viernes, 8 de agosto de 2008

MIGRANTES

(Mi carga esligth’)

Eran dos jóvenes que se cansaron de su país. Habían buscado un trabajo rentable pero no habían logrado encontrar. Anduvieron por todos los rincones de su país pero nada. Un día decidieron marcharse al país vecino donde, al parecer, la vida se pintaba buena para los trabajadores eventuales. Pero, como no tenían suficiente recurso económico, optaron por llevar acabo esa decisión por la vía ilegal, ya que el otro país exigía pasaporte, visa, y una serie de cosas.

A los dos países separaba sólo un gran bosque virgen y, éste, había que pasar sólo de noche para no ser vistos por los carabineros del otro país que guardaban la frontera.

Cuando llegó el día de emprender la marcha, los dos jóvenes, estaban preparados para irse al país vecino y de ese modo mejorar su calidad de vida. Llegado el atardecer y la hora de partir se despidieron de sus familiares, amigos y parientes, quienes les desearon ¡mucha suerte! a los dos. Ellos, lanzados a la aventura, se fueron caminando y, poco a poco, se alejaron de su pueblo y se perdieron en el entramado del bosque cerrado, oscuro, y peligroso. La noche en el bosque era totalmente oscura, parecía todo cubierto por un inmenso manto negro.

Pero en medio de ese bosque cerrado solo había un sendero estrecho que conducía hasta cierta parte y luego se partía en dos direcciones: uno iba hacia el Sur y el otro hacia el Norte. No había otro sendero. Si estos se desviaban podía caer presa de los animales del monte.

El primer joven, que más había averiguado sobre la ruta que conducía, llevaba la delantera llegando a guiar a su compañero y, gracias a la luz de su linterna, llegaron al cruce y no se detuvieron mucho porque el tiempo estaba bien calculado para llegar a los objetivos, las metrópolis del Norte y de del Sur de la nación vecina. Se detuvieron ambos por breves instantes escuchando el poderoso rugir del bosque, vieron cómo los animales nocturnos cruzaban de un lado para otro, los mosquitos, los silbidos de la noche, maullidos, aullidos, chirreos, canturreos y toda clase de ruidos del monte.

Cuando llegó la hora de separarse se despidieron con un fuerte abrazo y un deseo de ¡mucha suerte! Ya que, ambos, no iban a la misma ciudad y obligadamente tuvieron que distanciarse. El primero siguió el sendero que iba al Sur y el otro buscó enseguida su linterna y, a la luz de ella, se dirigió hacia el Norte. Cada cual emprendió una aventura individual guiada por su propia luz.

Ambos caminaron toda la noche y al día siguiente llegaron, tanto el uno como el otro, a la respectiva ciudad. Habían pasado la noche caminando y cada cual se buscó un alojamiento y la gente, del otro lado, resultó ser muy generoso y acogedor. Les preguntaron cuál era su especialidad y, según ella, les ayudaron a encontrar el trabajo prontamente.

La ciencia oriental habla del ‘tercer ojo’ que está situado entre las dos cejas y en la hendidura de nuestra frente. Está relacionada con la glándula pineal y pituitaria. Ambas glándulas se alimentan de luz. Otros lo denominan ‘ojo de la visión etérea’ u ‘ojo del alma’ relacionado con los ojos, el cerebro, con los colores índigo y púrpura. Representan así la percepción, la intuición y el conocimiento.

Con ésa intuición están de acuerdo, incluso, los científicos más agudos. Quizá por eso muchas plantas, en completa oscuridad, se mueren aunque tengan agua en abundancia. Necesitan un mínimo de luz como los animales. Una plantita puesta en la oscuridad tiende siempre hacia la luz. ¡Somos seres de luz! No hay duda. Estamos cargados de luz y nos alimentamos de la luz. La energía, la luz, son parte de nuestra ración diaria.

De hecho Jesús dijo: mi carga es ‘ligth’ (luz, ligero). No quiere decir que mi carga no es pesada… como nos lo han enseñado. Está diciendo simplemente ‘luz’. Está dando realce a nuestra naturaleza. En otra ocasión dijo también ‘yo soy la luz del mundo’. Evidentemente, la luz, es la carga que cada ser humano como cada ser vivo transporta. Y la luz, indudablemente, no pesa. Es ligera. Es lo más veloz que existe y, al mismo tiempo, lo más inmaterial. Esa es nuestra luz interior. Esa es nuestra consciencia. Esa luz no viene de las escrituras pasadas: Gita, Corán, Biblia, Torah, Talmud, etc. No. Es propia de nuestra naturaleza. Es cuestión de ver y de observar lo que sucede en este bello universo.

