martes, 24 de junio de 2008

HERMAN

(¿Qué es la compasión?)

Un padre de familia cuyo nombre es Herman se quedó hasta muy tarde para escribir una carta dirigida a su hermano que se encontraba en el extranjero. Era cerca de media noche cuando él estaba escribiendo.

De pronto se abrió la puerta y apareció un ladrón que traía un cuchillo en la mano y se dirigió hacia él amenazando:

- ¡Dame el dinero o le mato!

Herman porque ya era muy tarde y urgente lo que estaba haciendo le dijo:

- No me molestes… y, por favor, baja el todo de tu voz, no sea que despiertes a toda mi familia que está descansando. Yo estoy muy ocupado ahora, no puedo atenderte. Estoy haciendo una carta muy urgente a mi hermano. Él está en el extranjero. Si no le envío mañana no logrará recibir el día que quiero que reciba mi carta. Y continuó: –Si quieres el dinero está ahí, en la cajuela del frente, en el armario–.

El ladrón, un poco desconcertado, porque nunca se había topado con esa clase de gente, se acercó al lugar indicado, abrió la cajuela y tomó todo el dinero que había.

¡Momento! –Exclamó el padre de familia–. Por favor: no te lo lleves todo porque mañana tengo que pagar impuestos. No sea que me lleven preso.

El pillo, más sorprendido aún, se dio la vuelta y le preguntó:

- ¿Cuánto le sobro?

Don Herman le contestó:

- Unos doscientos pesos.

El ladrón en silencio dejó los doscientos y cuando con el resto ya se estaba yendo, intervino otra vez el padre de familia. Declaró: –cuando alguien te regala dinero debes agradecer mínimamente–.

Seducido por las palabras de don Herman, el pillo, accedió a su petición y le agradeció por el dinero recibido. Luego se fue muy extrañado, pues nunca antes le había sucedido semejante suceso.

Al día siguiente el ladrón fue atrapado por la policía y conducido a la cárcel de máxima seguridad. Los medios de comunicación, tanto los periódicos como la televisión y la radio, divulgaron este hecho a toda la ciudad. Don Herman, debido a la fachada del ladrón, pudo reconocerlo e inmediatamente se dirigió al recinto penitenciario, no para denunciarlo sino para que lo dejen en libertad. Una vez llegado a la cárcel, en compañía de su esposa, se dirigió a la policía y les dijo:

- Éste muchacho no es un ladrón; no ha robado nada, porque yo se lo regalé el dinero. El dinero que ustedes tienen en su haber es el regalo que yo le hice a éste joven. Así que ¡devuélvanselo y déjenlo en libertad!

Dicho esto volvió a casa y los policías le dejaron en libertad porque notaron que el hombre lo decía con notable certeza. Al joven lo dejaron en libertad y, después de unos días, regresó a la casa de don Herman. Visitó a él y su familia; le contó su historia personal, las cosas que hacía y a cosas a las que se dedicaba. Don Herman, como un verdadero varón responsable y sensible, le comprendió todo lo que le había sucedido.

Después de una conversación amena, el padre de familia, le invitó a quedarse en su casa y formar parte de su familia. El ladrón hizo un giro de ciento ochenta grados en su vida, es decir, cambió rotundamente y fue acogido como un hijo de la familia con todos los derechos y deberes.

He ahí un ejemplo de compasión de Herman con el delincuente cuyo efecto hizo que la trayectoria del joven haga un giro de ciento ochenta grados.

Ahora bien: pasión significa estar casi poseído por las energías biológicas, es decir, cuando estás con calentura, cuando te sientes sexual, rabioso con ganas de hacer cualquier cosa, cuando te sientes explosivo. Tu cuerpo físico y biológico es tu maestro y tú eres su esclavo. Eso significa pasión. Pasión es deseo.

Trascender esa realidad de deseo es la compasión. Compasión es trascender la pasión. Es trascender lo físico-biológico. Aquí el sujeto no es esclavo. Es el maestro y conductor de su ser, dirá Heidegger: ‘es pastor del ser’, capaz de decidir, de asumir su responsabilidad. Es libre, completamente libre. Toda amenaza se hace añicos al toparse con su libertad. La trascendencia y la transformación de la pasión es la compasión.

La pasión es deseo, es placer; pero la compasión es amor, es compartir. La compasión respeta al otro como un fin en sí mismo. El sujeto, respetando al otro como un fin en sí mismo, comparte su alegría con toda la existencia. La compasión es bendición: uno se convierte en bendición para sí mismo y para toda la existencia.

La compasión es absolutamente gratuita. Sucede cuando una persona no tiene deseos. Cualquier deseo tiene una motivación, una meta, un ideal, pero la compasión es una energía rebosante de alguien que no tiene ni deseos, ni metas, ni ideales. Es una energía completamente espontánea y natural. Por eso la compasión de uno no tiene ventaja sobre el otro. Antes bien dignifica a todo el mundo, nadie es un caso perdido, todos son dignos de compasión.

La moralidad tradicional nos ha enseñado la compasión como sinónimo de bondad. La bondad es intelectual. La bondad es una ventaja sobre algo o alguien. No es natural, no es espontánea. Es artificial. Por ejemplo: la bondad es deseo de ayudar a los demás. A una persona compasiva no le importunan los pequeños detalles de la vida porque no tiene deseos ni prejuicios: en la vida unos pueden ser ladrones, borrachos, pecadores, enfermos, ricos o pobres, pero todos ellos forman parte de la vida, de un todo.

La compasión es más salvaje y no atiende a las reglas de juego. Es más parecida a lo que una madre siente por su hijo/a. Pero no es en absoluto como “los siervos de los demás”, éstos son maliciosos: porque imponen toda clase de condiciones, observaciones, evaluaciones, morales, etc.; porque su servicio es deseo disfrazado de compasión y un deseo es un deseo, jamás podrá ser compasión. El deseo es explotación, puede explotar en nombre de la compasión y es así como se vino haciendo: hablan de servicio a la humanidad, a los pobres, a los niños, a las mujeres, a la religión, a Dios, a la verdad, a Jesús, a la justicia, a la paz, etc. Todas esas bonitas palabras solo han provocado más guerras, derramamiento de sangre, crucifixiones, intolerancias, fundamentalismos, competitividades, quema de brujas, etc. Todos son frutos del deseo. Por eso la compasión no tiene nada que ver con el deseo; la compasión es absolutamente espontánea y natural. Es la fragancia de tu ser. ‘Es el florecimiento del amor supremo’, esto es, de un amor desnudo de deseos y completamente desinteresado.

Un ejemplo de compasión sucedió cuando a Jesús se le acercó un hombre, tocó su manto y quedó sano. Y él le estaba tremendamente agradecido a Jesús. Pero Jesús se volvió y le dijo: yo no tengo nada que ver en esto. El asunto es entre tú y Dios. Yo no tengo parte en esto. No me lo agradezcas a mí. Agradécelo a Dios. Esto es compasión en bruto, no tiene ni una pizca de sensación de estar dando.

A la compasión de Jesús se parece la compasión de Herman. Éste no se fija en la fachada o la condición social del ladrón. No es prejuicioso. Goza de una conciencia limpia y acepta con toda naturalidad la condición del otro; acepta con naturalidad la vida y sus pequeños detalles. Incluso uno que tiene una trayectoria delincuencial es acogido en su propia casa.

Khishka
Testigo ambulante

lunes, 23 de junio de 2008

EL CADÁVER Y LOS AGUILUCHOS

(Una metáfora de los imperios)

El campesino tenía un asno que un día se cansó de servir a su amo y decidió marcharse. Era de noche cuando huyó. Se dio todos los modos para que el cascabel, que llevaba en el cuello, no desatara ruido alguno. Solía ser tan obediente y fiel a su amo pero que ésta vez su fidelidad y su obediencia se había venido por los suelos. El borrico se dirigió rumbo al monte para que nadie lo encuentre y que, por fin, había llegado la hora de disfrutar de su libertad natural.

El borrico caminó durante toda la noche, siendo animal nocturno, y cada día se alejó más y más de su dueño. Se fue tan lejos que el amo no podía encontrarlo. Pasó semanas enteras en el monte, disfrutó de todo lo que encontró y, un día, le vino una enfermedad grave como consecuencia de su vida desmedida: una extraña enfermedad. Era un dolor de estómago debido a los lujos que se dio pues su organismo se había acostumbrado a la ración seleccionada que le daba el amo. De rato en rato el dolor era cada vez más intenso y llegó el momento en que no pudo resistir más. Perdió el control de sí; cayó en el suelo; se revolcaba fuera de sí; pataleaba incontroladamente y, al amanecer del día siguiente, murió.

