sábado, 14 de junio de 2008

CONFIANZA

(Para encarar la vida)

En las afueras de un gran hotel dos mendigos hacían su trabajo a la perfección. Uno era ciego y el otro no tenía piernas. La mendicidad era su única profesión. Ambos eran enemigos y codiciosos entre ellos mismos. Ni siquiera se saludaban. Sólo en su modo de vivir y hacer se podía observar su profunda enemistad.

Un día el hotel empezó a arder en llamas desde el sótano y toda le gente empezó a salir como podía. Los bomberos demoraban demasiado y nunca llegaban. La gente todo alborotado se salvaba como podía pero nadie se daba la molestia de salvar a los mendigos de la catástrofe que se les avecinaba.

Sin embargo llegó el momento en que ambos se pusieron a pensar:

- Hay una sola alternativa –dijo el ciego–: ven y súbete a mi espalda y condúceme con tus ojos lo más rápido posible para que los dos salgamos de este asunto. No sea que el fuego nos alcance y perezcamos juntos.

Entonces el otro, después de haber entendido perfectamente la propuesta del ciego, se subió a su espalda, se sujetó muy bien con sus manos y guiados diligentemente por los ojos del manco se salvaron del peligro sin novedad.

En ese momento se habían olvidado de sus competencias en su ejercicio laboral, su enemistad, sus diferencias, y salvaron sus vidas. Ninguno pereció y ambos se salvaron. La emergencia les hizo superar, completamente, sus diferencias.

Los dos mendigos eran muy inteligentes y por eso salvaron la vida. La confianza es la mayor inteligencia. Ser inteligente no es ser un loro o un depósito de convenciones. No. Ser inteligente es tener confianza total en uno mismo y, esa confianza en uno mismo, hace que uno tenga confianza en el otro. Es decir: el requisito para confiar en el otro es tener una confianza absoluta en uno mismo.

La confianza absoluta en uno mismo contiene en sí inteligencia, coraje e integridad. La vida está ahí para ser vivida intensamente y, vivirla, es el único camino para saber lo que es la vida. Ese es su misterio: ser vivido, amado y experimentado momento a momento. No es matemática ni geografía; no se necesitan croquis ni mapas para ser vivido; no, porque la vida está cambiando continuamente.

Si bien Qohelet en su escepticismo dijo: No hay nada nuevo bajo el sol, yo digo: no hay nada viejo bajo el sol, antes bien, todo es nuevo. Hay un tremendo dinamismo absoluto. Lo único que no cambia es el cambio. En cuanto se consigue tener una regla de juego, un croquis, un mapa, un guía ya estará anticuado e inútil, porque la vida habrá empezado a bailar otro ritmo. Esa es su esencia y su riqueza. Ese es su misterio: estar en constante proceso.

Esta visión de la vida solo puede brotar incondicionalmente de un corazón floreciente de confianza, una confianza absolutamente individual. Esa confianza no tiene nada que ver con la creencia, fes, dogmas, doctrinas porque éstas son absolutamente sociales. Lo social es lo convencional, lo social es lo tradicional, lo social es propio de la multitud, pero la confianza es propia del individuo.

Donde hay confianza hay armonía, hay sincronicidad y, donde hay éstas, hay sabiduría para encarar la imprevisibilidad de la vida con inteligencia. Es eso lo que hicieron los dos mendigos: acudir a la confianza absoluta en sí mismo cuya consecuencia o desbordamiento fue la confianza en el otro. Ésta acción es una acción propiamente inteligente ya que la inteligencia no es otra cosa sino la armonía del intelecto con el corazón. Por tanto: las piernas del ciego representan el intelecto y los ojos del manco representan el corazón. Ambos, en perfecta armonía y en ese orden, son la llave maestra que abre todos los secretos y misterios de la vida.
Es preciso que haya una enorme confianza y coraje para alejarse de lo convencional, lo tradicional y lo dogmático (propios de la multitud) para encarar la espontaneidad, la imprevisibilidad e inseguridad de la vida con inteligencia.

Khishka
Testigo ambulante

No hay comentarios: