jueves, 29 de octubre de 2009

LA ESCUDILLA DEL MENDIGO

(La mente: un cuenco de nunca llenar)

Un gran emperador, estando en el jardín, oyó el cencerro del mendigo que estaba llegando al palacio. El guardia, tras ver asomarse al pordiosero, salió a su encuentro y quiso darle unas monedas para evitar molestias. Pero el mendigo dijo en voz alta:

-¡Un momento! Tengo una condición: ¡yo sólo acepto limosna de los emperadores, no de los sirvientes! ¡Así que detente!

Como la voz retumbó, el emperador la oyó y se asomó a la portería para ver de quien se trataba ya que, normalmente, los mendigos suelen conformarse con unas monedas. Por eso pensó para sí: –este mendigo es muy extraño–. Entonces salió a verle y verificó que sí era un mendigo raro. Su aspecto era radiante, un aura de gloria y gracia le rodeaba. Parecía un emperador. Estaba semidesnudo, lleno de andrajos, pero llevaba consigo una hermosa escudilla.

El emperador, sorprendido por tan esplendorosos detalles, preguntó:

-¿A qué viene esa condición?

Y el mendigo contestó:

-A que los sirvientes también son mendigos y yo no quiero abusar de nadie. Sólo los emperadores pueden dar. ¿Cómo van a dar los sirvientes? Así que da algo, lo aceptaré con mucho gusto. Pero, antes: tengo una segunda condición.

-¿Cuál? –dijo el emperador–.

El mendigo respondió:

-Que mi escudilla debe quedar totalmente llena.

El emperador replicó alardeando:

-¿Qué es para mí llenar una escudilla tan pequeña? –Y continuó–: !guarda tus condiciones!

Luego ordenó a sus ministros traer las piedras más preciosas del imperio, diamantes y oro, para llenar la escudilla del pobretón.

Pero muy pronto se vieron en serias dificultades, pues cuando empezaron a llenar la escudilla: las piedras caían, los diamantes caían, el oro caía, pero sin hacer ruido. Simplemente desaparecían y la escudilla se conservaba vacía. Entonces el emperador estuvo en problemas. Él, como gran emperador, no podía tolerar semejante desafío. Entonces ordenó:

-¡Traedlo todo! ¡Hay que llenar la escudilla!

Sus ministros trajeron todo los tesoros, vaciaron todas las arcas. Ya no quedaba nada, pero la escudilla seguía vacía. Finalmente el mismo emperador se convirtió en un mendigo porque lo perdió todo. Luego se postró a los pies del pordiosero, diciendo: ¡ahora, yo también, soy un mendigo! Sólo te pido una cosa: ¡enséñame el secreto de tu escudilla, parece mágica!

Y el mendigo declaró:

-No hay ningún secreto. Está hecha de mente humana. No hay nada mágico en ella.

Así es la mente humana: ES UN CUENCO DE NUNCA LLENAR o es un cuento de nunca acabar. Puedes meter en ella todos los tesoros del mundo, habidos y por haber, pero nunca la colmarás. La mente no es otra cosa que una escudilla. Ella siempre dice más y más, sigue pidiendo, sigue deseando, sigue sufriendo. En Bolivia hay dos bandos políticos: un bando está compuesto por el Movimiento al Socialismo (MAS), y el otro bando está compuesto de Poder Democrático Social (PODEMOS). En torno a estos dos bandos un habiloso comparó con las relaciones íntimas entre un varón y una mujer. La composición decía: en la cama ‘las mujeres son Masistas, dicen ¡MAS, MAS, MAS…! Y los varones son del Podemos, porque siempre dicen ¡PODEMOS, PODEMOS, PODEMOS, PODEMOS…’!

La mente es así: siempre está deseando y por eso siempre está con quejas; siempre pide más y, también, siempre, todo le parece posible. Se siente poderosa, le cuesta aceptar sus derrotas. Es como el juego de la Ruleta: comienzas pagando en monedas por un juego, con las monedas ganas un billete y quieres seguir ganando y, para el colmo, se hace fácil. Ganas una vez y otra vez, y otra vez. Luego comienzas a perder, cada vez más y más. Aunque sigas perdiendo, dices, ‘esta vez sí, ganaré’. Abres tu billetera, sigues perdiendo, sigues y sigues, vacías tu billetera y, cuando ya no tienes nada, te conviertes en un mendigo de la calle, sin nada, y recién te lamentas: ‘¡Qué he hecho!’ Te arrepientes. Todo el sueldo del mes se hizo gas en un abrir y cerrar de ojos. ¿Por qué haces todo eso? Porque tú no eres el maestro de tu mente, de tu cabeza. La mente es tu maestro. Entonces haces como ese necio que quedó en la calle, por creerse el mejor ‘jugador de Cacho’ (dados).