Entre tanto el campesino, dueño del animal de carga, le buscó por todos los rincones del pueblo. Fue de corral en corral, reunió a todo el pueblo, les preguntó pormenorizadamente a cerca del animal querido pero nadie supo dar noticia alguna. Después de unas semanas de búsqueda intensa había perdido las esperanzas de recobrar su animalito.

Un día salió del pueblo en dirección de una mentada laguna encantadora (porque no pocas veces había escuchado decir que la acequia tenía poderes de encantar a los animales). Era una laguna muy legendaria tanto que en torno a ella se habían acuñado muchos cuentos que han sido transmitidos de padres a hijos. Y en ese trayecto, del pueblo hacia la laguna, divisó unas aves de rapiña a montones; el bullicio de los aguiluchos se entretejía con el rugir de aquel bosque; y sus revoloteos y jugueteos sobre las copas de los árboles se parecían a un alboroto festivo de aves. Viendo todo el alboroto se preguntó: –¿qué significará eso? ¿Por qué tantos aguiluchos? ¿Estaré invadiendo su territorio? Pues jamás había escuchado decir que los buitres tenían su territorio marcado. Se detuvo por un momento, lo pensó muy bien, y concluyendo dijo para sí: ¿habrá un cadáver por ahí? Iré a verificar–.

Espantó a los aguiluchos y, cabalmente, encontró el cadáver de un asno cubierto de una infinidad de moscas y gusanos. El cuerpo del animal estaba totalmente desfigurado por lo que aún no pudo caer en la cuenta de que era el mismísimo borrico que había extraviado. Fijándose más detenidamente se percató que era él mismo gracias al cascabel que llevaba atado en el cuello y que aún permanecía. No había duda, el pobre animal, su amigo y ayudante, había muerto; el ciclo vital del pollino había terminado. Viendo todo ello el campesino lloró amargamente mientras los buitres y las moscas alborotaban a su alrededor. Entre el llanto y la resignación cayó en la cuenta de que, al menos, en ese suceso vital, se había constatado una gran verdad que había escuchado alguna vez: –donde está el cadáver, allí se juntarán los aguiluchos–. Cabalmente eso era lo que estaba ocurriendo.

Luego, el campesino, cavó una fosa en el mismo lugar, sepultó el cadáver del cuadrúpedo y retornó a su pueblo. Desde esa vez ya no tuvo que preocuparse por buscar la bestia y padecer el tormento que le causaba la pérdida de su pollino.

¡El hedor del cadáver viene del Norte! ¡El Norte está fétido! ¡Busch representa el cadáver más apestoso que nunca había conocido el mundo! He ahí la razón de sus desdichada era. ¿Esa desdicha concluirá con Obama? ¿Será suficientemente inteligente para revertir esa historia negra que dejó Busch?

EE. UU., como cualquier otro imperio, ha contaminado todo el mundo con su infesta democracia, esa prostituta griega seductora de los buitres del Sur. Esa ramera legitimadora de todas las atrocidades, terrorismos, invasiones políticas, económicas y militares, bajo la cual se amparan los aguiluchos del Sur.

Los aguiluchos bolivianos y sus constantes propagandas del cadáver Norteño consideran, hoy por hoy, a la gran ramera, como su única fuente de sobrevivencia. Hay están nuestros políticos que han dividido a Bolivia en regiones, razas, etnias, y otras tonterías. Les han hecho creer a la gente que unos son cambas, collas, chapacos, guarayos, yukis y toda clase de bobadas. Y como la masa sigue siendo analfabeta e ignorante se ha dejado seducir por esas consignas repugnantes y estás siendo arreadas como ganado.

Los que hoy manejan la economía han probado ya los beneficios del cadáver y a toda costa quieren hacernos creer que los bolivianos hemos nacido para ser mendigos y tenemos que vivir siempre a expensas de un sistema establecido por un imperio. Esa creencia nos ha privado de confianza en nosotros mismos. Todos sueñan con un viaje a los EE. UU. para alcanzar prontamente la prosperidad; rugen rumores: –si yo fuera a EE. UU. no volvería más a Bolivia, me quedaría–; los que lo conocen cuentan de triunfos económicos, materiales, riqueza, tecnología, etc. todo a corto plazo. De modo que toda la aspiración de la gente del Sur se ha concentrado en ese punto de vista.

Sí, hasta cierto punto, podemos decir que el hombre occidental, es decir, de EE. UU. y de Europa concretamente, han logrado una prosperidad material; ha triunfado, ha conseguido la riqueza que ha anhelado desde hace muchos siglos pero, hoy por hoy, está aburrido, frustrado con su dinero, cansado, cadavérico, porque ese viaje le ha arrebatado todo su espíritu. Esta es la causa del por qué cualquier imperio no es más que un cadáver fétido cuyo hedor podemos sentir en las playas marinas de Sud América. Ese hedor resulta muy atractivo a los aguiluchos del Sur que ya han probado sus beneficios y, ahora, no quieren soltar la mamadera, a costa de sembrar pobreza en sus propios países.

Si es eso lo que ha ocurrido en el Norte, el Sur se ha empobrecido tremendamente; se ha empobrecido externamente y se ha vuelto inconsciente de su pobreza interior. Ahora la pobreza, en el Sur, es la causa de la desaparición de la espiritualidad. Por eso el pobre Sureño está detrás del pan, abrigo, mejores casas, carreteras, y siguen adorando la pobreza. Está atado de pies y manos. Están muertos o, mínimamente, dormido, roncando. Cuando llega un misionero cristiano, aunque ahora ya no con mucha frecuencia, hace un hospital, una escuela, todos quedan impresionados y dicen que eso es espiritualidad, cuando es una completa falacia. ¡Están pobres-pobres! Quizá ese hecho de la pobreza haga que el cristianismo persista algunos años más. Pero llegará un día en que todo el mundo tendrá lo necesario porque el hombre surgente está madurando y se irá dando cuenta de sus extravíos. Los únicos que sobreviven a costa del cadáver imperial y a costa de la pobreza de muchos son los aguiluchos.

La dualidad se repite: unos son pobres y otros son ricos. Y la democracia que ha sido descubierta e instituida para superar esa dualidad ¿qué ha hecho? Simplemente ha servido de máscara para que los que tengan plata y poder (económico o político) oculte su racismo y su hipocresía. Es un escaparate o guarida de ladrones y ambiciosos. Es una ramera manipulada por los aguiluchos. Pero de esto diremos más en otra ocasión.

Sin embargo, aquí, queremos poner en claro una especie de alternativa a esa dualidad bien marcada. Cuando el rico es rico exteriormente y llega a tener todo lo que ha soñado, surge una gran conciencia, esto es: se da cuenta de que internamente es pobre, es un mendigo. Se siente un don nadie. Pero a estos que tienen todo y al mismo tiempo se sienten internamente pobres, las religiones milenarias no tienen nada que ofrecer. Por eso los ricos se ríen de sus representantes y hacen de sus propuestas un mecanismo para empobrecer más a la gente. Los actores y propuestas de las religiones resultan infantiles, mediocres, estúpidos, cuando un aguilucho adicto a la ambición confiesa ser cristiano-católico. Por eso en Bolivia, como lo revelan a diario los medios de comunicación, los políticos de derecha, los que tienen la economía actual, y otra gente de élite, que vive de la sangre de los débiles, se declaran cristianos-católicos. En ese caso la religión solo sirve para cubrir sus artimañas. Esto es una verdad constatable en Bolivia.

Como el cristianismo no puede ofrecer nada nuevo a los buitres del Sur, se encuentran privados de consciencia, estancados, cadavéricos, porque no saben más que ir detrás de sus propios intereses, detrás de la ambición, del poder económico, de la obsesión, etc. Ese es su destino. Por eso, respecto de los ricos, hay una gran necesidad de una nueva religión que le permita volver a entrar en contacto consigo mismo, volver a plantar sus raíces en el mundo interno, en la interioridad. Esto es lo que falta: espiritualidad. Esa es la salida para la gente que ahora es rica y tiene todas las comodidades pero está vacía de espíritu. Sin la riqueza externa nadie se hace conciente de su descontento interno.

