viernes, 26 de septiembre de 2008

EL RICO

(El gozo delaquí y ahora’)

En un país lejano, cuya población era de gente de clase media para abajo, había un solo hombre muy rico. El rico tenía todas las comodidades: casa lujosa, autos de último modelo, fincas, fábricas, servidumbres, amigos, etc.

Entre los muchos amigos/as figuraba uno que, de vez en cuando, solía acudir a su caridad y, él, no en contadas oportunidades, acostumbraba regalarle unas cuantas monedas que le sobraban en el bolsillo.

Un día se enteró, mediante otros amigos, que ese tal sujeto que solía ir a su puerta pidiendo caridad, tenía una singular simpatía para con las cantinas, andaba de chichería en chichería. Entonces, el tipo, no resultaba más que un borracho y un mendigo. Hasta entonces él no había caído en la cuenta de ello. Sin embargo tomó la decisión de seguirlo personalmente para poder constatar cuán verdad era lo que sus amigos revelaban.

Al otro día, por la mañana, después de que el mendigo vino a su casa, lo siguió de cerca hasta el lugar donde su amigo solía reunirse con sus compinches. Esperó un rato hasta que ese tal mendigo se implicara perdidamente en el evento que se realizaba en aquella chichería. Y viendo todo el asunto, en el momento preciso, el rico entró y le pilló al otro con las manos en la masa. En son de molestia y repudio, por lo que el borracho hacía, en voz alta, le dijo:

- ¡Oiga amigo! No es hora de beber. Es hora de ir a trabajar para ganar algo de dinero. ¿Qué estás haciendo aquí? Si trabajaras no tendrías que andar de puerta en puerta, pidiendo limosna.

El borracho, con un todo atrevido, contestó:

- ¿Trabajar? Y ¿para qué?

El otro dijo:

- ¡Cómo que para qué! Para ganar algo de dinero.

- ¿Dinero dijiste? Y ¿para qué?

El otro un poco incomodado respondió ante el atrevimiento de su amigo borracho. Dijo:

- ¿Vas a seguir con tu ‘para qué’? Pues te lo digo: para que tengas de qué vivir; para que tengas, aunque sea, una pequeña cuenta bancaria; no tengas que mendigar, y, después de haber trabajado bastante, tengas que descansar y celebrar tu prosperidad. El trabajo hace digno a la persona.

El borracho, lleno de sonrisa, le miró y le dijo:

- Yo, como ves, ya estoy descansando y, así como soy, soy digno. Ya estoy celebrando y disfrutando con mis amigos. ¡Con ahora me basta! No veo otra alternativa. ¡Quién sabe si mañana amanezco vivo! ¡Éste momento me brinda tanta belleza que me llena de dicha y alegría!

Con estas palabras, el rico, asombrado e incomodado, volcó la mirada y se fue sin decir nada pues, al parecer, las palabras del borrachín eran muy sensatas. Por eso, una cosa era cierta que, el borracho, a diferencia de él, se encontraba en una posición mejor y su rostro resplandecía un aura de dicha. Además se podía ver que no era un borracho corriente sino uno que vivía el ‘aquí y ahora’ intensamente.

Un hombre rico pospone el descanso para el futuro. Descansar es imposible para él. Y si descansar es imposible, menos posible será celebrar y ser dichoso ‘aquí y ahora’. Lo pospone todo. Trabaja aquí y ahora, se saca el lomo trabajando y metiéndose en un sin fin de problemas para proteger sus posesiones.

A menudo, la gente pudiente, suele acusar a los borrachines de ser gente floja, gente que no se esmera por su prosperidad y, la flojera, es la causa de su miseria. Pero no se da cuenta fácilmente que un borracho, no en pocas oportunidades, puede estar en una situación mejor que él. ¿Por qué sacrificar el gozo, la dicha, la fiesta, la alegría a costa de un trabajo forzoso, de una cuenta bancaria, de una jubilación o del embotamiento de la mente? Para después que te jubiles te habrás vuelto canoso y mañoso, el tiempo de celebrar y gozar habrá pasado porque, para entonces, tu mente estará completamente identificada con la riqueza que has acumulado. Y todo lo que acumulas tendrás que cuidarlo y protegerlo de todos los riesgos. Y si tienes que cuidar de todos los riesgos, precisamente por cuidar, tendrás una vida desdichada, una vida de un animal de carga, de un camello, una máquina o un robot. Y un robot no es algo vivo, sino un robot, una cosa muerta. Tu posesión te ha poseído, has sido poseído por las cosas y te has convertido en un robópata. Funcionas como una máquina. Y con razón tu vida es algo baldío y siempre estás mirando al cielo. Si tu vida es algo baldío y con visión de futuro no puedes ser un hombre religioso.

Definitivamente: el borracho, que al parecer no es un borracho corriente, se encuentra en una situación mejor. Es un religioso que goza del aquí y del ahora. ¡El momento es tan bello para él! Y lo único que tiene que hacer es celebrar con sus amigos. Su cielo está aquí y ahora, en éste momento, no en un futuro al lado de un Dios. ¡No! ¡Todo está al alcance de sus manos! Por eso él lo goza porque, como dice: ¡quién sabe si mañana amanezco vivo! La vida es un entrenamiento constante para gozar, saborear y disfrutar de sus delicias. Si hay una categoría absoluta es precisamente ésta: goza aquí y ahora, lo demás vendrá por añadidura.

Khishka
Testigo ambulante

No hay comentarios: