sábado, 28 de noviembre de 2009

LOS CELOS


(Amor malentendido)

Henry y Sandra eran una pareja recién casada. Pasó la luna de miel y fueron invitados a los quince años de su sobrina. Una vez llegado al local de fiestas, casualmente, Henry se encontró con su amiga Fabiola y se saludaron efusivamente. Como el encuentro fue tan efusivo después de mucho tiempo, Fabiola, como solía acostumbrar en otrora, le invitó a bailar a Henry. Él pidió permiso de su flamante esposa para complacer a su amiga.

Cuando comenzaron a bailar demostraron elegancia y ritmo, y, al mismo tiempo, soltura y belleza en el baile. El baile apasionado y elegante, como en otrora lo hacían cuando solían ser pareja en los cursos de valet, despertó la admiración de la gente. Entre ellos, se escuchaba algunos susurros como este:
-¡Qué bien baila esa pareja! ¡Hacen buena pareja! En eso, una de las amigas se acercó a Sandra y le dijo:
-Sandra, no debes permitir esa escena. Eres recién casada. Es falta de respeto. Eres su esposa. Tú deberías estar en lugar de esa mujer.
Estas palabras tocaron el ego de Sandra, quien se sintió herida profundamente. Sintió celos, unas lágrimas corrieron por sus mejillas y comprendió que no debía tolerar más la escena, algo debía hacer. Y al sentirse apoyada por su amiga, dio razón a sus celos; se limpió el rostro y, muy autoritariamente, se acercó a Henry y le dio un sopapo diciendo:
-¡Qué te has creído! ¿Para eso me has traído? ¿Para hacerme quedar en vergüenza?
Y Henry dijo:
-¡Pero Sandra! ¿Qué te pasa? ¡Te he pedido permiso! Sólo estoy bailando con mi amiga. Estamos recordando aquellos tiempos cuando éramos muchachos e íbamos a los cursos de valet. Eso es todo.
Pero no habiendo sido suficiente la explicación, se apoderó de Sandra unos celos que no pudo contenerse. Se dio la vuelta y con lágrimas en los ojos, tomó sus pertenencias y se fugó a casa. Una vez llegado, locamente aturdida por la escena demostrado por su flamante esposo, arrasó con todo, tumbó las cosas, rompió los cristales e hizo cuanto se le vino en gana. Su casa, nueva y hermosa, se convirtió en un verdadero infierno. Enseguida vino tras de ella Henry, quiso calmarla, pero fue imposible. Comenzó a arrojarle cosas sobre la humanidad de su esposo hasta que el marido tuvo que salir silbando de la casa. Esa noche, el hombre, quedóse en un Hotel y al día siguiente, cuando se asomó a la puerta, parecía captar un silencio absoluto, y comenzó a llamar a Sandra. Decía:
-¿Sandra? ¿Estás ahí? Perdóname, no quise ofenderte. Sólo fue un baile. Eso es todo.
Sandra no contestaba nada y tampoco estaba en ninguna parte. Sólo quedaba el baño por revisar, la que estaba asegurada. Henry, insistentemente, tocó y tocó, y nada. Sandra no contestaba. Entonces acudió a su fuerza física y logró abrir. Y encontró a Sandra muerta, ahogada en la tina.

Desde nuestra tierna infancia nos han enseñado a comparar y la comparación se ha vuelto algo tan arraigado en nuestro ser. Ciertamente la comparación es una enfermedad, una enfermedad suicida. Y el suicidio es fruto de la mente comparadora. Compara a cualquiera que pase junto a ti, y surgirán los celos. Siempre ocurre así: alguien tiene un hermoso jardín, alguien lleva una vida mejor que tú, alguien tiene un auto de último modelo, alguien es más guapo que tú, alguien es más simpática que tú, alguien baila mejor que tú, alguien es más inteligente que tú, alguien tiene un mejor esposo que tú, etc. Esa mente comparadora es la causa de todos los celos, las desdichas, las desventuras, y los sufrimientos de la gente. La comparación es la causa de los suicidios.

