo:

-Hum… es que comprenda que no podemos manipular la Palabra de Dios…

El otro propuso aún con más insistencia:

-Mil millones.

- De acuerdo –suspiró el Papa–.

Un par de días después, el Papa se reunió con el Consejo General del Vaticano y les dijo:

-Estimados miembros del Consejo: les tengo una noticia buena y otra mala. La buena es que hemos ganado mil millones de dólares. La mala es que hemos perdido nuestro contrato con los panaderos.

Es así como funciona la mente judía, la mente de negocios. El judío es muy diestro y astuto, ya que incluso sus escrituras sagradas están hábilmente elaboradas para sacar provecho máximo de su propio e innato inconciente colectivo. Así que, si estás frente a un judío o frente a quien ha heredado esa mente mercantil, no te extrañes: muéstrale unos billetes y verás como baila el mono.

Fíjate bien lo que ha ocurrido en torno a Jesús: su nacimiento, vida y muerte, por extraordinaria u ordinaria que parezca, ha sido la clave para expandir su política mercantil a lo largo y ancho del mundo; su pueblo natal y su patria ha sido convertido en ‘Tierra Santa’; sus predecesores patriarcales (que aparecen en la ‘Biblia’) han sido utilizados para sustentar la teoría de que él es el ‘Unigénito de Dios’; y como respuesta a este pretexto paradigmático, ahora, acuden peregrinos de toda laya, de las cuatro latitudes del mundo quienes, inconscientemente, colaboran fuertemente al ingreso económico de los judíos. ‘Tierra Santa’ se ha vuelto en un verdadero foco de infección, en cuanto a negocios se refiere, capaz de convocar turistas cristianos, mahometanos, judíos e incluso ateos de todo el mundo.

Asimismo con el nacimiento, vida y muerte de Jesús, todos sus escritos poéticos, anécdotas, lugares, sueños, instrucciones, dichos, parábolas, cuentos, historias, mitos, alegorías, metáforas etc. en fin todo su patrimonio cultural, escriturístico e histórico, judíos, ha sido declarado como ‘Escritura Sagrada’ y, por eso, la Biblia se ha convertido en un verdadero ‘Best Seller’ en todo el mundo. ‘Tierra Santa’, hoy, sigue atrayendo millones y millones no solo de peregrinos sino sobre todo de ‘turistas inconscientes’ que no han caído en la cuenta de que toda la tierra es sagrada por sí misma y no hay un lugar, en el mundo, que sea preferencialmente sagrado más que otros.

Los mahometanos han hecho otro tanto. Para asegurar su negocio redondo han impuesto a su gente una norma de que todo aquel que se confiesa musulmán, por lo menos una vez en su vida, tienen que visitar la Meca o, más concretamente, besar la piedra. Esa piedra ya debe estar bien moreteada de tanto picoteo. En eso son un poco más moderados los cristianos, ya que no hay una norma que dictamine la visita a ‘Tierra Santa’.

Mucha gente ha aprendido esa política mercantil y, por eso, en los últimos tiempos se han declarado a muchos lugares, a nivel mundial, como la primera, o segunda, o tercera maravilla, ya sea natural o artificial. El turismo se ha proliferado por todas las latitudes, se han multiplicado los centros de negocios, se han triplicado las empresas multinacionales, se han abierto mercados transnacionales, etc. Todo ello a creado en la mente actual un inconsciente colectivo que incluso en el lecho de su muerte, un hombre, está preocupado por el negocio. A propósito, estuve leyendo una anécdota:

Un judío en su lecho de muerte susurraba:

-María… María… ¿Dónde estás esposa querida?

Ella contesta:

-Aquí estoy esposo querido… al lado tuyo.

Él pregunta:

-Y mi hijo Jacob ¿dónde está?

El hijo contesta.

-Aquí estoy, al lado tuyo.

El viejo continúa:

-Y mi hija Leila… ¿Dónde está?

La hija contesta:

-Aquí estoy… al lado tuyo

Y sigue el judío:

-Y mi hijo Isaías ¿dónde está?

