miércoles, 30 de septiembre de 2009

CERCA DEL SABIO

(El único milagro)

En la región de Los Lipez, Khishka se había vuelto muy famoso, debido a su carácter de ser un hombre absolutamente corriente quizá, por eso, espiritualmente incorrecto. A pesar de su fama, de la cual nunca fue consciente, los más allegados percibían en él un aura de sabiduría. Donde iba, tan sólo su presencia, hacía que todo se apacigüe y experimente la paz.

Un día encontró a dos jóvenes peleando en las playas de un río que estaba a orillas de un campamento muy cerca de su pueblo. Cada uno de los actores tenía su propia hinchada como apoyo. En cuanto vio la riña, se acercó y se sumó silenciosamente a los dos bandos y comenzó a observar. Los jóvenes se golpeaban el uno al otro con fuerza, donde sea y como podían. Pero al cabo de quince minutos la intensidad inicial bajó tremendamente tanto que la contienda parecía una completa decepción, no había perdedor ni ganador. Los contrincantes perdieron fuerza y acierto, ya ninguno parecía capaz. Ambos estaban completamente agotados. Justo en ese momento intervino Khishka y les dijo:

- Bien muchacho: en vista de que os habéis divertido bastante con los golpes y que vuestros representantes están agotados, volvamos al campamento. El espectáculo ha terminado, sin un perdedor ni ganador. Ha sido una pelea muy interesante.

Los ánimos caldeados de los hinchas se desvanecieron ante la irrupción de la presencia y energía de Khishka. Nadie objetó ni dijo algo. Solo hubo un momento de silencio y las palabras del sabio parecieron inundar los corazones de los luchadores y sus hinchadas. Los ánimos alterados se calmaron y todos, como si nada hubiese ocurrido, regresaron al campamento sin vencedor ni vencido.

Cerca del maestro, inmediatamente, el clima cambia, los ánimos alterados se calman, la tensión baja, la violencia cesa. Siempre ocurre así. Cerca de un sabio son posibles muchas cosas, a veces hasta cosas imposibles se convierten en posibles pues, un sabio, es el único y el mayor milagro que puede producir el universo. De su sabiduría se beneficia todo el universo.

Eso sucedió con el padre de Khishka: cuando murió su casa se convirtió en un verdadero santuario, un lugar donde la gente podía inhalar el aura de la suprema sabiduría. Su hijo, Khishka, después de que su padre murió, solía recibir infinidad de visitas. La gente que acudía al lugar solía declarar: ‘todo lo que nos atormenta en nuestras casas, aquí se desvanece’. Algunos enfermos se curaban, muchos recobraban la paz, algunos simplemente iban al lugar para relajarse, otros encontraban una luz para solucionar sus problemas, el mismo ambiente inspiraba tranquilidad.

Fue en ese lugar, al entrar en contacto con la gente, donde Khishka, un hombre absolutamente iletrado, analfabeto, casi salvaje, aprendió muchas cosas para la vida y la responsabilidad que su pueblo le confió posteriormente. Uno no podía creer cómo, a través de ese hombre que no conoció la escuela ni la universidad, podía fluir toda la Existencia: lo que hacía tenía su propia belleza; lo que decía era un auténtico mensaje; lo que tocaba, era siempre un milagro obrado por la Trascendencia.

En medio de su gente degustó, Khishka, la sabiduría. Todo lo que decía y hacía comenzó a ser luz para sus conterráneos. Por decir: Elías, el vecino pacífico, aunque un tanto ambicioso respecto a los bienes; Anselmo, el más astuto de entre todos los allegados; Zacarías, el hortelano del frente, cuya mensajera fue Micaela; Félix, el médico; Toribio, el que velaba por la calidad de las herramientas de trabajo que Khishka solía usar en sus haciendas y granjas; Ángela, una mujer envuelto en problemas matrimoniales; Gertrudis, una mujer abnegada pero sensible a las exigencias sensuales de la naturaleza; Patricia, mujer observadora pero, en el fondo, muy femenina; Domingo, el consejero… etc. Mucha gente se acopló y descubrió la sabiduría de este hombre, cuya herencia lo recibió de su padre.

Con el tiempo, Khishka, se convirtió en el centro y el motor de toda la comunidad. Se convirtió en el único milagro, un verdadero sabio, producido por aquel pueblo. A mucha gente le gustaba visitar sólo por estar un momento, calmado, absorbiendo su sabiduría, en silencio, bebiendo de su vino, y es así cómo la gente comenzaba a cambiar y el milagro ocurría. Frente a él se desmoronaban todos los rencores que las gentes guardaban en sus corazones; en su presencia enfermos recobraban salud; ante él se diluía, simplemente, las ganas de matar que tenían los enemigos.

Khishka no era un hombre que sobresalía, quizá era una de las personas más corrientes que pisó las tierras de Los Lípez, simplemente hacía cosas sencillas que en sus manos florecían y extendían su fragancia. Hacía cosas tan pequeñas que fácilmente podían pasar inadvertidas pero, siempre que alguien se acercaba, veían en él la Trascendencia y todo aquel que se acercaba quedaba embriagado de su energía que cambiaba el clima interior y exterior del individuo.

Es el testimonio de su gente que conservó en su tradición oral y lo transmitió de generación en generación. Las recientes generaciones sólo lo mencionan muy de paso, es decir, en algunas fechas memorables del pueblo. Su aldea ha olvidado la raíz primigenia de su sabiduría, sin embargo la llama sigue ardiendo en la sangre que corre por las venas de sus hijos y nietos. Y, una vez más, el milagro será un hecho. Sólo es cuestión de tiempo. Hay fuego entre las cenizas. La llama está viva. Y el fuego arderá.

Khishka

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