Un día se reunió con sus amigos y les apostó su Mitsubichi. En diez juegos, lo perdió. Entregó las llaves y los papeles de la movilidad al ganador. Al no darse por vencido, apostó su casa. En veinte juegos, quedó sin casa. El tipo siguió. Apostó sus haciendas, y en veinte juegos se quedó sin haciendas. Luego apostó su cuenta bancaria y en cincuenta juegos, también lo perdió. ¡Pero qué manera de insistir! Ya no tenía nada. Sólo le quedaba la esposa. Aunque este fue el colmo, pero terminó apostando su propia esposa. En cien juegos, también lo perdió. Quedó sin nada.

Luego acordaron que, al día siguiente, tenía que ser entregada todos los bienes, incluido la esposa, a su nuevo dueño. El tipo no durmió, pasó despierto la última noche en su casa porque se quedó sin nada, en la calle. Y, como no era para menos, lloró su desventura aunque era demasiado tarde. Por eso, su amigo, sintió compasión y le dijo:

-Amigo, te tengo una propuesta.

-¿Cuál? -Dijo el amigo-.

El otro respondió:

-No es bueno que te quedes absolutamente sólo y sin compañía. Por eso he decidido que: solo, por ésta noche, préstame tu esposa. Para mí es más que suficiente. Quédate con ella, pues al menos necesitarás consuelo.

Así es la mente, es locamente loca. Si ella es tu maestra, puedes competir hasta quedarte en la calle o hasta las últimas consecuencias. La mente es extremista, puede conducirte hasta el mismo suicidio. Por eso mientras seas conducido por la cabeza, esto es, por la mente, seguirás haciendo cosas tan ridículas.

La señora Mary preguntó al doctor de la maternidad:
-¿Le será permitido a mi marido acompañarme durante el parto?
El especialista respondió:
-Sí, claro. Soy partidario de que el padre del niño esté presente durante su nacimiento.
Y ella replicó:
-Yo no creo que esto sea una buena idea. –Y continuó–: él y mi marido no se llevan muy bien.

Así es la mente: apenas estás de ida y ella ya está de retorno. Pero con todo, no quiero decir que la mente es mala, porque no lo es, pues gracias a la mente hemos obtenido muchas bendiciones: como la ciencia, la comunicación, la tecnología… La mente es un mecanismo ambivalente, esto es, no es bueno ni malo. Y está bien que sea así. Sólo tiene que estar en el lugar adecuado.

La vida es dramáticamente tan ridícula, tan absurda, porque tú estás en una cosa y ella ya está planeando otra y que, por eso, no hay algo que se asemeje remotamente a un eco de paz en la vida que llevas. Esto es: tú no eres el maestro de tu propia vida.

Por eso para recuperar tu lugar de emperador, de maestro de tu propia vida, la mente tiene que ser disuelta, pues hasta que la mente no sea disuelta y quede vacía del pasado y del futuro, seguirás siendo un mendigo.

En este mundo no hay nada bueno ni malo, categóricamente marcados pues, todas las demarcaciones, son siempre relativas. Las cosas son simplemente ambivalentes. Pero si un mecanismo tan complicado, como la mente, gobierna tu vida, no será más que un instrumento autodestructivo. Pues la prueba está clara: la mente en manos de un Hitler o Mao Tse Tung es destructiva, creará sólo sufrimientos innecesarios; pero la mente en manos de un Cristo u un Buda es una gran bendición para toda la Existencia.

La mente no es mala, es más bien un hermoso mecanismo que tiene estar en el lugar adecuado y ser usado en el lugar debido. De modo que: cuando la necesites, úsala; cuando no, ponla a un lado. Así, ella, no será tu maestra, al contrario, tú serás el maestro de tu propia vida. Si ella es tu maestra, seguirás haciendo cosas ridículas y absurdas, de las cuales te lamentarás, y sufrirás innecesariamente; pero si tú eres el maestro de tu mente, hagas lo que hagas, digas lo que digas, será beneficioso para ti y para toda la Existencia.
Khishka

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