sábado, 27 de febrero de 2010

PASCUAL


(La autoridad de una experiencia vital’)

Cierto joven, terminado el colegio, salió de su aldea a hacer estudios superiores en una famosa universidad. Estudió la carrera de agronomía en el lapso de cinco años. Todo un ingeniero titulado, volvió a su pueblo y, a la entrada de su terruño, se encontró con un hombre sentado a la orilla. Era un viejo amigo de su padre, cuya característica era su pobreza. El joven ingeniero –sabiendo que era tal– murmuró:
-Definitivamente, Don Pascual, me he dado cuenta que –en estos años de estudio– nos hace falta mucho conocimiento en materia de producción agrícola. En esta zona tan árida podemos producir incluso aquello que sólo se produce en el trópico.
El pobretón preguntó:
-¿Cómo será posible eso?
El especialista contestó:
-Haciendo unas carpas solares, unos invernaderos. Allí podremos producir tomates, sandías, y toda clase de cosas que no producimos normalmente aquí.
El campesino argumentó:
-Es verdad lo que dices, pero es poco respetuoso con la naturaleza. Dios, al crear al ser humano en cualquier lugar de la tierra, ha puesto también lo necesario para su sobrevivencia. ¿Para que forzar la naturaleza?

Ante tal respuesta quedó sin palabras el joven especialista, ya que la afirmación de Don Pascual no era teórica ni académica sino que nacía de una comunión experimental, profunda con la vida y la existencia. Y frente a la autoridad de la experiencia de Pascual, los cinco años de estudio del joven, se desvanecieron por completo.

Si hay algo ausente en nuestra cultura actual es, precisamente, el contacto consciente con la Vida y la Existencia. El pez en el mar no se preocupa por construir una teoría sobre el océano sino, simplemente, fluye en ella. Ese fluir brota de una profunda aceptación de su unidad esencial con el océano. Así pues, en lo que a espiritualidad se refiere, la aceptación es indispensable para fluir en la naturaleza.
Khishka

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