domingo, 15 de junio de 2008

EL GATO

(¿Un misterioso felino o un Maestro?)

Un hombre observó que cierto gato estaba vigilante, sentado en silencio, con pasividad, con esa energía en atención, listo para entrar en actividad, tremendamente alerta, esperando que saliera su presa. Esperó y esperó, batiendo la cola, aún cuando sus ojos amenazaban cerrarse después de tanto esperar. Quizá estaba soñando y cabeceando al mismo tiempo. Tal vez soñaba comiendo ya al ratón, relamiéndose, disfrutando, pero estaba muy expectante.

Un solo ruido, dentro del agujero, robaba toda su atención. Su naturaleza sutil y grácil podía hacer que sienta, antes que el dueño, si alguien, benigno o maligno, se ha introducido en casa. El felino estaba tan alerta que no podía escapársele nada.

Estaba vigilando la ratonera, esperando que el ratón salga. ¡Con qué silencio! ¡Con qué inmovilidad! ¡Con qué seguridad! ¡Con qué confianza! ¡Con qué convicción! ¡Con qué pasividad! El gato estaba absolutamente seguro de que por fin saldría el roedor. Confiaba plenamente en el ratón, sabía que vendría, sabía que volvería por la misma ruta… y vino. ¡Qué salto dio! ¡Qué energía! Una energía radiante… expectante. ¡Qué atención! ¡Qué efectividad! ¡Qué puntería! ¡Qué destreza! ¡Qué vivacidad! ¡Qué sagacidad! ¡Qué arte! Con un solo salto cogió al ratón.

Y como un gato nunca falla dio con la presa y se hizo de las suyas. Jugueteó con él empujándole de un lado para otro. El ratón, medio muerto, aún quiso escapar de sus manos pero también sabía que todo intento era inútil, no había modo alguno de hacerlo. Todas las posibilidades estaban agotadas. Pero el felino estaba contentón, lúcido, radiante y muy seguro. La presa estaba asegurada, lista para ser celebrada y disfrutada. Una vez más el banquete estaba ratificado. Se relamía y ¡cómo empezó a disfrutar del ratón en su haber!

El gato: al principio es ‘todo atención’ luego es ‘todo celebración comensal’. Es su naturaleza, es su gloria, es su todo. Eso es lo que es: un misterioso felino. Concluyó el observador.

Con razón o sin ella el ser humano siempre quedó pasmado ante las cualidades del gato. Ésta es la razón del por qué le ha dedicado infinidad de frases, dichos, mitos, leyendas, refranes refiriéndose a sus cualidades particulares que tienen mucho que ver con lo tocante o lo esencial del ser humano, lo religioso. Entre las muchas dedicatorias citamos:

- Ponerle el cascabel al gato. Refiere a la importancia de los más débiles o súbditos a la hora de tomar decisiones arduas, importantes y cruciales (respecto de los prelados o los más fuertes) de las cuales dependerá el futuro de la subsistencia del grupo o de la especie. Si al menos hay uno que encara esa causa con efectividad, ‘atar’ o ‘ponerle’ el cascabel, equivaldrá a un camino de rebelión, como iniciativa individual del más cuerdo, inteligente, coraje, eficaz, perspicaz, creativo, atrevido, pícaro, cualidad particular de quien depende el futuro de la gran mayoría si éste la lleva a efecto. Sin duda es riesgosa querer hacer en el presente un giro de ciento ochenta grados, volcar las cosas, pero nada se pierde con intentar cuando hay todo por ganar a fin de cambiar radicalmente el destino y el curso de la historia.

- Aquí hay gato encerrado. Se alude, en ciertas ocasiones, a una razón o causa oculta, un manejo de bienes sospechoso, en todo caso, cuando lo que sale a luz suele ser poco claro y confuso.

- Dar gato por liebre. Este dicho se ha formulado debido a las estafas que, a menudo, suelen ocurrir en los restaurantes, es decir, uno pide carne de vaca y le dan la de una burra; otro pide carne de conejo y le dan de gato. Sin embargo como el plato está bien disimulado, no hay nada que objetar, cuando la verdad es que uno cae en la cuenta sólo cuando se manifiestan las consecuencias. Entonces suelen vociferar: me han dado gato por liebre. En torno a ello, en la antigüedad, los comensales que se encontraban en lugares parecidos, solían decir:

Si eres cabrito, mantente frito;
Si eres gato, salta del plato.

- Buscarle tres/cinco pies al gato. Este proverbio equivale a personas que siempre están con rodeos y que están empeñados en escudriñar respuestas, razones, argumentos o soluciones rebuscados mediante reflexiones y sospechas sin demasiado fundamento. Y la de cinco pies proviene de la costumbre de agarrar al gato por el rabo, considerado como el quinto pie según Rodríguez Marín en su Edición crítica del Quijote.

- Las siete vidas del gato. Este axioma hace mención al ámbito propiamente supersticioso como esotérico. No cabe duda de que la excepcional resistencia del gato, su capacidad de salir indemne ante las situaciones más complicadas o de saltar alturas considerables sin sufrir el menor daño, cuando otros animales habrían perecido, hizo pensar a los antiguos que este felino tenía más de una vida.

