lunes, 10 de mayo de 2010

LA IMITACIÓN

(Un sustituto del entendimiento)

Khishka fue muy famoso entre sus paisanos. La gente acudía a él desde cualquier parte del mundo. Muchos tenían que viajar bastante para encontrarse con él pero sus contarios estaban a la expectativa, siempre buscaban cómo tenderle trampas. Sin embargo no se atrevían a decirle nada directamente, pero en cuanto tenían la oportunidad solían aplicarle algún ardid.

Un día pasaba por allí un misionero italiano y aprovechando su estadía, los acusadores, fueron a él y le pidieron que hable con Khishka ya que, según ellos, no cumplía con las expectativas de las autoridades religiosas y políticas de su pueblo. Le acusaron de todo, aunque todas ellas eran falsas. Convencieron al misionero y éste fue a su encuentro.

Llegado a su taller de tejido, donde Khishka frecuentaba, con mucha perspicacia, preguntó:

- Me he enterado que tu padre fue una persona muy útil a su pueblo. Y lo era –reafirmó el cura–. Tú, siendo de la misma sangre, deberías seguir sus huellas, tales como la de ser muy querido, famoso por su buen humor, su rectitud de consciencia, la administración de la justicia, la observación de las buenas costumbres de su pueblo, su modo de ser pacífico, no violento, etc.

Khishka escuchó con mucha atención las razones del misionero y respondió con una carcajada espléndida y salvaje. Después de la risotada, hizo un silencio profundo. Luego dijo:

- Es verdad lo que dices a cerca de mi padre. Él fue un hombre sencillo, lleno de humor, justo, honesto, sabio, fiel a sí mismo, jamás siguió consejo de nadie sino lo que dictaba su consciencia. No era creyente, tampoco ateo. En todo se las arreglaba sólo. Él era su propia luz.

Entonces el misionero argumentó:

- Por eso mismo tu padre es digno de ser imitado por que fue una persona ejemplar, útil, era como una luz, no solo para ti sino también para el resto de la gente. En cambio de ti me han hablado cosas que no van de acuerdo con las normas de nuestra religiosidad cristiana y las normas civiles. Pero gente como tu padre aparece de vez en cuando, son como lumbreras de la humanidad para ser seguido e imitado.

Sabiendo que el argumento del misionero era correcto, Khishka contesto:

- Comprendo lo que acabas de decir, pero ten en cuenta que: mi padre nunca imito ni siguió a nadie. Esa fue su única enseñanza y la más importante. Así que yo hago lo mismo que mi padre hizo: ‘él no imitó a nadie y yo no imito a nadie’.

Dicho esto, el misionero, se alejó de su presencia.

Es verdad, la enseñanza de Khishka fue esa: ¡Nunca imites a nadie. Sé tu propia luz! Aún sea el modelo a imitar un Dios, un Mesías, un Profeta, un Gurú, un Pandit, un Pope, un Político reconocido, un Misionero, etc. La única norma es: ¡No sigas a nadie. Haz tu propio camino!

La imitación hace de la gente, mediocre, una simple fotocopia, un calco. Asimismo, el seguimiento, hace de la gente no más que una máquina, un títere de una cierta directriz, una marioneta de ciertas cosas muertas y primitivas. La imitación y el seguimiento te convierten en una simple oveja de un rebaño. Tú, en cambio, ¡consérvate vivo! ¡No intentes ser una fotocopia, un calco de alguien! La imitación es el sustituto del entendimiento y, por eso, opaca la luz de la consciencia.

Así que, seguirle a Khishka, significa ‘seguirte a ti mismo’, ‘seguir tu propio consejo’, el consejo que viene de las profundidades de tu ser. Este es el camino del ‘egoísmo absoluto’. Los maestros de la vida, como Khishka, no dan a la gente ninguna disciplina, no dan una moral: ‘haz esto, no hagas aquello’, sino, simplemente, imparten la luz de su consciencia. No te dan Diez mandamientos como Moisés, porque un mandamiento fijo no te hará sino un esclavo. Así que ¡atrévete!


Khishka

1 comentario:

Leonor Rodríguez Rodríguez dijo...

Muy buen escrito y argumento, no imites a nadie, ni a tu padre, así es el hombre ni a su padre y la mujer ni a su madre, ser uno mismo con todas las virtudes y defectos conque se nace, no obstante en cuando a los defectos procurar rectificar si es de provecho pero sin imitar.
Saludos afectuosos
Leonor