En cierta ocasión Bernard Shaw dijo: ‘si no voy a ser primero en el cielo, me gustaría ir al infierno… pero me gustaría ser el primero’. La mente comparativa siempre quiere ser el primero, lo cual es un fenómeno psicológico muy sutil, tanto que parece natural. De una manera u otra uno quiere ser el primero y así sigue construyendo castillos y castillos con un grano de arena.

Recuerdo una anécdota. Tres mujeres del hampa, madre todas, estaban hablando de las hazañas de sus hijos y se enorgullecían mostrando lo precoces que eran para el delito, tomando en cuenta que estaban en un país envuelto en exceso de velocidad y violencia.
La primera decía:
-Mi hijo tiene cinco años y me salió de una rapidez asombrosa. Entramos a un supermercado y sin que lo pudiera ver el guardia de vigilancia se robó, él solito, dos litros de leche, un yogurt, un paquete de arroz y cuatro botellas de bebidas gaseosas.
La segunda suspiró:
-Ah, es que tú no viste a mi hijo que tiene tres años apenas. El otro día fui con él a una casa de electrodomésticos y se robó una batidora, dos radios, cinco compacteras portátiles y un DVD de última generación. Y todo sin que nadie se diera cuenta…
-Vaya, vaya –replicó la tercera que tenía un embarazo de siete meses–. Eso no es nada comparado con el mío.
Y las otras pararon las orejas y, una de ellas, dijo:
-¿De qué estas hablando, si tú recién estás embarazada del primero?
-Además –complementó la otra– ¿qué hazaña puede haber hecho si todavía no ha nacido?
Entonces la embarazada replicó:
-¿Qué no? Para que vean: el otro día me rasqué la entrepierna, porque me picaba, y sin que me diera cuenta me robó todos lo anillos y el reloj.

Así es la mente comparativa: siempre quiere sobresalir, siempre quiere ganar, siempre quiere ser el primero, aunque sea en la estupidez, siempre quiere ser el primero. Y debido a esa mente ya no puedes confiar en nadie y eres capaz de suicidarte. Así es como este mundo funciona y pierde su belleza. Pero si dejaras de comparar, dejaras también de ser celoso. La comparación es la causa de los celos y, a causa de los celos, creas problemas de toda clase, y problemas que no existen. Todos los problemas son tus creaciones. Te vuelves demasiado aficionado a los problemas. Creas problemas hasta que vas a parar al borde del mismo suicidio.

Cuando eres celoso, con un grano de arena construyes edificios enormes, agrandas los problemas, publicas a todo el mundo. Todo porque eres celoso. Cuando comparas, ves que una mascota es más querida que tú y sientes celos. Deja de comparar, y se desvanecerán los celos. Los celos son la causa de tus sufrimientos. El negocio de los sacerdotes, los psicoanalistas, las iglesias, las instituciones de asistencia a las familias, a las parejas, los gurús, los rabinos, los popes, existen gracias a tus celos y a tu mente comparadora. Si dejaras de comparar, ellos también dejarían de existir.

La comparación es una actitud muy necia. ¿Por qué? Porque cada persona es única, es incomparable, es irrepetible. Por ejemplo: en Bolivia ha aflorado más, en estos últimos años, que ‘CAMBA’ es sinónimo de raza superior, impecable, eficaz, hospitalaria, etc. De hecho uno puede constatar eso cuando uno llega a la ciudad de Santa Cruz. A la entrada está un letrero que dice: ‘LA HOSPITALIDAD ES LEY DEL CRUCEÑO’, pero eso es falso ya que, cuando uno llega, lo primero que te preguntan es: ¿de dónde eres? El interés estriba en saber si eres ‘Colla’ o no, cuando la Hospitalidad alude a otra cosa, a la Acogida sin distinciones ni preguntas de ninguna naturaleza. La Hospitalidad es simplemente Hospitalidad, no tiene matiz partidaria ni cultural.

Sin embargo, en Santa Cruz, la Hospitalidad es una palabra corrompida, parece más una palabra detestable o algo repugnante, porque el ‘camba’ le concedió ese matiz racista. Pero, en el fondo, ser ‘camba’ es una simple creencia, inculcado por un inconsciente colectivo donde reina la enfermedad de la comparación. Se compara demasiado con el ‘Colla’ y para creer que es superior se hunde, él mismo, en un complejo de inferioridad. Por eso el Cruceño adolece del complejo de inferioridad y, para el colmo, de ello es absolutamente inconsciente. En el Oriente Boliviano ha florecido una mente tan estúpida donde el ‘camba’ es capaz de entregar su propia alma a cualquiera que le ofrezca un pasaporte para sublimar su raza, como signo de autoprotección.