En el caso de los pobres-pobres la salida está en la inteligencia, es decir, si eres pobre, a menos que seas inteligente no podrás salir de tu pobreza. Por eso, en los países del Sur hay que ofrecer inteligencia a los pobres. Esto no quiere decir enseñar a ser intelectuales enviándoles a las universidades. No. Inteligencia es dejar las fes, creencias, iglesias, devociones, romerías, rosarios, peregrinaciones, indulgencias, en suma lavarse el cerebro de todas esas bobadas y empezar a confiar en uno mismo y explotar sus propias potencialidades. Éste camino le ayudará a proveerse de lo necesario para vivir humanamente y con ella surgirá una espiritualidad nueva y, con esa nueva espiritualidad, surgirá el nuevo hombre.

El hombre nuevo tendrá todo materialmente pero, al mismo tiempo, será plenamente espiritual. A este fin colaborarán la inteligencia y el camino de la interioridad. Entonces éste mundo será un verdadero paraíso habitado por un ser humano completo. El hombre religioso tendrá su propia religión como ciencia suprema, como un lujo, porque la verdadera religión es expresión de la esencia misma del ser humano por la cual, el hombre, no deja de ser religioso.

Khishka
Testigo ambulante

EL ÚNICO TIEMPO

(El secreto de la vida)

¿Sentir envidia de un mendigo? Es raro, pero es una verdad. El episodio sucedió en tiempos cuando Alejandro Magno se dedicaba a conquistar el mundo. Un día el mendigo Diógenes iba desnudo y se dirigía hacia el río. Llevaba consigo su platillo para las limosnas. Hacía tanto calor, tenía tanta sed y quería beber agua.

Por el camino, al llegar a la orilla, pasó un perro corriendo y jadeante. Era su fiel amigo con quien vivían juntos. Éste se lanzó al río; se dio un buen baño y bebió agua hasta quedar satisfecho. Viendo aquel evento a Diógenes se le ocurrió la siguiente idea: -ese perro es más libre que yo. No tiene que llevar ni un plato para las limosnas. Si él puede arreglárselas sin el plato ¿por qué no voy a hacerlo yo? Esto es lo único que tengo, y siempre tengo que andar vigilando para que no me lo arrebaten. Incluso por la noche tengo que echar de menos para convencerme que nadie se lo ha llevado-.

Arrojó el platillo al río y se inclinó reverentemente ante el perro como gesto de agradecimiento por el mensaje existencial que el había transmitido. La actitud del perro se convirtió en un modelo para él. Por eso bebió el agua al estilo original del canino y después se puso a tomar sol a la orilla del río.

En ese momento llegó Alejandro, montado en un caballo. Bajó de él, clavó sus ojos en el mendigo y se quedó pasmado ante su dicha -era Diógenes el Sínope-. Sintió envidia y se dijo a sí mismo: -Ese mendigo debería de ser un desdichado pero, al contrario, irradia una incalculable dicha-.

Diógenes, con su original modo de ser, sirvió de espejo para que Alejandro se mirara en él y caiga en la cuenta de su tremenda desdicha. Por eso le confesó la envidia que sentía por él. Le dijo:

- Si Dios me concede que vuelva a nacer le pediré que por favor no me haga Alejandro sino Diógenes.

Y Diógenes, al escuchar las palabras de Alejandro, se echó a reír a carcajadas y le llamó a su perro para decirle:

- Fíjate las estupideces que dice éste. En la siguiente vida quiere ser Diógenes. ¿Por qué en la siguiente vida? ¿Por qué retrasarlo? ¿Quién sabe algo de la próxima vida? Si incluso el siguiente día es incierto, el momento próximo es incierto… ¿qué decir de la próxima vida? Si de verdad quieres ser un Diógenes, puedes serlo ahora mismo, aquí mismo. Tira tu ropa al río y olvídate de tanto conquistar el mundo. Esa es la mayor de las tonterías y tú lo sabes. Has reconocido que eres un desgraciado; has reconocido que Diógenes se encuentra en un estado mucho mejor, mucho más dichoso. Así que ¿por qué no ser un Diógenes ahora mismo? Túmbate aquí a la orilla de este río donde estoy tomando sol. Hay sitio en la orilla para los dos.

Alejandro no pudo aceptar la invitación y se limitó a decir:

- Gracias por la invitación. Ahora mismo no puedo, pero en la próxima vida sí…

Diógenes le preguntó:

- ¿A dónde vas? ¿Y qué harás después de conquistar el mundo?

A lo que Alejandro contestó:

- Entonces descansaré.

Y Diógenes lo remató:

- Pues me parece absurdo y tonto a la vez. Si es lo que yo estoy haciendo ahora y aquí mismo, descansar.

El noventa y nueve por ciento de la gente vive durmiendo, esto es, vive anclado en el pasado y el futuro. Hace una especie de puente que va del pasado al futuro y PASA POR ALTO EL PRESENTE o, simplemente, VIVE DE ESPALDAS AL PRESENTE. ¿Por qué sacrificar el INSTANTE a costa del pasado y del futuro?

¿Qué es el pasado? El pasado es pasado. Lo que ya fue. Y lo que ya fue, como nunca volverá, es una ficción. Es ilusión. Es quimera. Es una falsa seguridad. Es un cadáver. Inerte y sin vida. Estática y muerta. Es lo que dificulta lo inmediato. Es lo que obstaculiza el instante. El pasado es la raíz de donde brotan toda clase de problemas y males. Por tanto ¡no mires atrás! Mirar atrás no es un buen consejero. El pasado es cuestión de ancianos porque los ancianos siempre están mirando hacia atrás. A lo sumo decoran su colección de recuerdos y los van mejorando. Ese es su único consuelo: mirar al pasado, recordarlo y mejorarlo.

¿Qué es el futuro? Es alucinación. Es sueño. Es ilusión. Es imaginación. Es ficción. Es ambición. Es ansiedad. También está muerta como el pasado. Los niños pequeños nunca miran atrás, miran siempre hacia adelante. No tienen nada en su pasado a quien mirar. Solo tienen futuro, pero son inconscientes de ello. En cambio los ancianos nunca miran al futuro porque en el futuro solo hay muerte a lo que quieren evitarlo. En realidad el futuro es oscuridad.

¿Y qué es el único tiempo? El PRESENTE, pero no como un tiempo verbal sino, como el momento actual o como este preciso instante. El presente es lo único que se tiene en las manos. ¡Vive intensamente el presente, esto es, el instante, el momento! Esa es mi única recomendación. Sólo el presente es real y está vivo. La verdad va a ser conocida sólo en el presente. No hay otro lugar donde sea conocida la verdad.

Vivir solamente es posible en este momento porque no existe otro momento. Pero esto no es una hipótesis o doctrina en la que uno tiene que empezar a pensar. No. No es filosofía, es ‘filosía’. No es cuestión de pensar, es ‘capacidad de ver’. ¿Ves? Te estoy contando una realidad; te estoy indicando lo que hay. Esa ‘capacidad de ver’ es la que te está contando e indicando lo inmediato vital y existencial. Has esperado demasiado a ‘Godot’ (Samuel Beckett). Yo te digo: ¡Deja de esperar! ¡Comienza a vivir! ¿Qué estás esperando? ¿A quién esperas? ¿Quién es ese Godot? Godot es tu creación tanto como Dios es tu creación. No es que Dios te ha creado a su imagen y semejanza. Eso es una mentirilla decorativa. Es justamente lo contrario: el hombre ha creado a Dios a su imagen y semejanza. Éste es Godot. Éste es tu Dios. Tu creación y tu sueño de futuro. Así que ¿para qué soñar con objetos hipotéticos que nunca llegarán? ¡No seas un idealista o un idiota!

Toda la existencia y toda la vida están condensados en ti, en este preciso instante. En este momento todo lo que existe en la existencia y todo lo que alienta en la vida culmina en ti o tienen su climax en ti. En este instante eres un crescendo. Tú eres la meta, la única meta. No hay otra meta donde culminen toda la existencia y toda la vida. Dice el poema:

“Tú eres la meta, tú eres el camino,
tú eres la luz, tú eres el todo.
Eres sagrado.
Eres santo”.
Eres el corazón del universo.
Todo el universo está latiendo dentro de ti.

Por tanto deja las jugadas de la mente que han creado nostalgia por el pasado; deja también el futuro ilusorio que te ha hecho ambicioso. Sé valiente. ¡Deja todo eso!

¡Haz un ‘click’ en el presente y vívela intensamente! ¡Sé un Diógenes ahora mismo! Momento a momento, instante a instante. ¡No sigas al bobo de Alejandro! El presente, el instante, el momento, lo inmediato es siempre joven, no es niño ni anciano. No pierdas el tiempo en el pasado ni en el futuro. El instante es vasto. Y uno puede seguir siendo joven hasta su último aliento. El cuerpo puede envejecer pero la consciencia es siempre joven.

