martes, 18 de agosto de 2009

BUFÓN VESTIDO DE MONJE

(Democracia, un engaño de remate)

En lo que respecta a la democracia, toda la humanidad ha sido engañada. Ese engaño es una verdadera conspiración contra el ser humano. Hay que eliminar y deshacerse de toda esa democracia que se predica en la cúpula de los poderes de todo el mundo pues, de hecho, sus días están contados. La democracia no es sino una ilusión, un mito, una idea… En ella no hay ninguna luz en absoluto. Por eso el mundo está casi oscuro, la lámpara está apagada, pero la gente dormida sigue convenciéndose de que la lámpara está encendida y dando luz. Esa convicción es absolutamente falsa. Tus políticos, tus sacerdotes, tus supuestos sabios, tus abogados, tus periodistas, tus profesores y demás te siguen engañando diciéndote que la democracia, junto con la seguridad, la libertad… son una luz encendida que ilumina. ¡No hay una mentira más grande que la democracia! Tú estás obligado a decir que la lámpara está encendida porque la mayoría de la gente, adoctrinada por estos personajes del circo, parecen convenir o estar de acuerdo en torno a una idea determinada. Como has escuchado decir que la democracia conviene ser conservada, aunque fuera a regañadientes, también has empezado a decir que la democracia es lo máximo. Te muestran sus beneficios para la humanidad y tú empiezas a ver esos beneficios que no existen más que en la mente de los que predican.

Me han contado una bella historia de un bufón que hizo de las suyas del gran Alejandro. Ten mucha atención.

Cierta vez hubo un bufón que decidió sacarle buena cantidad de plata al emperador Alejandro Magno. Con ese fin se vistió de monje y se fue donde el soberano. Le dijo:

- Su majestad, ahora que has conquistado toda la tierra y has puesto a todos tus enemigos debajo de tus pies, ya no te corresponde usar la misma ropa de un rey corriente sino la de los dioses. Por eso, os ofrezco traer la ropa que usan los dioses.

El rey se sintió ávido, alagado y sublimado, tras haber escuchado las palabras del bufón disfrazado de monje.

Se dijo a sí: - ¿Cómo es que exista la ropa de los dioses y que éste monje lo sepa? Pero a lo mejor es verdad y, si fuera cierto, yo sería, en toda la historia de la humanidad, el primer hombre sobre la tierra que habría usado la ropa de los dioses. ¡Esto suena maravilloso! Luego hizo un poco de silencio y dijo al bufón:

- De acuerdo, ¿y cuánto me costará?

El hombre dijo:

- Te ha de costar, mínimamente, diez millones de pesos, porque llegar donde los dioses cuesta mucho dinero. Aquí los hombres cobran pero, allá, los dioses también son más listos y sobornan. Los hombres se conforman con poco dinero pero los dioses sólo lo hacen cuando ven buena cantidad de dinero. Por eso hace falta una buena suma.

El rey dijo:

- Bueno, no hay problema. Pero ten en cuenta, si me engañas te costará la vida. ¿De acuerdo? –Preguntó el rey–.

El otro afirmó:

- Sí, de acuerdo.

Y el rey continuó:

- De ahora en adelante pondré muchos guardias y bien armados rodeando tu casa.

Y el hombre recibió los diez millones de pesos y puso su casa bajo vigilancia. La gente no podía creer lo que estaba sucediendo, estaba sorprendida, asombrada y absorta.

La multitud se preguntaba: ¿dónde están los dioses y dónde está su cielo? Ese hombre no parece especial como para que sepa algo sobre la traje de los dioses.

Entre tanto el bufón se entró a su casa advirtiendo a todo el mundo:

- ¡Dentro de seis meses veréis la ropa de los dioses!

La duda se apoderó de la multitud al escuchar la advertencia y el rey parecía muy confiado, porque estaba bajo vigilancia estricta. No se podía es­capar ni podía engañarle.

Después de seis meses salió de su casa con una hermosa caja en las manos y muy delicadamente tomado, y escoltado por los guardias, se presentó en la corte del emperador Alejandro porque el tiempo se había cumplido.

Para el acto toda la multitud había sido convocada y delante estaban los reyes de otros reinos y emperadores de otros imperios. El hombre, en presencia de la corte, muy reverencialmente, se acercó a los pies del rey y cuidadosamente apoyó la caja en el suelo. Abrió la tapa, metió la mano y sacó una mano vacía. Luego dijo al rey:

- Éste es el turbante y la ropa de los dioses.

El rey lo miró y dijo:

- No veo ningún turbante ni ropa, tu mano está vacía.

El hombre dijo inmediatamente:

- Su majestad: permíteme recordarle una cosa: los dioses han dicho que sólo la persona que sea hijo de su padre podrá ver el turbante y el traje. ¿Ves ahora?