Eso es exactamente lo que ha querido hacer una de sus Missses que, debido a ese complejo de inferioridad manifestada en la mente comparativa, cuya máscara es creer ser superior con sólo ‘ser camba’, estando tan arraigado en ello, declaró sólo estupideces en un certamen de belleza que se llevó acabo en Ecuador. Creo que todos los bolivianos lo vamos a recordar siempre. Ella dijo, nada menos que, representando a Bolivia: ‘en Santa Cruz, los ‘cambas’, hablamos inglés, somos de ojos azules, somos gente de raza blanca’, y demás tonterías. Sin duda ha hecho el ridículo, sólo demostró la pobre, poca inteligencia, subhumana que tienen los cruceños debido a su creencia particular, y eso demuestra que en el Oriente Boliviano no ha evolucionado la inteligencia. La evolución de la inteligencia no depende de ninguna creencia. Por eso alguien les habla de Democracia, ellos gritan ¡democracia! hasta en un funeral; alguien les habla de Autonomía, ellos gritan ¡autonomía! hasta en los estadios y en las iglesias; alguien grita estado de derecho, y ellos gritan ¡estado de derecho! estando entre las vacas; y lo peor es que no tienen la menor idea de lo que dicen, me parece que dicen por ignorancia. Allí la inteligencia es tan pobre que se creen la mejor raza del mundo, pero eso es una simple creencia, porque ni siquiera intelectualmente no lo han demostrado. Vive recluido en las rejas de su propia creencia. Sin embargo, allí, la mente comparativa está muy evolucionada.

La sociedad cruceña, mediante sus agente sociales, el padre y la madre, los profesores, las mismas autoridades políticas y religiosas, van inculcando el afán de comparar desde su tierna infancia a los ciudadanos. Para esa mente decadente lo malo, lo feo, lo ineficaz… está asociado al ‘Colla’ (que es otra creencia, pues ‘colla’ en sí, en Quechua, significa ‘cobarde’ y la cobardía es una característica humana universal más que regional. Por eso es una simple palabra malentendida exactamente igual que ‘Camba’). Sin embargo, todo denominativo con la cual asocia al ‘Colla’, para el ‘Camba’, funciona como autoprotección o como una coraza. Y cada vez que ve surgir a un ‘Colla’ se siente tan herido y tan ofendido en lo más profundo de su ego. Ver a alguien por encima de uno, duele y, como duele, no puede tolerar. Está obligado a refugiarse en el artilugio de la comparación. Para ellos, siempre, alguien está por encima o alguien está por debajo. Y esto es un verdadero círculo vicioso reinante en aquella sociedad.

Esa forma de vivir comparando es la que crea los celos, es decir, alguien está por encima, y él se siente celoso, porque esa persona ha triunfado y él ha fracasado, o viceversa. Esto es claro en la política actual boliviana. Asimismo, la conclusión de que ser ‘camba’ les hace superiores es un a priori fundamental de aquella cultura, de aquella sociedad, por eso parecen buenos creyentes y católicos, y, eso hace de ellos no científicos. Y de hecho, en Santa Cruz, hay más creyentes que en cualquier parte de Bolivia. Son creyentes en esto y aquello, pero no son científicos. He ahí su decadencia, su adolescencia, su inmadurez, y su infantilismo. En una palabra: fácil de ser manipulado por cualquier asunto político o religioso.

Hemos dicho que esa comparación crea los celos. Ahora bien, los celos, son una de las áreas más frecuentes de la ignorancia psicológica sobre uno mismo y sobre las relaciones con otros. La gente cree que sabe qué es el amor, pero en realidad no sabe. ¡Malentiende!

