jueves, 29 de octubre de 2009

LOS DOS VECINOS

(Ten el coraje de fiarte de tu propia experiencia)

Un anciano contó la siguiente anécdota al niño. Eran dos vecinos. El primero tenía un balcón decorado con diversas flores fraganciosas, plantadas en la jardinera de la galería de su casa. Él cada mañana, a la misma hora, solía darle agua para tener que disfrutar, todas las mañanas, de su fragancia y belleza sentado en su balcón.

Pero había otro vecino que también tenía su balcón adornado con flores de plástico. Sin duda eran bonitas, no se marchitaban, parecían mantenerse vivas por muchísimo tiempo. Daba la sensación de que eran eternas. Sin embargo, el dueño, para evitar sospechas y hacer creer a todo el público, de que sus flores eran naturales, solía darle agua todos los días.

Un día se encontraron en la calle y el primero le preguntó:

- Don Julio: en tu balcón tienes unas flores muy hermosas, muy duraderas, parece que son eternas. Todos los días tienen la misma belleza; no se marchitan. ¿Cómo te las arreglas para que siempre luzcan tan bellas? ¿Podrías enseñarme el secreto?

Don Julio, dándose cuenta de que su truco había funcionado, se enorgulleció y dijo:

- El secreto es darle agua todos los días, a la misma hora. Asimismo su tierra tiene que estar bien abonada y fertilizada. Y las flores se mantendrán eternas.

El primero replicó:

- Sí, eso es lo que hago yo todos los días. Tienen abono, les doy agua día a día, pero mis flores no se mantienen igual, siempre se marchitan y otros vienen y florecen. Siempre cambian. Ahora lo del fertilizante, eso si que no lo había pensado. Pero lo tuyo es sorprendente, son permanentes. Sin embargo me gustaría añadir ese fertilizante del que hablas. ¿Cuál es la marca del fertilizante?

El otro contestó:

- Yo mismo no sé cómo se llama. Lo compré en esos lugares donde venden semillas, abonos, fertilizantes y demás. Pregunta por ‘FERTILIZANTE DE FLORES ETERNAS’.

El otro, luego de haberse enterado de la noticia, agradeció mucho, se despidieron e inmediatamente se dirigió al mercado para conseguir el fertilizante. Buscó por toda la ciudad, andó por todos los puestos donde venden fertilizantes y cosas por el estilo. Y nada. Cuando preguntaba a la gente, la gente se reía, hacían muecas con la cabeza, y algunos se hacían la burla. Hasta que llegó a un puesto dónde una anciana vendía diversas clases de abonos. Le preguntó:

- ¿Señora: dónde puedo encontrar ‘FERTILIZANTE DE FLORES ETERNAS’?

La viejecita no pudo entender la pregunta. Sólo meneó la cabeza y dijo:

- Joven, no hay fertilizante alguno que eternice las flores. ¡Imposible! ¿Me ves a mí? A mí me llamaban, cuando era joven, la flor del pueblo, pero ahora si me ves, estoy marchita como cualquiera de las flores. Todas las flores son pasajeras; la belleza de las flores son fugaces; por eso se llaman flores. Estás buscando lo que no existe, ni existió, ni existirá.

Sólo tras ese encuentro, los ojos del hombre se abrieron, recapacitó y se dijo: -estoy perdiendo el tiempo, buscando lo que no hay-. Volvió a su casa y siguió atendiendo las flores de su balcón con la misma diligencia, dándose cuenta que las flores del vecino no eran naturales; eran artificiales, de plástico; su consejo no era más que un fraude.

Estás perdido buscando lo que no existe porque te lo has creído una enorme mentira. ¡No pierdas el tiempo buscando lo que no hay! ¡Tu experiencia vale más que cualquier tipo de chismorreo! ¡Valora tu propia experiencia! ¡Vuelve a tu experiencia! ¡No hagas caso de las habladurías de la multitud! La multitud es falsa, es mentirosa, es hipócrita, sólo chupa tu energía. Te convierte en una flor de plástico.
La multitud siempre te dirá: haz esto, haz lo otro, esto se hace así, esto se hace asá… No sigas sus instrucciones. ¡TEN EL CORAJE DE FIARTE DE TU PROPIA EXPERIENCIA! Sino toda la vida pasarás buscando lo que no hay, haciendo cosas extrañas y disparatadas. Tu propia experiencia tiene autoridad por sí misma. ¡No la sepultes los datos de tu propia experiencia! Sólo las mentes mediocres buscan lo que no hay. El civilizado es una flor de plástico, el creyente es una flor de plástico, el filósofo es una flor de plástico… Estos bandos están muertos en vida, no tienen energía, no tienen deleite alguno y, por eso, no son más que unos rebaños, dispersos por el mundo, conducidos por un pastor ficticio. Viven en la creencia y todas las creencias no son más que mentiras que no tienen un fundamento en la experiencia.

Khishka

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