Khishka
Testigo ambulante

EL NARANJO

(No puedes dar de lo que no tienes)

Un hortelano estaba pasando por el mercado y, entre muchas plantas puestas a la venta, escogió una y la compró. Era una casi insignificante plantita de naranjo. Llevó a la huerta de su casa, cavó un pozo en el lugar más adecuado, preparó la tierra con buen abono, Luego rellenó el pozo con esa tierra casi hasta el nivel del suelo, la regó tres veces al día durante una semana y, después de tres días, plantó la nueva plantita.

Todas las mañanas, antes de que llegue el sol, le daba agua para que la plantita se alimente y crezca sin problemas. Las malezas que crecían a su lado solían ser prontamente arrancadas para que no le perjudicase en el proceso de desarrollo.

Con el tiempo fue creciendo más y más. Sus raíces aprovechaban lo máximo el agua, que cada mañana le echaba el hortelano, la sabia vital, los nutrientes y la energía de la propia tierra. Así fortalecía día a día el tallo, las ramas, las hojas, etc. y su follaje se volvió cada vez más notable, atractivo y llamativo.

El tiempo y la buena atención del hortelano fueron factores determinantes para que el naranjo fuera creciendo naturalmente hasta adquirir una singular belleza y altura considerables. Su sombra también aumentaba a medida que los tallos se llenaban de hermosas hojas y ramas. Poco a poco fue completando su crecimiento y su madurez.

Llegado el tiempo de la madurez, después de un proceso considerable y necesario, se vistió de una infinidad de flores que despertó la algarabía de las abejas, los colibríes y las hormigas. Cada una de las especies solían recibir su parte. El mismo hortelano que contempló lo que ocurría con el naranjo que había comprado en el mercado degustó, al mimo tiempo, de la sombra, la fragancia y todo el flujo natural de los otros seres que habían comenzado a disfrutar y hacer fiesta en torno a los favores y gracias del que rebozaba el nuevo naranjo plantado en el huerto.

Pasada la temporada de flores comenzaron a brotar los frutos que también requirieron un tiempo necesario y considerable para su desarrollo y madurez. Los frutos crecían y crecían, y, el árbol del naranjo, se volvió cada vez más atractivo, pintoresco, majestuoso, simpático y apetecible. Las aves también aprovecharon su follaje no solo para emitir sus melodías histéricas (de misterio) sino, también, para hacer sus nidos en él mientras que los frutos comenzaron a tomar cuerpo, color y tamaño.

Luego le llegó la temporada de compartir sus frutos ya que estaba rebozante y repleta de primicias. Todo lo que podía brindar, las naranjas, los puso a disposición de todos los seres: del hortelano y toda su familia saboreó la exquisitez del cítrico; los otros seres y los microorganismos también tuvieron su parte. Todos, absolutamente todos, disfrutaron, celebraron y degustaron de sus delicias. La celebración comensal convocado por el naranjo rebozante de sus productos había entrado en su etapa más festiva.

Había sido necesario, como etapa primera, un proceso de desarrollo y absoluto aprovechamiento para sí de los bienes que provee la vida y la existencia para, como etapa segunda, cargarse de frutos y compartirlo espontáneamente con desconocidos, familiares, amigos y extraños. Ésta cualidad del naranjo, la de compartir ‘sin más’, sólo había sido consecuencia de su propia naturaleza. No era una obligación que debía cumplir con nadie sino como producto del hecho de haber fluido con la naturaleza.

De ese modo el naranjo se había convertido en fuente de bendición y alegría comensal para el hortelano y sus allegados; para las aves, las hormigas, los gusanos y otros microorganismos… En suma: para todos sus coetáneos. El naranjo ya no era sólo un árbol, fue más que eso, se transformó en un verdadero amigo, es decir, la extensión misma de la gratuita amistad de la madre naturaleza y de la existencia para con todos los seres. Por eso todas las especies fueron favorecidas por sus dones, gratuitamente y ‘sin más’, debido a su cualidad particular y natural de nutrirse máximamente a sí para que ello rebose y alcance a todos, ya que nadie puede dar de lo que no tiene.

Sin embargo todo el mundo ha enarbolado la ‘regla de oro’: ‘no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan’. Esto es, en otras palabras, que cualquier cosa que lo estás haciendo lo estás haciendo porque te gustaría recibir lo mismo a cambio. Comportarse con los demás como quieres que se comporten contigo es un tipo de moralidad muy baja. Es completamente interesada en el fondo. La compasión es totalmente diferente, es inmotivada, es como la lluvia que cae sin más sobre la tierra seca del desierto o sobre el mar mismo. En la compasión no hay ninguna consideración sobre el otro. La compasión es espontánea y natural. No es una manera de hacerse el favor a uno mismo indirectamente. No es cuestión de utilizar al otro porque, el otro, no es un medio, es un fin en sí mismo. Con razón dijo Emmanuel Kant: ‘la utilización del otro es un acto inmoral, es el mayor acto inmoral’. Es un crimen.

Al interior de la llamada ‘regla de oro’ se esconde el deseo, el deseo de favorecerse a uno mismo, pero en la lógica del naranjo no cabe esa pretensión. ‘La compasión es el florecimiento supremo del amor’, es decir, das porque no puedes hacerlo de otra manera. Esa es la cualidad propia del naranjo: ‘dar o compartir sin más’. No tiene nada que ver con el cumplimiento de una obligación, un deber, un voto, absolutamente nada. Esas cosas son una especie de artimañas, matemáticas, cálculos, vicios.

Todas las religiones enseñan a ‘odiarse a uno mismo’ y ‘amar al otro’, pero la gente que se odia ¿cómo puede amar al otro? Es totalmente absurdo pues, a lo sumo, uno puede fingir que ama. El amor no es un mandamiento en absoluto. No te pueden mandar y ordenar a que ames. No pueden obligarte a que ames. No puedes manipular o controlar el amor porque el amor es más grande que el individuo, es más elevado, es la fragancia envolvente de la madre naturaleza. ¿Cómo puedes controlar aquello que te supera, aquello que es más elevado que tú? Es imposible. Sin embargo todas las religiones, cuya mentalidad es legalista, te dicen: ama esto, ama aquello, ama lo otro, ama a tu padre, ama a tu madre, ama a tu hermano, ama a tu esposa, ama tu esposo, ama a Dios, ama a tu Iglesia, etc., etc. y, al final, te pierdes en ese mar de exigencias. Todo ello te insisten desde tu tierna infancia: ‘amar a todo el mundo’. Uno está condenado a intentar ‘amar’ e intentar demasiado es forzar y hacer que el amor se escape de tus manos. ¡Te estás perdiendo el amor por intentarlo demasiado!

La mente legalista ha presentado el amor como un mandato, por tanto, como una condena por la que todos están condenados a ‘amar’ y el amor se ha convertido en la mayor maldición que ha caído sobre la tierra. El ‘mandar u obligar a amar’ lo único que ha conseguido es fingir que uno ama y esa ficción no es otra sino altruismo. Sin embargo lo fundamental es amarse tanto a sí mismo que el amor reboce y alcance a los demás, en la lógica del naranjo. Debes tener algo para compartir.

La gente altruista está dando condiciones, infelicidades, sobreproteccionismos, sufrimientos, angustias y ansiedades. Están ciegos. Prefiero que todo el mundo sea egoísta que altruista. Solo así tendrá algo para dar al igual que el naranjo. Bien dijo Jesús: ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’ y yo entiendo ello dándole un orden ligero, por eso digo: a menos que te ames a ti mismo no puedes amar a tu prójimo. Es imposible. Ámate lo más que puedas para que tu amor rebose y alcance incluso al delincuente. El amor es algo que sucede espontáneamente. No responde a ningún mandato o régimen. Por eso no soy partidario de los altruistas que usan de la gente para satisfacer sus egos. Más bien condeno esa actitud porque usar a los demás es un acto completamente inmoral. Es un crimen que debería ser sancionado.

