viernes, 26 de diciembre de 2008

EL REBELDE

(Una lección para nuestro tiempo)

El presidente de un gran país escuchó hablar de un hombre rebelde, cuyo pueblo estaba dispuesto a ejecutarlo porque las autoridades políticas no podían tolerarlo. Entonces decidió hacer una encuesta para saber exactamente cuánta gente apoyaba la ejecución. Hecha la encuesta se percató que, los que estaban de acuerdo, eran solamente las autoridades políticas y no así la gente común y corriente pues estos tenía una especial estima por su sabiduría, su inteligencia y su capacidad de administrar justicia.

Entonces, el presidente de aquel país, fue personalmente a encontrarse con él y descubrió que el hombre era un gran sabio poco común. Inmediatamente pensó que el hombre podía ser de gran utilidad siendo jefe del tribunal supremo de justicia de su país. Entonces le dijo:

- Necesito una persona como tú para ser jefe del tribunal supremo del país, porque hasta ahora no he hallado la persona adecuada para que ejerza ese cargo. Necesito uno como tú para guiar las leyes del país.

El rebelde le contestó con toda claridad:

- ‘No soy la persona adecuada’.

Pero el presidente siguió insistiendo y, a tanta insistencia, el rebelde apuntó:

- Si no quiere usted escucharme, te digo que con un solo día, que pase ejerciendo ese cargo, te convencerás de que ‘no soy la persona adecuada’, porque el sistema que sostiene el país es erróneo. Es más: o yo existo o su ley, su sociedad y su orden, pero no podemos existir ambos.

El presidente no logró captar el sentido de lo que decía. Lo tomó como un simple pretexto para no aceptar su oferta. De modo que, haciendo caso omiso de ello, dijo:

- ¡No importa! ¡Intentémoslo!

Entonces el rebelde fue trasladado a la oficina del tribunal superior de justicia del país y asumió el cargo. Durante las primeras horas de trabajo le trajeron a un ladrón que había robado casi la mitad de la fortuna del hombre más rico de aquel país. Acto seguido, el hombre rico y su comitiva, presentó sus argumentos conforme a la constitución del país para que el ladrón sea puesto en la cárcel durante cinco años.

El rebelde escuchó atentamente los argumentos y dirigiéndose al rico y a su comitiva, indicó:

- Tanto el ladrón como el hombre más rico de este país tendrán que ir a la cárcel durante cinco años. Ni el uno más ni el otro menos.

El rico comenzó a decir con fuerte voz:

- ¿Qué está diciendo señor juez? Me han robado, me han saqueado… ¡Te estoy pidiendo justicia! Yo no he hecho nada para que a mí también me condene al igual que al ladrón. ¿Qué clase de justicia es esa? ¿Acaso la víctima y el victimador son iguales? ¡No entiendo!

Y el juez contestó diciendo:

- En realidad, no estoy siendo justo con el ladrón. Usted tiene más necesidad de estar en la cárcel porque ha acumulado tanto dinero para sí mismo y ha privado a tanta gente de dinero. Miles de personas están en la miseria y usted sigue acumulando más y más. ¿Para qué? Su propia avaricia está creando tantos ladrones. De modo que usted es el único responsable. Por tanto, el primer delito es suyo.

El rico, apresuradamente, comenzó a decirle al rebelde:

- Antes de que me envíe a la cárcel quiero ver al presidente porque esto no es conforme con la ‘Constitución’; no es democrático ni conforme con la ley de nuestro país.

El rebelde replicó:

- Eso es cosa de la Constitución y de la Ley, es decir, de papeles. Yo no soy responsable de ello. Vaya a ver al presidente.

El rico llegó donde el presidente e informó todo el suceso ocurrido en el tribunal superior de justicia y con el nuevo juez. Dijo:

- Escuche señor presidente: ese hombre debería ser depuesto de su cargo inmediatamente. Es peligroso. Hoy yo voy a ir a la cárcel y mañana será usted. Si quieres salvarte, echa a ese hombre porque es absolutamente peligroso. Y es muy racional su argumento. Lo que dice es correcto; lo entiendo perfectamente. Pero si no le echas, ahora mismo, corremos el riesgo de ser destruidos.

El presidente comprendió perfectamente la exposición del rico y, al rato, eximió del cargo al rebelde.

Antes de separarse el rebelde le dijo:

- Se lo advertí, señor presidente: Me estas haciendo perder el tiempo innecesariamente. Le dije que ‘no soy la persona adecuada’. Tu sociedad, tu ley y tu constitución necesitan de gente errónea para hacer funcionar el sistema erróneo del país. Pero, definitivamente, no necesitan de mí.

