martes, 18 de agosto de 2009

ESCAPISTA

(La huida de sí)

Sonia era una muchacha muy guapa, la más hermosa de su pueblo. Su bello cuerpo cautivó la mente de los pueblerinos. Jóvenes y viejos solían ir detrás de ella sólo para mirar la belleza de su figura. Incluso algunos niños estaban admirados de su encanto.

Un padre de familia preguntó a su niño precoz de seis años que admiraba a Sonia:

- ¿Te gusta la vecinita del frente? ¡Es una niña re-guapa!

El niño respondió:

- ¡Bueno…! No es Sonia, pero no está tan mal.

La psicología de la mayoría de la gente funciona así. Los concursos de belleza que solían ser auspiciadas por algunas instituciones de su pueblo, siempre acostumbraban estar a su favor. Nadie dudaba de su belleza. Tenía su propio monopolio respecto de la mente de los suyos.

Posteriormente apareció una enfermedad jamás vista en la región, la Viruela. La gente comenzó a enfermarse y Sonia vio cómo quedaba la gente, tras la travesía de la epidemia: desfigurada. Le entró un miedo insoportable y se sintió obligado a huir de su pueblo para cuidar su belleza.

Preparó sus pertenencias y se fue hacia San Marcos. Estando allí, sólo unos días, se enteró que la epidemia también había llegado allí, entonces se fue a Santiago, el otro pueblo que estaba al frente de los cerros. No pasó mucho tiempo, llegó la noticia de que un niño, en el seno de una familia pudiente, padecía de ese mal que cubría de granos todo el cuerpo. Ella, habiéndose enterado, inmediatamente, alistó sus cosas y se fue a San Juan, el otro pueblo cercano a Santiago. Pero apenas llegó tuvo la noticia de que la mitad de la gente padecía la pandemia, así que compró un nuevo boleto en el colectivo que estaba saliendo directo a San Pedro, una aldea ubicada casi en la frontera misma del vecino país, por tanto lejos de San Juan. Se fue allí, pues en esa aldea tenía algunos conocidos y familiares. Allí todo estaba bien y vivió varios meses.

En ese tiempo no había vacuna alguna para prevenir la enfermedad y, además, los médicos recomendaban que fuera mejor no huir de ella y que una vez experimentado, ella misma se iba y nunca más volvía uno a contraer la epidemia. Y Sonia, estando en San Pedro, un poco más calmada, una tarde recibió un mensaje de que la enfermedad había llegado y no tuvo otra salida sino huir de allí hacia su aldea de origen, sabiendo que esa enfermedad ya había pasado. Llegó de retorno a su casa, después de una amarga andanza pero, como la epidemia la estaba esperando, en su propia casa, cayó enferma. No tuvo más remedio que aceptar y pasar por ella. Las ampollas se apoderaron de su esbelto cuerpo y terminaron desfigurando el rostro de la joven. Su padre contrató al mejor médico del pueblo para que haga algo, pero nadie pudo hacer nada. ¡Eso debía pasar!

Así es como la gente escapa de sí mismo. ¡No seas un escapista! ¡No vivas la vida de Sonia! ¡No conviertas tu mismo ser en un fantasma! Ten el coraje de mirarte la cara y descubrir tu propio centro vital. ¡Enfréntate contigo mismo! Cobardes abundan. Tú ¡vive peligrosamente, siempre al filo de la navaja pues, sólo así, se agudizará tu alerta! No huyas de ti mismo valiéndote de la sociedad, de los amigos, de las agrupaciones, de las multitudes, de las cofradías, de las fraternidades, de los compromisos, de las ayudas caritativas, de las instituciones. Todas son formas y pretextos para huir de uno mismo. No te hacen más que un cobarde, un esclavo, un mendigo, un mediocre. Pero ese modo de huir tiene serias consecuencias para el alma pues, tarde o temprano, tu mismo ser te lo cobrará muy caro, porque la mente puede colapsar en cualquier momento.

La enfermedad actual es la mente y la mente es como un fantasma, es decir, no real, pero te jala por todos los lados y te convierte en un simple avestruz, escondiendo su cabeza para no ver el peligro. Corres para allá, corres para acá, corres y corres –como si tuvieras diarrea– no dejas de correr, vas de compromiso en compromiso, por miedo de estar sólo, por miedo de enfrentarte con tu propio rostro, con tu propio ser.

Hace muchísimos años el ser humano aprendió a escapar de sí. Ahora el ‘estar sólo’ le provoca miedo y angustia porque, la soledad, es capaz de mostrarle su verdadero rostro. Por eso ha empezado ha crear diversos métodos como los ritos, rezos, templos –el primitivo modo de huir de sí– y, en los últimos años, ha inventado la televisión, el cine, el Internet, juegos electrónicos, la utilización de las drogas, que se está masificando últimamente en EE. UU. y Europa, etc. todo con la finalidad de escapar de su propio rostro. Así las drogas y los entretenimientos fueron creados para paliar su miedo ante la propia soledad.

¡Deja todas las formas de huir de ti mismo! ¡Ten el coraje de ver tu propio rostro! Sólo así alcanzarás la divinidad. ¡No huyas de aquello que es tu propia naturaleza! La soledad. ¡Aprende a estar sólo, sosegado, descansado, relajado…!
Khishka

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