Freud y los psicoanalistas han dicho que ‘el niño, al principio, es onanista’, esto es, se ama a sí mismo. El niño, en cuanto al sexo, primero es autoerótico, después homoerótico y más tarde heteroerótico. Lo que sucede en el niño ocurre en el campo del amor. Por tanto la base de todo es el amor a si mismo, solo después viene el amor al prójimo como consecuencia o florecimiento del primero. Posteriormente viene el amor a la existencia y a la vida, pero la base eres tú. Mi recomendación es: no te critiques, no te rechaces, no seas sádico contigo mismo. Acéptate. Lo divino ha hecho en ti su morada, la existencia te hizo templo suyo, lo divino está latente en ti. Si te rechazas, rechazas lo más próximo a la divinidad que hay en ti y si rechazas lo más cercano es completamente imposible que ames lo que está más lejos.

Finalmente, lo que queda es simple, propio del naranjo, no obstruir la divinidad. El compasivo es aquel que se ha convertido en un vehículo de la divinidad. Ser compasivo es permitir que la divinidad fluya a través de ti. Te conviertes en la flauta o el violín de Dios, porque solo una ‘caña’ o una caja es capaz de permitir que la música fluya a través de él. Si el compasivo es la flauta por donde fluye la música eterna de Dios, Dios está recitando en el canto del pájaro y el naranjo es su enseñanza, el río es su canto y toda la existencia es su baile en torno tuyo. ¿Ves? Cuando permites que la música eterna suene a través de ti, desapareces para que pueda existir y, cuando dejas de existir, la divinidad fluye a través de ti completamente.
Khishka
Testigo ambulante

domingo, 15 de junio de 2008

EL GATO

(¿Un misterioso felino o un Maestro?)

Un hombre observó que cierto gato estaba vigilante, sentado en silencio, con pasividad, con esa energía en atención, listo para entrar en actividad, tremendamente alerta, esperando que saliera su presa. Esperó y esperó, batiendo la cola, aún cuando sus ojos amenazaban cerrarse después de tanto esperar. Quizá estaba soñando y cabeceando al mismo tiempo. Tal vez soñaba comiendo ya al ratón, relamiéndose, disfrutando, pero estaba muy expectante.

Un solo ruido, dentro del agujero, robaba toda su atención. Su naturaleza sutil y grácil podía hacer que sienta, antes que el dueño, si alguien, benigno o maligno, se ha introducido en casa. El felino estaba tan alerta que no podía escapársele nada.

Estaba vigilando la ratonera, esperando que el ratón salga. ¡Con qué silencio! ¡Con qué inmovilidad! ¡Con qué seguridad! ¡Con qué confianza! ¡Con qué convicción! ¡Con qué pasividad! El gato estaba absolutamente seguro de que por fin saldría el roedor. Confiaba plenamente en el ratón, sabía que vendría, sabía que volvería por la misma ruta… y vino. ¡Qué salto dio! ¡Qué energía! Una energía radiante… expectante. ¡Qué atención! ¡Qué efectividad! ¡Qué puntería! ¡Qué destreza! ¡Qué vivacidad! ¡Qué sagacidad! ¡Qué arte! Con un solo salto cogió al ratón.

Y como un gato nunca falla dio con la presa y se hizo de las suyas. Jugueteó con él empujándole de un lado para otro. El ratón, medio muerto, aún quiso escapar de sus manos pero también sabía que todo intento era inútil, no había modo alguno de hacerlo. Todas las posibilidades estaban agotadas. Pero el felino estaba contentón, lúcido, radiante y muy seguro. La presa estaba asegurada, lista para ser celebrada y disfrutada. Una vez más el banquete estaba ratificado. Se relamía y ¡cómo empezó a disfrutar del ratón en su haber!

El gato: al principio es ‘todo atención’ luego es ‘todo celebración comensal’. Es su naturaleza, es su gloria, es su todo. Eso es lo que es: un misterioso felino. Concluyó el observador.

Con razón o sin ella el ser humano siempre quedó pasmado ante las cualidades del gato. Ésta es la razón del por qué le ha dedicado infinidad de frases, dichos, mitos, leyendas, refranes refiriéndose a sus cualidades particulares que tienen mucho que ver con lo tocante o lo esencial del ser humano, lo religioso. Entre las muchas dedicatorias citamos:

- Ponerle el cascabel al gato. Refiere a la importancia de los más débiles o súbditos a la hora de tomar decisiones arduas, importantes y cruciales (respecto de los prelados o los más fuertes) de las cuales dependerá el futuro de la subsistencia del grupo o de la especie. Si al menos hay uno que encara esa causa con efectividad, ‘atar’ o ‘ponerle’ el cascabel, equivaldrá a un camino de rebelión, como iniciativa individual del más cuerdo, inteligente, coraje, eficaz, perspicaz, creativo, atrevido, pícaro, cualidad particular de quien depende el futuro de la gran mayoría si éste la lleva a efecto. Sin duda es riesgosa querer hacer en el presente un giro de ciento ochenta grados, volcar las cosas, pero nada se pierde con intentar cuando hay todo por ganar a fin de cambiar radicalmente el destino y el curso de la historia.

- Aquí hay gato encerrado. Se alude, en ciertas ocasiones, a una razón o causa oculta, un manejo de bienes sospechoso, en todo caso, cuando lo que sale a luz suele ser poco claro y confuso.

- Dar gato por liebre. Este dicho se ha formulado debido a las estafas que, a menudo, suelen ocurrir en los restaurantes, es decir, uno pide carne de vaca y le dan la de una burra; otro pide carne de conejo y le dan de gato. Sin embargo como el plato está bien disimulado, no hay nada que objetar, cuando la verdad es que uno cae en la cuenta sólo cuando se manifiestan las consecuencias. Entonces suelen vociferar: me han dado gato por liebre. En torno a ello, en la antigüedad, los comensales que se encontraban en lugares parecidos, solían decir:

Si eres cabrito, mantente frito;
Si eres gato, salta del plato.

- Buscarle tres/cinco pies al gato. Este proverbio equivale a personas que siempre están con rodeos y que están empeñados en escudriñar respuestas, razones, argumentos o soluciones rebuscados mediante reflexiones y sospechas sin demasiado fundamento. Y la de cinco pies proviene de la costumbre de agarrar al gato por el rabo, considerado como el quinto pie según Rodríguez Marín en su Edición crítica del Quijote.

- Las siete vidas del gato. Este axioma hace mención al ámbito propiamente supersticioso como esotérico. No cabe duda de que la excepcional resistencia del gato, su capacidad de salir indemne ante las situaciones más complicadas o de saltar alturas considerables sin sufrir el menor daño, cuando otros animales habrían perecido, hizo pensar a los antiguos que este felino tenía más de una vida.

- De noche, todos los gatos son pardos. Inicialmente la pronunció el filósofo idealista Hegel parodiando a Schelling, y su comprensión del Absoluto como una identidad primigenia a todas las diferenciaciones, dice: de noche en la que todas las vacas son negras. Esta frase fue reformateado posteriormente y que hoy la conocemos con referencia al gato. La máxima quiere explicitar que con la oscuridad de la noche, o falta de luz, es fácil disimular las tachas de lo que se vende o se comercia. También explica que los que obran mal se valen de la oscuridad y las tinieblas para ocultar sus malos hechos y no ser reconocidos por otros.

- Llevarse el gato al agua. Es un refrán que alude al sujeto que vence a otro en una contienda o disputa por alguna cuestión concreta, según la reflexión de Rodrigo Caro, en: Días geniales o lúdicros, un libro en la que plasma toda su erudición.

Entre muchos también figuran otros como:

- Comer como gato: se dice de la persona que come muy poco, como un gato; lavarse como un gato: hace referencia a un ‘baño polaco’, es decir, lavarse de forma descuidada y negligente; unos cuantos gatos: alude a un número reducido de gente; vivir como perro y gato: dice de dos personas que siempre están peleando de forma violenta; caer de pie como un gato: refiere a la cualidad singular de que caiga de donde caiga, aunque fuera de una altura considerable, nuestro misterioso felino siempre caerá de pie. Es un hecho, lo que en el ámbito humano es sinónimo de una persona que encara su vida con eficacia y perspicacia; jugar al gato y al ratón: describe el hecho de dos personas que se persiguen y se esquivan mutuamente; tiene pies de gato: se dice de la persona que de repente lo tienes ahí, a tu lado y no te has enterado cómo a llegado; es ágil como un gato: se dice de la persona que tiene una ligereza y efectividad en el desempeño de sus funciones, etc.

Todos estos dichos indican nuestra admiración y homenaje a las cualidades del gato como un ‘misterioso felino’. Pero más allá de esa apreciación y homenaje tiene mucho que ver con nuestra condición humana que, en muchas civilizaciones occidentales, se ha reducido a una suerte de humanoídes sin nada nuevo que proponer al aquí y ahora existencial. Viven por vivir en una calidad catastrófica de sub-humanos. He ahí la necesidad de despertar según la lógica gatina.

