viernes, 30 de abril de 2010

MARTINCHO Y EL ESPEJO

(¡Conviértete en un espejo!)

He oído que Martincho viajó a París como Director de Evaluación de las pinturas modernas de Picasso.

Entró en la sala de exposición pero, como era un hombre inculto, estaba completamente desfachatado. No tenía el menor sentido estético; era un hombre completamente vulgar, pero estaba allí como invitado especial. La sala era lujosa y enorme. Junto con otros se encontraba examinando cada uno de los cuadro y, de repente, se detuvo y miró a un cuadro muy detenidamente. Luego suspiró, moviendo la cabeza de izquierda a derecha:

-¡No comprendo. Es feo!

El guía, un crítico de arte, se mostró conmovido, y se limitó a decirle:

-Es Picasso. Ese cuadro es una de las cosas más valiosas de la sala. Ciertamente, necesita comprensión. Yo le digo que usted sólo necesita elevar su sentido estético y comprenderá.

Luego, en la siguiente pintura, también se detuvo mirando muy profundamente. Después dijo:

-Creo que también esto es Picasso.

El guía nuevamente intervino y replicó:

-Lo siento Señor, esto es sólo un espejo. Se está mirando a sí mismo en él.

La cualidad del espejo es siempre la misma, refleja. El espejo simplemente refleja, no discrimina nada. Martincho era realmente feo y Picasso debió de serlo también. Seguramente, eran muy parecidos. Uno podía confundirse fácilmente. Pero aun fueron feos, cada cual fue un genio en su propio camino.

Martincho fue un extravagante, famoso, un tipo con luces y sombras; Picasso fue un pintor, también con luces y sombras. Cada cual, por su modo de ser y hacer, tenía su pro y su contra. Había gente que le apoyaba y gente que le rechazaba. Es algo natural. En las cosas de la vida: Martincho es como un espejo; en cosas de Pintura, Picasso es como un espejo. Ninguno puede ser ignorado. Así es Cristo, Así es Buda, Así es Zaratustra, así es Einstein, como así son Picasso y Martincho.

Otro tanto son las denominadas así: Sagradas Escrituras. La Biblia, el Corán, el Gita, El Talmud, el Libro de los Vedas, etc. Son cumbres altas del patrimonio divino de la humanidad; son como espejos que reflejan tu ser y, por eso, no pueden ser ignorados. Pero se puede estropear su belleza cuando un grupo de gente se vuelve fanático de ellas, cuando ese grupo hace de ellas un mecanismo de justificación política o religiosa, con motivos de expansión, adoctrinamiento, condicionamiento… Entonces pierden toda su belleza e inocencia. Esto es la mayor calamidad que le ha podido suceder a los libros sagrados.

Así que si lees la Biblia o el Gita, u otro, por su puesto, te verás a ti mismo, tu propio rostro. Sé respetuoso con ellos. Ellos son absolutamente inocentes y están completamente vivos. Vale la pena leer con cariño, con sensibilidad, con poesía, con música, con encanto, incluso con lágrimas y con risa. Lo que no está bien es convertirlo en un mecanismo de justificación política o religiosa, es decir, convertirlo en doctrina, dogma, credo… La teología, la filosofía, el credo, el dogma, la doctrina, representan la corrupción o prostitución de las sagradas escrituras. Mira a Krishna, mira a Cristo, mira a Moisés, mira a Buda, mira a Sócrates, mira a Rimí, de quienes hablan la Escrituras, son hermosos para unos y son feos para otros y, sin embargo, representan tu ser, nunca te dan nada nuevo, simplemente te reflejan. He ahí su belleza. Ellos representan la cima más alta de la humanidad, la divinidad, la Suprema Ciencia.


Khishka

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