El hijo contesta:

-Aquí estoy padre… al lado tuyo.

Y el viejo preguntó enfadado:

-Pero bueno… ¿Quién diablos está atendiendo el negocio?

La mente judía es una mente poseída por el negocio, por el dinero, por la astucia y por la competencia. Él está completamente saturado, es decir, no hay espacio para relajarse o descansar y, sin embargo, es próspera. Ese es el tipo de gente que ha fabricado inconscientemente objetos, hipótesis, ideas sobre Dios, cielos e infiernos, otros mundos, ritos, costumbres, tradiciones, doctrinas, dogmas, catecismos, credos, fes, etc. para esclavizar a la gente y someter a su inconsciente mercantilista.

Son contados los hombres que no se han dedicado a ese trabajo, por ejemplo: un Jesús, un Buda, un Krishna, un Zaratustra… Ellos son las únicas lumbreras que se han salido de la dinámica del mercado judío pero, paralelamente, en torno a estas individualidades, los ‘hombres de negocios’, han creado su propio negocio y es así como han dado nacimiento al montón de religiones y sectas, cada cual, con su propio puesto de venta para asegurar su subsistencia. El negocio se ha vuelto una forma fácil de vivir. De ello inferimos que el cristianismo, por ejemplo, es una especie de globalización de la cultura judía.
Así que si un político, economista, sacerdote, Papa, religioso, derviche, gurú, pastor, rabino, obispo o cualquier pseudo de esos, en todo caso, alguien que tiene que ver con iglesias, mezquitas, gurutwaras, y bancos…, que diga que no es judío, no es sincero porque lo es y, más exactamente, es un funcionario de la cultura judía.
Khishka
Testigo ambulante

CIELO E INFIERNO

(Un derecho de todos)

Alberto llevó al mercado a su hijo pequeño para hacerle conocer uno de los animales vivaces para imitar a los humanos, el mono. Llegaron al mercado de animales y allí vieron todos los monos que había. El niño se quedó impactado de haber visto tantos monos. Viendo que uno de los mercaderes tenía en su hombro un pequeño monito, dijo a su padre:

-¿Papito, me lo compras ese monito?

Alberto no había previsto tal petición de su hijo. Por tanto se hizo a los oídos sordos e intentó esquivar la idea. El niño viendo esa situación insistió de nuevo:

-¿Papito, me lo compras ese monito?

El padre, viendo que el niño estaba muy interesado, preguntó por el precio. Dijo al mercader:

-¿Cuánto pide por ese monito?

-Doscientos cincuenta dólares, ni más ni menos, -dijo el vendedor-. El padre, al ver que pedía bastante elevado el precio del monito, intentó distraer con otras cosas al niño. El vástago se dio cuenta de la situación y con los ojos llorones, nuevamente, imploró a su padre:

-¿Papito, me lo compras ese monito?

Alberto al ver los ojos llorosos del niño accedió a la petición porque éste había amenazado con quedarse con los monos si él (su padre) no le comprase. Por eso interrogó al mercader:

-¿Por qué tiene tan elevado el precio de ese mono?

El negociante dijo:

-Es que este monito tiene una habilidad impresionante para imitar a las personas, es un imitador perfecto, es el único. Los otros no son tan buenos como éste. Éste lo hace a la perfección. Y como lo hace a la perfección, conviene también que tenga un buen precio. Además para un hijo como el suyo le ha de caer muy bien si es que él lo atiende con dedicación. Es de una especie de mono muy fantástica, no se va a arrepentir.

Con todas las explicaciones el padre de familia quedó convencido y pagó los doscientos cincuenta dólares y se llevaron consigo.

El niño se sintió muy complacido por su padre y, estando en casa, no se resistió a hacerle unas cuantas pruebas. El pequeño había constatado cada momento que pasaba, cómo el monito le imitaba a la perfección.

