lunes, 23 de febrero de 2009

EL HOMBRE DE NEGOCIOS

(Una metáfora del hombre judío)

El judío, a nivel mundial, es conocido como un hombre de negocios y es verdad. Su negocio se ha globalizado: ha creado un ‘Dios’, una ‘creencia’, unos intermediarios organizados jerárquicamente, lugares turísticos en torno a ciertas individualidades paradigmáticas, etc. Esa característica judía ha contagiado a otras culturas y, posiblemente, en algún lugar, tuvieron contacto con los ‘aymaras’ de nuestra Sud América o éstos tienen una raíz judía. ‘Una de dos’. Los ‘aymaras’ (una cultura andina), en Bolivia, son una especie de judíos, porque es muy raro ver a un ‘aymara’ sin algún negocio en particular. El ‘aymara’ es próspero gracias al negocio.

Los judíos han escrito que ‘Dios ha creado al ser humano a su imagen y semejanza’ lo que es evidente que sea así, según la mente judía, pues sólo así el negocio sería próspero. No de otro modo. Pero en realidad sucede exactamente lo contrario, es decir, ‘el hombre judío es quien ha creado a Dios y lo ha creado según su imagen y semejanza’.

Ahora bien si el judío ha creado a Dios, según su imagen y semejanza y que su particularidad es ser un hombre de negocios, su Dios también será un Dios de negocios o un artículo de compra y venta, quizá el producto más cotizado en el mercado mundial. El ‘Dios judío’ es la proyección más alta y eficaz del artificio mercantil del hombre judío. Y, como es evidente, para hacer negocios necesitas al menos dos cualidades: ser ‘celoso’ y ‘clemente’ al mismo tiempo. El ‘celo’ se necesita para ser competente con otros dioses y la ‘clemencia’ para con los de su partido, aunque éstos sean pobres, pues siendo populosos, de antemano, con sus votos, aseguran la perpetuación del negocio a cambio de un miserable consuelo.

Al mismo tiempo, son los pobres los que generan más plata para el rico, debido a sus préstamos, a los intereses que tienen que pagar, etc. porque en todo el mundo son más del setenta por ciento de la humanidad. Ellos son los que se sacan la ‘mugre’ por los grandes. Sin embargo como ‘paga’, los pobres, por la clemencia de su Dios, reciben consuelo y como respuesta le tributan amor; y como su Dios es celoso, tienen que tributarle también su temor. Entonces se entiende que su Dios es ante todo un ‘Dios de amor y justicia’ para su pueblo elegido. Todo ello, visto desde el punto de vista judío, es absolutamente correcto.

He escuchado la siguiente anécdota: en el principio, a pocos años de haber creado el mundo, Dios, vio que también era bueno crear unas normas que regulen la vida de los hombres. Es así como creó los diez mandamientos. Una vez preparado recorrió por todo el mundo ofreciendo su producto sin poder vender a nadie. Le quedaba, por recorrer, los últimos tres sectores de la humanidad. Entonces se acercó a los mahometanos y les dijo:

-¿Os gustaría tener diez mandamientos?

Ellos preguntaron:

- Podría decirnos ¿cuál es el primero?

Dios respondió:

- El primero es: ‘No cometerás adulterio’

Los mahometanos deliberaron entre ellos y dijeron:

- Dios, tu producto está bueno pero será difícil que adquiramos. Nuestra vida perdería su belleza. Según nuestra costumbre se necesitan al menos cuatro esposas. Tú llamas ‘adulterio’ pero es todo lo que la vida tiene para darnos y es todo lo que un mahometano virtuoso puede recibir. No, no nos conviene, lo sentimos. ¿Quién conoce el otro mundo? Esta vida es todo lo que tenemos, además tú nos has dado para que la gocemos. ¿No es así?

Dios se fue triste y un poco más allá se encontró con los hindúes. Les preguntó:

-¿Os gustaría tener diez mandamientos?

Ellos contestaron con otra pregunta:

-¿Nos podrías dar una muestra de uno de ellos?

-Por su puesto –dijo Dios–: ‘No matarás’:

Los hindúes replicaron, después de haber deliberado unos con otros:

-Lo sentimos Dios. Será muy difícil. Tú sabes que la vida es muy compleja, implica competencia. La competencia implica matar al contrario; todo aquel que nace tiene que morir, es parte del juego de la vida. Por tanto, sin combate y sin competencia, la vida sería aburrida, demasiado rutinario, lineal y plano, perdería su encanto. Así que no la queremos tus diez mandamientos.

