miércoles, 10 de diciembre de 2008

AMEBAS

(El único monje célibe)

Estando en un reconocido laboratorio, un naturalista, se puso a observar la reproducción de las amebas. No sólo observó cómo se multiplicaban sino también su rutina vital constante y a todo cuanto hacían estos microorganismos, cuya única labor era, según el observador, comer y comer, moverse y moverse, y nada más.

Conforme comían y comían, se engordaban más y más. Se volvían tan gordas que llegaba un momento en que ya no podían moverse. En ese momento se dividían en dos. Eso era todo. Luego las dos partes, independientemente una de la otra, empezaban a hacer lo mismo: comer y comer, moverse y moverse, y nada más.

A través de esa rutina constante también comenzaron a engordar y engordar, ambas, hasta no poder moverse. Y llegado el momento se dividía en dos cada cual, y las dos partes, cada una independientemente, comenzaba con la misma rutina, comer y comer, moverse y moverse, engordar y engordar, y finalmente dividirse. Es así como se reproducían rápidamente que, sin duda, era una forma diferente de generarse, un modo muy matemático de procrear.

Después de la observación, el naturalista concluyó: las amebas no son seres sexuados, por tanto, son seres inmortales. Su reproducción no involucra el sexo, pues no hay ni hembra ni macho y, por eso, se podría decir que es el único monje célibe que existe. Dios debe estar inmensamente feliz con las amebas por que son perfectamente santas y célibes, además inmortales porque no mueren. La ameba puede vivir de eternidad en eternidad si la ciencia médica no la asesina.

La ameba es, tal vez, el único animal inmortal porque no es un subproducto del sexo, a diferencia de otros animales que nacen del sexo incluido el ser humano. Ahora bien, todo animal que nace del sexo muere, no puede ser inmortal naturalmente. El ser humano nace del sexo, por lo tanto, tiene que morir. El sexo y la muerte están indiscutiblemente relacionados.

Sin embargo, tanto el sexo como la muerte, se han convertido en tabúes, siendo dos polos de la misma energía, es decir, el sexo está al comienzo y al final está la muerte; el sexo te trajo a la vida y, al final, la vida termina con la muerte. Y entre los dos está lo que llamamos vida. El sexo y la muerte son como dos caras de la misma moneda. Y la conclusión es clara: el sexo es la que trae la muerte. Pero el ser humano, a lo largo de su historia, ha venido constantemente ocultando estas dos cosas: el sexo y la muerte. Decía: -de eso no se habla-. Por eso ambos se han convertido en tabúes.

A lo largo de la historia de las religiones la famosa idea ‘Dios’ ha servido para ocultar, precisamente, tanto el sexo como la muerte. Por eso, aún en nuestros días, se habla de ellos con cierta reserva, indirectamente, con precaución, etc., pero no se habla de ellos directa y naturalmente.

Por tanto es necesaria la comprensión natural de ambos para colaborar a la evolución del ser humano hacia su condición infinita y eterna dentro del océano de la existencia. Tenemos hoy una enorme responsabilidad de sanar a la humanidad de sus esquizofrenias, patologías, creadas en base a los dos más grandes tabúes: el sexo y la muerte. ¿Qué hacer? Primero: el sexo es algo absolutamente vital para la supervivencia de las especies y, frente a ella, hay que eliminar las represiones de todo tipo establecidas por las mentes enfermizas. Segundo: puesto que venimos del sexo, con excepción de la ameba, por ende mortales, hay que eliminar la idea de que la muerte es enemiga de la vida contra la que luchar. Y la medicina, para que éstos dos dejen de ser tabúes, está en las gratuitas manos de la Existencia y de la naturaleza, y el ser humano lo único que necesita es dejarse llevar por el flujo de la naturaleza. Solo así volverá a casa, a su origen.

Khishka
Testigo ambulante

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