El rey dijo:

- Sí, claro que lo veo.

Evidentemente, no había ningún turbante ni ropa y las manos del bufón estaban completamente vacías. Pero todos los cortesanos empezaron a aplaudir y exclamar sin haber visto ni la ropa ni el turbante:

- ¡Nunca hemos visto una ropa y un turbante igual. Es precioso, único, maravilloso, extraordinario. Es una ropa y un turbante jamás visto!

Debido a lo que estaban tan maravillados los cortesanos, el emperador se vio comprometido en la situación. Y el hombre dijo al rey:

- Quítate tu ropa y tu turbante, y ponte éste.

El rey se quitó el turbante, el abrigo, la camisa y se puso en serios aprietos cuando sólo le quedaba la última prenda. Se quedó desnudo, pero todos los cortesanos gritaban en voz alta para que los demás no dudaran que era hijo de su padre:

- ¡Qué ropa maravillosa! ¡Qué turbante! ¡Es realmente divina! ¡Nunca hemos visto cosa igual!

La multitud también comenzó a elogiar la ropa y el turbante, pero el rey empezó a asustarse y a dudar de sus propios ojos. Por una parte tenía miedo que la corte viera su desnudez y, por otra, que todo el mundo supiera que no era hijo de su padre. Finalmente le pareció mejor aceptar la desnudez y así por lo menos salvaría el nombre de su padre, y no se difamaría su dinastía. Pensó para sí:

- Como mucho, la gente me verá desnudo; qué importa. Además, si todo el mundo está elogiando la ropa, de­ben tener razón. Son la mayoría. Quizá la ropa esté realmente ahí y sea yo el único que no la ve. Y, para evitarse complicaciones innecesarias, se quitó la últi­ma prenda y se quedó completamente desnudo.

Entonces el hombre le dijo solemnemente:

- ¡Oh… rey! ¡Por primera vez ha descendido la ropa de los dioses sobre la tierra. ¡Eres el único afortunado! Deberías hacer una procesión y dar la vuelta a toda la ciudad en un carruaje.

El rey estaba todavía más asustado, pero no tenía otra salida. No podía negarse. Le trajeron un hermoso carruaje y lo llevaron de procesión por toda la ciudad. Todo el mundo vio la procesión. Nadie se quería perder la oportunidad. Toda la gente elogiaba la ropa en voz alta: ¡qué ropa tan bonita! ¡Qué ropa tan maravillosa! ¡Que ropa tan divina! Sólo un niño que estaba entre la multitud, sentado sobre los hombros de su padre, exclamó:

- ¡Padre, el rey está desnudo!

El padre dijo:

- ¡Idiota, cállate! Eres pequeño, no tienes experiencia. Cuando tengas experiencia tú también empezarás a ver la ropa. Yo puedo verla. Todos la podemos ver, ¿crees que nos hemos vuelto locos? ¡Cállate!

Sí, evidentemente, estás loco de remate. Siempre sucede así: los niños suelen decir la verdad, pero los mayores no les dan crédito porque tienen más experiencia y, su experiencia consiste en creer lo que dice la multitud, la masa, la mayoría, la cultura, sin haber visto la verdad. Así el ser humano está atrapado en un engaño colectivo llamado democracia. Y cuando todo el mundo está engañado no puedes ver la realidad porque, la verdad y la realidad, están reservadas a los ojos limpios de un niño.

La lógica es sencilla: si toda la multitud está gritando cosas sobre la ropa y el turbante, tú dices: deben estar en lo cierto. Toda esa multitud no puede estar equivocada. Son la mayo­ría. Cuando todo el mundo coincide en lo mismo, dices: debe ser cierto, y es así como te parece muy cómodo estar del lado de la multitud, porque si dices lo contrario corres el riesgo de quedar sólo y parecerás el único idiota del mundo.

Por eso estar del lado de la verdad y de la realidad genera miedo e inseguridad, prefieres estar a favor de la multitud que va exhibiéndose por calles y plazas, gritando vivas a favor de una idea como la democracia. En el fondo estás haciéndote el payaso. Y así es como tú mismo te prostituyes y sepultas tu pureza. En otras palabras, tú te embarras y la ficción florece, adquiere carácter de real.

Por eso te digo: ¡NO HAY UNA MENTIRA MÁS GRANDE QUE LA DEMOCRACIA! Es una simple creencia exactamente igual que el comunismo. Ambos son una especie de pseudo-religión. Así que, lo que consideras democracia, es un simple engaño, una simple idea, una simple creencia, y los más estúpidos han dado su vida por ella, otros han matado gente inocente, han hecho guerras, han sembrado luto y dolor en su nombre. ¡No sigas siendo víctima de ese engaño! ¡Ten el valor de probar otras formas de hacer política!
Khishka

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