En la casa tenía una mesa redonda justo en la terraza. Allí siempre solían estar las frutas y entre ellos, algunos plátanos. Llegó allí y a la vista del mono se sirvió con gusto una banana. Luego se hizo a un lado y el monito, enseguida, se dio cita al lugar e hizo la misma operación. El mono extáticamente disfrutó del plátano. Un aura de placer orgásmico rodeaba su entorno. Denotaba una complacencia única al imitar al niño. Su éxtasis le hizo escalar el cielo mismo, aunque fuera sólo por unos momentos.

Viendo esa perfecta imitación y complacencia del monito, el chico se fue al batán donde, su madre, suele moler ají. Y casualmente, encima del batán, estaba preparado el ají para el almuerzo. Encima del batán, a un costado, había un platillo con un poco de agua y, viendo que el día era bastante caluroso, se remojó toda la cara y llevándose consigo se retiró del lugar para observar la reacción del animal.

El animalito, cabalmente se dio cita al batán, tomó el ají y, una y otra vez, se frotó la cara y comenzó a gritar y a brincar porque, su cara, había empezado a arder con demasía. Trepó por los árboles del jardín, se metió en la cocina, en los cuartos, tumbó los vasos, los utensilios, las ollas y todo lo que encontraba a su paso. Hizo todo un escándalo durante un cuarto de hora. Toda la familia se fue tras el mono para poder detener lo que hacía pero nadie pudo con él. La casa en pocos minutos se convirtió en un verdadero infierno, un desbarajuste, un caos total. Sólo se podía espectar y escuchar el griterío enloquecido del mono. Bastó un ají molido para que el animal experimente en carne propia, lo que es un infierno.

Es así como el monito experimentó, en carne propia, el cielo y el infierno que no ha sido sino una jugada de su propio amo.

El cielo y el infierno no son lugares geográficos. No es cuestión de premios a recibir ni castigos a padecer. Por eso si la buscas nunca la encontrarás porque no están en ninguna parte. Son, más bien, creaciones nuestras, fruto de nuestra ‘psiquis’. Por tanto es cuestión del ‘aquí’ y del ‘ahora’. En éste momento alguien está en el cielo y otro alguien está en el infierno. El cielo y el infierno pertenecen a nuestro ámbito psicológico. Tienes la capacidad de hacer que la vida de otros sea un infierno como también tienes la posibilidad de hacer, de tu propia vida, un verdadero infierno. Es tu derecho. Lo mismo sucede con el cielo. Tú tienes las cualidades exactas para hacer de la vida de otros un cielo; asimismo eres capaz de hacer, de tu vida, un verdadero cielo. Es también tu derecho. El cielo y el infierno dependen de ti, de tu psicología.

Dos acérrimos enemigos entraron en un templo para rezar. Uno era de izquierda y el otro de derecha. El de izquierda decía: Dios ese hermano que me has dado vive de explotar a la gente, es un corrupto; impone trabajos con el pretexto del desarrollo del pueblo; cuando hay ayuda del gobierno la mayoría de los productos y el dinero mismo los desvía a sus propios provechos y para disimular hace algunos trabajitos, reuniones, cursillos, conferencias, recoge muchas firmas y, con ellos, justifica los gastos y cómo han sido ocupados la ayuda que recibe en nombre del pueblo. Menos mal tú eres justo Dios. Ahora te imploro que tu justicia pese sobre él y sus obras. Dale su merecido, conforme a tu promesa; mándale al infierno y al suplicio para que aprenda lo que significa explotar a la gente y que el diablo haga sopa con sus huesos. Ya está bueno que viva de la gente tanto tiempo. Mejor sería si se muriera antes de empañarse más, porque es la enfermedad de éste pueblo católico. ¡Es una vergüenza!

En cambio nosotros los pobres ya hemos sufrido demasiado y no hemos hecho daño a nadie, no hemos robado, no hemos explotado… Estamos esperando el cielo que nos tienes prometido.

