domingo, 10 de agosto de 2008

ARAÑITA

(El juego de la vida)

Un día, Khishka, se encontraba sentado sobre una silla y disfrutando de la sombra del limonero. Llegó un momento en que alzó su brazo izquierdo y logró divisar una diminuta arañita que venía justo por el apoyadero de la silla.

Él le dijo:

- ¡Hola arañita!

Y ella se detuvo como si contestara ¡hola! Pero, la pícara, le incitó a Khishka al ‘juego de la pesca-pesca’ y, éste, logró comprender su lenguaje. Entonces comenzó la recreación.

Khishka le dijo:

- Eres muy diminuta, querida.

La arañita le contestó:

- Es verdad. Pero para que veas no soy tan pequeña como tú piensas. ¡Te reto! –le desafió–. Y comenzaron la competencia.

Khishka inició la partida con el dedo índice de su mano izquierdo. Le persiguió por el lado derecho y, la arañita, aparecía por el lado izquierdo. Entonces él atacó por el lado izquierdo y la otra aparecía por el lado derecho. Así una y otra vez. Cuanto más rápido era el ataque la arañita también resultaba tener una impresionante velocidad. Este juego se repitió durante un buen momento.

La arañita se puso muy insistente y vivaz.

Le dijo:

- Eres muy lento Khishka –dijo frotándose las manecitas–. Con esas palabras, la muy traviesa, le puso en jaque a su adversario. Y riéndose le dijo otra vez:

- ¡A que no me agarras! ¡Te reto!

Y Khishka pensó para sus adentros: –ahora va a ver la traviesa. Le voy a atacar por los dos lados. ¡Le voy a enseñar lo que es ser ganador de un juego!–. Luego le dijo:

- ¿Eres muy traviesa, no? Pues bien, ¡prepárate! ¡Ahí empieza el último round!

Como no le dijo que el juego iba a seguir del mismo modo o cambiaría de estrategia, Khishka, se sirvió de sus dos dedos y le atacó por los dos lados. Le dijo:

- ¡Ah…ha! ¡Te tengo pequeña travesura!

Ahora la que estaba en ‘jaque mate’ era la arañita. Y Khishka, al parecer, ya podía hacerse con la partida; ya no había alternativa. Poco a poco, acercó los dos dedos y justo, cuando iba a tomarlo, ¡plop! Saltó la arañita en dirección de una hoja seca de papaya que yacía en el suelo, diciendo:

- ¡¡Yu… hoo!! ¡Era sólo un juego! ¡A Dios…!

La belleza de la existencia es su eterno juego. No hay otra belleza. Preguntarse ¿si habrá o si hubo una belleza tal? es una simple estupidez. Todo lo que alienta, todo lo que vemos está inmerso en ese inconmensurable juego de la vida. La belleza de la existencia surge cuando la comparación cesa. No hay superior ni inferior. Toda la existencia es superior. La arañita es única y superior. Khishka es también único y superior. Todo está provisto de una superioridad intrínseca. Lo pequeño es grande y lo grande es pequeño. La vida es solo un juego, un eterno juego que va de eternidad a eternidad.

La comparación es estúpida. Fíjate: la mente erudita y estúpida pregunta: ¿por qué hay inteligentes e ignorantes? ¿Por qué hay guapos y feos? ¿Por qué hay diferencia entre los sagrado y lo profano? ¿Por qué la diferencia entre varón y mujer? ¿Por qué la diferencia entre animales y seres humanos? ¿Por qué hay santos y pecadores? ¿Por qué otros son más y otros menos? ¿Por qué hay perfectos e imperfectos? ¿Por qué hay ateos y teístas? Toda una masa de ¿por quééés…? Creados para ser respondidos con unas miserables respuestas aristotélicas, respuestas sin sentido y tontas.