Dios se puso aún más triste pero siguió dando vueltas y vueltas. Al fin se encontró con el último grupo pero sintió miedo, pues si éste último le negaba ya no le quedaba nadie. Había recorrido todo el mundo y no había encontrado a nadie, pues en tan poco tiempo todos habían logrado tener su propia normativa. Con esos previos se acercó a los judíos, cuyo representante fue Moisés, y le preguntó:

-¿Os gustaría tener diez mandamientos?

Moisés, como buen judío, sin pedir ninguna muestra, averiguó:

-¿Cuánto cuestan?

Dios respondió:

-Nada.

Y Moisés declaró:

-¡Entonces déme los diez! Si no cuestan nada, no habrá problemas.

Así es como nacieron los ‘Diez mandamientos’.

Un hombre de negocios siempre pregunta por el precio. ¿Cuál es el precio de tu cielo? ¿Cuánto hay que pagar para llegar a ser un Cristo o un Buda? ¿Cómo puedo obtener ese título? ¿A qué universidad tengo que ir? ¿Qué virtudes hay que tener para ganar el Paraíso? ¿Se puede pagar en dólares o en Euros, o alguna otra moneda? Siempre pregunta por el precio. Moisés es un perfecto hombre de negocios, un perfecto judío, por eso pregunta: ¿cuánto cuestan tus diez mandamientos?

Dice el poeta: ‘el mundo es un mercado donde se compra honores, voluntades y consciencias’, y es verdad. El modo del ‘ser judío’ ha inspirado la creación de las transnacionales, los grandes organismos de mercado libre, los bancos, iglesias, santuarios, mezquitas, gurutwaras, etc. Todos ellos son agencias del aparato mercantil judío. Por tanto la peculiaridad del judío está bien metido en los tuétanos de la estructura de nuestra sociedad, especialmente, Occidental. Evidentemente todos los ministros de cada una de estas entidades, sean políticas o erróneamente llamadas religiosas, son hombres de negocios: los economistas son hombres de negocios, los políticos son hombres de negocios, los sacerdotes son hombres de negocios, el Papa es el superhombre de negocios.

Me han contado lo siguiente:

Resulta que en Italia hubo una crisis y el sector de la avicultura estaba arruinándose. Así que un día fue el representante de las granjas de pollos a ver al Papa. Le propuso lo siguiente:

-Mire, Señor Papa, estamos dispuestos a hacer un donativo a la iglesia de un millón de dólares si cambia la Biblia donde dice: ‘el pan nuestro de cada día’ por ‘el pollo nuestro de cada día’.

-No –dijo el Papa–.

-Bueno diez millones –insistió el representante–.

-Tampoco –reiteró el Papa–.

-Cien millones.

Se puso pensativo el Papa y dijo:

-Hum… es que comprenda que no podemos manipular la Palabra de Dios…

El otro propuso aún con más insistencia:

-Mil millones.

- De acuerdo –suspiró el Papa–.

Un par de días después, el Papa se reunió con el Consejo General del Vaticano y les dijo:

-Estimados miembros del Consejo: les tengo una noticia buena y otra mala. La buena es que hemos ganado mil millones de dólares. La mala es que hemos perdido nuestro contrato con los panaderos.

Es así como funciona la mente judía, la mente de negocios. El judío es muy diestro y astuto, ya que incluso sus escrituras sagradas están hábilmente elaboradas para sacar provecho máximo de su propio e innato inconciente colectivo. Así que, si estás frente a un judío o frente a quien ha heredado esa mente mercantil, no te extrañes: muéstrale unos billetes y verás como baila el mono.

Fíjate bien lo que ha ocurrido en torno a Jesús: su nacimiento, vida y muerte, por extraordinaria u ordinaria que parezca, ha sido la clave para expandir su política mercantil a lo largo y ancho del mundo; su pueblo natal y su patria ha sido convertido en ‘Tierra Santa’; sus predecesores patriarcales (que aparecen en la ‘Biblia’) han sido utilizados para sustentar la teoría de que él es el ‘Unigénito de Dios’; y como respuesta a este pretexto paradigmático, ahora, acuden peregrinos de toda laya, de las cuatro latitudes del mundo quienes, inconscientemente, colaboran fuertemente al ingreso económico de los judíos. ‘Tierra Santa’ se ha vuelto en un verdadero foco de infección, en cuanto a negocios se refiere, capaz de convocar turistas cristianos, mahometanos, judíos e incluso ateos de todo el mundo.