Ahora bien: cada cual estamos provisto de luz y, por eso, todo ser humano tiene un camino individual para alcanzar su destino. No dependas pues de la luz de otro ya que, incluso, tu propia oscuridad es mejor. Tu luz es tu ser mismo, es tu misma realidad. Los ciegos de nacimiento tienen su luz y por eso no se caen, pueden caminar por todo el mundo aunque a ti te cueste porque ya te has acostumbrado. A la gran mayoría de la humanidad le encanta caminar con una luz prestada pero, yo te digo, cuando te sea arrebatada esa luz ajena ¿qué harás? Si dependes de otra luz estás tramando tu propio suicidio.

No puedes entrar en el Reino de Dios con Avemarías prestadas o con dinero prestado. Es imposible. No puedes sobornar a los guardias que están guardando la seguridad de la puerta. No. Son mentirosas las religiones que te dicen que nosotros somos los responsables de tu camino. No hay camino –dice el poeta-. Se hace camino al andar. Por lo tanto, ‘sé tú mismo’. No hagas caso al que te dice sigue al judaísmo, al islamismo, al cristianismo, jainismo, hinduismo… pues todas ellas solo están interfiriendo tu propia luz porque les deleita bloquear tu consciencia. Esa es su fuente de supervivencia. La única belleza posible es ‘ser tú mismo’. Ser tú mismo de una forma pura, inocente, virgen pues, aunque a tientas, descubrirás tu propia luz y se disiparán las tinieblas. ¡No dependas de una luz prestada!

Con lo antedicho no intento enseñarte nada a lo que aferrarte, solo intento mostrarse la realidad así como es y compartir contigo los frutos de mi cosecha. Siento un infinito placer este modo de compartir y bendigo este momento que nos ha tocado compartir. Es la única dicha que siento. Y soy honesto en decirte que ‘yo tengo una luz’, ‘tú también tienes tu luz’; mi camino no es tu camino ni el tuyo es mío; mientras caminamos juntos puede que mi luz te alumbre, pero llegará el momento en que nos hemos de separar y tú tendrás que seguir guiado por tu propia luz. En ese caso, sólo en es caso, puede que mi luz encienda el tuyo para que sigas tu propio camino.

Esa es, reitero, la única belleza posible ‘ser tu propia luz’ porque eres parte de la mayor Luz. Y ‘la luz es Dios’. A menudo te han enseñado que Dios está en el horizonte de todo pero, yo te digo, Dios no está en ningún horizonte. Dios no está lejos. Dios está exactamente donde tú estás, aquí y ahora. Dios es vida, es amor, es energía vital. Toca tu corazón y siente que está latiendo. Ahí está Dios. Allí es un árbol, aquí es una flor, allá es un río cantando, allí es un pajarillo trinando, al frente es el Tunari (el cerro famoso de Cochabamba - Bolivia), allí es roca, piedra, greda, montaña. Ahí es tú y aquí es yo.

Se pierde el sol y las estrellas empiezan a brillar. Tú estás en el campo, en una colina, y ves que esa estrella está tan cerquita, vas allí y la estrella se pone al frente, cruzando la quebrada. Sigues yendo, llegas al otro extremo de esa quebrada y la estrella se ha puesto al frente del siguiente barranco. Es un trabajo inútil. Aunque recorras kilómetros y kilómetros nunca alcanzarás la estrella. Aunque des la vuelta a toda la tierra no la alcanzarás. No te engañes. Dios no está lejos. No es inalcanzable. Está donde tú estás exactamente ahora. Él te envuelve ahora. Está latiendo en tu interior. Él me está hablando y yo lo estoy escuchando.

¿Ves? ¿Estás de acuerdo? Jesús dijo: ‘mi carga es ligth’ (luz) y está en lo cierto. Dios es luz, tú eres luz, yo soy luz, Jesús es luz, Buda es luz, Hotei es luz, Sócrates es luz… La única carga que transportamos es la luz. Esa es nuestra naturaleza suprema.


Khishka
Testigo ambulante

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