Dice Murphy que hay dos tipos de personas en el mundo: las que dividen en dos tipos a la humanidad y las que no dividen absolutamente. Yo me apunto entre los que dividen en dos tipos a la humanidad, pero solo por razones o motivos explicativos, es decir, entre los que duermen y los que están despiertos. Entre estos no se los puede ignorar a los que están al medio, en transición, es decir, del sueño al despertar.

Entre los que duermen está el noventa y nueve por cien de la humanidad, es decir, los que a diario se las dan de títeres de lo trivial, de lo superficial y han terminado adormeciendo su potencialidad y su naturaleza esencial. Se dejan arrastrar por la corriente de la masa, de lo común, de la sociedad, de la colectividad, de las costumbres. Se arrastran por la faz de la tierra sólo porque les ha tocado el turno de arrastrarse. Ésta, sin duda, es la triste historia acrítica de la mayor parte de la humanidad. Para el colmo de los colmos, personas así, se autoproclaman sabios o, por lo menos, se las dan cuando son títeres de la ortodoxia y de una tradición inerte, cuyas ilusiones han sido impuestas, a lo largo de los siglos, a la gran mayoría de la humanidad.

A aquellos que están despiertos, siendo optimistas, corresponde el resto, es decir, el uno por cien de la humanidad, pero sin ignorar a los intermedios, ya que a ellos, también, les corresponde una tarea ardua que han venido encarando diligentemente, especialmente, dando consistencia a los que están despiertos. Entre los intermedios figuran los danzarines, músicos, poetas, bailarines, artistas, pintores, enamorados, etc. ellos están arañando el mundo de los despiertos, lo desconocido, lo divino que no está ni más allá ni más acá; está ahí, en el corazón de la vida, de la existencia, en el océano del Todo.

Los que están despiertos son los rebeldes que han propiciado la rebelión y por eso han sido eliminados antes de tiempo. En el mundo solo se necesitan doscientos diez sabios para reconducirlo, transformarlo y devolver la alegría y la dicha a este hermoso planeta. Un Cristo, un Buda, un Sócrates, Zaratustra… son los rebeldes, los despiertos, los sabios, las lumbreras que siempre han incitado, al mundo entero, a ‘estar alertas y despiertos’ frente a las trampas maquinadas por los vivarachos y sibaritas. Esto supone una ‘ruptura radical con la cotidianidad’ (E. Dussel), un giro de ciento ochenta grados en la historia, volcar completamente la moneda, escalar más allá del Bien y del Mal, superando la dualidad mayor como es Dios-Hombre, conceptos en torno a los cuales está acuñada una cierta moralidad dictada por una cofradía de curas y monjas célibes. Todo ello deja en claro el esplendor expectante de la lógica del gato: su silencio, su atención, su energía, su perspicacia, su picardía, su coraje, su confianza, su puntería…

El gato es una energía en atención, un concentrado de energía dispuesto a entrar en acción en cualquier instante. Es más que un misterioso felino, es la concretización del ‘despertar’, cuya genialidad natural, sutil y grácil, ha hecho de él un maestro en cuanto a su acontecer existencial y vital se refiere. Sí, eso es lo que es. No es una simple mascota ronronera y mansa paloma, es todo Maestro, un Cristo, un Buda, un Sócrates, un Zaratustra, un Krishna…

Khiska
Testigo ambulante

EL HOMBRE

(¿Qué es…?)

El hombre es un animal creador de cuentos. Sí, eso es lo que es, el hombre es un creador de cuentos. Con razón Gabriel García Márquez escribió un librito cuyo título es ‘Vivir para contar’. Toda tu vida es un cuento, historieta, leyenda y mito para los que te conocen y, ellos/as, a su vez, cuentan a sus conocidos/as, amigos/as y van ampliando hasta que va desapareciendo paulatinamente en el mundo de la gran consciencia multiversal que está más allá de nuestra conciencia individual. Es como una gota de agua que desaparece en el océano y se une a él plenamente.

A lo largo de los siglos el hombre ha estado creando no solo cuentos sino también bellas, mitologías, historietas, parábolas, fábulas, leyendas que han venido cumpliendo un papel fundamental tanto que, sin ellas, la vida sería triste, aburrida, pétrea, fría, sin fiesta ni celebración.

El hombre ha creado bellas mitologías. Ha creado a Dios, el Cielo, el Infierno, los ángeles, un Dios que ha creado el mundo, el Bien, el Mal; el mito de Adán y Eva, de Sansón, del Paraíso, de la torre de Babel….; el mito del andrógino, de la caverna, de Sísifo, de Tántalo, de Elpénor, de Er, de Zeus…; el mito de Hércules, Minerva, Júpiter, Esculapio… y el mar de etcétera, etcétera que no cabrían en éste espacio limitado.

En el mundo de los cuentos y de los mitos hablan las flores, las piedras, los animales, los ríos, los árboles, los ángeles, el mismo Dios, los montes elevados, el sol, la luna, las estrellas, el viento, absolutamente todo, todo lo que existe tiene su lugar y su palabra. Todos hablan el lenguaje humano.

Como tal, los cuentos como los mitos, son vulnerables e indefensos. Por eso quien mata uno de ellos mata algo en el corazón del ser humano. Cuando los racionalistas de la modernidad intentaron eliminarlos no lo han logrado porque viven muy dentro del corazón humano. Quien mata un cuento, una fábula, un mito, asesina lo más bello del corazón del hombre. Los mitos y los cuentos son vulnerables e indefensos como los niños recién nacidos. No saben defenderse. Son inocentes cuyo asesino mayor, a lo largo de nuestra historia humana, fue el racionalista quien quiso refutarlos y destruirlos. ¡Necios fueron aquellos que han querido eliminarlos pero no pudieron!

El racionalista moderno se parece a un tal Simón que había escuchado hablar el siguiente cuento popular que se acuñó en la tierra de Los Lípez (en Sudoeste de Potosí - Bolivia). El cuento decía: los ancestros eran más capaces que la gente de ahora. Podían hablar directamente con la naturaleza y tratar sin intermediarios con la existencia. Su trato solía llegar hasta el colmo de ordenar a los cerros a expulsar su corazón con sólo un hondazo. Sus palabras tenían autoridad tal que las piedras los hacían caso. Si la zona era mineralógica no necesitaban de teorías para fundirlas y hacer hermosos collares, anillos, y toda clase de joyas tanto en oro como en diamante. También, mediante el acuerdo colectivo, hacían campanas de oro y otros objetos de interés comunitario.

Las campanas no hacían de un mismo tamaño sino de tamaño diversificado. Los más grandes solían ser puestas en las torres de sus templos para llamar a la muchedumbre en caso de reuniones; las medianas estaban diseñadas para llamar a los jóvenes de ambos sexos; las pequeñas estaban trazadas para llamar a la gente ‘menuda’, es decir, a los niños y niñas de la comarca.

Pero un día, todos los habitantes del pueblo, grandes y pequeños, se enteraron por medio del testimonio de sus sabios, que una multitud de gente codiciosa y ávida de sus bienes vendría a arrebatarlos. Ellos, temerosos de esas predicciones, mediados por sus autoridades y dirigentes, convocaron a una gran asamblea y, allí, deliberaron el destino de los tesoros valiosos de aquel pueblo arcaico.

Esas ‘tres campanas’ de aquel antiguo rancho, por deliberación de la asamblea, fueron destinadas a una cueva inalcanzable (para que los invasores ávidos de oro no puedan sacarle provecho alguno). La cueva estaba ubicada en la mitad de una roca muy alta que se levantaba al frente del mencionado pueblo mítico. Allí fueron puestos ya que, estos hombres primitivos, eran muy celosos de sus bienes. Este suceso se transmitió de generación en generación: los abuelos contaron a sus hijos, los hijos a sus hijos y estos a sus hijos… y así sucesivamente. Este mito recibió Simón de sus abuelos quienes, también, le habían mostrado el lugar exacto dónde, supuestamente, yacían las ‘tres campanas’.

Simón creció con esa conciencia y conforme iba mirando el mundo, lo que hacían sus contemporáneos y las cosas que sucedían, no le auguraba mucho futuro porque él era demasiado ambicioso. Por eso, un día, tomó la decisión de hacerse con las campanas para enriquecerse tan pronto como fuera posible extrayéndolas. Como las campanas eran de oro, por lo que decían, más le llamaba su atención.

Luego, como todo pueblo tiene sus fiestas propias, cabalmente, estaba cerca los días de ‘carnaval’ donde la gente del pueblo, asiduamente, solía participar. Tomó todas las precauciones necesarias para que nadie se entere de lo que estaba tramando. Justamente, esos días, sabiendo que toda la gente está ocupada con el hecho de los ‘carnavales’, decidió lanzarse a la aventura de la extracción de las campanas. Consiguió unas sogas largas y gruesas que le podrían ayudar para llegar al lugar preciso desde la cima de la roca.

Una vez llegado a la cima amarró firmemente en una piedra enorme y de unos pocos arbustos que brindaba aquel sector rocoso, se puso el seguro y se largó para abajo. A medida que iba bajando la soga se fue gastando y, ha como de lugar, se rasgó y se partió en dos debido a la altura y el peso del hombre. Simón se vino para abajo y cayó muerto a orillas de la roca. Así terminó su aventura y su historia trágica.

Pasado los días de ‘carnaval’, sus amigos y sus familiares, le echaron de menos. Todo el mundo comenzó a investigar sobre su paradero y no encontraron una respuesta asertórica.

Finalmente hubo uno que declaró:

- Una vez le he escuchado hablar sobre las tres campanas que dicen que está en la cueva del frente. ¿Quién sabe? Quizá ha intentado habérselas porque le noté muy interesado.

Estas declaraciones quedaron como las últimas alternativas para dar con el destino de Simón.

Entre todos, las autoridades y los comunarios, organizaron una comitiva para la búsqueda y cabalmente encontraron su cadáver, casi putrefacto, a los pies de la roca. Recogieron el cuerpo y le sepultaron en el cementerio del pueblo. Sus familiares y amigos lloraron su muerte y se quedaron resignados pues no había nada que hacer.

Así concluyó la historia de un bobo, la de Simón, que murió sin comprender lo que significa un mito, un cuento, una leyenda. Para Simón la hipótesis ‘tres campanas’ se había convertido en un dogma o un medio para enriquecerse de la noche a la mañana.

Tanto el mito como la leyenda, el cuento como la parábola… o cualquiera que pertenezca a un género literario, no puede funcionar como categoría o como doctrina, es decir, no son matemáticas ni geografías. Son lo que son: cuentos, leyendas, mitos, metáforas… Simón al matar el mito se mató a sí mismo. Hizo lo mismo que los racionalistas quienes mataron los mitos y ahora sienten que la vida no tiene sentido alguno. Es eso lo que ocurrió con Victor Frankl quien, después de la segunda guerra mundial, escribió su libro cuyo título es ‘El hombre en busca de sentido’.

No hay ningún soberano motivo para buscar el sentido de la vida. La vida tiene su sentido en sí mismo, es un fin en sí mismo, como la existencia. Los cuentos, los mitos, las leyendas, las metáforas, parábolas, todas ellas, absolutamente todas, no son sino expresiones del humor, del chisme, del encuentro, de la fiesta, de la convivencia, de la celebración, de que la vida, por naturaleza, tiene un fin en sí mismo. No necesita de añadidos artificiales para tener sentido. Pero el bobo que aplica como categoría mata lo más bello del corazón de la vida del ser humano. Y el hombre (varón-mujer) se hace cada vez más huérfano, menos festivo, menos feliz y vacío de amor.

Si se siente vacío de amor y huérfano de humanidad contemplará el suicidio a cada paso. Esto creará angustia, desesperación, ambición, nostalgia, depresión y obsesión al interior del corazón de su vida. Y, como es obvio, acudirá a la droga, al alcohol, al sexo, pero éste último, no como una bendición sino como objeto de mercado, y a otras cosas para ahogar su obsesión y su angustia. Esas cosas que hacen las veces de drogas le ayudan a olvidarse de uno mismo hasta el colmo de oscurecer el sentido propio de la vida que está en sí mismo y sujeto a ser vivido.

En suma: estos elementos nacidos de la naturaleza de la vida, además de formar parte de los géneros literarios, generan sentido pero no para ser buscado sino para ser vivido intensamente. Todos ellos son bellos cuentos que nos recuerdan que la vida y la existencia tienen un fin en sí mismo. Por eso nos ayudan a vivir, a abrir sendas, brechas, caminos en la vida presente. He ahí la validez de nuestra afirmación: el hombre es un animal creador de cuentos, mitos, leyendas, metáforas, parábolas, etc., etc.

Khishka
Testigo ambulante

sábado, 14 de junio de 2008

CONFIANZA

(Para encarar la vida)

En las afueras de un gran hotel dos mendigos hacían su trabajo a la perfección. Uno era ciego y el otro no tenía piernas. La mendicidad era su única profesión. Ambos eran enemigos y codiciosos entre ellos mismos. Ni siquiera se saludaban. Sólo en su modo de vivir y hacer se podía observar su profunda enemistad.

Un día el hotel empezó a arder en llamas desde el sótano y toda le gente empezó a salir como podía. Los bomberos demoraban demasiado y nunca llegaban. La gente todo alborotado se salvaba como podía pero nadie se daba la molestia de salvar a los mendigos de la catástrofe que se les avecinaba.

Sin embargo llegó el momento en que ambos se pusieron a pensar:

- Hay una sola alternativa –dijo el ciego–: ven y súbete a mi espalda y condúceme con tus ojos lo más rápido posible para que los dos salgamos de este asunto. No sea que el fuego nos alcance y perezcamos juntos.

Entonces el otro, después de haber entendido perfectamente la propuesta del ciego, se subió a su espalda, se sujetó muy bien con sus manos y guiados diligentemente por los ojos del manco se salvaron del peligro sin novedad.

En ese momento se habían olvidado de sus competencias en su ejercicio laboral, su enemistad, sus diferencias, y salvaron sus vidas. Ninguno pereció y ambos se salvaron. La emergencia les hizo superar, completamente, sus diferencias.

Los dos mendigos eran muy inteligentes y por eso salvaron la vida. La confianza es la mayor inteligencia. Ser inteligente no es ser un loro o un depósito de convenciones. No. Ser inteligente es tener confianza total en uno mismo y, esa confianza en uno mismo, hace que uno tenga confianza en el otro. Es decir: el requisito para confiar en el otro es tener una confianza absoluta en uno mismo.

La confianza absoluta en uno mismo contiene en sí inteligencia, coraje e integridad. La vida está ahí para ser vivida intensamente y, vivirla, es el único camino para saber lo que es la vida. Ese es su misterio: ser vivido, amado y experimentado momento a momento. No es matemática ni geografía; no se necesitan croquis ni mapas para ser vivido; no, porque la vida está cambiando continuamente.

Si bien Qohelet en su escepticismo dijo: No hay nada nuevo bajo el sol, yo digo: no hay nada viejo bajo el sol, antes bien, todo es nuevo. Hay un tremendo dinamismo absoluto. Lo único que no cambia es el cambio. En cuanto se consigue tener una regla de juego, un croquis, un mapa, un guía ya estará anticuado e inútil, porque la vida habrá empezado a bailar otro ritmo. Esa es su esencia y su riqueza. Ese es su misterio: estar en constante proceso.

Esta visión de la vida solo puede brotar incondicionalmente de un corazón floreciente de confianza, una confianza absolutamente individual. Esa confianza no tiene nada que ver con la creencia, fes, dogmas, doctrinas porque éstas son absolutamente sociales. Lo social es lo convencional, lo social es lo tradicional, lo social es propio de la multitud, pero la confianza es propia del individuo.

Donde hay confianza hay armonía, hay sincronicidad y, donde hay éstas, hay sabiduría para encarar la imprevisibilidad de la vida con inteligencia. Es eso lo que hicieron los dos mendigos: acudir a la confianza absoluta en sí mismo cuya consecuencia o desbordamiento fue la confianza en el otro. Ésta acción es una acción propiamente inteligente ya que la inteligencia no es otra cosa sino la armonía del intelecto con el corazón. Por tanto: las piernas del ciego representan el intelecto y los ojos del manco representan el corazón. Ambos, en perfecta armonía y en ese orden, son la llave maestra que abre todos los secretos y misterios de la vida.
Es preciso que haya una enorme confianza y coraje para alejarse de lo convencional, lo tradicional y lo dogmático (propios de la multitud) para encarar la espontaneidad, la imprevisibilidad e inseguridad de la vida con inteligencia.