Asimismo con el nacimiento, vida y muerte de Jesús, todos sus escritos poéticos, anécdotas, lugares, sueños, instrucciones, dichos, parábolas, cuentos, historias, mitos, alegorías, metáforas etc. en fin todo su patrimonio cultural, escriturístico e histórico, judíos, ha sido declarado como ‘Escritura Sagrada’ y, por eso, la Biblia se ha convertido en un verdadero ‘Best Seller’ en todo el mundo. ‘Tierra Santa’, hoy, sigue atrayendo millones y millones no solo de peregrinos sino sobre todo de ‘turistas inconscientes’ que no han caído en la cuenta de que toda la tierra es sagrada por sí misma y no hay un lugar, en el mundo, que sea preferencialmente sagrado más que otros.

Los mahometanos han hecho otro tanto. Para asegurar su negocio redondo han impuesto a su gente una norma de que todo aquel que se confiesa musulmán, por lo menos una vez en su vida, tienen que visitar la Meca o, más concretamente, besar la piedra. Esa piedra ya debe estar bien moreteada de tanto picoteo. En eso son un poco más moderados los cristianos, ya que no hay una norma que dictamine la visita a ‘Tierra Santa’.

Mucha gente ha aprendido esa política mercantil y, por eso, en los últimos tiempos se han declarado a muchos lugares, a nivel mundial, como la primera, o segunda, o tercera maravilla, ya sea natural o artificial. El turismo se ha proliferado por todas las latitudes, se han multiplicado los centros de negocios, se han triplicado las empresas multinacionales, se han abierto mercados transnacionales, etc. Todo ello a creado en la mente actual un inconsciente colectivo que incluso en el lecho de su muerte, un hombre, está preocupado por el negocio. A propósito, estuve leyendo una anécdota:

Un judío en su lecho de muerte susurraba:

-María… María… ¿Dónde estás esposa querida?

Ella contesta:

-Aquí estoy esposo querido… al lado tuyo.

Él pregunta:

-Y mi hijo Jacob ¿dónde está?

El hijo contesta.

-Aquí estoy, al lado tuyo.

El viejo continúa:

-Y mi hija Leila… ¿Dónde está?

La hija contesta:

-Aquí estoy… al lado tuyo

Y sigue el judío:

-Y mi hijo Isaías ¿dónde está?

El hijo contesta:

-Aquí estoy padre… al lado tuyo.

Y el viejo preguntó enfadado:

-Pero bueno… ¿Quién diablos está atendiendo el negocio?

La mente judía es una mente poseída por el negocio, por el dinero, por la astucia y por la competencia. Él está completamente saturado, es decir, no hay espacio para relajarse o descansar y, sin embargo, es próspera. Ese es el tipo de gente que ha fabricado inconscientemente objetos, hipótesis, ideas sobre Dios, cielos e infiernos, otros mundos, ritos, costumbres, tradiciones, doctrinas, dogmas, catecismos, credos, fes, etc. para esclavizar a la gente y someter a su inconsciente mercantilista.

Son contados los hombres que no se han dedicado a ese trabajo, por ejemplo: un Jesús, un Buda, un Krishna, un Zaratustra… Ellos son las únicas lumbreras que se han salido de la dinámica del mercado judío pero, paralelamente, en torno a estas individualidades, los ‘hombres de negocios’, han creado su propio negocio y es así como han dado nacimiento al montón de religiones y sectas, cada cual, con su propio puesto de venta para asegurar su subsistencia. El negocio se ha vuelto una forma fácil de vivir. De ello inferimos que el cristianismo, por ejemplo, es una especie de globalización de la cultura judía.
Así que si un político, economista, sacerdote, Papa, religioso, derviche, gurú, pastor, rabino, obispo o cualquier pseudo de esos, en todo caso, alguien que tiene que ver con iglesias, mezquitas, gurutwaras, y bancos…, que diga que no es judío, no es sincero porque lo es y, más exactamente, es un funcionario de la cultura judía.
Khishka
Testigo ambulante

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