miércoles, 31 de marzo de 2010

EL PUERQUITO DE SIRAK'USA

(Sobre la creencia aristotélica)

La vida tiene sus altibajos, no está claramente definida. En cambio el pensamiento es muy lineal, seca, definida, conclusa, por eso muerta. El mundo del pensamiento se parece a un revoltijo de billetes viejos, conservados por los eruditos. Pero la vida no es así, es compleja, paradójica y enloquecedora, porque está viva.

¿Habéis escuchado la historia del ‘Puerquito del Sirak’usa’? Sucedió que una mañana estaba echado fuera de la chanchería. Era solito, no tenía compañeros. En eso apareció un hombre y el puerquito se escapó de susto. A su regreso el hombre ya no estaba, pero justo donde estaba echado había una bandeja. Entonces se asomó a ella y vio que estaba llena de comida. Dio algunas vueltas y comió hasta quedar saciado.

Al otro día se encontraba también echado fuera de la chanchería. Nuevamente, a la misma hora, apareció el hombre. El puerquito tuvo miedo y huyó. Pero cuando regresó estaba una vez más la bandeja que contenía la ración. Así que, sin rodeo alguno, comió hasta quedar satisfecho.

Luego le nació una curiosidad científica. Se preguntó para si: ¿de dónde vino esa bandeja llena de comida? Todo el día se lo pasó filosofando. Al día siguiente apareció nuevamente el hombre y el puerquito tuvo miedo y se escapó nuevamente. Cuando volvió, la bandeja estaba otra vez repleta de comida. Así que, el puerquito, halló cierta relación entre el hombre y la bandeja de comida. Sin embargo no se precipitó en dar conclusiones al respecto. Hizo una larga espera y, con tanta comida, engordó y creció. Se puso más guapo ya que todos los días sucedía lo mismo.

Con el tiempo, conforme iba creciendo, descubrió una ley ya que, ciertamente, había una relación entre el hombre y la comida. Ahora estaba más seguro. Cuando aparecía el hombre, aparecía la bandeja de comida. Así que la teoría era obvia, había una relación de causa y efecto. El hombre era la causa y la comida de la bandeja era el efecto.

Y como el suceso ya había ocurrido y, como sabía también de números, llegó a contar novecientas noventa y nueve veces. La cifra era más que suficiente para estar seguro de aquella ley. La observación y la experiencia corroboraron al asunto. Quedó completamente convencido de que era una ley indiscutible. Se sintió muy complacido y, ahora, esperó al hombre, ya no se escapaba pues la cifra le daba mucha seguridad.

Finalmente el hombre apareció por milésima vez. El puerquito, esta vez, con un gruñido cariñoso, amable y agradecido, se acercó al hombre, y éste la agarró, le puso un bozal y, amarrándole las patas, le metió un cuchillo puntiagudo en el cogote. Una vez muerto, el hombre se llevó el cadáver para ofrecer un buen lechón al horno a toda su familia. Así terminó la historia del ‘Puerquito de Sirak’usa’.

La vida siempre es desconcertante, es una creatividad continua, no es una creación conclusa. Incluso si aparece novecientas noventa y nueve veces, la milésima vez puede ser totalmente contraria a lo que, al parecer, siempre vino sucediendo. No tiene relación de causa y efecto.

Así que no te precipites en sacar conclusiones, la milésima vez puede ser la excepción. ‘La vida es incierta’ como diría Heinsemberg, y la ciencia lo sabe o por lo menos ha caído en la cuenta de ello. Toda seguridad es una simple aproximación, no hay nada absolutamente segura.

La vida no puede ser reducida a una relación científica de causa y efecto. La vida es un Misterio. La vida es un equilibrio constante, no tiene puntos fijos, no tiene puntos apartes, a lo mucho puntos seguidos. Y para vivir su misterio uno tiene que moverse constantemente de izquierda a derecha. Eso significa vivir peligrosamente, siempre en el filo de la navaja. Ese ‘justo medio’ está dentro de cada ser vivo. Ese equilibrio está dentro de cada ser vivo; esa armonía, esa música, está dentro de cada ser vivo.

Así que si estás con la vida no puedes ser un fenómeno concluso y, un caso concluso es, ser miembro de un club, pertenecer a una multitud etiquetada, esto es, ser cristiano, musulmán, hinduista, demócrata, comunista, socialista y todos los ‘istas’ y los ‘ismos’. Todo extremo significa que has llegado a un punto fijo y, llegar a un extremo, es lo mismo que un suicidio o quedarse congelado. Dentro de un ‘ismo’ y siendo un ‘ista’ no estás sino muerto. Tú no existes, quien existe es la masa. Y tu vida no es sino mecánica, fácil de manipular; tu libertad y tu seguridad no son sino una completa ilusión, una fantasía. En ningún punto de la historia, el ser humano, tuvo tanta necesidad como ahora de ser amplio, y tan plural como pueda. ¡Así que abandona todas las etiquetas y únete al baile de la vida!


Khishka

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