He escuchado ésta anécdota: Fabiana estaba tomando café con Andrea. Fabiana preguntó:

-¿Cómo sabes que tu marido te ama?
Andrea contestó:
-Saca la basura todas las mañanas.
Fabiana dijo:
-Eso no es amor. Eso es buen trabajo doméstico.
Entonces la otra dijo:
-Mi marido me da todo el dinero que necesito para mis gastos.
Y ella respondió:
-Eso no es amor. Eso es generosidad.
La otra siguió argumentando:
-Mi marido nunca mira a otras mujeres.
Ella contestó:
-Eso no es amor. Eso es cortedad de vista.
La otra replicó:
-Alberto siempre me abre la puerta cuando llego.
Fabiana seguió retando los argumentos de Andrea. Dijo:
-Eso no es amor. Esos son buenos modales.
La otra finalmente dijo:
-Alberto me besa incluso cuando he comido ajo y tengo los rulos puestos.
Y Fabiana aprobó diciendo:
-Bueno, ¡eso es amor!

Todo el mundo tiene su propia idea a cerca del amor. Y, como tal, las ideas siempre son ‘a cerca de’, nunca son el amor mismo. Por amor se refiere a un cierto monopolio, de ganas de poseer algo, un varón o una mujer. Pero un individuo, sea varón o mujer, cuando es poseído como una cosa deja de ser algo vivo. Sencillamente ¡ha muerto! El que posee a una persona como una propiedad privada es un homicida, porque la vida no se puede poseer, es algo gratuito, libre, tanto que en cualquier momento se puede ir. La vida es como una mariposa que se posa en las manos abiertas de una flor y, como estas están abiertas, se va en cualquier instante. Que el amor sea así es una simple verdad de la vida, pero si comprendes como un cierto monopolio, evidentemente, sufrirás sin motivo alguno. Incluso puede que llegues a suicidarte o, por lo menos, irás a sentarte en el diván de un psicoanalista. Respecto al amor es necesario tener siempre las manos abiertas.

En cosas del amor el miedo al mañana está destruyendo el hoy. Amas a un hombre, amas a una mujer, y más si es guapo o guapa, quieres poseerlo sólo por miedo a que se marche mañana. Esa es la situación. Pero llega un momento en que él o ella se van y confirmáis vosotros que, vuestros celos, tenían razón, y comenzáis a sufrir debido a vuestro malentendimiento del amor.

Mi sugerencia es: si alguien los ama, dejad que os ame; si alguien es amado o amada, dejad que sea amado/a. ¡No interfieras en su camino! Si alguien está de júbilo con otro o con otra, dejad que esté de júbilo; si alguien celebra con otro o con otra, dejad que celebre. ¡No seas una entrometida o un entrometido! ¡Vive el amor hoy, no la desperdicies! Es tu única oportunidad. Que ella sea feliz con otro, está bien, lo más importante es que sea feliz; que él es feliz con otra, está bien, lo más importante es que sea feliz. ¿Para que tener un infeliz o una infeliz a tu lado? Si así ocurriera tú vida no sería más que un infierno, porque la infelicidad crea infelicidad. Es una enfermedad contagiosa.

Si amáis tanto ¿cómo podéis destruir la felicidad del otro? Otra vez, ¡No seas una entrometida o un entrometido! Tú sé totalmente feliz, hoy mismo, no importa con quién. No te preocupes si el otro o la otra ha progresado en el conocimiento del amor. Volverá pronto, regresará. Y si no regresa ¿por qué preocuparse? Para ti se abre la gran oportunidad para seguir progresando en el amor. El amor es amplio, no es una cárcel. El amor es libertad, una libertad que no tiene límites de ninguna naturaleza. Pero a ese amor lo carcomen los celos. Los celos son síntomas de que aún no has aprendido lo que es el amor. Por tanto tienes la oportunidad de progresar, de evolucionar.

Los celos son la ausencia del amor. Así que tú eliges: o inviertes tu energía en los celos o en el amor. Tenlo presente. Sin embargo no intentes solucionar rechazando el no-amor o rechazando los celos, simplemente obsérvalos y, ellos, desaparecerán. Si intentas solucionar, como parece lógicamente, crearás más problemas. Sólo obsérvalos y, poco a poco, te olvidarás de los celos y ya no te provocarán molestias. Obsérvalos y compréndelos, sólo así sabrás que estás haciendo el ridículo siendo celoso o celosa. No lo olvides: ¡Obsérvalos y compréndelos!



Khishka

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