El de derecha decía también: Dios, tu siempre has estado conmigo, has velado mis intereses, pero ese tipo que te está rezando es un verdadero envidioso porque él es un flojo, no trabaja, siempre está protestando, es un observador, es una piedra de tropiezo en mi camino. Él sabe muy bien que no es bueno odiar, envidiar, hablar mal de otros, buscar que otros fracasen… En fin tú sabes todo lo que hace en mi contra para hacerme quedar mal ante la gente. Sería bueno que le castigues con el mayor de los sufrimientos posibles porque se lo merece. Me ha hecho demasiado daño. Tú sabes que todo lo que hice los hice pidiéndote permiso y soy un perfecto cristiano: he cumplido con la limosna, he participado de la misa los domingos, he hecho actividades pastorales, he enseñado a mucha gente a rezar y gracias a mí muchos se han convertido. No es poco lo que he hecho. En todo ese trabajo siempre me has asistido. Ahora puedo decir que soy tu hijo, me lo merezco el cielo que has prometido a mis padres. Cuando muera llévame contigo, pero a ese enemigo mío, por su odio y rencor en contra de tu consentido, mándale al suplicio eterno.

El cielo y el infierno se han vuelto en un ‘hazme reír’ para la gente madura y consciente. Es una proyección enfermiza y psicótica, desmedidamente antropomórfica. Es una proyección de aquel que odia a alguien y desea para su enemigo el peor de los castigos posibles y, al considerarse él bueno, se proyecta para sí una felicidad eterna en el cielo. Entonces, cada cual, fabrica su propio cielo eterno y crea un infierno sin fin para su contrario. Es así como se empieza a entender que los funcionarios de las religiones organizadas han creado el cielo para los suyos y el infierno para aquellos que no son de su partido, en base a ciertas escrituras. Sin embargo estas proyecciones son mentales, es decir, es una extensión de la mente humana: el cielo está fuera y el infierno también. Dios está fuera y el diablo también. Pero hay una cosa que se ha quedado en el anonimato: el camino a la verdadera casa. Y si esto has olvidado y te has proyectado mucho hacia fuera quiere decir que no has dado el primer paso hacia ser un auténtico religioso.

El ser humano tiene las potencialidades de elevarse lo más alto posible, esto es, alcanzar su divinidad o llegar a ser un Cristo o un Buda. Pero también tiene las posibilidades de caer lo más bajo posible, incluso por debajo de la animalidad. De ello se infiere que el diablo es el ser humano caído por debajo de la animalidad y Dios es el ser humano elevado por encima de la racionalidad.

El cielo y el infierno son productos de tu psicología. En éste preciso momento si quieres puedes ir al infierno o al cielo. Es tu derecho. Siempre que actúes sin la luz de la consciencia, inconscientemente, puedes caer en las profundidades del infierno; siempre que actúes con la luz de tu consciencia, conscientemente, puede escalar las eternidades del cielo. Sin embargo no se puede estar eternamente en el infierno pero puedes estar eternamente en el cielo. Tu vida es un flujo constante, es líquido, a veces va al cielo y a veces al infierno. ¿Cómo trascender esa vacilación? Los extremos tienen que ser trascendidos para alcanzar el estado celestial, la beatitud permanente. Este estado solo aparecerá si dejas de vacilar y oscilar entre el cielo y el infierno. Tendrás que volverte como un niño total y veraz. Aunque seas un pecador, sé veraz y total; aunque seas un santo, sé veraz y total. Ese es el requisito primordial.

Ser total y veraz es el requisito para la beatitud permanente. Cuando te enfadas, enfádate totalmente, sin medir consecuencias. No te engañes. No seas falso. Cuando entres al infierno, entra del todo, súfrelo y solo así podrás atravesarlo. Si en el infierno hay dolor, el dolor te dará madurez.

Si amas, ama totalmente; si odias odia totalmente, no seas un fragmento, sufre las consecuencias. Sé completo en todo lo que hagas. En realidad nunca te has enfadado totalmente, nunca has odiado completamente y, de ese modo, te has perdido el cielo. Debido a tus maquillajes constantes el cielo se escapó de tus manos. Tienes que atravesar el infierno para tocar el cielo. Deja de ser indeciso, tibio, un absurdo derroque, y empieza a actuar totalmente. Resucitarás. Serás un hombre libre, un Cristo elevado, resucitado y el sol nunca se pondrá.
Khishka
Testigo ambulante