miércoles, 10 de diciembre de 2008

PADRE DE FAMILIA

(El precio de la consciencia del tiempo)

Un hombre fracasó en su afán de ser un famoso astrólogo. Luego contrajo familia y tuvo un hijo, en quién proyectó todo su anhelo frustrado. Decía:

- Ésta posibilidad no tengo que dejar escapar de mis manos. Haré de mi hijo un gran astrólogo. Con mi ayuda, él, llegará a consumar mis sueños: ser un famoso astrólogo, mundialmente conocido ya que, yo, no tuve coraje suficiente para alcanzar ese sueño.


A medida que iba creciendo le compró unos regalos que le estimulen, al niño, hacia la ciencia de la astrología. El niño jugaba con esos juguetes que, a menudo, su padre le compraba. Luego, un día de esos, se marchó de casa debido a su trabajo en el país vecino. Se fue por bastante tiempo.

Un día regresó justo el día en que el niño cumplía cuatro años. Desde el exterior le trajo un gran regalo. El regalo consistía en un telescopio por la cual se podía mirar toda clase de fenómenos, todo con la intención de que el niño se vaya familiarizando con los astros. Era un telescopio de último modelo y de precio alto.

Hizo la entrega de la máquina, al niño, a la vista de sus amigos y otros que se habían dado cita para el cumpleaños del vástago. Entre tanto, el pequeño, se encontraba absorto y, al mismo tiempo sorprendido y agradecido por el regalo extraño y enorme de su padre ya que, los demás, le habían traído gran cantidad de juguetes, entre peluches, dulces, camioncitos, soldados, avioncitos y otros. Luego su padre le enseñó por dónde se debía mirar y qué cosas podía observar con él. Pasado el día regresó a su lugar de trabajo.

No pasaron unas horas y el niño, como era dueño y señor de la máquina, empezó a explorar todo lo que traía el telescopio. Poco a poco fue sacando las partes. Llevaba por todos los rincones de la casa y muchos de ellos fueron recogidos junto con la basura por su madre. El telescopio, en poco tiempo, quedó desmantelado e inútil.

Cuando volvió su padre, después de un tiempo, le llamó la atención a su madre y al niño, pero todo era inútil. Las partes del telescopio ya no se pudieron recuperar. Tuvieron que tenerlo como recuerdo en un rincón de la casa el resto de la máquina. El niño siguió creciendo. Se hizo jovencito. Fue al colegio y terminó la secundaria. En su último año, le dijo a su padre:

- Papá, quiero ser ‘hippie. Me gusta llevar ropa vieja, sucia, cabellos largos, barba larga. Tengo apoyo de mis profesores, compañeros y amigos. Solo necesito tu aprobación.

Después de haber escuchado la propuesta del hijo los sueños de su padre quedaron en la nada; él quedó frustrado sin una palabra que decir, pues toda su vida había deseado que su hijo fuera un gran astrólogo, mundialmente conocido, aquello que él no pudo lograr.

Los racionalistas han dicho que el hombre es la ‘culminación de la existencia’, es ‘lo superior’, lo ‘más refinado’, a diferencia de los otros seres. Sin embargo los árboles y las flores son más dichosos que los hombres y, en general, todos los animales son más felices, por ejemplo, los pájaros cantan, festejan, celebran y son dichosos. ¿Por qué, siendo la ‘culminación de la existencia’, el hombre es más desdichado a diferencia de los otros seres? ¿Cuál es el problema?

El problema original está en que sólo el hombre es consciente y eso crea todos los demás problemas. No debería ser así pues el hombre es ‘lo superior’, lo ‘más elevado’ en cuanto a consciencia se refiere. La existencia otorgó al hombre la consciencia y, la consciencia, es como una espada de doble filo, corta por ambos lados, es decir, puede transformarse en una bendición o en una maldición. Así de simple.

El hombre es consciente. Al volverse consciente se torna consciente también de su fin, de que va a morir. Se vuelve consciente del mañana, del tiempo, y cae en la cuenta de que tarde o temprano llegará el fin. Esa consciencia del tiempo ha generado toda clase de enfermedades. Por ejemplo: considera a la muerte como opuesta a la vida y, la vida, se ha vuelto una lucha constante o una guerra contra la muerte, pero la realidad es que, la vida, sea de la clase que sea, te conduce a la muerte. La muerte es lo único cierto que existe y la lucha contra ella no es más que una batalla perdida de antemano. Seas pobre, rico, sabio, necio, ignorante, fracasado, pecador o santo, seas lo que seas, estás caminando hacia la muerte. ¿Para que luchar? La vida y la muerte son las dos caras de la misma moneda.

Lo mismo sucede respecto al amor ya que, debido a las instituciones que se ha fabricado, que ahora son más fuertes que el mismo ser humano, el amor no es más que posesividad, no es más que apego. Al estar en contra de la muerte te aferras al amor, a la vida, pero la muerte cada día se torna más cierta y tú estás condenado al fracaso. Vives temeroso, te vuelves violento, pierdes la cabeza, estás siempre de prisa, estás correteando de un lugar a otro, estás estresado, estás tenso, y el tiempo se te hace cada vez más corto porque eres excesivamente consciente del tiempo.

Así que cuanto más consciente te haces de la muerte, te tornas más consciente del tiempo. Tiempo y muerte son una misma cosa. Y el único problema es la muerte. Y como la muerte es el ‘único problema’ quieres evitarlo a toda costa. Esto es, en otras palabras, utilizar la consciencia erróneamente. Estás utilizando el telescopio al revés, estás observando por el extremo equivocado, exactamente como el niño que no sabe qué es un telescopio y para qué sirve. Lo estás usando erróneamente.

La humanidad entera, con menor porcentaje en el Oriente, tiene un concepto equivocado sobre la muerte: la muerte es enemiga de la vida. Y como es enemiga hay que combatir y luchar con ella. Así la vida se convierte en lucha constante y, dentro de esa lucha, supervive el más apto. Pero el día que comprendamos que la muerte no es lo opuesto a la vida sino parte de ella, una parte intrínseca, nos daremos cuenta de la inutilidad de separar entre la vida y la muerte. Y una vez que aceptas la muerte como amiga, habrás alcanzado tu transformación, te habrás transfigurado, pues sólo cuando la muerte se convierte en amiga la vida también se tornará en amiga.

Ahora bien: cuando la muerte se convierta en amiga dejarás de luchar con tu origen y tu destino. Estarás en armonía con tu centro más profundo y tu muerte será el clímax, la cumbre de tu vida, su culminación misma. Solo entonces se podrá comprender nuestra naturaleza propia porque el telescopio será manejado adecuadamente, es decir, la consciencia ya no será una maldición sino una gran bendición. Y un ser humano con ese nivel de consciencia disfrutará tanto como pueda. Fluirá. No se preocupará por el mañana que nunca llega. En su interior sabrá que, al final, solo ha de obtener una cosa: a si mismo. Si todo lo vives y lo haces total y plenamente, pronto entrarás en contacto contigo mismo y alcanzarás tu divinidad. Serás uno con la Existencia.

Khishka
Testigo ambulante

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