sábado, 28 de noviembre de 2009

¿QUÉ ES UN SANTO?


Sé un sabio, no un santo!)

Escuché la siguiente anécdota: Un rabino muy conocido y muy santo se encontró con un sacerdote católico en un banquete.

El sacerdote dijo al rabino:
-Tome un poco de jamón.
El rabino contestó:
-No me apetece.
El cura insistió:
-¡Venga! Pruebe un poco. Está muy bueno.
El rabino respondió:
-Gracias, pero no pruebo la carne porque mi religión no me permite.
-¡Es realmente deliciosa! –Suspiró el sacerdote–.
Y Cinco minutos después volvió a insistir:
-¡Hombre! Debería de probar este jamón, al menos un poco. ¡Le va a gustar!
-No, gracias –replicó el rabino–.
Después de la comida, los dos hombres, se estrecharon las manos. Luego, el rabino dijo al sacerdote:
-¿Le gusta hacer el amor con su esposa?
-¡Oh rabino! –Exclamó el cura–. Debería saber que no se nos permite estar casados. No puedo practicar el sexo, –añadió–.
Y el rabino dijo:
-Debería probarlo. Es más rica que el jamón.

Esta es la situación de cualquier santo: está recluido en una cierta mentalidad religiosa o política. Su característica principal es la represión. Conoce una mínima parte de la vida. En casos excepcionales apenas conoce la luz pero no sabe nada de la oscuridad, que también es bella, tan bella como la luz.

La vida florece gracias al encuentro de las polaridades. Sin el encuentro de ellas, cuyo resultado eres tú, no estarías aquí. La vida está justo en medio. El santo, aquel ente tan mentado en las religiones, es un diminuto fragmento de la Totalidad. Es algo incompleto. ¿Por qué? Porque santo es lo contrario al pecador. El pecador es su polo opuesto. Santo es aquel que no es pecador, que ha elegido la virtud, es decir, una determinada polaridad. No es íntegro. Se ha hecho enemigo de la otra polaridad. Ha elegido la virtud en vez del vicio.

El pecador es, en cambio, aquel que ha elegido el vicio en vez de la virtud. Por lo tanto, el santo depende del pecador y, el pecador, depende del santo. El santo no puede existir sin el pecador, el pecador es como una sombra del santo, como el santo es la sombra del pecador. El pecador no puede existir sin el santo. Son compañeros de camino, sólo pueden coexistir. Por eso no hay una diferencia esencial entre un santo u otro, sea de cualquier religión, como tampoco existe una diferencia esencial entre un pecador y otro al interior de cualquier credo.

Una niña por primera vez fue al Cine, y a su regreso su madre le preguntó:
-¿Qué te pareció el Cine?
La niña contestó:
-No hay mucha diferencia con las clases de catecismo en la Iglesia.
-¿Cómo? –dijo la madre–.
La niña afirmó:
-Sí, no hay mucha diferencia: en el Cine nos dicen: ¡por el amor de Dios no se levanten! ¡No se paren! Y en los cursos de catecismo nos dicen: ¡en el nombre de Jesús, levántense y alcen sus manos a Dios! No hay mucha diferencia.

¡No hay mucha diferencia entre un santo católico y un santo judío, un sacerdote o un rabino! Cualquier santo, esto es, de cualquier religión, es igual, es la sombra del pecador. Sin embargo todas las religiones están constantemente insistiendo en ‘ser santos’ a costa de contrarrestar a los pecadores. Pero si realmente quieren que desaparezcan los pecadores, tendrán que hacer desaparecer a los santos. Es preciso que desaparezca el sujeto para que desaparezca su sombra. Y en cuanto desaparezcan los santos, desaparecerán también los pecadores, porque la existencia del santo es la causa de la existencia del pecador y viceversa.

Visto superficialmente, los pecadores son desdichados y los santos son virtuosos. Si respetas a un santo, condenarás al pecador. La lógica de ambos es igual: uno elige el día y el otro la noche; uno elige lo amargo por dulce y el otro lo dulce por amargo; uno elige la luz y el otro la oscuridad. En el fondo no hay diferencia entre el pecador y el santo. La única diferencia es la elección que han hecho. Nada más. Es como si uno eligiera dormir de día y el otro de noche. Pero la vida no es sólo día ni sólo noche. No. La vida es ambos. Por tanto, el santo es la mitad y el pecador es la otra mitad. Sin embargo ambos son desdichados: unos porque pierden la belleza de la virtud y, otros, porque han reprimido algo que no puede ser destruido y que es esencial para la vida.

Un santo lleva en sí un pecador oculto, de ahí la hipocresía; y un pecador lleva en sí un santo oculto, de ahí su destello de belleza. La consciencia del santo es la inconsciencia del pecador y la consciencia del pecador es la inconsciencia del santo. Uno es la sombra del otro.

Por tanto, mi sugerencia es, por su puesto si compartes la idea: ¡No seas un santo o te lo perderás todo! ¡Sé un sabio! Pero un santo puede fingir ser sabio. Tiene la posibilidad. Por eso existe la hipocresía, pues el pecador es menos hipócrita que el santo, está en una posición mejor. Sé un Sabio, esto es, ni santo ni pecador, sino ambos, íntegro, total, completo, pleno como nuestra Madre, la Existencia.


Khishka

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