miércoles, 31 de marzo de 2010

HABLAR DE DIOS

(Corrupción del lenguaje)

Un renombrado político acudió a Khishka –reconocido como el maestro espiritual del pueblo– y estaba sorprendido porque siempre que iba le encontraba hablando del viento, los ríos, la ira, los celos, los pajarillos, de las flores, las rocas, las plantas, las lluvias, las nubes y demás. Hablaba de cosas tan triviales que, según el político, nada tenía que ver con la religión. Y estaba molesto.

Un día le dijo a Khishka:

-Perdóname, pero no logro comprender. Vengo aquí para escuchar algo sobre Dios, su Reino, el Cielo, la Meditación y resulta que siempre te encuentro, siendo el maestro espiritual de este pueblo, hablando de miles de cosas insignificantes, totalmente triviales y mundanas. ¡Necesito una explicación! ¡O voy a empezar a desconfiar de tu religiosidad!

Khishka se rió y dijo:

-No hay nada que explicar. Yo hablo de cosas que no conozco así como tú hablas de cosas que no conoces. La cosa es muy simple. ¿Por qué debería hablar de Dios? Lo conozco. ¿Por qué desearías hablar de tu País? Eres su máxima autoridad. Lo conoces.

Khishka nunca habló de Dios porque se trataba de algo muy íntimo. Tanto que él y Dios eran la misma cosa. Los verdaderos amantes nunca hablan del amor, solamente aman. La gente que habla del amor no tiene una vida amorosa. Los poetas hablan y hablan del amor, crean poemas, imaginan, fantasean, porque no lo conocen o no lo han conocido, en cambio los amantes guardan silencio.

Hablar de Dios para Khishka no era sino una absoluta traición a una historia de amor tan íntima y sagrada, entre él y la Totalidad. Sin embargo quien no conoce a Dios, en absoluto, habla de él a diestra y siniestra: en los mercados, en los púlpitos, en las plazas, en las mezquitas, etc.


Khishka

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