Todas las comparaciones son erróneas, totalmente erróneas. Son hijas de su madre. Todas las comparaciones son hijas de tu equivocada educación, de tu pseudoreligión, de tu política, de tu sociedad. Desde temprana edad te han inculcado la comparación y, ésta, ha sido la causa de los dos complejos: el complejo de superioridad y el complejo de inferioridad de las cuales adolece la sociedad occidental.

Todo el mundo ha hecho lo que le han dicho que haga, te han educado de un modo tan estúpido que ahora te ves privado de la dicha y buscas refugio en consuelos que no son más que mentiras que has repetido durante toda una vida y que ahora parece una verdad; te han criado de tal modo que te has extraviado en las comparaciones: que alguien es más alto que tú, otra es más guapo/a que tú, otro es más inteligente que tú, siempre hay alguien más virtuoso que tú, otro alguien es más religioso que tú; alguien es más famoso que tú, alguno es más santo/a que tú; y en ese mar de comparaciones te pierdes y, ahora, adoleces de un complejo de inferioridad. Sufres.

Te han criado de tal modo que ahora te sientes erudito, nadie puede retar tu palabra, que siempre tú tienes la última, la que decide; te sientes todopoderoso porque manejas mucho dinero, tienes muchos bienes, tienes coches de último modelo, te sientes demasiado guapo pero, a la vuelta de la esquina, un mendigo puede ser más guapo que tú. Puedes ser presidente de una nación y tener todo el poder que necesitas para dominar y someter a tus enemigos, puedes ser primer ministro, puedes ser un famoso músico, etc., etc. y debido a que siempre comparas, estando en tales alturas, siempre te faltará algo. Nadie puede sentirse verdaderamente superior. Pero hay una única certeza: adoleces de un complejo de superioridad que tienes que defenderlo a toda costa. Esto es una mera ilusión. Por eso, igualmente, sufres. Entonces ¿para qué sirve la comparación? Toda comparación es simplemente una estupidez.

No te engañes. Este momento lo es todo. El juego de la vida es todo lo que hay; la danza de la vida es todo lo que hay; el baile de la vida es todo lo que hay; la fiesta de la vida es todo lo que hay. No hay un lugar a dónde ir. No lo hay. Si alguien te dice que existe Dios, como un caballero que te está esperando cuando concluya tu visita a este mundo, para premiarte o para castigarte, es un mentiroso. Sin embargo es exactamente eso lo que tus pseudoreligiones te han venido enseñando por milenios enteros. Y ahora lo tienen empañado casi a toda la humanidad en un fango de supersticiones. Es tiempo de que despiertes y te desembaraces de esas porquerías mortecinas.

Aprende a jugar el juego de la existencia. Simplemente juega porque es cuestión de saber jugar. Allí no hay ganadores ni perdedores. La arañita sabe jugar al mismo nivel que Khishka y éste sabe jugar al mismo nivel que la arañita. Ninguno es pequeño e incapaz. Ambos juegan espontáneamente porque ambos están enraizados en la existencia. Ambos son la existencia misma jugando, gozando, celebrando. Juega con los ríos, juega con las aves, juega con los árboles, juega con los cerros, juega con los animales, juega con todo y, jugando, regocíjate, es la única y eterna ley. No hay otro.

Lo único que te queda es fortalecer las raíces que te unen a la existencia. Ella es tu madre. No la traiciones a cambio de mentiras que te ha dado tu estúpida pseudoreligión, política, o sociedad. A tu madre, la existencia, le encantas, le importas mucho, le fascinas desbordantemente; ella se alegra contigo, goza contigo, celebra contigo pero, también, llora contigo. Una vez que descubres la raíz que te une a la existencia, descubrirás la suprema libertad y, la experiencia de la suprema libertad, te conduce a la eternidad, a las raíces del cosmos. ¡Eres eterno! Nunca naces, nunca mueres. Aquí solo estás de visita. ¡Aprovecha tu estadía!

Khishka
Testigo ambulante

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