sábado, 28 de noviembre de 2009

¡‘LA MULA O LA VIDA’!


(Melgarejo, un destello de Sabiduría)

En Bolivia, en el año 1840, Don Mariano Melgarejo, por entonces sargento, estaba yendo a pie de Oruro a Tacna (Perú), sin llevar nada más que unos pocos pesos y su fusil. Había andado dos días; las fuerzas enemigas le perseguían; y él se encontraba fatigado y rendido. Luego, a lo lejos, vio venir un jinete en una rica mula, era un sacerdote, un párroco de un curato inmediato que regresaba de una confesión.

Melgarejo se acercó y, viendo que no había nadie en aquel lugar desértico, preparando su fusil y apuntando al pecho del cura, le gritó:

-¡Bájese, padre cura! ¡La mula o la vida!
El sacerdote más muerto que vivo del susto, ante aquel encuentro inesperado, echó pie a tierra.
Melgarejo añadió:
-No me tome por bandido señor cura. Soy un hombre honrado; soy el sargento Mariano Melgarejo, vengo huyendo y necesito una montura para salvar mi vida. Perdone usted, y esté seguro de que algún día corresponderé a este favor. ¿Cómo se llama usted, señor? –Preguntó–.

Y sacando del bolsillo un lápiz y un papel apuntó el nombre del sacerdote y montando en la mula se alejó rápidamente, mientras el cura, triste, asustado, y cariacontecido, siguió a pié el camino hacia la parroquia, donde refirió a todos el percance que le había acontecido.

El cura dio por perdida su rica mula, cuando, después de algún tiempo de este suceso, un día se presentó en su casa un arriero y le entregó su mula, con su mismo ensilladero y una carta de Melgarejo; se la devolvía desde Tacna y le manifestaba su agradecimiento.

Veinticinco años más tarde, y siendo ya Melgarejo presidente de la República de Bolivia, la primera vez que pasó por Oruro, averiguó con mucho interés el paradero de aquel cura, cuyo nombre no recordamos, y como le dijeran que había muerto hacía mucho tiempo y que sólo vivía su madre y muy pobre, Melgarejo exclamó en un arranque de gratitud y de nobleza:

-Pues no puedo pagarle a ese hombre un favor que le debía, he de pagárselo a su madre. E inmediatamente compró una casa que regaló a la anciana señora, obsequiándole además, con una buena suma de dinero, en recuerdo del servicio que le debía a su hijo.

Ésta hermosa anécdota se lo debemos a Tomás O’Connor D’arlach, quien anota en su prólogo al libro ‘EL GENERAL MELGAREJO’ (Hechos y dichos de éste hombre célebre) algunas aseveraciones de Pablo Subiera a cerca de este personaje notable: “Era grande y pequeño: reía ante el incendio de un pueblo y lloraba ante el dolor de un niño; despreciaba a los hombres de Estado y adoraba a una mujer vulgar… Los instintos, hábitos y propensiones de todos los animales feroces y benignos, habían ido a buscar representación en esa síntesis de todas las pasiones, desde la ambición, hasta la concupiscencia y desde la ira hasta la piedad… Todo era en él orgánico, fisiológico, material; el fulgor fascinador de la mirada del tigre ardía en sus pupilas, una espuma verdosa bañaba sus labios, y hasta esa palpitación jadeante de sus fauces decían en ciertos momentos que su pecho era una caverna de pasiones contradictorias de luchas tremendas y hasta de ambiciones absurdas”. En él convergían los defectos y las cualidades; no era ni santo ni pecador; simplemente era un hombre, un hombre como tal, hecho y derecho, un hombre sabio, un hombre natural, tal como la existencia quiso que fuera. En una palabra: una ‘síntesis’ de la Totalidad porque, en él, se disuelven las contradicciones que aparentemente existen. Un militar así, tan notable y tan singular en la historia de Bolivia, es digno de mención.

Melgarejo ha sido total, es decir, un encuentro de polaridades. Él era tanto el día como la noche, la virtud como el vicio, lo negativo como lo positivo, el cielo como la tierra, el fuego como el agua. Un hombre cabal, completo e íntegro. Simplemente ha aceptado lo que hay y, aceptando lo que hay, él se ha aceptado en su totalidad. Él ha vivido su verdad en su completa desnudez, como quiera que sea, no tuvo ningún interés en interferir en la corriente de la vida.

Si hay un hombre hermoso en la historia de Bolivia, a quien vale la pena recordar, es Melgarejo por su totalidad, por su destello de sabiduría. Ese Melgarejo, ese sabio, es un círculo perfecto. Lo contiene todo, no rechaza nada. Ese es el SOFOS, una hermosa palabra que define un hombre hermoso, sabio, digno de respeto y admiración. En la escuela se enseña de Melgarejo apenas la parte defectuosa, la parte inmoral, la parte loca, y se olvida su cualidad, su sentido profundamente humano. Por eso conviene tomar al individuo en sí, el todo, sin prejuicios morales y sin conocimientos prestados. Así es como se debe mirar: con la cualidad de una tabula rasa, a esta clase de personalidades notables.

SOFOS es una palabra hermosa que significa Sabio. Viene de SOFÍA que significa Sabiduría. Y la sabiduría no es conocimiento, no es información. Sabiduría es algo que surge en ti; es tu florecimiento, es tu fragancia. Con la sabiduría te vuelves luminoso; con ella eres la convergencia de las polaridades; con ella estás en el centro, arraigado e integrado; dejas de ser fragmentario; eres un Todo. Eres Universal. La Sabiduría es una revolución en tu ser, porque sucede en el santuario mismo de tu ser. No es prestada como el conocimiento o la información; como las escrituras o las doctrinas; como los sistemas de pensamiento o los credos; como los argumentos o las conjeturas. La sabiduría es tu propia experiencia, individual, pura y auténtica. ¡Tú sabes! ¡Has llegado! Por eso FILOSOFÍA significa AMOR A LA SABIDURÍA, término que se lo debemos a Pitágoras. Y la sabiduría nunca es intelectual, es intuitiva, por eso es salvaje. No es de la cabeza, es del corazón. La filosofía es como la persona amada y, la persona amada, es algo divino. Y si es así no es comparable con la filosofía moderna que en sí no es filosofía sino ‘sofistería’, es decir, aquello que trata de conocimientos, informaciones, que es pura palabrería y palabrería repetitiva. Escuché decir: copiar un artículo se llama plagio; copiar de un libro se llama tesis; y copiar de varios libros se llama tesis doctoral. Esto, como tal, es algo estúpido, es algo repugnante, grotesco, feo, como una ‘prostituta’, palabra que definiría acertadamente la filosofía moderna y sus filósofos.


En cambio SOFOS, el Sabio, es el producto más hermoso del universo, de la Existencia y de la vida. ¡Afortunados son los que han bebido de sus aguas!




Khishka

2 comentarios:

felix dijo...

Hola¡¡

Tienes un hermoso e interesante blog. Así que con tu permiso me agregé a seguidores para seguir leyendote.

Un abrazo

gla. dijo...

Me gusto mucho tu relato...
Luego paso y navego en tu blog.