Khishka
Testigo ambulante

EL ÚNICO TEMA

(La ‘vida’ con ‘v’ minúscula)

Había un hombre que le gustaba escribir cartas de amor, poemas, artículos, canciones, historietas y, todas ellas, estaban conectadas por un único tema: la vida, la vida como algo vivido momento a momento.

Sus escritos tenían una singular característica: escribía con letras minúsculas; no había ni una sola palabra escrita con letras mayúsculas. Por escribir así, sus obras, resultaban totalmente ilógicos y anticotidianos frente a los ojos de los intelectuales más agudos de la sociedad donde vivía, es decir, despertaba cierta sospecha al interior de las publicidades oficiales.

Pero la sospecha de los agudos eruditos de su sociedad nunca llegó a interferir la originalidad del hombre que, por intuición propia, escribía todo con minúscula incluso su propio nombre.

Un buen día se encontró con un joven recién graduado en periodismo. Éste, después de haber leído algunos artículos suyos, fue a preguntarle:

- ¿Por qué escribes todo con minúsculas? ¿No sabes que escribir así va contra las reglas de la gramática? ¿Qué tienen de malo las mayúsculas? Interrogó el joven.

Él hombre, haciendo un breve silencio, le miró al periodista y, le dijo:

- Las mayúsculas son tremendamente gramaticales y no tienen nada de malo pero, a mí, no me gustan; me gusta la ‘vida’ con la ‘v’ minúscula. La vida me gusta así y eso me basta.

- ¿Qué quiere decir con eso? –Preguntó el muchacho–.

El hombre con un rostro espléndido respondió:

- Quiero decir que estoy enamorado de lo inmediato, pero no de lo lejano, pasado o futuro. Estoy entusiasmado de las cosas pequeñas, por ejemplo: un abrazo, un beso, una puesta de sol, una taza de café, recibir una visita, una carta, un mensaje por Internet, chatear, hablar por teléfono celular, leer chistes, mirar una flor en el jardín, contemplar la belleza de una mujer, mirar el vuelo de un pájaro, una comida, escuchar música, bailar, reír, pintar, escribir, nadar en la piscina, jugar cacho, brindar con los amigos, celebrar cumpleaños, en fin, me gusta contemplar el baile de la existencia y de la vida. Estoy enamorado de esas cosas pequeñas y, todas éstas, no se pueden escribir con mayúsculas, si lo escribiera nunca me lo perdonaría.

El único tema del que conviene hablar es la vida con ‘v’ minúscula y si quieres hablar de la vida con ‘V’ mayúscula, simplemente, la matarás porque la vida no es catalogable. Es infinita. Es eterna. Lo infinito y lo eterno no pueden escribirse con mayúscula. No. Es minúscula, esto es, está en proceso de, si vale el término, completación.

Khishka
Testigo ambulante

viernes, 13 de junio de 2008

FANÁTICO

(¿Por qué no te suicidas?)

El pasado viernes, 9 de mayo, del 2008, los centros educativos de ‘Fe y Alegría’ tuvieron sus festejos conmemorativos en las afueras del templo de la parroquia San Juan Bautista. Como había bastante alboroto, por el civismo notable en la voz de los que ejecutaban el programa, miré por la ventana y divisé los diversos trabajos que habían realizado los alumnos. Los presentes estaban delicadamente pegados en las mallas metálicas que protegen el parque infantil ubicado al frente de la mencionada casa religiosa.

Los trabajos expuestos eran de pintura, recortes de revistas y periódicos, mensajes actuales, frases célebres, etc. que, habilidosamente hechas, formaban la figura de rostro y busto de una madre; en otros casos reflejaban la realidad social; el corazón que irradiaba la cordialidad; manos juntas que significaban solidaridad; algunos eran dedicatorias a los santos y santas representativos y fundadores de las comunidades religiosas a las cuales pertenecían las hermanas religiosas que hacían de directoras o que trabajaban en aquellos centros educativos que estaban de fiesta.

Entre ironías y ganas de salir a observar los trabajos artísticos de los alumnos, viendo cómo estaban ubicados, tanto los conductores del programa como los profesores y los alumnos, dije: –los alumnos expuestos al sofocante sol y la mayoría de los profesores y los ejecutores del programa acurrucadas en las escasas sombras que había… ¿A eso le llaman educación? ¡Parece un completo disparate!–.

Ésta visión propia compartí con algunos conocidos, entre ellos, la hermana Zelinda (de la congregación de la Hermanas de San José de Chamberí) que, con una cámara fotográfica digital en mano, estaba sacando fotos para el recuerdo tanto de lo que hacían en ese preciso momento como los estupendos trabajos de arte que habían realizado los alumnos.

La hermana Zelinda y yo, nos pusimos a apreciar los trabajos y, como era bastante numerosa y extensiva, miramos una a una y sacamos foto de las más significativas. Entre nosotros y otros había también un observador con su bicicleta y en ella llevaba cargada unas dos arrobas de harina. Y éste tipo, mirándonos fijamente, se puso a decirnos: –hay dos cosas que faltan aquí–.

La religiosa, con quien estaba, no le tomó mucha atención a las palabras del metiche y siguió adelante. En cambio yo, me quedé escuchando sus palabras ya que sentí una especie de curiosidad por saber a dónde quería ir el personaje con sus apreciaciones, al parecer, intransigentes. Le pregunté:

-¿Por qué dices que faltan dos cosas en estos trabajos?

Parecía bastante instruido el hombre. Me contestó:

- Primero: porque los padres de familia, en su mayoría, cuando comienzan las clases en los colegios, llevan a sus hijos a las librerías y se los compran todos los útiles escolares, los libros que le han pedido los profesores y se olvidan de comprar el ‘libro de los libros’, la Santa Biblia, la Santa Palabra de Dios. Eso falta y por eso estamos como estamos hoy.

Escuchando atentamente su primera intervención, le dije: –ya veo que tú eres bastante fanático, pero me parece interesante tu observación. Y ¿cuál es la segunda cosa que le falta a todos estos trabajos expuestos?–.

- La segunda cosa que falta es ‘Jesús’. Se han olvidado completamente de él. En ninguno de los trabajos aparece. Y si no hay estas dos cosas, siempre será así, todo andará mal. Faltan esas dos cosas y por eso estamos peleando los bolivianos. Por eso también la situación de nuestro país está preocupante porque se han olvidado de Dios y de su Santa Palabra.

- ¿Así? –Le dije–. ¿Y tú que estás haciendo aquí perdiendo el tiempo? Jesús ya murió hace tiempo y la Biblia ha sido escrito hace miles de años. ¿Cómo puedes tú decir que esas dos cosas faltan? El pasado no nos hace falta. Lo que nos hace falta, siendo realistas, sería: limpiar la conciencia de nuestros fanatismos y de los prejuicios que vienen, precisamente, del pasado.

El tipo se puso en apuros y me contestó un tanto furioso:

- ¿Cómo vas a decir eso? Eso no se puede decir. Jesús es Dios y la Biblia lo dice. Porque no tomamos en cuenta a él y su Palabra estamos yendo de mal en peor. Hay tanta destrucción, terremotos, huracanes, sismos, familias enteras peleadas, la pobreza, miseria, mujeres abandonadas, niños en la calle, borracheras, drogadicción, en fin ‘todo está mal’.

Yo le repliqué diciendo:

- Así que para ti todo está mal. Entonces, así como está, ¿te gusta éste mundo?

Él me dijo:

- ¡No me gusta porque está lleno de pecados. Han ofendido a Dios completamente con sus maldades. No puede haber otro mundo más malo que éste!

Y le rematé declarando:

- Y si no te gusta este mundo porque está lleno de pecado, porque ofendió a tu Dios y porque no puede haber otro mundo más malo que éste ¿qué sentido tiene seguir viviendo? Mejor ¿por qué no te suicidas? Suicídate y la maleza del mundo habrá terminado para ti. ¿Para qué amargarse tanto la vida? ¿Para qué vivir desdichadamente en medio de mundanos? Tienes la única alternativa: ¡Suicídate! ¡Pero ya! ¿Si acabas de decir que este mundo no te gusta y está lleno de pecados; que ni tu Dios le perdonará? ¡Suicídate y punto! Todo habrá terminado.
El evangélico cayó en la cuenta de haberse topado con un hombre peligroso; se puso a temblar; los nervios le atacaron de pies a cabeza; sudoroso y refunfuñando, para los cuatro vientos, montó su bicicleta y se fugó sin noticia alguna.

Khishka
Testigo ambulante