- De noche, todos los gatos son pardos. Inicialmente la pronunció el filósofo idealista Hegel parodiando a Schelling, y su comprensión del Absoluto como una identidad primigenia a todas las diferenciaciones, dice: de noche en la que todas las vacas son negras. Esta frase fue reformateado posteriormente y que hoy la conocemos con referencia al gato. La máxima quiere explicitar que con la oscuridad de la noche, o falta de luz, es fácil disimular las tachas de lo que se vende o se comercia. También explica que los que obran mal se valen de la oscuridad y las tinieblas para ocultar sus malos hechos y no ser reconocidos por otros.

- Llevarse el gato al agua. Es un refrán que alude al sujeto que vence a otro en una contienda o disputa por alguna cuestión concreta, según la reflexión de Rodrigo Caro, en: Días geniales o lúdicros, un libro en la que plasma toda su erudición.

Entre muchos también figuran otros como:

- Comer como gato: se dice de la persona que come muy poco, como un gato; lavarse como un gato: hace referencia a un ‘baño polaco’, es decir, lavarse de forma descuidada y negligente; unos cuantos gatos: alude a un número reducido de gente; vivir como perro y gato: dice de dos personas que siempre están peleando de forma violenta; caer de pie como un gato: refiere a la cualidad singular de que caiga de donde caiga, aunque fuera de una altura considerable, nuestro misterioso felino siempre caerá de pie. Es un hecho, lo que en el ámbito humano es sinónimo de una persona que encara su vida con eficacia y perspicacia; jugar al gato y al ratón: describe el hecho de dos personas que se persiguen y se esquivan mutuamente; tiene pies de gato: se dice de la persona que de repente lo tienes ahí, a tu lado y no te has enterado cómo a llegado; es ágil como un gato: se dice de la persona que tiene una ligereza y efectividad en el desempeño de sus funciones, etc.

Todos estos dichos indican nuestra admiración y homenaje a las cualidades del gato como un ‘misterioso felino’. Pero más allá de esa apreciación y homenaje tiene mucho que ver con nuestra condición humana que, en muchas civilizaciones occidentales, se ha reducido a una suerte de humanoídes sin nada nuevo que proponer al aquí y ahora existencial. Viven por vivir en una calidad catastrófica de sub-humanos. He ahí la necesidad de despertar según la lógica gatina.

Dice Murphy que hay dos tipos de personas en el mundo: las que dividen en dos tipos a la humanidad y las que no dividen absolutamente. Yo me apunto entre los que dividen en dos tipos a la humanidad, pero solo por razones o motivos explicativos, es decir, entre los que duermen y los que están despiertos. Entre estos no se los puede ignorar a los que están al medio, en transición, es decir, del sueño al despertar.

Entre los que duermen está el noventa y nueve por cien de la humanidad, es decir, los que a diario se las dan de títeres de lo trivial, de lo superficial y han terminado adormeciendo su potencialidad y su naturaleza esencial. Se dejan arrastrar por la corriente de la masa, de lo común, de la sociedad, de la colectividad, de las costumbres. Se arrastran por la faz de la tierra sólo porque les ha tocado el turno de arrastrarse. Ésta, sin duda, es la triste historia acrítica de la mayor parte de la humanidad. Para el colmo de los colmos, personas así, se autoproclaman sabios o, por lo menos, se las dan cuando son títeres de la ortodoxia y de una tradición inerte, cuyas ilusiones han sido impuestas, a lo largo de los siglos, a la gran mayoría de la humanidad.

A aquellos que están despiertos, siendo optimistas, corresponde el resto, es decir, el uno por cien de la humanidad, pero sin ignorar a los intermedios, ya que a ellos, también, les corresponde una tarea ardua que han venido encarando diligentemente, especialmente, dando consistencia a los que están despiertos. Entre los intermedios figuran los danzarines, músicos, poetas, bailarines, artistas, pintores, enamorados, etc. ellos están arañando el mundo de los despiertos, lo desconocido, lo divino que no está ni más allá ni más acá; está ahí, en el corazón de la vida, de la existencia, en el océano del Todo.

Los que están despiertos son los rebeldes que han propiciado la rebelión y por eso han sido eliminados antes de tiempo. En el mundo solo se necesitan doscientos diez sabios para reconducirlo, transformarlo y devolver la alegría y la dicha a este hermoso planeta. Un Cristo, un Buda, un Sócrates, Zaratustra… son los rebeldes, los despiertos, los sabios, las lumbreras que siempre han incitado, al mundo entero, a ‘estar alertas y despiertos’ frente a las trampas maquinadas por los vivarachos y sibaritas. Esto supone una ‘ruptura radical con la cotidianidad’ (E. Dussel), un giro de ciento ochenta grados en la historia, volcar completamente la moneda, escalar más allá del Bien y del Mal, superando la dualidad mayor como es Dios-Hombre, conceptos en torno a los cuales está acuñada una cierta moralidad dictada por una cofradía de curas y monjas célibes. Todo ello deja en claro el esplendor expectante de la lógica del gato: su silencio, su atención, su energía, su perspicacia, su picardía, su coraje, su confianza, su puntería…

El gato es una energía en atención, un concentrado de energía dispuesto a entrar en acción en cualquier instante. Es más que un misterioso felino, es la concretización del ‘despertar’, cuya genialidad natural, sutil y grácil, ha hecho de él un maestro en cuanto a su acontecer existencial y vital se refiere. Sí, eso es lo que es. No es una simple mascota ronronera y mansa paloma, es todo Maestro, un Cristo, un Buda, un Sócrates, un Zaratustra, un Krishna…

Khiska
Testigo ambulante

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