Hay dos clases de ladrones en el mundo: los ladrones legales y los ladrones ilegales. Los legales son los que están autorizados y aprobados, los respetables y reconocidos por la constitución, y por los estamentos jurídicos; los ilegales son los que roban por cuenta y riesgo propio. Los primeros son respetados y los segundos no, por ir contra las normas. Los dos son maniáticos del dinero, producto de la mentalidad mercantilista.

Los ladrones legales, a su vez, se clasifican en dos bandos: ladrones políticos y ladrones religiosos. Los ladrones políticos han creado hábilmente grandes compañías, corporaciones, transnacionales, organismos, empresas, instituciones y mafias, a nivel mundial, nacional e internacional, para robar a la gente legalmente. Los ladrones religiosos han desarrollado astutamente ciertos mecanismos para arrebatar la consciencia, la libertad, la responsabilidad, la dignidad y el amor, de la gente. Los primeros explotan a la gente en el campo material y los segundos en el campo espiritual. Tanto las grandes transnacionales como los mecanismos espirituales son formas legales de robar y explotar a la gente, pero son aprobados y respetados al interior de la sociedad cuyo sistema es erróneo.

Vivimos en una sociedad construida y conducida por vivarachos y sibaritas, ladrones y astutos. Esa es la única razón del por qué hay, por un lado, millones de pobres y, por otro, otros millones de desdichados y ladrones ilegales. Los ladrones ilegales son el subproducto de los ladrones legales. La ilegalidad es el subproducto de la legalidad. Por eso para terminar con los ladrones ilegales habrá que erradicar a los ladrones legales. He ahí la raíz del problema. Pero esto parece imposible en una sociedad con una mentalidad de mercado porque su sistema es erróneo y quienes la conducen son gente errónea, corrupta y enferma.

Los ladrones legales están en contra de los que roban dinero. Pero ¿cómo es que tienen tanto dinero como para que los roben? ¿Cómo lo han conseguido? La única respuesta es que lo han robado a alguien de una u otro forma. Testigos concretos de ello son las personas que pasan hambre y los ladrones ilegales que, ahora, están organizados y, un día, serán paralelamente poderosos como los ladrones legales. Todo eso es posible en este mundo de locos.

La raíz de esta sociedad está podrida, la enfermedad es demasiada, su ‘Constitución’ es falsa, su Democracia es un nido de ladrones, su Ley es injusta y, por eso, es muy raro y extraño ver un rebelde que tenga la capacidad de ver las cosas tal como son. ¿Cómo puede un ciego querer guiar a otro ciego? ¿Cómo un ladrón puede querer juzgar a otro ladrón? ¡Imposible! Pero en un contexto como Bolivia, el teatro es válido. Allí todos hablan de legalidad y, todos, por la puerta trasera, actúan ilegalmente. De ahí la necesidad del hombre nuevo, la alternativa única, el rebelde. Él es el único capacitado para administrar justicia, conducir el mundo, derrumbar el sistema actual, devolver inteligencia y traer algo nuevo, al ser humano verdadero, eliminando ciertamente al que se cree ser humano cuando no es mas que un robot.

En una sociedad corrupta ver a un rebelde es muy raro pues, evidentemente, no es la persona adecuada, porque ve claramente que la propia avaricia de los ladrones legales está generando ladrones ilegales y, por si fuera poco, está produciendo millones de pobres. La democracia por la cual abogan los ladrones legales no es más que una etiqueta que oculta las mil y una formas de chupar la sangre de los débiles, de los vulnerables. Y como esa gente viciada está metida en los tribunales, gente corrupta, parecen necesarios a los ojos de la gran mayoría, para que un sistema erróneo funcione.

Sin embargo un rebelde, ese hombre nuevo, renunciará a los ideales, a la moral, a las democracias, a las filosofías, teologías, rituales, supersticiones de la sociedad hábilmente elaborado por los ladrones legales. Sí, el rebelde luchará contra la estupidez de los santos y sabios, políticos y demócratas, cuya superstición está muy arraigada en cada religión, en cada tradición y en cada sociedad. Él luchará contra esa sociedad como un valiente guerrero, en contra de todo lo inhumano y lo equivocado, contra lo estúpido y lo anticientífico, pero amará profundamente el mundo y, por eso, será afirmativo frente a la vida.

Su única religión será su profunda reverencia por la vida y por la existencia. Así el mundo ya no será condenado, sino respetado. El rebelde honrará a la existencia en todas sus formas, se inclinará con inmensa reverencia y gratitud ante la vida. Su reverencia será grande ante todos los varones, mujeres, árboles, plantas, flores, animales, montañas, estrellas, ríos, océanos… Esa profunda reverencia cósmica, gratitud, oración, religión, será una revolución que traerá una forma de vida completamente nueva. Y el esplendor de su consciencia irradiará a la totalidad del universo.
Khishka
Testigo ambulante

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